Читать книгу Segunda chance - Patricia Suárez - Страница 27
ОглавлениеCAPÍTULO 16
Oslo, Noruega
No pudo esperar un minuto más en Stavanger al regreso de Dalia Ruiz. Un hormigueo le subía por los pies y la hacía ir y venir, inquieta. Le escribió una nota a la actriz comunicándole que la esperaba en el hotel Norlandia, en Oslo, así le pagaba sus honorarios como habían acordado. A Selva le gustaba el Norlandia, ubicado frente a la pista de patinaje sobre hielo y contiguo al Parlamento.
No era la primera vez que estaba en Noruega, pero había decidido hacer algo que hasta el momento había evitado por precaución emocional. No quería volver a sufrir haciendo aquello que tanto había amado desde niña, pero esta vez lo haría. Aunque fuera como cuando una mujer abandonada toca a la puerta del seductor cuando él ya tiene una nueva esposa y cuatro hijos y apenas si la recuerda. Pero ella lo recordaba, tal vez para Selva el sentido de volver a sufrir una y otra vez el mismo dolor era comprender que seguía viva y que sentía.
Selva pidió un auto en Stavanger y le mandaron uno que conducía un chofer indio que hablaba dos o tres palabras en inglés, nada de castellano, y era probable que ni siquiera lo hiciera en noruego. Selva Moré durmió todo el camino y cuando abrió los ojos, en las afueras de Oslo, tenía unos treinta y cinco mensajes de WhatsApp titilando en su teléfono. Miró con avidez, había unos cuantos de su secretaria en Barcelona, dos o tres del laboratorio en el que estaban dando los últimos toques al Selva Essence antes de salir al mercado; por supuesto, unos cuantos de Dalia Ruiz en los que le informaba que ya estaba llegando a Stavanger, que llegó a Stavanger y que no la halló en Stavanger, y finalmente una docena de mensajes de amor de Augusto, con fotografías del casamiento del hijo y la nuera. Selva contempló esas fotografías con amor y curiosidad. La gravidez de la novia, el rostro abotagado del hijo –Augusto (hijo)–, los nietos corriendo por el salón y un video de uno de ellos –Franco, Augustito o Luca, no recordaba los nombres– ronroneando: “Eres el mejor abuelo del mundo”. Una foto de un bebé apenas distinguible, diminuto, en una incubadora y abajo el mensaje:
La María en miniatura que vino de repente y nació hace un rato.
O sea que la nuera había dado a luz antes de lo previsto. Selva sonrió y se salteó los siguientes mensajes con videos: llegó al final, a los mensajes de amor y eróticos dirigidos a ella, en los cuales el abuelo era bastante más que un abuelo, y en los que le dedicaba deseos de hacerle cosas en la cama, que, si se las hacía, tal vez después tuvieran que llamar a los paramédicos.