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Pezón de suelo




Diana Reguero era chiquita y morena como una pasa. Iván le había puesto de chapa Pezón de suelo. Diana era chiquita pero corría como si la persiguiera un demonio. Había ganado varias medallas de atletismo, además de establecer un récord como la chica a quien le pusieron más apodos en la historia de mi colegio. Es una lástima que ahora solo recuerde la de Pezón de suelo. Diana Reguero tenía un carácter divertido y aguantó todos sus sobrenombres con estoicismo y buen humor. Los salvajes esos le gritaban: ¡miren, le ha salido un pezón al suelo!, ¡ahí se va el pezón de suelo!, pero ella hacía oídos sordos y seguía corriendo como si la persiguiera un demonio. Diana continuó acumulando medallas, y la última vez que pasé por el colegio me di con la sorpresa de que le habían dado el puesto de profesora de Educación Física. Estuvimos sentados en las gradas de la cancha de fútbol, hablando de los viejos tiempos mientras ella sonaba el pito y ponía a correr a todo el salón. Diana seguía siendo bajita, aunque había adquirido un carácter intenso y sus alumnos no paraban de correr hasta que ella les decía basta. Cuando por fin tocó el pito y todos cayeron regados como sudorosos coyotes, bajó hasta el gramado y se puso a caminar entre ellos. Avanzaba orgullosa, con su metro y medio, entre súplicas de agua y piedad. Por un momento me pareció que uno de esos salvajes quería burlarse y llamarla por alguno de sus apodos como en los viejos tiempos, pero supuse que desde allí abajo era difícil verla pequeña y alucinar que era un pezón de suelo o alguna protuberancia parecida.

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