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Preliminares

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La palabra restauración viene del latín restaurare, y significa reparar, renovar o volver a poner una cosa en aquel estado o estimación que antes tenía;[1] incluso tiene la acepción de recuperar.

En este sentido, podemos ya plantear que la restauración tiene que ver con una situación previa que existía y que ha sido modificada o cambiada. Lo que no incluye, a priori, esta definición es que el estado previo era mejor que el actual. Pongamos, por ejemplo, la restauración de una pintura de Velázquez que se ha deteriorado con el paso del tiempo, el grado de humedad que hay en el museo, la temperatura, las fotografías que se han realizado con luz artificial, la iluminación indebida, el polvo... La acción de restaurar tiene que ver con recuperar la belleza anterior de que disfrutaba ese lienzo. Lo mismo podríamos decir de un fresco de Miguel Ángel o una escultura de la época romana.

Esto nos permite hablar de un proceso que podríamos representar de forma esquemática de la siguiente manera:

Situación inicial → Deterioro → Situación final

Aun así, el diagrama no estaría completo si no incorporamos los procesos intermedios que han dado lugar al cambio de situación. Por ejemplo, los agentes que han provocado la variación de la situación inicial y que han generado un deterioro y, también, los agentes que han permitido el cambio desde la situación de deterioro hasta la de restauración.

Así, podríamos completar nuestro esquema de la siguiente forma:


Identificar la situación inicial, la intermedia (deterioro) y la situación final no es demasiado difícil; lo más complicado está en determinar cuáles han sido los agentes que han provocado los cambios, tanto hacia el deterioro como hacia la restauración, ya que intervienen muchos factores, tanto internos como externos.

Todavía hay una cosa más en nuestro esquema. Podríamos preguntarnos si la situación final es igual a la inicial; es decir, una vez desarrollados los agentes que provocan el cambio de la situación de deterioro a la de restauración, el estado final es igual o es solo similar al inicial.

Si se trata de un objeto, es posible que, externamente, no podamos apreciar la diferencia y nos parezca que ha quedado igual. No obstante, si preguntamos a un experto, nos dirá que hay diferencias sustanciales que requerirán cuidados especiales. Por ejemplo, volviendo a la restauración de una obra de arte, los recursos con los que actualmente cuentan los especialistas para desarrollar su trabajo son extraordinarios, pero se ha producido un cambio que ha afectado para siempre a dicha obra. Su esencia no será la misma.

Cuando hablamos de la restauración de una persona, los análisis son todavía más complicados porque los factores que entran en juego son muy variados. Pongamos un ejemplo. La vida de una persona puede verse truncada por experiencias traumáticas que desemboquen en el refugio del alcohol. No vamos a discutir aquí los procesos intermedios que inducen a la persona a beber, ya que no es motivo de este estudio. Nos basta con recordar que el alcohol es uno de los más potentes ansiolíticos con los que contamos en nuestros días y es de consumo libre.

La persona de nuestro ejemplo se refugia en el alcohol y, en un momento determinado, se produce el salto que le impide desarrollar su vida cotidiana sin el consumo necesario de la droga. Su dependencia es cada vez mayor y su deterioro también. He conocido personas muy respetables, y les he oído compartir su experiencia de alcoholismo; realmente dramático. Antes de tocar fondo, habían destrozado sus relaciones familiares, laborales, sociales; su habilidad para la mentira era compulsiva, casi instintiva. Buscaban botellas en los

contenedores de basura deseando encontrar unas gotas que aliviaran su dolor...

Después, se han convertido en personas que están en proceso de rehabilitación, pero son conscientes de que, en su organismo, se ha producido un cambio y que es irreparable. Se han reconocido como enfermos alcohólicos y tendrán siempre ese estigma.[2]


Los cambios producidos en el cerebro de un enfermo alcohólico son permanentes. Puede desarrollar una vida totalmente normal mientras no consuma ni una sola gota de alcohol. Ese será su signo de identidad a partir del momento de la rehabilitación.[3]

¿Qué quiero decir con todo esto? Varias cosas:

En segundo lugar, cada persona es diferente. Por ejemplo, el alcohol afecta de manera diferente a cada individuo; unos terminan en alcoholismo y otros no.

En tercer lugar, los agentes de cambio negativos son innumerables, difíciles de conocer y detectar. Ahora podemos intuir algunos de ellos, pero son diferentes en cada persona.

En cuarto lugar, el estado final de la persona es diferente al estado inicial.

Consejería de la persona: Restaurar desde la comunidad cristiana

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