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XXI. Importan más las formas

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Ayer el día no terminó bien. Yo bebí demasiado y el canuto me dejó KO. Eso está mal, mis hijos se dan cuenta. Me ven colocada. Y al día siguiente me siento culpable. Me paso el día con remordimientos. Como si hubiera hecho algo malo. Quizás lo he hecho. Mis hijos me ven en un estado incorrecto. Pero ¿no es más incorrecto que yo esté en una silla de ruedas? Eso no les importa. Importan más las formas. Es cierto que son jóvenes y entienden hasta donde pueden.

Hoy hemos comido con mi amiga N. Es la directora de la Fundación de Esclerosis Múltiple.

La conozco desde hace diecinueve años y la quiero mucho. Llevo trabajando con ella unos diecisiete. He sido patrona de la fundación. Dimití en mayo pasado. Me costó mucho y todavía lo siento. Pero no me puedo sentar en la misma mesa con personas que tienen puntos de vista tan alejados del mío. Aunque me duela.

Estamos organizando una fiesta para mi hijo pequeño. Es un problema. Yo quiero que sea un éxito, pero él siempre pide más. Hay que poner límites, dicen. Aunque yo me los salte todo el rato. Y aunque yo se lo daría todo.

Hoy he empezado a leer un nuevo libro. Fantastes, de George MacDonald. Es un cuento de hadas. El cuento de hadas. Tengo que hacer una exposición sobre este libro en la próxima clase. Pero no me hace falta leerlo. Sé bien de lo que habla. Yo también tengo doble visión. Aunque no quiero decirlo. Me tomarían por loca. Creo que existen las hadas, los ogros, los animales que hablan y un mundo bello y horrendo. Me resulta fácil cruzar esa línea. Incluso hay veces que no sé en qué lado estoy.

No sé qué le pasa a mi perro Malte. Lleva días rehuyéndome. Está en plena adolescencia. Como mi hijo pequeño. Me mira pidiéndome algo. Y yo no sé qué quiere.

Uno de mis problemas más evidentes, aparte de no andar, es mi incontinencia. Nada me funciona por esa zona. Y es una lata. Bastante grande. Hace unos diez años que llevo un pañal. La gente se queda flipada cuando lo cuento. Yo también. Me acuerdo de cría, cuando me puse una compresa por primera vez. De aquellas gordas de algodón. Pues eso es una tontería comparado con lo de ahora. Llevo un pañal que me llega a la cintura. En invierno y en verano. Aunque haga cincuenta grados.

¡Buf! Y además tengo que llevar medias de compresión, en invierno y en verano. Yo siempre voy de negro. Entera. Aunque vaya a la playa, voy de negro, con mis medias negras. Me gusta mi imagen. La mantengo siempre. A pesar de las críticas.

Malte vive en mi jardín

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