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LA COMEDIA DE LA ARQUILLA

(Cistellaria)


INTRODUCCIÓN

La Cistellaria, una fina pieza con intriga característica de la Comedia nueva —su modelo es, según opinión general, una obra de Menandro, Synaristosai —, nos ha llegado desgraciadamente en un estado muy fragmentario, que haría imposible su puesta en escena, resultando también, por lo mismo, de difícil lectura.

Tras la escena inicial —un típíco coloquio femenino en el que la joven Selenio cuenta sus penas a su amiga Gimnasio y a la madre de ésta, la cortesana Sira—, Sira misma y a continuación, en prólogo retardado, el dios Auxilio, nos dan el argumento de la obra: Demifón de Lemnos, siendo joven, ha violado en Sición a una muchacha, Fanóstrata, y se vuelve luego a su tierra, donde contrae matrimonio y tiene una hija. La muchacha de Sición da a luz una niña, que es entregada al esclavo Lampadión para que sea expuesta. Sira, cumpliendo un encargo de su colega Melénide, la recoge, mientras el esclavo la observa desde un escondrijo.

La mujer de Demifón pasa a mejor vida; él vuelve entonces a Sición y se casa con Fanóstrata, que le cuenta la exposición de la niña —Selenio—, y Lampadión, el esclavo que la expuso, recibe entonces el encargo de localizarla. Selenio está perdidamente enamorada de Alcesimarco, un joven de buena familia, y ha conseguido de su supuesta madre, la cortesana Melénide, permiso para hacerle a él el único objeto de sus amores; pero el hombre compone y el padre de Alcesimarco dispone y descompone, pues lo quiere obligar a casarse con una joven rica, que es precisamente la segunda hija de Demifón, nacida de su matrimonio con la mujer de Lemnos. Al enterarse de ello, Melénide se lleva a su casa a Selenio y no quiere volver a entregársela a Alcesimarco, que en su desesperación se dispone a quitarse la vida. Pero Lampadión tiene éxito en su búsqueda: Selenio es reconocida como ciudadana libre, hija de Demifón y Fanóstrata, y el coro de los actores da cuenta al público del happy end de la comedia.

La alusión a la victoria de los romanos sobre los cartagineses en el v. 202 se toma como dato para fechar la obra poco antes de la batalla de Zama (202 antes de nuestra era).

K. von Reinhardstoettner da noticia de una imitación italiana de la Cistellaria, «Gl’incantesimi», de G. M. Cecchi (1518-1587).


ARGUMENTO

Un joven de Lemnos viola a una muchacha de Sición. Luego se vuelve a su patria, se casa y tiene una hija. La muchacha de Sición da a luz una niña. Un esclavo la coge y la expone y espera escondido a ver qué pasa. Una cortesana la recoge y se la entrega a otra. El joven aquel de Lemnos vuelve a Sición y se casa con la muchacha que había violado; a la hija nacida en Lemnos la promete a un joven que está enamorado de la muchacha expósita. El esclavo que la expuso la busca y la encuentra. Cuando se descubre que es una joven libre, Alcesimarco, que era ya su amante, se casa con ella.


PERSONAJES

SELENIO , cortesana.

GIMNASIO, cortesana.

SIRA 1 , vieja cortesana, madre de Gimnasio.

El dios AUXILIO, personaje del prólogo.

ALCESIMARCO , joven.

TINISCO, esclavo.

Un viejo, padre de Alcesimarco.

LAMPADIÓN , esclavo.

MELÉNIDE, vieja cortesana.

FANÓSTRATA, madre de Selenio.

HALISCA, esclava.

DEMIFÓN, viejo.

La acción transcurre en Sición.


ACTO I

ESCENA PRIMERA

SELENIO , GIMNASIO , SIRA

SEL .— (Saliendo de su casa con Gimnasio y su madre.) Siempre te he querido yo mucho, Gimnasio de mi alma, y te he tenido por una verdadera amiga, y lo mismo a tu madre, pero lo que es hoy, me lo habéis hecho las dos bien patente: si fueras mi hermana, no hubieras podido tener más atenciones conmigo: creo que sería imposible si te digo lo que siento; hay que [5] ver la de veces que lo habéis dejado todo de lado por atenderme; por eso, no sabes cuánto es el cariño y el agradecimiento que os tengo.

GI .— La verdad es que tal como tú correspondes, no le cuesta a uno el visitarte y el hacerte servicios. No digas, el [10] agrado con que nos has ofrecido un almuerzo tan exquisito, desde luego que no lo olvidaremos tan fácilmente.

SEL .— Bien claro está con cuánto gusto lo he hecho y que estoy dispuesta a procurar siempre todo lo que me parezca que os va a complacer.

SI .— Yo digo como aquel que había hecho una travesía con viento favorable y la mar en calma: qué bien haber venido [15] con tan buen viento 2 ; es que hay que ver, cómo nos han tratado de bien; aparte de vuestro protocolo, no ha habido en tu casa nada que no me agradara.

SEL .— ¿Por qué?, dime.

SI .— Se me ofrecía demasiadas pocas veces de beber y eso me ha echado a perder el vino.

[19-20] GI .— Madre, por favor, eso no se dice.

SI .— Ni los dioses ni los hombres lo prohíben: estamos entre nosotras.

SEL .— Os merecéis el cariño que os tengo, porque me atendéis y me apreciáis mucho.

SI .— Es que, mi querida Selenio, nosotras, las de nuestro [25] gremio, debemos portarnos bien unas con otras y cultivar la amistad entre nosotras, si es que te fijas en las señoronas de familias empingorotadas, cómo cultivan la amistad y lo bien compinchadas que están entre sí; aunque nosotras hagamos lo mismo, aunque las imitemos, estamos tan mal vistas que apenas se puede decir que es vida lo que llevamos. Ellas quieren [29-30] vernos necesitadas de su protección, quieren que por nosotras mismas no podamos nada y que dependamos totalmente de ellas, para que tengamos que andar siempre a sus pies. Si vas y las visitas, te resulta más fácil la vuelta que no la ida, porque de boquilla se ponen muy zalameras con nosotras pero por detrás, [35] si es que se les presenta la ocasión, no hacen más que minarnos el terreno a traición: van pregonando que tenemos trato con sus maridos y somos sus queridas, nos echan abajo en la forma que pueden. Como nosotras, tu madre y yo, no somos más que libertas, pues hemos sido las dos meretrices; ella te [40] crió a ti, yo a Gimnasio, porque tanto la una como la otra sois de padre desconocido. Y yo no le he hecho coger a Gimnasio el oficio de meretriz por desfachatez, sino para no morirme de hambre.

SEL .— Pero mejor hubiera sido que le hubieras dado un marido.

SI .— Bueno, marido, te juro que lo tiene ella todos los días y lo ha tenido también hoy, y lo tendrá luego a la noche: jamás la he dejado dormir sola, que si ella no tuviera marido, toda mi [45] casa se moriría de hambre en forma bien lastimosa.

GI .— No me queda otro remedio, madre, sino hacer lo que tú dispones.

SI .— Te aseguro que no pido más, si estás dispuesta a portarte así como dices. Y es que si te portas así como yo quiero que te portes, pues no te pondrás nunca vieja como yo, sino que conservarás siempre esa edad tan bonita que tienes ahora y [50] traerás a muchos la ruina y a mí, buenas perras sin gasto alguno por mi parte.

GI .— ¡Los dioses te oigan!

SI .— Sin tu colaboración no pueden los dioses nada.

GI .— Te juro que yo pondré de mi parte lo que pueda. Pero nosotras aquí venga a charlar y tú, cielito mío, Selenio mía de mi alma, nunca te vi tan apenada. Dime, por favor, ¿por qué te falta la alegría de siempre? No estás tan bien puesta como [55] otras veces (fíjate qué suspiro tan hondo ha dado) y estás descolorida. Dinos qué es lo que te pasa y en qué te podemos ayudar, que lo sepamos. No llores, que vas a hacer que se me salten a mí también las lágrimas.

SEL .— ¡Ay pobre de mí, querida Gimnasio, no sabes cómo sufro!; estoy pasando mucho, me consumo de pena; dolor y [60] dolor y nada más que dolor: en el alma, en los ojos, esta congoja. ¿Qué quieres que te diga, sino que es por mi locura que me veo arrastrada a esta situación tan triste?

GI .— Haz por enterrar la locura allí mismo de donde nace.

SEL .— Pero ¿cómo?

GI .— Escóndela en los últimos escondrijos de tu alma; que seas tú sola la que seas consciente de ella, sin que tenga nadie más que ver en el asunto.

[65] SEL .— Pero es que es en el corazón donde me duele.

GI .— ¡Oye!, ¿el corazón?, ¿de dónde lo sacas?, dímelo, si es que eres capaz, ¡corazón!, que ni lo tengo yo ni ninguna otra mujer, según lo que dicen los hombres.

SEL .— Si es que tengo corazón para sentir el dolor, me duele; si es que no lo tengo, pues a pesar de eso me duele aquí (señalando al corazón).

GI .— Ésta está enamorada.

SEL .— Oye, pero ¿es que es el enamoramiento una cosa amarga, por favor?

[70] GI .— Yo te aseguro que el amor es fecundísimo, en mieles y en hieles: pero la dulzura no hace más que dártela a probar, en cambio de amargura, de eso te harta hasta la saciedad.

SEL .— De esa catadura es el mal que me atormenta, Gimnasio.

GI .— El amor es traidor.

SEL .— Y así me está traicionando a mí.

GI .— Anímate, ya verás cómo mejora tu mal.

SEL .— Tendría esperanzas, si viniera el médico que puede curarlo.

[75] GI .— Vendrá.

SEL .— Un «vendrá» no es para los enamorados lo mismo que un «viene»; se hace demasiado largo. Pero por culpa mía, tonta de mí, me consumo de esta forma, por haberme empeñado en que tiene que ser él y nada más que él el hombre con quien pase mi vida.

SI .— Querida Selenio, eso es más bien para las señoras honradas, el querer a uno solo y el vivir con el que se ha casado [80] una para toda la vida. Pero ¡una cortesana! Una cortesana es exactamente lo mismo que una ciudad rica: no puede mantenerse sola sin la presencia de muchos hombres.

SEL .— Atendedme ahora, que os voy a decir por qué os he hecho venir hoy a mi casa: es que mi madre, como yo no quiero dedicarme al oficio, pues ha querido complacerme como yo la complazco a ella y ha accedido a mis ruegos de dejarme vivir [85] con el hombre del que yo estuviera de verdad enamorada.

SI .— Te juro que ha hecho una necedad. Pero ¿es que no has tenido tú todavía trato con ningún hombre?

SEL .— Fuera de Alcesimarco, con ninguno, y ningún otro me ha puesto hasta ahora la mano encima.

SI .— Oye, ¿y cómo ha conseguido ése insinuarse contigo?

SEL .— Durante las fiestas de Dioniso, me llevó mi madre a ver la procesión, y a la vuelta, me fue siguiendo disimuladamente sin perdernos de vista hasta la puerta de casa. Después [90] se fue introduciendo en nuestra amistad, de mi madre y mía, con sus atenciones, sus dádivas y sus obsequios.

GI .— ¡Para mí lo quisiera yo, un hombre así! ¡Qué de vueltas iba a darle!

SEL .— Para qué más, con el trato me enamoré de él y él se [95] enamoró de mí.

SI .— ¡Ay, querida Selenio! Hay que fingir que se ama, porque si amas de verdad, enseguida empiezas a mirar más por el bien del que amas que por el tuyo propio.

SEL .— Pero él le ha jurado solemnemente a mi madre que se casaría conmigo, sólo que ahora resulta que se tiene que casar con otra, una parienta suya de Lemnos que vive aquí al [100] lado (señala la casa de Demifón). Su padre le ha obligado; y ahora mi madre está enfadada conmigo porque no he vuelto a su casa con ella después que me enteré de que se iba a casar con otra.

SI .— En cuestiones de amor, pueden hacerse juramentos en falso.

SEL .— Ahora, por favor, deja que Gimnasio esté aquí sólo [105] estos tres días y que guarde la casa entretanto; porque es que mi madre me ha mandado llamar.

SI .— Aunque no me hacen gracia esos tres días y me causarás una pérdida con ello, lo haré.

SEL .— No sabes cuánto te lo agradezco. Pero tú, querida Gimnasio, en el caso de que venga Alcesimarco mientras yo no esté, no vayas a armarle una escena; sea como sea la forma [110] en que se ha portado conmigo, yo, la verdad, le quiero; tú, suavecita por favor; no vayas a decirle nada que le pueda herir. Toma las llaves; si necesitas alguna cosa, cógela. Yo me marcho.

SI .— ¡Has hecho que se me salten las lágrimas!

SEL .— Adiós, querida Gimnasio.

GI .— Arréglate un poco, por favor; ¿vas a salir así tan desaliñada?

SEL .— Así voy de acuerdo con el desaliño de mi fortuna.

[115] GI .— Pero, bueno, recógete por lo menos el mantón.

SEL .— Deja que lo lleve arrastrando, que ése es también mi propio destino.

GI .— Si te empeñas, hala, que te vaya bien.

SEL .— ¡Ojalá fuera posible! (Se va.)

GI .— ¿Quieres algo, madre? Si no, entro ahora. ¡Anda que no está enamorada ésa!

SI .— Por eso te estoy siempre machacando los oídos con que no te enamores de nadie. Hala, éntrate.

GI .— ¿Algo más?

SI .— Que te vaya bien.

GI .— Lo mismo digo. (Entra en casa de Alcesimarco.)

ESCENA SEGUNDA

SIRA

SI .— Yo tengo el mismo defecto que la mayor parte de las [120] mujeres de mi profesión, y es que, cuando estamos bien repletas, en seguida nos ponemos muy charlatanas y hablamos más de la cuenta. Pues es que esta que acaba de irse de aquí ahora llorando, la recogí yo de la calleja donde la habían abandonado cuando era pequeñita. Hay aquí un joven muy empingorotado [125] [es que yo ahora, como me he hartado a mi gusto y estoy bien repleta de la flor de Baco, me han entrado ganas de desatarme bien la lengua, pobre de mí, que no soy capaz de callarme lo que en sí debía callar]. Pues este joven que digo, es de Sición, [130] de muy buena familia, y el padre le vive todavía. El muchacho está perdidamente enamorado de la jovencita esta que acaba de irse de aquí llorando y a ella le pasa con él otro tanto de lo mismo. Yo se la entregué a mi amiga la cortesana esta (señala la casa de Melénide), que me había dicho la mujer muchas veces que a ver si le encontraba donde fuera un chico o una chica [135] recién nacidos, para que ella lo hiciera pasar por suyo. Yo, en cuanto que me fue posible, cumplí su encargo. Luego que recibió de mí la niña, en seguida dio ella a luz la misma criatura [140] que había recibido de mí, sin necesidad de comadrona ni de pasar dolores, o sea, en otra forma de la que dan a luz las demás mujeres que se buscan ellas mismas su perdición. Porque es que decía que tenía un amante forastero y que por causa suya recogía a la chiquilla. Todo esto no lo sabemos más que [145] nosotras dos: yo, que le di la niña, y ella, que la recibió de mí —aparte, claro está, de ustedes—. Así han sido las cosas. Para el caso de que haga falta, quiero que lo tengáis presente. Yo me voy ahora a casa.

ESCENA TERCERA

EL DIOS AUXILIO

AU .— Dos defectos tiene esta vieja, es charlatana y es borracha: [150] apenas me ha dejado a mí, un dios, algo que decir; hay que ver qué forma de cogerme la delantera para daros noticia de que la chica es hija ficticia de Melénide; si de todas maneras aunque ella se lo hubiera callado, yo estaba dispuesto a decirlo, y además, como un dios que soy, mejor explicado. Es que un servidor es el dios que llaman Auxilio. Ahora, prestad atención [155] para que os explique punto por punto el argumento de esta comedia. Hace ya mucho tiempo, se celebraban las fiestas de Dioniso en Sición. Un comerciante de Lemnos fue para ver los juegos y violó allí a una muchacha: era muy jovencillo, estaba [160] bebido, en plena noche, en mitad de la calle. Cuando se da cuenta de que ha cometido un desafuero, busca enseguida asilo con ayuda de sus pies, se escapa a Lemnos, donde vivía a la sazón. La muchacha a la que había violado da a luz a los nueve meses una niña. Como no sabe quién es el culpable del hecho, [165] confí a su decisión a un esclavo de su padre: le entrega la niña para que la exponga y muera. El esclavo expone a la niña, y la vieja esta de antes la recoge. El esclavo que la había expuesto observa a escondidas a dónde o a qué casa la lleva la mujer. [170] Como se lo habéis oído contar a ella misma, va y le entrega la criatura a la cortesana Melénide, que la crió igual que si fuera su hija, como a una muchacha decente. El comerciante de Lemnos [175] se casa luego con una de su familia, una prima suya, que se murió, la pobre, y le hizo así el juego al marido. El otro, después de cumplir sus deberes con su difunta esposa, se viene enseguida a vivir aquí y se casa con la misma mujer a la que había violado antes, cuando muchacha, y se da cuenta de que es la misma que había violado entonces. Ella le cuenta que había tenido [180] una niña por un atropello de un desconocido y que se la había entregado a un esclavo para que la expusiera. Inmediatamente da él orden al esclavo aquel de dedicarse a ver si puede encontrar de alguna manera a la mujer que recogió a la chiquilla. El esclavo no hace ahora otra cosa, con el fin de encontrar a [185] la golfa aquella, a la que desde un escondrijo había visto entonces recoger a la niña cuando él la exponía. Ahora voy a terminar de daros paga de lo que queda, para que se borre mi nombre de la lista de los deudores. Hay aquí en Sición un muchacho al [190] que le vive todavía el padre. Él está enamorado de la expósita aquella que se fue antes de aquí llorando a casa de su madre. A ella le pasa lo mismo con él, lo cual es realmente la forma más dulce del amor. Pero, tal como son las cosas de la vida, no hay felicidad duradera: el padre quiere dar mujer a su hijo; al enterarse [195] de ello, la madre ficticia de la muchacha la manda volver a casa. Ésta es la historia. Que lo paséis bien y que venzáis por vuestro verdadero valor, como habéis hecho hasta ahora; conservad vuestros aliados, los antiguos y los nuevos, aumentad por vuestras justas leyes el número de vuestras tropas auxiliares, [200] acabad con vuestros enemigos, cosechad gloria y laureles, y que los cartagineses vencidos reciban el castigo que merecen.

ACTO II

ESCENA PRIMERA

ALCESIMARCO

AL .— Yo creo que ha sido el Amor quien ha inventado el oficio de verdugo entre los hombres, y ésta es una opinión que me viene de mi propia experiencia: no tengo que ir a buscarla [205] en parte ninguna, yo, que supero y dejo atrás a la humanidad entera por los tormentos que sufro. Me veo ajetreado, torturado, sacudido, traspasado, revolcado en la rueda del amor; morir me siento, pobre de mí, soy arrastrado, desgarrado, despedazado, [210] descuartizado, a causa de las nieblas que turban mi [211-212] mente. No estoy donde estoy; donde no estoy, allí están mis pensamientos, tantos y tan contradictorios son los sentimientos que me animan; tengo ganas de una cosa, y al momento se me [215] pasa, tal es la forma en la que el amor me engaña a mí y a mi abatido corazón; me ahuyenta, me empuja, se lanza sobre mí, [217-218] me arrebata, me retiene, me seduce, me regala: lo que me da, [220] no me lo da; se burla de mí: lo que acaba de aconsejarme, me lo desaconseja luego; lo que me acaba de desaconsejar, me lo pone después por delante de los ojos. Hace conmigo lo que el mar, de tal modo bate mi enamorado corazón; y si no es porque, pobre de mí, no me voy a pique, no hay ruina que falte en [225] el cuadro de mi perdición. Seis días me ha retenido mi padre [227-228] en el campo, sin que me haya sido posible, desgraciado de mí, el ir a ver a mi amiga. ¿No es una verdadera pena?

***

[230] Fr. I El día sexto ***

ALCESIMARCO, ESCLAVO

***

Fr. II 〈AL .—〉 ¿Eres capaz de realizar una proeza?

〈ESCL .—〉 De sobra hay gente que las haga; yo, desde luego, no tengo interés en hacer ver que soy un valiente.

***

ESCL .— Pero ¿a qué viene eso?

AL .— Quiero que se me digan muchas injurias.

ESCL .— Pero ¿por qué?

AL .— Porque vivo.

ESCL .— Si es que lo quieres, caray, eso no me cuesta a mí trabajo ninguno.

AL .— Sí quiero.

ESCL .— Pero no vaya a ser que hagas actuar a tus puños [235] mientras soy yo el que tengo el mando.

AL .— Te aseguro que no lo haré.

ESCL .— ¿Palabra de honor?

AL .— Palabra que no lo haré. Pero, por primera providencia, yo soy realmente un imbécil: ¡mira que haber podido estar tantos días sin ver a mi amiga!

ESCL .— Que sí, que eres realmente un imbécil.

AL .— *** ella que está tan perdidamente enamorada de mí.

ESCL .— Que sí, que te mereces de verdad tu desgracia.

AL .— ¡Mira que causarle a ella tales y tantas amarguras en [240] su corazón!

ESCL .— No serás nunca un hombre de provecho.

AL .— Sobre todo después de que nos habíamos jurado amor mutuo y me había prometido fidelidad.

ESCL .— En adelante te mereces la enemistad de los dioses y los hombres.

AL .— Ella que estaba decidida a pasarse toda la vida siendo mi esposa.

ESCL .— Debes ponerte unos grillos y no quitártelos jamás.

AL .— Ella que había sido confiada y encomendada a mi [245] lealtad.

ESCL .— Te juro que yo, desde luego, soy de la opinión de que debías recibir una buena ración de palos.

AL .— Que me llamaba siempre su miel y su cielo.

ESCL .— Ya sólo por eso que has dicho te merecías diez veces llevar el virote.

AL .— Por mi parte con mucho gusto 3 . Pero ¿qué me aconsejas ahora que haga?

[250] ESCL .— Yo te lo diré: dale una satisfacción, ahórcate, para que así no pueda estar enfadada contigo.

***

ALCESIMARCO , GIMNASIO , ESCLAVO

AL .— *** Tinisco, ¿dónde estás? 4 .

[283] ESCL .— Aquí me tienes.

AL .— Anda, ve y tráeme mis armas.

ESCL .— ¿Tus armas?

AL .— Sí, y también la coraza.

ESCL .— ¿La coraza? ***

[285] AL .— Ve, corre, tráeme mi caballo.

ESCL .— Muerto soy, éste se ha vuelto loco, el pobre, te lo juro.

AL .— Ve y trae muchos lanceros, mucha infantería ligera, mucha gente de armas con su séquito; no tengo ganas de andar rogando más. ¿Dónde está lo que te he pedido?

ESCL .— Éste ha perdido la cabeza.

GI .— Tal como se porta, yo creo que es que está embrujado.

[290] ESCL .— Vamos a ver, por favor, ¿es que estás loco o que sueñas despierto, que me mandas traer el caballo, la coraza, muchos lanceros, después mucha infantería ligera, mucha gente de [295] armas con mucho séquito? Todos estos disparates me has dicho.

AL .— Por favor, ¿he dicho yo eso?

ESCL .— Sí, señor, acabas de decírmelo ahora mismo.

AL .— Pues, desde luego, no con presencia de ánimo.

ESCL .— Entonces es que eres un hechicero, si es que no estás presente pero lo estás.

GI .— Joven, yo veo que tú estás bien impregnado del veneno del amor; por eso te quiero avisar una cosa.

AL .— Dime.

GI .— Guárdate de declararle la guerra al amor. [300]

AL .— ¿Qué debo hacer?

GI .— Ve a casa de su madre, discúlpate, jura, ponte zalamero, y ruégale y consigue de ella que se le pase el enfado.

AL .— Te juro que me voy a disculpar hasta quedarme ronco y sin voz.

***

EL PADRE DE ALCESIMARCO , GIMNASIO

***

Fr. III PAD .— Le impide hacerse con unas riquezas inmensas, [305] una dote opípara y fantástica.

***

Una mujercita tan bien arregladita *** caray, es bonita de verdad; aunque soy ya un viejo jamelgo, tengo la impresión de que aún podría ponerme a relincharle a esta potrita si me encontrara a solas con ella.

GI .— (Sin verle.) He tenido una gran suerte con que haya vuelto Alcesimarco; porque no hay nadie a quien le guste menos [310] estar sola que a mí.

PAD .— Llámame y no estarás sola: yo estoy dispuesto a estar contigo; ya haré yo de modo que tengas algo que hacer.

GI .— (Sigue sin verle.) ¡Qué bonita ha dejado Alcesimarco esta casa!

PAD .— Como si fuera Venus en persona que viene: ¡no está mal!, el amor es siempre una cosa encantadora.

GI .— Es que la casa da el perfume de Venus, porque es un enamorado el que la ha decorado.

[315] PAD .— Y es que no sólo es ella encantadora, sino, que, caray, sabe hablar que da gusto. Pero a juzgar por lo que dice, caray, ésta es la que ha seducido a mi hijo; tengo la sospecha de que es ella, a pesar de no haberla visto nunca; pero me da la impresión, porque esa casa delante de la que está ella, la ha alquilado [320] mi hijo; por eso me parece que debe de ser ella, además que le ha nombrado. ¿Y si me acerco y le hablo? ¡Hola, peligrosa y ruinosa seductora!

GI .— *** vas a recibir una paliza.

[323] PAD .— *** en tu casa.

***

[330] GI .— Voy a entrar, que el estar así plantada en medio de la calle una cortesana, eso es para las golfas callejeras.

***

[341] nada de cosas malas, yo necesito cosas buenas.

***

[362] GI .— *** ¿qué quieres?

PAD .— Yo quiero saber de ti, sea la que sea la forma en que se ha portado mi hijo, que me expliques qué mal te he hecho [365] yo ni ninguno de los míos, por motivo de lo cual te has dispuesto a arruinarme y desvalijarme, a mí y a mi hijo, y a su madre, y toda nuestra hacienda.

GI .— (Aparte.) El pobre está equivocado, como he dicho; la cosa da de sí, voy a tomarle el pelo, que ésta es la ocasión. (Al viejo.) ¿Puedes prestar tus buenos servicios a quien no ha cometido ningún mal?

PAD .— Pero oye, por favor, ¿es que no tienes tú ningún otro galán?

[370] GI .— Aparte de tu hijo, no hay otro ninguno al que yo quiera.

PAD .— Pero yo, yo te quiero.

GI .— No me interesa: los amantes como tú no me traen más que perjuicios.

PAD.— ***.

GI .— ¿No es ese arbitraje una violencia?

Fr. IV 〈GI .—〉 ¡Bonito es el negocio que soléis proporcionarnos vosotros los vejetes!

SIRA , GIMNASIO

***

Fr. V 〈SI .—〉 ¿Tú quieres que yo te dé mi palabra? Eso es una cosa injusta. Yo soy la que tengo que poner condiciones [375] a los hombres, ése es mi oficio, no hacerles promesa ninguna.

Fr. VI Si es que das órdenes con arreglo a tus posibilidades [377] y a tu pegujal.

Fr. VII SI .— ¿Por qué no te vas ya, si es que te vas a ir? No me gustan esos pasitos tan cortos.

Fr. VIII GI .— De verdad, madre, yo tengo más práctica en ir a acostarme que en correr: por eso soy un poquillo más [380] lenta.

Fr. IX Tienen presente lo que es su deber.

Fr. X Porque me llega a las narices un tufillo de vino.

Fr. XI Con los cabellos arrancados y las orejas hendidas.

Fr. XII Como si ella limpiara la calleja de un verdugo. [384]

No como esas de hoy en día, esos limacos descoloridos, calenturientas, [405] esas pobres amigas que están en los huesos y no cuestan más que dos perras, huelen a perfume de baratija, unos esperpentos, con los talones desollados, con sus pantorrillas [408] flacas.

***

SELENIO , ALCESIMARCO , MELÉNIDE

***

[449] SEL .— Me estás hartando.

[450] AL .— Mi casa está echando de menos a su amita. Déjame llevarte a ella.

SEL .— ¡Quita esa mano!

AL .— Mi querida hermanita.

SEL .— Yo no quiero nada contigo, hermanito.

AL .— (A Melénide.) Entonces tú, mamaíta mía...

MEL .— No quiero nada contigo, hijito.

AL .— Yo te suplico...

SEL .— Que te vaya bien.

AL .— ... que me permitas...

SEL .— Me trae sin cuidado.

AL .— ... que me disculpe.

SEL .— Te estás poniendo muy impertinente.

AL .— Déjame que diga...

〈MEL .—〉 Yo ya he aprendido mucho con tanto juramento en falso como has hecho.

〈AL .—〉 ... lo que es la verdad.

[455] MEL .— Aunque lo sea, pero ahora no hay nada que hacer.

AL .— Yo os quiero prometer una reparación.

SEL .— Pero yo no tengo gana de recibirla de ti.

AL .— Ves, me lo tengo todo merecido.

SEL .— *** ni mereces que se tenga compasión contigo 5 .

[463] AL .— Pero yo ni te doy nada, ni te dejaré hoy, antes de que escuches lo que quiero decirte.

MELÉNIDE , ALCESIMARCO

MEL .— ¿Va a ser posible que no me molestes más? [465]

AL .— Pero si ése es precisamente mi nombre, todo el mundo me llama Molesto.

***

MEL .— *** yo te lo ruego.

AL .— Pues me ruegas en vano ***.

AL .— Te haré un juramento.

MEL .— Pero yo me guardo muy bien de tus juramentos; el [470] juramento de los enamorados es lo mismo que un popurrí 6 .

***

Estás de broma. [474]

AL .— Yo te daré una reparación *** ¿por qué yo ***? [477]

MEL .— Porque ahora tienes otra, que *** como si tú no supieras. [480] ***

AL .— ¡Los dioses y las diosas la confundan! *** si es que miento.

MEL .— Me trae sin cuidado, ***. Y, en fin de cuentas, aunque me hubieras engañado a mí, a los dioses no los engañarás jamás.

AL .— Pero si es que me quiero casar con ella.

MEL .— Te casarías, sí *** . Ahora, si te viene bien ***.

AL .— Yo le he regalado joyas y vestidos.

MEL .— *** si tú la amabas ***. Pero, bueno, es igual. Contéstame ahora a lo que te pregunto. Tú le has dado ***. [490]

MEL .— Tú te las das de gracioso porque tienes otra novia rica en Lemnos; quédate con ella; nosotras no somos de tantas campanillas ni tenemos tantas riquezas como tú, pero así y todo, no tengo miedo de que nadie nos eche en cara haber faltado [495] a nuestro juramento: tú. por tu parte, si te duele algo, ya sabrás por qué.

AL .— Los dioses me confundan...

MEL .— ¡Ojalá se te realicen todos tus deseos!

AL .— ... si me caso jamás con la mujer con quien me ha prometido mi padre.

MEL .— Y a mí, si te doy jamás a mi hija por esposa.

[500] AL .— ¿Vas a consentir entonces que haga un juramento falso?

MEL .— Caray, un poco más fácilmente que consentir en la ruina mía y de mi haber y que te burles de mi hija. Hala y márchate, búscate otra parte donde encuentres crédito para tus juramentos: aquí, Alcesimarco, con nosotras no hay nada que hacer.

AL .— Haz todavía una prueba.

MEL .— Demasiadas veces lo he hecho ya, y bien que lo siento.

[505] AL .— ¡Devuélvemela!

MEL .— A nuevos hechos, viejos dichos: «lo que te di, ojalá que no lo hubiera dado; lo que todavía tengo, no lo daré».

AL .— Entonces ¿estás decidida a no dejarla volver conmigo?

MEL .— Tú mismo te das la contestación por mí.

AL .— Pero ¿es eso una resolución del todo firme?

MEL .— Más aún, ni siquiera se me pasa por la imaginación [510] otra cosa; te oigo como quien oye llover.

AL .— ¿De verdad? Entonces, ¿qué haces?

MEL .— Atiende ahora, para que sepas lo que voy a hacer.

[515] AL .— Ojalá que los dioses todos, los del cielo y los de los infiernos y los de la región intermedia, ojalá la soberana Juno, hija de Júpiter altísimo, ojalá Saturno, su tío...

MEL .— Por favor, su tío no, su padre.

AL .— ... ojalá la diosa de la Abundancia, su abuela...

MEL .— Su abuela no, su madre.

AL .— ... Juno, su hija, y Saturno, su tío, y el soberano Júpiter —por culpa tuya me estoy armando este lío.

MEL .— Venga, sigue.

AL .— ¿Puedo saber acaso qué es lo que piensas decidir?

MEL .— Sigue, sigue, no la dejaré ir, es cosa hecha.

AL .— Pues ojalá que Júpiter y ojalá que Juno y que Jano y [520] ojalá —no sé lo que digo—. Ya lo sé; óyeme, mujer, para que sepas mi resolución: los dioses todos, los grandes y los menos grandes y los caseros, hagan que en mi vida dé yo un beso a Selenio en vida, si no os hago pedazos hoy a las dos, a ti y a tu hija, y si no os mato a las dos a más tardar mañana al amanecer, [525] y si a la tercera embestida no acabo con vosotras, si es que no la dejas volver conmigo. Esto es lo que quería decirte. Adiós. (Se va.)

MEL .— Se ha marchado hecho una furia. ¿Qué hacer ahora? Si mi hija se vuelve con él, estamos en las mismas: si se cansa de ella, la echará y se casará con la de Lemnos. Pero, a [530] pesar de todo, voy a ir a buscarle; hay que tener cuidado de que no haga un disparate, tan locamente enamorado como está. En fin de cuentas, puesto que el pobre y el rico no están ante la ley en igualdad de condiciones, más vale que pierda mi tiempo, que no a mi hija. Pero ¿quién es ése que veo venir corriendo derecho hacia aquí? Una cosa me hace temblar, la otra me horroriza, [535] pobre de mí: estoy hecha un manojo de nervios.

ESCENA SEGUNDA

LAMPADIÓN

LA .— (Llegando del foro.) He ido siguiendo a la vieja a gritos por las calles; la pobre, no la he dejado en paz, pero hay que ver, parece que se había hecho un nudo en la lengua, no se acordaba de nada. ¡Qué de zalamerías, cuántas promesas no le [540] hice, qué de enredos, qué de mentiras inventé al interrogarla! Apenas pude arrancarle unas palabras al prometerle que le daría un barril de vino.

ESCENA TERCERA

FANÓSTRATA , LAMPADIÓN , MELÉNIDE

FA .— (Saliendo de casa.) Me parece haber oído aquí a la puerta la voz de mi esclavo Lampadión.

LA .— No eres sorda, ama, has oído bien.

FA .— ¿Qué es lo que haces aquí?

[545] LA .— Una cosa por la que te tienes que alegrar.

FA .— ¿El qué?

LA .— De esa casa de ahí (la casa de Setenio) acabo de ver salir a una mujer.

FA .— ¿La que recogió a mi hija?

LA .— Exacto.

FA .— ¿Y luego?

[550] LA .— Le digo cómo la vi en el hipódromo recoger a la hija de mi ama; ella entonces se pegó un susto.

MEL .— (Al fondo de la escena.) ¡Ay, se me estremece todo el cuerpo, me brinca el corazón! En efecto, que me acuerdo que me fue traída la chiquilla del hipódromo y que yo la recogí como si fuera mi hija.

[555] FA .— Venga, habla, por favor, estoy deseando saber toda la historia.

MEL .— (Aparte.) ¡Ojalá fueras sorda!

***

LA .— Y yo venga a decirle: «*** esa vieja te saca de lo que es tu fortuna para ponerte en la desgracia, porque ella es sólo la que te ha criado, no vayas a creer que es tu madre; yo, en cambio, te restituyo a tu verdadero ser y te pongo en posesión de inmensas riquezas, en el seno de una familia opulenta, [560] y tu padre te podrá dar veinte talentos magnos 7 de dote, no como aquí, que te la tienes que ganar a la toscana 8 haciendo indigno comercio de tu cuerpo.

FA .— Pero ¿es que es quizá una golfa la mujer que la recogió?

LA .— Era una golfa; pero yo te voy a decir ahora cómo están [565] las cosas: ya estaba a punto de convencer a la joven con mis instancias, cuando la vieja se abraza a sus rodillas llorando y rogándole que no la abandone; me juraba con todas veras que la chica era su hija y que era ella quien la había traído al mundo. «Esa que tú buscas», dice, «se la di yo a una amiga mía, [570] para que la criara ella como si fuera su hija; ella vive», dice. «¿Dónde está?», le pregunto yo entonces.

FA .— ¡Oh dioses, yo os suplico, ayudadme!

MEL .— (Aparte.) Sí, y perdedme a mí.

FA .— Pues debías haberle preguntado a quién se la dio.

LA .— Así lo hice, y me dijo que a la cortesana Melénide. [575]

MEL .— (Aparte.) Ha dicho mi nombre, estoy perdida.

LA .— Cuando me lo dijo, le pregunté yo en seguida a la vieja «¿dónde vive?», digo, «llévame y enséñame su casa». «Se ha ido de aquí», dice, «a vivir al extranjero».

MEL .— (Aparte.) ¡Vaya, un poquillo de agua para reanimarme!

LA .— «Pues iremos a buscarla a donde esté; a mí con esas bromas, no; te juro que estás perdida, si no». Pero yo no cejé en apremiarla hasta que me jura la vieja que me va a enseñar la casa.

FA .— Pues no la debías haber dejado ir.

[585] LA .— No, si no la perdemos de vista; es que decía que quería hablar primero con una mujer amiga suya, que tenía que ver también en el asunto. Estoy seguro que vendrá.

[589-590] MEL .— (Aparte.) Me va a denunciar 9 .

FA .— ¿Qué debo yo hacer ahora?

LA .— Entra en casa y estáte tranquila; si viene tu marido, dile que me espere en casa, para que no tenga que andarlo buscando si lo necesito. Yo me voy otra vez a buscar a la vieja.

[595] FA .— Lampadión, por favor, haz todo lo posible.

LA .— Ya verás cómo soluciono el asunto.

FA .— Confío en los dioses y en ti.

LA .— Yo también confío en ello... en que acabes ya de meterte en casa. (Fanóstrata entra en casa.)

MEL .— (A Lampadión.) Joven, un momento, escúchame.

LA .— ¿Me llamas a mí?

MEL .— Sí, a ti.

LA .— ¿Qué es lo que quieres?, porque en sí estoy muy ocupado.

MEL .— ¿Quién vive en esa casa?

LA .— Demifón, mi amo.

[600] MEL .— ¿Es ése entonces el que ha prometido su hija a Alcesimarco, el muchacho ese tan adinerado?

LA .— El mismo que viste y calza.

MEL .— Oye, tú, ¿cuál es esa otra hija que andáis buscando ahora?

LA .— Yo te diré: una hija que no ha traído su mujer al mundo, sino una hija de su mujer.

[605] MEL .— ¿Y qué quiere decir eso?

LA .— De su primera mujer, digo, tiene mi amo una hija.

MEL .— Pero ahora mismo estabas diciendo que buscabas a la hija de la señora que hablaba contigo.

LA .— Sí, a la hija de ella busco.

MEL .— Oye, ¿y cómo es ésta la mujer anterior, si está casada ahora con él?

LA .— Me agobias con tus preguntas, mujer, quien quiera [610] que seas: la mujer con quien se casó en el intervalo, ésa es la madre de la muchacha prometida a Alcesimarco; y esa mujer se murió, ¿está claro?

MEL .— Eso sí. Pero lo que no comprendo bien es ese lío de [615] que la primera mujer sea la segunda, y la segunda sea la primera.

LA .— Él violó a ésta antes de casarse con la otra, ella se quedó encinta y dio a luz una niña antes que la otra: cuando nació la criatura, la hizo exponer: yo fui quien la expuso; una mujer la recogió, yo lo estuve observando. Después mi amo se [620] casó con ella; ahora buscamos a la niña hija suya. ¿Por qué levantas ahora la vista al cielo?

MEL .— Ya te puedes ir adonde ibas con tanta prisa, no te detengo; ahora ya lo comprendo todo.

LA .— Gracias sean dadas a los dioses, que si no, no me hubieras [625] dejado escapar jamás. (Se va.)

MEL .— Ahora tengo que ser buena a la fuerza, aunque no tengo ninguna gana de ello: ya veo que está todo descubierto, y es preferible que me tengan ellos que agradecer la noticia que no que la otra dé cuenta de mí. Voy a casa para devolver a [630] Selenio a sus padres. (Entra en casa.)

ACTO III

ESCENA ÚNICA

MELÉNIDE , SELENIO , ALCESIMARCO

MEL .— (Saliendo con Selenio.) Ya lo sabes todo: ¿no quieres venir conmigo, querida Selenio, para que te lleve a quienes es más justo que pertenezcas que no a mí? Aunque me cuesta trabajo quedarme sin ti, con todo, me esforzaré por atender [635] mejor a lo que redunde en tu provecho y no en el mío. Mira, aquí en esta arquilla están los dijes con los que te trajo entonces la mujer que te entregó a mí; así pueden tus padres reconocerte más fácilmente. (A la esclava que la acompaña.) Toma esta arquilla, Halisca; anda, llama a la puerta de Demifón; di que ruego que salga alguien en seguida.

[639-640] AL .— (Sale de su casa con una espada en la mano.) Muerte, recíbeme en tu seno, soy tu amigo y te busco de buen grado.

SEL .— ¡Madre, pobres de nosotras, estamos perdidas!

AL .— No sé si atravesarme por aquí o por el lado izquierdo.

MEL .— (A Selenio.) ¿Qué te pasa?

SEL .— ¿No ves a Alcesimarco? Tiene una espada en la mano.

AL .— Anda y no te detengas, abandona la luz.

SEL .— ¡Por favor, socorro, que no se dé la muerte!

AL .— (Viéndola.) ¡Oh, salud mía, más saludable para mí [645] que la misma diosa de la Salud! Tú eres ahora la única que, quiera que no, me puedes dar la vida.

MEL .— ¡No ibas a cometer una barbaridad tal!

AL .— Contigo no quiero nada, para ti estoy muerto, pero a Selenio, una vez que la tengo en mis brazos, bien seguro es que no la suelto, porque estoy decidido a unirla a mí toda entera. ¡Eh, muchachos! ¡Cerrad la casa con pestillos y cerrojos inmediatamente [650] después que la haya hecho atravesar el umbral!

MEL .— Se fue, se llevó a la muchacha. Voy tras él para contárselo todo, a ver si consigo apaciguarle y que se le pase el enfado. (Se va; Halisca la sigue, perdiendo la arquilla sin notarlo.)

ACTO IV

ESCENA PRIMERA

LAMPADIÓN , FANÓSTRATA

LA .— No creo haber visto en toda mi vida una vieja más digna de la horca que ésta: ¿pues no va ahora y me niega lo que había confesado antes? Pero ahí está mi ama; ¡huy!, una [655] arquilla con unos dijes, ¿qué será esto? Pues yo no veo a nadie por aquí; tendré que hacerme yo mismo de sirviente, me agacharé a cogerla.

FA .— ¿Qué hay, Lampadión?

LA .— Esta arquilla ¿es quizá de aquí, de nuestra casa?, porque la he cogido de aquí, que estaba tirada delante de la puerta.

FA .— ¿Qué noticias traes de la vieja?

LA .— Que no hay otra en el mundo igual de malvada que [660] ella: ahora niega todo lo que acababa de confesar. Desde luego, te juro que antes de consentir que se burle de mí la vieja esa, mejor prefería morir de la muerte que sea.

FA .— ¡Oh dioses, socorredme!

LA .— ¿Por qué invocas a los dioses?

FA .— ¡Salvadnos! ¡Misericordia!

LA .— Pero ¿qué es lo que pasa?

[665] FA .— Estos son los dijes que llevaba nuestra hijita cuando la sacaste tú para que muriera.

LA .— ¿Estás en tu juicio?

FA .— Éstos son, seguro.

LA .— ¿Te empeñas en que sí?

FA .— Éstos son.

LA .— Si fuera otra la que me hablara así, diría que estaba borracha.

FA .— Te juro que no miento.

LA .— Pero, por favor, ¿de dónde demonios sale ahora esta [670] arquilla, o cuál de los dioses nos la ha dejado aquí adrede delante de nuestra puerta en el momento oportuno?

FA .— ¡Santa Esperanza, socórreme!

ESCENA SEGUNDA

HALISCA , LAMPADIÓN , FANÓSTRATA

HA .— Si los dioses no me ayudan, estoy perdida, ni veo posibilidad ninguna de encontrar socorro; mira los apuros que estoy pasando por ser tan atolondrada. A ver qué va a ser de mis costillas si mi ama se entera de que soy tan descuidada. [675] La arquilla que tenía en mis manos, que me la habían dado aquí delante de la casa, no sé dónde está, aunque creo que se me tiene que haber caído por aquí. ¡Señores míos, distinguido público!, decidme, si alguien lo ha visto, quién se la ha llevado o quién la ha recogido y si ha tirado luego por aquí o por [680] allí. Bueno, pues sí que soy tonta, preguntando o incomodando a quienes no están siempre más que a alegrarse con las desgracias de las mujeres. Voy a mirar si hay por aquí algunashuellas; porque si no ha pasado nadie por aquí después que entré en la casa, estaría aquí la arquilla. Y ahora ¿qué? Me parece que estoy perdida, no hay nada que hacer, adiós, ¡pobre y [685] desgraciada de mí! La arquilla ha desaparecido, y yo con ella; al perderse ella, me ha perdido a mí. Pero seguiré buscándola, que menudo susto el que tengo dentro del cuerpo; y por fuera, toda temblandito, lo mismo por dentro que por fuera, miedo y [688a ] nada más que miedo. Hay que ver lo desgraciados que somos los hombres. El que la tiene ahora, sea quien sea, estará tan [690] contento, sin que le pueda servir a él para nada, y sí, en cambio, a mí; pero no hago más que perder el tiempo diciendo tanta pamplina. Venga, Halisca, mira al suelo, baja la vista, sigue el rastro con tus ojos, observa con pericia, como los agoreros.

LA .— ¡Ama! [695]

FA .— ¿Qué?

LA .— Es...

FA .— ¿Qué es?

LA .— Esta es...

FA .— ¿Quién?

LA .— ... la que ha perdido la arquilla.

FA .— Sí que lo es, porque está mirando a ver si encuentra el sitio donde se le cayó, está claro.

HA .— Ha ido por aquí, por aquí veo las huellas de los zapatos en el polvo, voy a seguir por aquí, y aquí se ha parado con otra persona; aquí ya no veo claro; y por aquí tampoco ha [699a -700] seguido; aquí se ha parado, de aquí ha salido para allá; aquí ha [700a ] habido una reunión de dos personas, eso está claro; ¡eh!, aquí [701a ] veo las huellas de una persona sola. Pero se ha ido por aquí: vamos a ver, de aquí ha seguido hacia acá, y luego, de aquí no se ha ido a ninguna parte. No tiene remedio; lo que está perdido, perdido está, y mi pellejo con la arquilla. Me voy a casa. (Va a entrar en casa de Setenio.)

FA .— ¡Eh, señora, un momento! Aquí hay quienes quieren hablarte.

[705] HA .— ¿Quién me llama?

LA .— Una buena mujer y un mal hombre quieren hablar contigo.

HA .— ¿Una buena mujer y un mal hombre quieren hablar conmigo? En fin de cuentas, más sabe lo que quiere el que llama que no yo, que soy llamada. Me vuelvo. Por favor, ¿has visto por aquí a alguien recoger una arquilla con unos dijes que [710] he tenido la mala suerte de perder? Es que antes, cuando fuimos a socorrer a Alcesimarco para que no se quitara la vida, *** se me ha caído.

LA .— Ésta es la que ha perdido la arquilla. Silencio por lo pronto, ama.

HA .— ¡Pobre de mí, estoy perdida! ¿Qué voy a decirle a mi ama?, después que ella me había encargado guardarla con [715] tanto cuidado, para que Selenio pudiera reconocer más fácilmente a sus padres, porque ella es sólo su hija adoptiva, que se la dio hace tiempo una golfa.

LA .— Ésta está contando nuestra historia, ella tiene que saber dónde está tu hija, a juzgar por las señas que da.

HA .— Y ahora quiere ella por sí misma devolvérsela al padre y a la madre que la trajeron al mundo. Buen hombre, por favor, tú no me haces caso, y yo te estoy contando lo que pasa.

[720] LA .— Yo estoy atento a lo que dices y tus palabras son un tesoro para mí, sólo que entretanto había contestado a mi ama a lo que me preguntaba. Ahora estoy contigo: si necesitas algo, habla, a mandar. ¿Qué es lo que estás buscando?

HA .— Buen hombre, señora, muy buenos días.

FA .— Buenos días. Pero ¿qué es lo que buscas?

[725] HA .— Busco un rastro, por donde haya desaparecido ***

〈LA .—〉 ¿El qué?, ¿de qué se trata?

HA .— De una cosa que a otro no le sirve para nada y para nosotras es causa de mucha pena.

LA .— Ama, ésta es una mala pieza, es muy astuta.

FA .— Verdaderamente, esa impresión da.

LA .— Hace como un animal perverso y dañino.

FA .— ¿Cuál?

LA .— La filoxera, que se enrosca y se enrolla en las hojas de la vid; lo mismo de sinuosas son sus palabras. ¿Qué es lo [730] que buscas?

HA .— Una arquilla, joven, que me ha desaparecido de aquí por los aires.

LA .— Haberla puesto en una jaula.

HA .— Te juro que no se trata de un botín de importancia.

LA .— Milagro que no hubiera toda una caterva de esclavos dentro de una arquilla.

FA .— Déjala hablar.

LA .— Si es que ella habla.

FA .— Anda, dinos qué es lo que había dentro.

HA .— Nada más que unos dijes infantiles. [735]

LA .— Hay uno que dice que sabe dónde está.

HA .— Te juro que se ganaría el agradecimiento de una si le dice dónde está.

LA .— Pero es que él quiere que le den una recompensa.

HA .— Pero es que te juro que la que ha perdido la arquilla dice que no tiene nada que dar a nadie.

LA .— Pero es que él prefiere un servicio más que dinero.

HA .— Pero es que esa mujer no deja sin recompensar ningún [740] servicio que se le hace.

FA .— Tus palabras vienen muy a punto y vas a ver ahora el provecho que te traen: nosotros tenemos la arquilla.

HA .— ¡La diosa de la Salud os salve! ¿Y dónde está?

FA .— Aquí la tienes en perfecto estado. Pero yo quiero tratar contigo de un asunto mío de mucha importancia: alíate conmigo y sálvame.

[745] HA .— ¿Qué quieres decir con eso? ¿Quién eres tú?

FA .— Yo soy la madre de aquella a la que pertenecen estos dijes.

HA .— Entonces ¿vives tú aquí?

FA .— Lo has adivinado; pero, por favor, déjate de rodeos y contéstame a mi pregunta: dime en seguida de dónde has sacado estos dijes.

HA .— Son de la hija de mi ama.

[750] LA .— Mientes, son de la hija de mi ama, no de la tuya.

FA .— No interrumpas.

LA .— Ya me callo.

FA .— Continúa, dime, ¿dónde está la dueña de los dijes?

HA .— Aquí, en la casa de al lado.

FA .— Pero si ahí quien vive es el yerno de mi marido.

LA .— No seas tú ahora la que interrumpa.

[755] FA .— Sigue, habla, ¿cuántos años tiene?

HA .— Diecisiete.

FA .— Es mi hija.

LA .— Ella es, según los años que dice.

HA .— ¿Qué tal si reclamo la mitad de la ganancia para mí?

LA .— Pues yo, como somos tres, reclamo la tercera parte.

FA .— Después de tanto buscarla, por fin he encontrado a mi hija.

[760] HA .— Un secreto que me ha confiado de buena fe, debe ser guardado de la misma manera, para que el que ha hecho una obra buena no salga perjudicado por ello. La muchacha la hemos criado nosotras, pero en realidad, de verdad, es tu hija; mi ama te la va a devolver, y para eso precisamente ha salido [765] de casa. Pero decídselo a ella, porque yo soy sólo una esclava.

FA .— Tienes razón.

HA .— Yo prefiero que sea a ella a la que quedéis agradecidos; pero la arquilla te ruego que me la devuelvas a mí.

FA .— ¿Qué te parece, Lampadión?

LA .— Lo que es tuyo, guárdalo como tuyo.

FA .— Pero me da pena de ella.

LA .— Entonces, haz lo siguiente: dale la arquilla y entra en [770] la casa con ella.

FA .— Así lo haré. Toma tú la arquilla, vamos dentro. Pero ¿cómo se llama tu ama?

HA .— Melénide.

FA .— Ve tú primero, yo te sigo. (Entran en casa de Alcesimarco.)

ACTO V

ESCENA ÚNICA

DEMIFÓN , LAMPADIÓN

DE .— ¿Qué es eso, que toda la gente va diciendo por la calle que ha sido encontrada mi hija? Y dicen que Lampadión me [775] ha estado buscando en el foro.

LA .— Amo, ¿de dónde vienes?

DE .— Del Senado.

LA .— Me alegro de que por obra mía se te haya aumentado el número de tus hijos.

DE .— Pues no me hace gracia, no tengo interés ninguno en que se me aumenta el número de hijos por obra de otro. Pero ¿qué quieres decir con eso?

LA .— Entra en seguida aquí en casa de tu yerno, verás que [780] tu hija está ahí dentro; ahí está también tu mujer, ve en seguida.

DE .— Desde luego, eso es lo primero que voy a hacer. (Entra en casa de Alcesimarco.)

EL CORO DE ACTORES

Distinguido público, no esperéis que vuelvan a salir a escena: no va a salir nadie, la cosa se va a decidir dentro. Cuando hayan terminado, se quitarán los disfraces; después, al que se haya equivocado, se le dará de palos, el que no se haya equivocado, [785] beberá. Distinguido público, a ustedes no les queda más que, como es uso tradicional, darnos un aplauso al final de la comedia.

Comedias II

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