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EL MARQUÉS DE VILLATORCAS

APUNTES BIOGRÁFICOS

Amparo Felipo Orts

(Universitat de València)

EL MARQUÉS DE VILLATORCAS

APUNTES BIOGRÁFICOS

Hijo de don Basilio de Castellví y Pons y de doña Laura de Alagón, don José de Castellví y Alagón nació en Valencia en diciembre de 1653. En 1672 contrajo matrimonio con doña Guiomar Coloma Pérez Calvillo, hija de don Juan Andrés Coloma Pérez Calvillo, conde de Elda, y de doña Isabel Francisca Pujades y Borja, condesa de Elda y Anna, en una ceremonia oficiada por poderes en la iglesia parroquial de Santa Ana de Elda, en la que actuó como procurador don Antonio Coloma Pujades y Borja, conde de Anna. Suponía ésta el entronque del linaje Castellví con las destacadas casas nobiliarias de Elda y Anna, que participaban de unas comunes inquietudes culturales. Por lo demás, la trayectoria vital de don José de Castellví y Alagón se caracterizó por una importante labor desarrollada en la doble dimensión política y cultural, que no le impidió reunir un valioso patrimonio, resultado de las herencias recibidas y de las adquisiciones personales1.

LA ACTIVIDAD POLÍTICA

Ciertamente, siguiendo una larga tradición familiar de servicios a la Monarquía, que se remonta cuanto menos al siglo XVI, don José de Castellví desarrolló una intensa actividad política. Menino de Carlos II y castellano del castillo de Orihuela, accedió al oficio de portantveus de general governador de la Ciudad y Reino de Valencia a la muerte de su padre en 1672, de cuya sucesión le había hecho merced el monarca. En 1691 promocionó al virreinato de Mallorca, cargo que le fue prorrogado en 1694 y que desempeñó hasta marzo de 1698.2 Mientras tanto, en documento expedido el 25 de diciembre de 1690 había obtenido el título de marqués de Villatorcas, en compensación a los servicios familiares y personales prestados a la Corona3. Por otra parte, aunque su condición de virrey de Mallorca le impidió desempeñar el puesto, el marqués, que ya había accedido al Consejo de Aragón como consejero supernumerario en 16884, obtuvo el 29 de abril de 1694 el privilegio de ocupar una plaza de consejero de capa y espada, vacante por muerte del marqués de Castelnovo.5 Concluido el segundo virreinato, se incorporó de nuevo al Consejo de Aragón, puesto que continuaba ocupando cuando comenzó la Guerra de Sucesión.

No obstante, como ocurriría con el resto de la sociedad valenciana, el marqués de Villatorcas no pudo verse libre de las implicaciones del conflicto. En su condición de miembro del Consejo de Aragón, como ha estudiado J. Arrieta, su adscripción a uno u otro bando puede intuirse a raíz de los decretos de 17 y 21 de junio de 1706 por los que el rey disponía el traslado de sus ministros y consejeros a Guadalajara y Burgos respectivamente, ordenando la suspensión de sus cargos de quienes no cumplieran esta orden. En su opinión, esta medida permite determinar los pocos personajes que en ese momento se definieron como leales a Felipe V. Entre ellos no figuraba el marqués de Villatorcas quien, por el contrario, sería uno de los que, por el hecho de haber permanecido en el Consejo de Aragón austriacista, sería calificado como «intruso» desde la óptica borbónica y, como tal, reemplazado de su condición de consejero de capa y espada por Valencia por el marqués del Bosque en octubre de 1706. Aunque a consecuencia de ello fue suspendido de su cargo, posteriormente un decreto de Felipe V de 3 de marzo de 1707 le declaraba —junto con una larga lista de personajes— «libre del crimen de infidelidad». En todo caso, lo cierto es que aunque, según este autor, los miembros del Consejo de Aragón calificado de «intruso» terminaron reintegrándose en la órbita borbónica, don José de Castellví ya no figuraría en el Consejo renovado «con savia felipista»6 del que hasta su supresión sí continuaría formando parte el marqués del Bosque. Desde este momento perdemos el rastro de cualquier otra actividad política que hubiera podido desarrollar.

PATRIMONIO MATERIAL Y SENSIBILIDAD ARTÍSTICA

Simultáneamente, don José de Castellví reunió un destacable patrimonio, fruto de herencias y de compras personales, en el que las propiedades rústicas y urbanas se complementaron con un lujoso mobiliario, objetos decorativos de estimable valor, ricos tapices y una valiosa colección pictórica.

Por parte paterna, percibió los bienes transmitidos por sus abuelos, don Juan de Castellví y doña Luisa Pons, y por su padre, don Basilio. Se trata de un vasto agregado de propiedades urbanas, que él mismo había incrementado con la compra en 1691 de una casa en la Plaza de Santo Domingo y tres casas y un «cuarto» en la calle de la Xerea en 1695. Constituía la principal la llamada Casa Grande —actual Palacio de Cervelló—, sita en la Plaza de Predicadores, lindante con el horno denominado de Santo Domingo y con la calle de la Xerea, situada frente al convento de Santo Domingo. Se añadía a ésta otra casa situada junto a ella que lindaba por la parte anterior con la Iglesia del Convento de Santo Domingo y por la posterior con el huerto de la casa anteriormente referida; otra casa sita en la calle de Xerea, limítrofe con la calle de la Noria, con una casa de esta herencia, con otra casa recayente en la herencia de don Luis March y con la calle de la Noria. Otra casa en la misma calle, y adyacente al huerto de la Casa Grande; otra casa baja y escalerilla contigua en la calle de la Xerea; otra casa en la misma calle, fronteriza por su parte delantera con el horno de la Parreta; otra casa en dicha calle, lindante con otra de la propia herencia, con una propiedad del convento de Santo Domingo, con el horno de la Parreta y con un callejón; y por último otra casa en la misma calle, contigua por su parte trasera, a la Casa Grande. Es decir, el conjunto de edificios reunía en aquellos momentos prácticamente toda la manzana.

Se añadían a ellos el goce del dominio, propiedad y usufructos de los bienes, casas, censales, rentas, derechos y acciones recayentes y que pudieran recaer en las herencias, vínculos y mayorazgos de Marco Antonio Pons; los bienes, derechos y acciones recayentes en el vínculo instituido por doña Leonor Martí, viuda y heredera del vicecanciller don José Pons, conformados por diferentes heredades, censos, el peso de la ciudad de Xàtiva y el lugar de Villatorcas.7

Elementos ornamentales y colección pictórica

Atesoró también el marqués de Villatorcas un fabuloso acopio de piezas decorativas y obras de arte de gran valor. De ello nos informa el legado que recibió de su madre, doña Laura de Alagón, que, inventariado en septiembre de 1694, comprendía un amplio conjunto de muebles, entre los que destacan escritorios de madera de ébano decorados con marfil, veladores, bufetes, tocadores, vitrinas —entre las que sobresale una ricamente decorada con una imagen de plata de la Inmaculada Concepción—, camas, baúles… Se incluían también ocho cuadros en los que —junto al retrato del rey— dominaba la temática religiosa, con preeminencia de imágenes de vírgenes bajo diferentes advocaciones —Nuestra Señora del Sagrario, del Traspaso y de la Contemplación— representaciones de Cristo —Nacimiento, Adoración de los Reyes, Descendimiento— y de san Pedro de Alcántara. Constituían un apartado importante y de considerable riqueza las piezas de plata y muy especialmente las valiosísimas joyas engarzadas con piedras preciosas, especialmente esmeraldas, diamantes y rubíes, entre las que sobresalen un fastuoso pectoral, relicarios, cajas de oro con piedras incrustadas y riquísimos rosarios, aunque también se incluyan gargantillas, pendientes o sortijas.8

Sabemos también que en 1702 disponía de una magnífica colección de ricos objetos de que hizo donación a su hijo don Juan Basilio de Castellví con motivo de sus capitulaciones matrimoniales con doña Laura María de Cervelló.9 Se trata de un lujoso mobiliario y su aderezo que incluía: «dos camas, la una de palo santo y la otra de alavern, quatro colgaduras de cama, una de damasco verde, otra de gasa blanca bordada, otra de la China y otra de tafetán carmesí y amarillo. Catorce almuadas de estrado de damaso verde y seis cortinas de lo propio, doce almuadas de estrado de damasco verde bordadas de plata, catorce almuadas de estrado de terciopelo y damasco carmesí, doze almuadas de tercipelo y damasco carmesí, tres alfombras, una grande y dos medianas, catorze espejos con guarniciones doradas y dos guarniciones de cristal, seis escritorios grandes de evano y vidrios pintados, dos escritorios de palo santo y piedras embutidas para estrado, dos niños de Nápoles con sus urnas de cristales, dos escaparates de coral, una lámina de bronze y coral, seis bufetes embutidos de pasta… Seis reposteros y un dosel bordados de matizes sobre raso verde, dos alfombras grandes y tres pequeñas de Cicilia afelpadas… seis sillas de damasco verde. Seis docenas de sillas de nogal y baqueta nuevas con clavazón dorado. Ocho bufetes de nogal».

Le donaba también suntuosos objetos de plata: «diez y ocho trincheros, tres platos reales, tres flamenquillas, dos fuentes, un jarro, un taller grande y otro pequeño con todas sus piezas, una frutera, dos velones pequeños, tres pares de candelabros, dos docenas de cucharas, veinte y dos tenedores, diez y siete cuchillos con cabos de plata, dos pavos de plata, una pileta para agua bendita, unas tixeras y espabiladeras, seis vasos de camino, una salva». Más valor cabe atribuir al conjunto integrado por «una tapicería de Flandes historiada, que consta de ocho paños» y «Barios tapizes antiguos bien tratados para colgar, tres o quatro piezas», además de dos esculturas: «Un Santo Cristo de marfil. Otro Santo Cristo de lo mismo sobre el sepulcro». Con todo, especial relevancia adquiere la impresionante colección de cuadros que recibía don Juan Basilio. Se trata de los siguientes:

Nueve quadros grandes de batallas de mar y tierra de Carlos y Cornelia la Valle con guarniciones doradas.

Un quadro de los enemigos del Alma de Tempesta.

Un quadro del Arca de Noé del Boni.

Tres quadros del españoleto, uno de San Francisco Xavier, otro del Nacimiento y otro de la Piedad humana.

Dos quadros, uno de San Pedro y otro de la Magdalena de españoleto.

Un quadro de San Antón y San Pablo del cavallero Mathías.

Un quadro de San Pablo de Jacintho Brandi.

Un quadro de Santiago de la Valle.

Un quadro del cavallero Máximo de Lucrecia.

Un quadro pequeño de Nuestra Señora, Jesús y san Juan.

Un quadro de San Anastasio y otro de Nuestra Señora del Cartujo.

Seis quadros grandes de varias historias de la Escritura de Estevan March y otro del mismo prolongado.

Veinte payses de tierras y marina de buenas manos de Italia.

Un apostholado de Estevan March.

Cinco quadros de árboles y frutos al natural de excelentes manos de Italia. Quatro quadros de cozina de muy buena mano de Italia. Todos los dichos tienen guarniciones doradas.

Ay también hasta doze o quinze quadros grandes y pequeños de varias manos. Quatro láminas, una de Nuestra Señora, otra de Christo, otra de la Magadalena y otra de la Adoración de los Reyes, estas son para sobre los bufetes.

Una lámina de Nuestra Señora del Populo para el doselito de la cama, otras tres para lo mismo con guarniciones de bronze y piedras.10

Así pues, junto al lujoso mobiliario, los objetos de plata y los espejos, merecen especial mención la colección de tapices de Flandes y los cuadros de afamados pintores como Tempesta, José de Ribera o Esteban March, entre otros.

Pero las obras de arte donadas a su primogénito no eran las únicas que poseía. Así lo demuestra el inventario de sus pertenencias que a su muerte en Madrid en 1722 todavía custodiaba la casa familiar de la plaza de Predicadores de Valencia. Limitado al mobiliario, los cuadros y otros elementos decorativos, así como a la biblioteca, no incorporaba, sin embargo, otros bienes usualmente presentes en este tipo de documentos como el ajuar doméstico, vajilla y menaje de cocina, plata... Pese a ello, el habitual procedimiento de realizar el inventario particularizando el contenido de cada una de las habitaciones nos permite conocer con detalle la distribución de la casa, con los muebles, cuadros y otros ornamentos propios de cada una de las estancias, lo que nos acerca a los gustos y preferencias del personaje que las habitaba.11

Comenzaba la descripción por la denominada «sala obscura», pieza que, además de tres goteras talladas, decoraban lienzos representativos de la Purísima Concepción, san Antonio de Padua, santo Tomás de Villanueva, cuatro cuadros de paisajes, cinco lienzos con representaciones alusivas al Génesis y dos lienzos de temática histórica ricamente guarnecidos. Conformaban los bienes de la «galería del jardín» un total de ocho espejos de diferente forma y tamaño, profusamente guarnecidos y «pendientes todos de unos cordones de seda verde con sus borlas», goteras, un bufete de nogal y un lienzo de Historia Sagrada sobre la cama. Dos cuadros de paisajes marinos y otro de corderillos, constituían el ornamento de uno de los «gavinetillos» que conducía a dicha galería, mientras una lámina de la Virgen con orla de flores adornaba el «gavinetillo» situado a la izquierda de ésta, si bien en este caso la alcoba se encontraba vacía. La antesala de la casa acomodaba un sillón de vaqueta y dos bufetes. Componían el mobiliario de la siguiente sala siete sillas, cinco goteras de talla azul sobre las tres puertas y dos ventanas, decorando las paredes lienzos representativos de san Pedro, de la Magdalena, de la Virgen, de Santiago, de san Pablo, de san Antonio, de los santos Juanes y tres paisajes, además de cuatro espejos con ornamento de talla dorada. Otra habitación albergaba siete sillas de vaqueta, un escritorio de nogal, una lámina del Ecce Homo, un lienzo de Lucrecia, un «apostolado» y tres pinturas de pequeño tamaño sobre tabla.

La sala que daba paso a la capilla se decoraba con un lienzo del Salvador atado a la columna y otro alusivo a Nuestra Señora de la Asunción. Presidía el oratorio un retablo de madera sin dorar con frontal de hierro en el que estaban representadas las armas de la Casa, mientras la denominada sala de «los arcos» disponía de 16 sillas, dos bufetes, cuatro goteras «con collage» situadas sobre las puertas y ventanas y lienzos alusivos a san Francisco de Paula, san Francisco Javier, los tres enemigos del alma, la Piedad romana, el arca de Noé, y tres representaciones de países sobre la cama, además de dos espejos ricamente decorados. La llamada pieza de los «Atajados», reunía dieciocho sillas, diez ricas goteras de talla sobre puertas y ventanas, —«el campo de color concha y el follage corlado»— seis mesas de diferentes tamaños con pies negros labrados y profusamente decorados con flores y follajes; seis escritorios, dos de ellos más grandes adornados con escenas de Historia Sagrada pintadas sobre vidrio; dos medianos y dos pequeños pintados del mismo modo con motivos paisajísticos; seis cuadros con representaciones de países, dos con escenas de batallas y un lienzo de San Francisco de Paula. La segunda estancia se ornamentaba con cinco bodegones y un lienzo de San Francisco de Asís; la tercera con tres lienzos representativos de batallas; la cuarta con tres cuadros de temas marinos y los retratos de don José de Castellví y de doña Giomar Coloma. En la habitación denominada de «las criadas» se ubicaba un bufete de nogal. En el entresuelo se distribuían tres habitaciones. Decoraban la primera dos bufetes y lienzos representativos de la Adoración de los Santos Reyes y de una borrasca; la segunda, once sillas de vaqueta, dos bufetes de nogal y ocho lienzos alusivos a la Creación del mundo; y la tercera una mesa, un bufete, seis pinturas sobre tabla de la Pasión de Cristo, un lienzo de San Vicente Ferrer y cuatro retratos de cuerpo entero de miembros de la Casa. El resto de las habitaciones, al parecer, permanecían vacías, anotándose en el inventario que «en las demás piezas no se halló nada».

De esta relación merece destacarse el rico mobiliario y las goteras que ornamentaban puertas y ventanas, así como un particular gusto por los espejos, cuya suma asciende a 14. Con todo, creemos necesario llamar la atención, de nuevo, sobre los cuadros y lienzos que decoraban las paredes de las distintas habitaciones, que conformaban una colección de un total de 89 composiciones de diferente temática. Compartían espacio las obras de carácter religioso, que, con un total de 45 cuadros constituían prácticamente la mitad, con otras con motivos paisajísticos (23), de contenido histórico (7), retratos familiares (6) y bodegones y otros temas (8). Al respecto, su conocida afición por la pintura se manifiesta en la adquisición de una rica colección de cuadros, en gran parte importados de Italia, que Y. Gil ha calificado de excepcional, escogida y propia de una minoría culta del siglo XVII, que persigue la ostentación de los autores pero también la de los temas.12

En definitiva, resulta evidente que la suma de herencias paternas y maternas y las adquisiciones propias habían permitido al marqués de Villatorcas atesorar un rico patrimonio material y cultural. Pero a él todavía cabe añadir otro no menos valioso, el intelectual.

LAS INQUIETUDES INTELECTUALES

La personalidad de don José de Castellví y Alagón se acrecienta si a las facetas reseñadas añadimos sus inquietudes intelectuales. En este sentido, el extraordinario dinamismo adquirido por la vida cultural valenciana a finales del siglo XVII, la participación en el proceso de renovación científica e intelectual, las inquietudes de la élite y el patrocinio de las letras y las ciencias por destacados miembros de la nobleza han merecido la atención de investigadores de diferentes campos, cuyos trabajos complementarios permiten que en la actualidad haya quedado suficientemente perfilado el marco general13. También el protagonismo del marqués de Villatorcas como impulsor de esta realidad resulta incuestionable y de ello constituye una excelente prueba su caracterización por Antonio Mestre como «uno de los símbolos del movimiento» y la de su biblioteca «en torno a la cual se reunían científicos y hombres de letras» como «uno de los referentes de la actividad del grupo».14

La biblioteca

De su dimensión como bibliófilo y poseedor de una fabulosa biblioteca15 —que debió de ser la más importante de la Valencia de su tiempo— y de la excepcionalidad de su contenido constituye una evidencia que, según ellos mismos refieren, fuera ampliamente consultada por José Rodríguez y Vicente Ximeno para la elaboración de sus respectivas obras.16 De hecho, tan buen conocedor de la misma como Rodríguez la describió como una «copiosa y selecta librería que, a expensas de su inteligencia y afición, ha formado de más de siete mil cuerpos de libros en variedad de idiomas y los más escogidos de todas facultades, entre los quales se cuenta copioso número de manuscritos y de extraordinarios códices, que los unos por su antigüedad y por su novedad los otros, juntamente con la capacidad y claridad del sitio, artificio de los estantes, adorno de sus remates, uniformidad de sus senos, custodia de los libros, correspondencia de sus divisiones y hermosura de globos, mapas y esferas la constituyen estancia utilísima, majestuosa y muy digna de recomendación»17, versión que compartía y corroboraba Ximeno.18

La documentación de que disponemos no nos permite precisar la génesis de la biblioteca. No obstante, las aficiones literarias del padre del marqués, don Basilio de Castellví y Pons —cuyo nombramiento como regente de la lugartenencia y capitanía general en 1658 festejó con la promoción de dos fiestas académicas cuyo contenido publicó bajo los títulos de Sol de Academias o Academia de Soles en los lucidos ingenios de Valencia que la celebraron y en la hermosura y nobleza que la asistieron (1658) y Repetida Carrera del Sol de Academias o Academias de Soles (1659)— permite pensar que entre sus pertenencias se encontraran libros pero carecemos de inventario de sus bienes, tan útil en estos casos. Sí sabemos que los poseía su madre, doña Laura de Alagón y Cardona, dama de honor de la reina, quien a su muerte en 1694 legó al marqués una pequeña colección de 15 libros de temática esencialmente religiosa.19 Resulta lógico que estos pasaran a engrosar una biblioteca propia, que ya debía ser importante a juzgar por la valiosa información que en su correspondencia cruzada Rodríguez aseguraba haber obtenido de «libros que Vs. me favoreció antes del virreinato de Mallorca».20 Y don José aún la amplió más cuando en 1692 compró en Pollensa a Juana Aixartell y sus hijos la biblioteca que habían heredado de Gabriel Martorell y Aixartell, doctor en Teología y vicario general. Aunque ignoramos su volumen, se sabe que pagó «600 piezas de 8» y que actuó como mediador de la compraventa Joaquim Fiol y Sastre, catedrático de la Universidad de Mallorca, consejero del Gran y General Consell, asesor de baile y consultor y juez de bienes confiscados del Santo Oficio.21

Todavía, de su etapa como virrey de Mallorca conservamos un documento inestimable que nos ilustra sobre su bibliofilia. Se trata de la licencia papal para leer libros prohibidos, otorgada en agosto de 1696:

Fray Bernardo Joseph de Jesús María, predicador de su Magestad, calificador del Santo Officio, examinador synodal del arzobispado de Valencia y comissario general de Tierra Santa en la corte de Roma, de la regular observancia de nuestro padre san Francisco… En virtud de las presentes, hago fee y verdadero testimonio, etiam cum iuramento, como el día seys de agosto del presente año mil seyscientos noventa y seis a las quatro de la tarde, en la audiencia que me dio la santidad de nuestro beatíssimo padre Innocencio duodécimo, a petición mía concedió al illustríssimo marqués de Villatorcas, al presente virrey y capitán general del Reyno de Mallorca, licencia y facultad para leer qualesquiera libros prohibidos generalmente, sin reservación alguna ni limitación de tiempo…22

Concluido el virreinato en marzo de 1698, se incorporó al Consejo de Aragón y fijó su residencia en Madrid, donde trasladó parte de sus libros. Así lo muestra la correspondencia que mantuvo con José Rodríguez entre 1700 y 1702, cuando se refería a determinadas obras que afirmaba «tengo en mi poder».23 Pero la mayor parte de la biblioteca quedó en Valencia.

El inventario de la misma realizado a su muerte en 1722 nos informa de la parte que quedó en la casa familiar de la Plaza de Predicadores. Conformada por 3.152 volúmenes correspondientes a 2.675 títulos, se considera la más amplia y completa de la Valencia del momento y su valor se agiganta si tenemos en cuenta que era todavía más extensa cuando fue confiscada por el gobierno borbónico en diciembre de 1710 por creerla propiedad de su hijo austriacista don Juan Basilio de Castellví. A este respecto, la Biblioteca Nacional nos brinda una información excepcional bajo el título de «Relación de los libros que de orden del Sr. Don Joseph Pedrajas, cavallero de la orden de Santiago, del Consejo de S. M. superintendente general de las rentas y los bienes de confiscación de esta ciudad y reyno de Valencia, se han inventariado y existen en la biblioteca de la casa en que habita el Excmo. Señor Don Francisco Caetano, embargada de don Juan de Castellví».24 En ella se hacen constar un total de 3.785 volúmenes correspondientes a 2.885 títulos, lo que supone una disminución de 633 volúmenes.25 En cualquier caso una excelente biblioteca si la comparamos con las de otros miembros de la nobleza valenciana para las que disponemos de estudios. Así, la biblioteca del conde de Villafranqueza contenía 167 volúmenes en 167026 y la del conde de Alcudia la integraban 923 tomos en 1689.27 Mayor entidad adquiere la de don Gerardo de Cervelló, I conde de Cervelló, que inventariada en 1673 constaba de 1.994 volúmenes28 y sólo a principios del siglo XVIII la del primer marqués de Dos Aguas reunió 2.723 volúmenes.29

Profundizando en su temática hemos podido establecer cinco grandes campos en función de los criterios que brindaba la propia biblioteca. Religión y Teología con 1.151 volúmenes constituye el bloque más amplio, con una materia muy diversa que incluye Teología, Biblia, Sagrada Escritura y Santos Padres, Espiritualidad y Devoción, Doctrina y Controversia, Hagiografías, Moral, Sermones…, del que merecen destacarse la presencia de autores representativos de vías muy distintas, incluido Lutero, además de otros autores prohibidos para cuya lectura el marqués había obtenido licencia papal en 1696. Y también relevante es el grupo de hagiografías entre las que adquieren particular significación las biografías de monjas, beatas y santas, sin duda base de la obra que les dedicara Villatorcas. Le sigue en importancia numérica el conjunto formado por Filosofía, Ciencias y Artes Aplicadas con 574 volúmenes. El apartado de Filosofía incluye obras fundamentales de los filósofos más destacados y los registros clásicos conviven con los autores del Renacimiento hasta llegar a la Filosofía Moderna, con Descartes como representante más destacado. Ciencias engloba obras de Medicina, Aritmética y Matemáticas, Geometría, Astrología, Astronomía y Cosmografía, Geografía, Historia Natural, Agricultura, Física, Química y Farmacia principalmente, materias en las que también los autores clásicos y fundamentales comparten anaqueles con los representantes de la Ciencia Moderna. La biblioteca cuenta también con una cuidada selección de autores y obras relacionadas con el arte y disciplina militar, tratados de artillería, fortificación y arquitectura militar. Junto a ellas encontramos obras vinculadas al arte de navegación, tratados de caballería, muy particularmente escritas en lengua italiana. Y tampoco faltan las relativas a manifestaciones artísticas, como la música, arquitectura o escultura.

Literatura y Gramática, con 489 volúmenes constituye un conjunto en el que tienen cabida casi todos los géneros si bien es la poesía el dominante, con representación de poesía española, italiana, latina, portuguesa o francesa. En el grupo de gramática y diccionarios resulta reseñable la presencia de una rica colección de diccionarios en variedad de lenguas (trilingüe, latín, árabe, grecolatino, italiano o francés); también abundantes son los de materias y los de términos: botánicos, eclesiásticos, geográficos, históricos, jurídicos, médicos o de nombres propios. Entre las gramáticas, junto a las latinas —más habituales en las bibliotecas— y castellanas, figuran francesas, italianas, árabes, hebreas y catalana. Y completan el bloque los clásicos grecolatinos, con presencia de los autores esenciales además de sus comentaristas.

Un cuarto bloque comprendería las obras de Historia, con 484 volúmenes entre los que distinguimos Historia civil, Historia eclesiástica y Biografías. De ellas, es la civil la de mayor peso específico en un conjunto con especial protagonismo de las civilizaciones antiguas, especialmente Roma, y en la que la historia universal se impone sobre la nacional. En cuanto a la producción biográfica, más interesado por las vidas de personajes ilustres, apenas encuentran lugar las vidas de monarcas o emperadores. Política y Derecho con 359 volúmenes conforman otro bloque que reúne obras de pensamiento político, Derecho Civil, Derecho Canónico y recopilaciones de Leyes, con un absoluto predominio de obras de moral política destinadas a la educación de príncipes y gobernantes. Completan el conjunto 95 volúmenes correspondientes a obras no especificadas y no identificadas.

No cabe duda, pues, de que la de Villatorcas era una magnífica biblioteca, que aunaba exuberancia de volúmenes, diversidad temática, amplitud cronológica y excelencia de contenidos. Tiene, evidentemente, una importante dimensión física y un valor intelectual estimable. Pero quizás su mayor riqueza la encierre el esmero que su propietario había puesto en la reunión de sus volúmenes, lo que la convierte en una muestra de la íntima relación que en este caso se estableció entre libro y lector; realidad que constata el uso de parte de su contenido en la elaboración de las obras que compuso. No se trata solo de la biblioteca de un mecenas poseedor de una buena colección de libros a disposición de estudiosos y eruditos, aunque también. De sus contenidos, dos conjuntos con personalidad propia traslucen su doble uso: Ciencias y Artes aplicadas e Historia, Literatura y Gramática. Si el primero parece vincularse a la promoción de academias científicas, el segundo muestra mayor relación con los intereses personales de su propietario. Al respecto, las investigaciones de Mestre desvelan la formación y actitud intelectual de Villatorcas así como su excelente conocimiento del contenido de su biblioteca. Es más, autor de unos «apuntamientos», de su análisis concluye Mestre que «el aristócrata conocía bien la bibliografía extranjera impresa en pleno siglo XVII y en los lugares más dispersos»; que muestra haber leído a los autores que cita y «saber matizar la amplitud de noticias», atribuyéndole un elevado dominio de las fuentes.30 Por tanto, para este destacado miembro de la nobleza valenciana la posesión de la biblioteca rebasó ampliamente el mero carácter suntuario.



Mecenazgo cultural y legado escrito

Indudablemente, Villatorcas sintió una especial afición por las letras, que tuvo una de sus manifestaciones en su activa participación en las tertulias y academias literarias y científicas que proliferaron en la ciudad de Valencia a finales del siglo XVII. Respecto a su importancia, ya señaló Sebastián García que el aspecto más interesante de la cultura valenciana del último tercio del Seiscientos no era la ciencia tradicional y caduca enquistada en la Universidad, sino la aparición de un importante movimiento renovador que, conformado por los novatores, hubo de desarrollarse en núcleos no oficiales, tales como academias, tertulias o bibliotecas surgidas bajo el mecenazgo de un noble y que uno de estos centros de renovación surgiría precisamente en casa de don José de Castellví.31

En su caso, su atracción por las Academias literarias, lejos de limitarse a la recopilación de los asuntos abordados en la Academia de París, se tradujo en una activa participación en la Academia del Alcázar que, perteneciente al tipo de las academias azarzueladas, se reunía periódicamente en el Palacio Real. De hecho, fue uno de sus presidentes y bajo su patrocinio se desplegó una extensa labor creativa que culminó con la publicación en 1681 de un volumen de poesías en honor de Calderón de la Barca, fallecido ese mismo año. En estas circunstancias, no puede sorprender que don José de Castellví acabara reuniendo una de estas tertulias en su propia casa. Sería concretamente en 1690, pocos días antes de ausentarse de Valencia el virrey conde de Altamira, cuando se celebró el primer ejercicio de esta Academia que, bajo el nombre de Academia de Desamparados San Francisco Javier —aunque también conocida como Academia del marqués de Villatorcas—, surgió, según estipulaban las constituciones presentadas en la primera sesión por José Ortí y Moles, como una institución dedicada al cultivo de la política, matemáticas, poesía, música, danza y representación.32 De ella formaron parte, entre otros, el propio marqués de Villatorcas, el conde de Alcudia, así como destacados novatores como Tomás Vicente Tosca, Juan Bautista Corachán o Baltasar Íñigo. No obstante, señala Mas i Usó que los académicos que empezaron reuniéndose en casa del marqués de Villatorcas acabaron celebrando sus sesiones en la del conde de Alcudia. El factor determinante del cambio de sede de esta Academia hubo de ser el nombramiento de don José de Castellví como virrey de Mallorca, cargo que desempeñó durante más de dos trienios. Ahora bien, su ausencia de Valencia, que ya sería definitiva, no cercenó su contacto con los intelectuales valencianos ni impidió que durante los años siguientes continuara desarrollando una activa labor intelectual.

Esta es, sin duda, su faceta cultural más conocida. Pero a ella cabe añadir un mecenazgo del que se conoce su dimensión como editor de libros. En 1681 patrocinó la publicación de la obra titulada Fúnebres elogios a la memoria de don Pedro Calderón de la Barca. Escritos por algunos aficionados suyos del Alcázar.33 También a su mecenazgo se debe la edición del sacramental de Vicente Díaz de Serralde titulado Auto sacramental, historial, y alegórico, intitulado El salvador en su imagen: derivado de la sagrada historia, y prodigiosa venida del Santo Christo de S. Salvador a la Ciudad de Valencia / Compuesto por Vicente Diaz de Sarralde...; Dirigido a los sagrados pies de tan prodigiosa imagen por manos del... Señor Don Joseph de Castelví, y Alagón, Marqués de Villatorcas (Valencia 1701).34 En esta misma línea A. Mestre ha estudiado su cercana colaboración con José Rodríguez, autor de Biblioteca Valentina, para cuya confección le proporcionó libros e información.35

Una actividad que, sin duda, evidencia la doble consideración de amante de las letras y aficionado a intervenir en las Academias literarias de su tiempo que mereciera a Ximeno36 y que corroboran los numerosos manuscritos de variada temática que dejó compuestos. Se incluían en ellos traducciones de obras en francés al castellano,37 catálogos de asuntos diversos,38 tratados,39 discursos,40 índices41 e incluso poesías.42 Así pues, hombre de fuertes inquietudes culturales, don José de Castellví se nos muestra también como un autor polifacético. De ello, la documentación nos ha legado muestras incompletas pero significativas para exhibir sus variadas manifestaciones literarias. Las poesías dedicadas a Carlos II y a Calderón de la Barca, las aportaciones a la obra de Rodríguez, su manuscrito sobre las santas imágenes del Reino de Valencia y el vejamen compuesto para una Academia, son suficientes para descubrirnos a un Villatorcas capaz de armonizar la seriedad de unos versos fúnebres, el profundo conocimiento de las fuentes documentales, la investigación de archivo y el tono jocoso de un vejamen literario.

La aportación a la Biblioteca de Escritores de Rodríguez

En el caso de la Biblioteca de Escritores Valencianos de José Rodríguez el mecenazgo de Villatorcas, más allá de la búsqueda de ayuda económica —más usual— se tradujo en una estrecha colaboración personal en el rastreo de información sobre autores y obras, como pusiera de relieve A. Mestre.43 La documentación custodiada en el Archivo del Patriarca de Valencia nos permite, hasta donde llegan los documentos, acercarnos a la actuación del marqués en este ámbito. En principio, no cabe duda de que Villatorcas interpuso su mediación para conseguir una subvención que permitiera su costosa publicación. Pero más importante resulta la información sobre autores y noticias que facilitaran la elaboración de la obra de Rodríguez. A este respecto, Castellví reunió, por una parte, datos sobre algunos escritores y sus obras, agrupando por separado a aquellos que alcanzaron la dignidad de cardenales, arzobispos y obispos. A estas anotaciones, sumó un amplio listado de autores, acompañado de la referencia de volumen y folio en el que podían encontrarse noticias sobre cada uno de ellos. Incluyó también simples listados de nombres y apellidos dispuestos por orden alfabético con la intención de completar la información con posterioridad. Ahora bien, la información que proporcionó a Rodríguez no se limitó a los listados. A través de la correspondencia cruzada que mantuvieron entre 1700 y 1702, Castellví le aportó datos personales sobre algunos escritores, caso de Luis de les Daunes o Gaspar Molés, entre otros.

Pero la implicación de Villatorcas en la obra todavía tendría otra dimensión más: la revisión final, que las propias palabras de Rodríguez dejan fuera de toda duda. Concluida la primera parte del proyecto le hizo llegar una muestra: «Ya parece que está nuestra biblioteca concluida pues que ya la tenemos començada. Van con ésta los tres pliegos primeros, assí porque VS se alegre de ver fruto de sementera, que toda se debe a su dirección, como porque leyéndolos juntamente con el señor don Juan de la Torre y otros señores puedan advertirme lo que deviera enmendarse en la materia, en la forma, en los elogios, en las relaciones, en lo categórico, en lo ortográfico, para que así continúe en lo que siguiere y sean los defetos tan menos como sea possible…».44 Es más, tras la lectura de sus páginas, Villatorcas no duda en plantearle la necesidad de hacer rectificaciones de expresión y de estilo: «…y ahora la daré a todo lo que me pareciere digno de reparo. Y será lo primero el error que cometemos todos los valencianos, siguiendo el bárbaro estilo de los notarios, y así dice vuestra reverendísima en el folio 29 línea 20 y dejando por otro de sus albazeas. Y parece ser que para decir otro se avía de decir antes uno para ablar con conseqüencia y con más elegancia y también es más propio de la lengua castellana el dezir testamentarios y no albazeas».45

Quizás más interesante todavía resulta constatar el esfuerzo de búsqueda y erudición que desarrolló Villatorcas. Realizada una primera relación de autores, con posterioridad acometería la ampliación con cuantas referencias encontrara sobre ellos, tarea que prosiguió hasta enero de 1701. Sin perder de vista su intención, que como tal se limita a lo que él mismo califica de «apuntamientos» y, por consiguiente, no puede considerarse como una obra, su análisis nos acerca a la dimensión de su labor intelectual en el campo de la heurística. Él mismo señaló a Rodríguez la necesidad de acudir a los documentos originales como medio de evitar errores, insistiéndole en que «siempre se apoye lo que se dice con muchos autores» y dejó constancia escrita de las fuentes de que se sirvió.46

Una simple aproximación a los lugares y fechas de edición de las fuentes de información de Castellví resulta suficiente para advertir que el marqués conocía y manejaba la producción extranjera más reciente no sólo en lengua latina sino también en francés e italiano. Es más, para la realización de sus apuntamientos traducirá amplios fragmentos de obras escritas en ambas lenguas, caso de El juicio de los sabios publicada en francés o de Ristretto delle vite de gli huomuni illustri… en italiano, entre otras. Ello confiere a su tarea un valor más estimable que la mera recopilación de datos, consideración que se acrecienta todavía más si tenemos en cuenta que no se limita a copiar sino que adopta una actitud crítica ante cuanto lee. Así lo muestran algunas de sus anotaciones marginales en las que cuestiona algunas de las afirmaciones vertidas por los escritores.

Respecto a los autores, del análisis de las anotaciones de Villatorcas se desprende que centró su atención en un conjunto no excesivamente amplio sobre el que recopiló la información que le proporcionaron todas las obras utilizadas. Parece evidente que por parte del marqués existía un criterio de selección y así queda patente en la relación. Villatorcas ciñó sus indagaciones al siglo XVI y a autores con gran significación— ya fuera humanista, teológica o médica —en el ámbito valenciano cuya inclusión justificó refiriendo que «el motivo de poner todos estos escritores a sido porque, aunque don Nicolás Antonio abla de casi todos, pero en algunos e encontrado más y menos circunstancias que me a parecido no se devían omitir».47

Resulta obvio que unas anotaciones destinadas a componer una Biblioteca de escritores tuviera como objetivo la recopilación de noticias sobre autores y obras. Pero en la mente del marqués de Villatorcas no fue el único. De las obras que consultó extrajo cuanta información le proporcionaron sobre otros espacios culturales que le resultaban cercanos: las bibliotecas y las universidades. Respecto a las primeras, tradujo del francés la parte del Tratado de las más excelentes bibliotecas públicas y particulares... de Challonnois relativa a las bibliotecas del Reino de Valencia y, al advertir que sólo se refería de manera específica a la que albergaba el Convento de Carmelitas, no pudo evitar incorporar al margen la siguiente nota: «Este autor pone mucho número de bibliothecas del Reyno de Aragón y Principado de Cataluña y en Valencia solo puso la del convento de su religión; y no dexaría de aver entonces y ay aora otras más numerosas de que acer mención y este autor pone también las de qualquiera particular».48 Tampoco dejó de anotar las referencias a la Universidad de Valencia y la de Gandía, de la mano de Jacobo Middendorpio y su Academiarum Hispaniae Catalogus, ni de traducir del italiano las que Luigi Torelli incluyó sobre la de Valencia en su Ristretto delle vite huomini Illustri…

Sin embargo, su búsqueda no debió concluir con estas páginas. Al pie del último folio el propio marqués anotaba: «parece falta otro quaderno que sigue a este y no se a encontrado ahora».49

El Catálogo de santas imágenes de Nuestra Señora

Bajo el título de Catálogo de todas las santas imágenes de Nuestra Señora que dichosamente se veneran en la ciudad, villas y lugares, en el reino de Valencia con una breve descripción del modo, sitio y lugares en donde se hallaron y tuvieron el origen las santíssimas imágenes con sus invocaciones,50 don José de Castellví, muy aficionado a los catálogos, dedicó uno de ellos a las imágenes veneradas en el reino que, por referencias internas del mismo, sabemos que estaba escribiendo durante el año 1689.51 No se trata, sin embargo, de un elenco completo y la impresión que se desprende de su lectura es la de ser una obra inacabada en la que se advierte el interés de recoger noticias de las imágenes marianas del reino independientemente de que su advocación fuera la misma. Elemento común a todas ellas es que no refiere apariciones de la Virgen sino el descubrimiento o el inicio de la devoción hacia las imágenes que relaciona. Parece que, conocedor de la postura crítica que comenzaban a adquirir los falsos cronicones, evita referir apariciones de la Virgen aunque las sustituya por hallazgos de imágenes, aspecto en el que a lo largo de la obra se constata su evidente interés por dejar claramente diferenciadas las noticias que puede documentar a partir de las fuentes y aquellas que son exclusivamente resultado de la tradición.

Para escribirla puso a contribución todas las fuentes de información a su alcance. A lo largo de la obra encontramos evidencias de que para la confección de su obra Villatorcas pudo contar con las noticias que le facilitaron personajes coetáneos, caso de José Rodríguez sobre la Virgen del Remedio que se veneraba en el convento de Nuestra Señora del Remedio de la orden de la Trinidad; o de José de San Sebastián sobre la Virgen del Niño Perdido de Caudiel. Tampoco faltan evidencias de que, al menos algunos pasajes, fueron leídos por una segunda persona después de escritos. Aunque concede validez a las informaciones orales de los coetáneos, se apoya principalmente en obras impresas, obras manuscritas y documentación de archivo.

Las obras impresas constituyen la principal fuente de información de Castellví para la elaboración de su relato sobre varias de las imágenes, caso de la Virgen del Puig. Pero tampoco dejó de recurrir a obras que no habían sido llevadas a la imprenta, caso de la Virgen de la Salud de Algemesí. Asimismo, su afán de recopilación le llevaría a consultar, más allá de la suya, bibliotecas privadas de las que poder extraer información como indica al reseñar la tradición sobre la devoción de la imagen de la Virgen del Pie de la Cruz. También recurrió a la investigación a partir de documentación de archivo para indagar los orígenes de la devoción a las imágenes y de ello constituyen una muestra las referencias aportadas sobre la Virgen de los Ángeles de San Mateo. Es más, siendo una imagen de propiedad particular, recoge la donación hecha a la Iglesia mediante la referencia al correspondiente documento notarial. Pero sus mejores resultados son los derivados del cruce de información de diferentes procedencias. Un buen ejemplo en este sentido lo constituye su relato sobre la Virgen de la Balma de Zorita en que se combinan las obras impresas, los documentos de archivo y el análisis del contenido de unos gozos antiguamente cantados. Tampoco renuncia a la crítica de las fuentes que hace servir, corrigiendo aquellos datos que contradicen las fuentes primarias e insiste en la prioridad que se debe conceder a los documentos originales.

Resultado de su indagación es una obra en la que la diferente profundización en cada una de las imágenes parece condicionada por la cantidad y calidad de las noticias que le proporcionan las fuentes y que también se muestra irregular en cuanto a la extensión e incluso al interés de un contenido, que armoniza iconografía, devoción, historia y arte.

Las iconografías objeto de atención se encuentran ubicadas en espacios públicos, como iglesias, ermitas, santuarios o conventos, pero también en espacios privados, ya sea la capilla del palacio de los condes de Cocentaina o un convento de clausura como el de la Trinidad de Valencia. Elemento común a anotar para todas las advocaciones será el origen de la veneración, los prodigios y milagros que la propiciaron y las características físicas y materiales de las imágenes. Como origen de devoción se mencionan a lo largo de la obra iniciativas populares vinculadas a la peste o a las malas cosechas. No obstante, resultan mucho más abundantes las referencias al origen particular de un fervor que posteriormente pudo extenderse. Destacados miembros de la nobleza como don Blasco de Aragón, doña Violante Mompalau, los marqueses de Benavites, don Alonso Coloma, el señor de Agres, los condes de Carlet, don Francisco Lançol —maestre del Orden de Montesa—, el duque de Segorbe o el arzobispo Ribera se sitúan entre sus promotores.

En el manuscrito encuentran también reflejo las diversas expresiones de la religiosidad barroca, desde la vida solitaria y ascética del eremita a las demostraciones festivas de mayor fastuosidad, pasando por las procesiones acompañadas de rogativas o la presentación de ofrendas para ornato de la imagen. Ahora bien, Castellví no ciñe su narración a los aspectos estrictamente devocionales. Partiendo de ellos, su curiosidad le lleva a incorporar también referencias a las que se puede conceder cierto valor desde el punto de vista histórico y la misma aspiración cabe atribuir a los comentarios sobre el valor artístico de algunas imágenes o de los retablos, capillas o templos que las acogían, muy abundantes a lo largo del texto. Desde esta perspectiva, la obra ofrece una información que supera el simple catálogo y que, independientemente de su interés histórico, resulta de utilidad por lo que supone de aportación al conocimiento de su autor y de su legado escrito.

Academias, poesía y teatro

Que don José de Castellví tuvo una presencia muy activa en las Academias de su tiempo y que además fue un apasionado de la poesía y del teatro resulta cada vez más evidente a la luz de los estudios existentes. De su temprana participación en las Academias y de sus contribuciones poéticas constituye una excelente muestra el hecho de que su nombre figurara entre los poetas que participaron en la Real Academia celebrada a los años de Carlos II que, con una introducción del conde de Alcudia, publicó en 1669 Gerónimo Vilagrasa.52 Para la ocasión, un joven don José de apenas 16 años compuso en obsequio al séptimo cumpleaños del rey un extenso poema de setenta y dos versos con el lema de A un amor desinteressado en que hacía gala de su condición de menino de doña Mariana de Austria.53



Mayor es la información que se conserva sobre la actividad que desplegó en la Academia del Alcázar. No por casualidad formó parte de ella como electo de la Poesía, bajo cuya autoridad se situaron ocho socios con la denominación de «efectos de la poesía»: José Coloma, Diego de Escals, Francisco Figuerola, Jaime Fuster, Gaspar Mercader, Vicente del Olmo, José y Marco Antonio Ortí y Moles. En condición de tal, destacó muy especialmente en la organización del homenaje poético póstumo a Calderón de la Barca en 1681. Los pormenores de la gestación del acto, el soporte de la Academia del Alcázar, la edición a cargo de Castellví y el contenido de la publicación fueron objeto de profuso estudio por Mas y Usó54 y más recientemente P. Pérez ha incidido en la personalidad de los autores del poemario.55 La conservación de un ejemplar de la obra en la Biblioteca Nacional, permite, además, conocer la contribución de Villatorcas al mismo.56 En honor del dramaturgo, compuso un soneto y un romance heroico. Si la figura literaria de morir para nacer a la fama, la alabanza, la gloria y la victoria impregna los versos del soneto, en el Romance heroico afloran el fúnebre lamento por la muerte del literato; la alabanza de su ingenio, de su obra y de su contribución al enaltecimiento del teatro; la exaltación de sus obras profanas y de sus autos sacramentales, en clara alusión al que dejara inacabado por su encargo; el canto a su inmortalidad y a su renacer, cual Ave Fénix, y el anhelo de eterno descanso e infinita gloria.



Pero las evidencias de su auténtico entusiasmo por la poesía no concluyen aquí. La correspondencia mantenida con José Rodríguez nos muestra a un Villatorcas profundamente conocedor de las obras poéticas que atesoraba su biblioteca. No de otro modo, desde su residencia de Madrid pudo trasladar al trinitario informaciones como las siguientes sobre obras de Roís de Corella, el Cancionero General o las composiciones poéticas del marqués de Quirra, que se encontraban en Valencia:

En orden a don Juan Ruiz de Çorella puedo decir que me parece que ha de aver en mi librería un libro en quarto viejo, y creo que con las cubiertas de tabla y badana, y ese Ms. en que hay diferentes poesías. Y creo que ha de aber algunas obras de ese cavallero, y así hará vuestra reverendíssima a don Isidro o a mi hijo que lo vean, que a de estar en el estante de la Poesía.57

El cançionero general le tengo ahí en mi librería en el estante de la Poesía bulgar o castellana. Es un libro en quarto poco más gordo que uno de Comedias pero también concuerdo en que estas obras no son para puestas en la Biblioteca.58

De el marqués de Quirra tengo ahí en mi librería un libro de Ms. de Poesías y otros ha de aver también de Poesías de M. Navarro.59

Que hubiera trasladado consigo composiciones poéticas manuscritas de Fenollar, Francisco Aguilar o don Gilabert de Centelles, entre otras, no hace sino abundar en esta consideración:

Aquí tengo un libro Ms. de letra antiga y entre otras cosas hallo lo siguiente: «Obra feta sobre hun deport de la Albufera per lo reverent Mosen Fenollar, prevere e magnífich mosen Johanot, scrivà, cavaller, mestre racional del molt alt Senyor Rey en lo Regne de Valencia». Y esta obra, constando de 42 ojas, se puede casi comparar a Poema. De mossen Fenollar hay obras que si fuere menester se referirán por menor, aunque son menores que la pasada. También hay obras de mosen Gerónimo Aguilar y de Francisco de Aguilar. Ay otra obra de mosen Francisco Gilabert de Zentellas, conde de Oliva a sus hijos. Ay otras poesías en este libro en castellano que no sabré assegurar si son los autores valencianos. Si vuestra reverendíssima quisiere zertificarse más, será fácil embiar ahí el libro.60

También queda fuera de toda duda que Castellví fuera un amante del teatro y que sintiera una especial admiración por Calderón. De su habitual asistencia a las representaciones del Corral de la Olivera ha dado buena cuenta P. Pérez.61 El propio Villatorcas nos informa sobre su declarada veneración por el dramaturgo —«y aviendo yo sido uno de sus más amigos y aficionados viviendo, no he querido faltar a solicitarle las alabanças en su muerte»62— a quien aseguraba haber participado las actividades del Alcázar: «Y aviendo yo remitido a Madrid un papel de los exercicios y disposición deste Alcaçar, con la noticia de las fiestas, y aviéndole visto don Pedro, fueron sus alabanças como nacidas de su ingenio».63 Pero tampoco en esta esfera su participación se limitó a la de mero espectador. Su biblioteca contaba también con un abultado número de ejemplares de este género, que como en el caso de la poesía conocía bien. Todavía la biblioteca de su hijo y heredero don Juan Basilio, conde de Cervelló, conservaba entre las obras manuscritas el formidable número de 14 Autos Sacramentales de Calderón, así como Loas de este mismo autor.64

Como también parecía estar al corriente de los que poseían otros miembros de la nobleza valenciana cuando aconsejaba a Rodríguez buscar información al respecto en la de don Giner de Perellós:

Si acaso puede recompensar mi librería lo que no se le franquee en la de Don Giner de Perellos, podrá vuestra reverendíssima ver en la mía todos los libros que hay de Comedias, que yo también recurriré a las listas que tengo acá dellas y avisaré las que son de Poetas Valencianos y siempre entenderé que será mejor que vuestra reverendíssima exprese todos los títulos de las Comedias para que se conserve la noticia y no se olvide.65

Tampoco se puede olvidar que la producción de espectáculos teatrales fue uno de los fines de la Academia del Alcázar y que sus académicos no sólo estuvieron familiarizados sino que participaron activamente en las representaciones como autor, actor u organizador. En este contexto, el nombre del marqués de Villatorcas aparece asociado, cuanto menos, a la representación en el Palacio Real de la comedia mitológica La fiera, el rayo y la piedra, obra escrita por Calderón de la Barca hacia 1651 ó 1652, con la que el virrey conde de Altamira quiso culminar los festejos destinados a celebrar el matrimonio de Carlos II con Mariana de Neoburgo en 1690. La escenificación de esta obra calderoniana, llevada a cabo el 4 de junio de 1690, quedó inmortalizada en un precioso manuscrito que en la actualidad custodia la Biblioteca Nacional de España, que además del texto completo de la comedia y los de su loa, entremeses y mojiganga conserva veinticinco láminas plegadas con dibujos a pluma de la escenografía de las piezas representadas. Es precisamente esta excepcionalidad la que ha permitido que haya sido objeto de atención por parte de diversos especialistas desde perspectivas diferentes.66

Que detrás de la misma estuvieran una o varias academias parece ser opinión común. A ello se refirieron hace unos años J. Vellón y P. Mas67 y más recientemente P. Pérez se pregunta: «Ahora bien ¿qué academia o academias pudieron ser estas? ¿el Alcázar? ¿Desamparados-San José? ¿la Matemática? ¿Otra distinta, como la academia-tertulia del Marqués de Villatorcas? ¿Todas colaborando unidas? ¿Sólo algunos miembros de cada una de ellas trabajando conjuntamente?».68 De lo que no cabe duda es del protagonismo de dos habituales de las Academias como Francisco Figuerola y José Ortí y Molés. El ejemplar referido contiene sucesivamente la Loa para la comedia de la Fiera el Rayo y la Piedra de Francisco Figuerola; y los bailes entremesados titulados De el amor y la esperanza en Palacio compuesto por José Ortí y Molés; De el verde del mes de mayo y Fiestas de Valencia en el jardín de Flora de Francisco Figuerola.

Pero nos informa de algo más. La «disposición» de la representación la dejó el virrey Altamira al «cuydado» del marqués de Villatorcas. Nos indica también que sería otra persona, cuyo nombre no trasciende, quien se encargara de llevarla a cabo obedeciendo «las órdenes de la acertada dirección del marqués».69 De su implicación parece dar buena cuenta que todavía en el inventario de la biblioteca de su hijo, don Juan de Castellví, en 1754 se conservaran en la sección de manuscritos las obras con los siguientes títulos: Comedia por el Conde de Altamira, con mapas, y Loa para la Comedia la Fiera, el Rayo, etc.70 Es más, el registro bibliográfico del Catálogo de la Biblioteca Nacional de España incorpora como procedencia el conde de Cervelló.


BNE. Mss. 14614

ENTRE SUS PAPELES. OBRAS INÉDITAS DE LA ACTIVIDAD LITERARIA DE VALENCIA A FINALES DEL SIGLO XVII

La personalidad del marqués de Villatorcas todavía depara nuevas sorpresas. Sus inquietudes literarias y su manifiesta afición por los manuscritos le condujeron a atesorar importantes testimonios de la actividad cultural de la Valencia de finales del siglo XVII que, resguardados entre sus documentos, habían permanecido en la sombra, custodiados en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. La investigación sobre su figura ha desvelado la existencia de una rica compilación de composiciones literarias totalmente inéditas, que podrían situarse aproximadamente entre 1686 y 1690, que con toda probabilidad se unieron en forma de legajo con posterioridad y que ahora sacamos a la luz. Se trata de un conjunto que incorpora composiciones tan diversas, y a la vez tan habituales en los ambientes académicos, como dos sesiones académicas, un soneto en laberinto en forma de acróstico, la traducción de un epigrama de Marcial, un grupo de poemas en italiano, algunas poesías sueltas, varias piezas teatrales de diversa consideración y un texto tan raro como un libro del juego de las suertes.

Por lo que se refiere a las Academias, bajo el rótulo de Varias poesías de la justa poética que celebraron los cavalleros de la Academia de las Ciencias en casa de don Vicente Falcó de Belaochaga, en las fiestas de la toma de Buda que sucedió a 2 de setiembre del año 1686 y se celebró a 14 de octubre del mismo año, se reúnen los poemas que, en una manifestación más de las muchas con que en Valencia se festejó la toma de Buda, compusieron destacados miembros de la nobleza valenciana, como don Vicente Carrós, capitán de caballos de las costas del Reino, don Andrés Monserrat y Crespí de Valdaura, don Luis Juan de Torres, conde de Peñalva, don Antonio Milán de Aragón, canónigo de la Catedral de Valencia y hermano del marqués de Albaida, don Vicente Falcó de Belaochaga y Blanes, caballero del hábito de Montesa, el conde del Real y Villamonte y el conde de la Alcudia y Gestalgar, además de dos señalados miembros de la oligarquía como Vicente del Olmo, secretario de la Inquisición, y Marco Antonio Ortí, secretario de la Ciudad de Valencia.71

La otra responde al modelo de las academias literarias de ocasión, que se celebró —o simula hacerlo— en san Miguel de Liria. Aúna, como era habitual en este tipo de actos académicos, un vejamen en tono jocoso y los numerosos poemas de sus participantes, que cierran las Dézimas a la feliz honrra que ha obtenido la villa de Liria con la venida de mi señora doña Guiomar Coloma y de Castellví, Illustre marquesa de Villatorcas, que le dedicara Francisco Aragón.72

El Soneto laberinto acróstico viene encabezado por el título A la feliz mejoría del excelentísimo señor duque de Medinaceli y posiblemente está dedicado a don Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera, VIII duque de Medinaceli, fallecido en 1691.73


La traducción de un epigrama de Marcial, bajo el epígrafe de Tradúcese un soneto español la epigrama 86 de el libro 6. de Marcial, aseguraba pretender alabar la nieve, circunstancia que no desperdiciaba su autor para introducir una nota alusiva a que «en España dizen que introduxo la nieve un cavallero valenciano de la familia Castellví», que evoca el contexto en el que se concibió.74

Los poemas en italiano fueron compuestos con motivo de la muerte del papa Inocencio XI, Benedetto Giulio Odescalchi, fallecido en agosto de 1689.75


Al respecto, consideramos significativo remarcar que a su condición de pontífice y a su fuerte implicación en la organización de la Liga Santa que llevó a cabo la toma de Hungría —en la que las ciudades de Buda y de Pest fueron reconquistadas en 1686— cabe añadir para el caso que nos ocupa la muy estrecha relación que mantuvo con su sobrino don Manuel de Cernesio, conde de Parcent, cuya vinculación, a su vez, con los círculos intelectuales del momento está fuera de toda duda.76 Se suman a ellas algunos poemas sueltos, sin expresión de su autor.77


Otro importante bloque lo conforman varias piezas teatrales de diversa consideración, que incorporan el auto sacramental titulado Muerte, juycio, infierno y gloria. Dedicados a Christo en la Cruz, que por comparación con manuscritos del mismo periodo, no creo descabellado atribuir a Calderón.


AHN. Sección Nobleza, Fondo Fernán Núñez, C.1562, D. 2, nº 17

Completan el conjunto el autillo incompleto —cuyo primer verso reza Las aves publiquen—,78 el baile entremesado —Fuera que sale a las tablas un bayle—79 o las seguidillas,80 todas ellas de pluma de difícil identificación pero no exentas de enorme interés. Como también lo tiene, y mucho, el libro del juego de las suertes que, bajo el rótulo de Panetas,81 aspira, como los escasos ejemplares de este tipo que se conservan, a proporcionar un divertimento para el tiempo de ocio.

En definitiva, una rica colección de textos manuscritos que ponen a nuestro alcance una parte hasta ahora desconocida de la creación literaria de Valencia durante las últimas décadas del siglo XVII.


Poesía, teatro y juego cortesano

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