Читать книгу Obras morales y de costumbres (Moralia) XI. Tratados platónicos. Tratados antiestoicos. - Plutarco - Страница 9
ОглавлениеCUESTIÓN I
1. ¿Cómo será que la divinidad le mandaba a Sócrates que ayudara a parir a otros 1 , pero a él le prohibía procrear, como se dice en el Teeteto 2 ? Porque lo que es entre chanzas [D ] y bromas 3 nunca habría nombrado a la divinidad. Por lo demás, en el Teeteto le atribuye 4 a Sócrates muchas expresiones arrogantes e insolentes, entre las cuales se encuentra incluso la siguiente 5 : «Y es que, mi extraordinario amigo, son en verdad muchos los que se irritan tanto conmigo que realmente me morderían 6 cuando les quito alguna bobada; y no se imaginan que lo hago con buena intención, porque distan de saber que ningún dios es malévolo para con los humanos; tampoco yo hago nada de eso con mala intención, lo que pasa es que de ningún modo me es lícito ni convenir en la mentira ni dejar en la sombra la verdad».
¿Será que a su propia naturaleza, en la idea de que era más crítica que fecunda 7 , la llamó «dios», del mismo modo que dice Menandro 8 «pues nuestra mente es dios» y Heráclito 9 «el carácter de un hombre es su demon 10 », o fue un [E ] motivo de veras divino y sobrehumano 11 el que guió a Sócrates a este modo de practicar la filosofía que consistía en someter a prueba una y otra vez a los demás e ir purgándolos de vanidad, inconsistencia, presunción y del hecho de ser molestos primero para con ellos mismos y luego también para con los demás 12 ? Porque se da el caso de que, como por casualidad, en aquel momento hubo en Grecia una oleada de sofistas y con ellos los jóvenes, que les pagaban mucho dinero 13 , se fueron llenando de suficiencia y saber aparente, y ponían su ambición en rivalizar imitando sus juegos verbales y charlas insustanciales en sus discusiones, y, en cambio, no hacían el menor caso a lo honroso y útil. Por eso Sócrates, que utilizaba el método de la refutación como remedio purgativo 14 , se iba granjeando su confianza al no demostrar nada cuando examinaba a otros, y se los ganaba mejor [F ] al hacer como que buscaba la verdad con ellos sin sostener su propia opinión 15 .
2. Además, el hecho de engendrar es un impedimento [1000A ] para un juicio de real provecho. En efecto, el cariño ciega acerca de lo querido 16 , y de lo propio nada es tan querido como una opinión y un razonamiento por parte del que lo ha concebido. Y es que el reputado justísimo «reparto de los hijos» 17 es sumamente injusto con respecto a los razonamientos. En efecto, en aquello es menester escoger lo propio; en esto, en cambio, lo mejor, aunque sea ajeno 18 . Por ello el que ha engendrado opiniones propias 19 resulta peor juez que los demás con respecto a lo suyo, y, lo mismo que uno de los sabios dijo que los eleos podrían ser los mejores árbitros olímpicos con tal que no compitiera un solo eleo 20 , así tampoco es justo que en las discusiones el que pretenda presidir y arbitrar como es debido aspire él mismo al premio [B ] y compita con los que vaya a juzgar. De hecho, cada uno de los generales de los griegos, cuando votaron sobre las distinciones, consideró que él mismo había sido el mejor 21 ; y no ha dejado de padecer eso ningún filósofo 22 , excepto los que, como Sócrates, confiesan que no dicen nada suyo, los únicos, por cierto, que se revelan como jueces puros e incorruptibles de la verdad. En efecto, lo mismo que si el aire en los oídos no está tranquilo y libre de voz propia, sino lleno de ecos y de zumbidos 23 , no se capta con precisión lo dicho, así también si algo, desde dentro, perturba con el estrépito de su réplica al elemento que juzga los argumentos filosóficos, [C ] será difícil comprender lo dicho desde fuera 24 ; pues la propia e íntima opinión no está dispuesta a aceptar lo que sea discordante con ella, como testifican la mayoría de las escuelas filosóficas de las que la filosofía, en el mejor de los casos, puede sostener una, pero todas las demás siguen siendo creídas y batallando contra la verdad.
3. Más aún, si no es posible al humano ni comprender ni conocer nada 25 , es natural que la divinidad le impidiera alumbrar vaciedades, patrañas e inconsistencias y que, en cambio, lo obligara a refutar a los demás cuando sostenían opiniones de esas características 26 ; que no era escasa ayuda, sino la mayor el que el razonamiento intentara liberarlos del mayor de los males, el engaño 27 y la frivolidad:
ni siquiera a los Asclepíadas les concedió eso el dios 28
porque la medicina de Sócrates no aspiraba a sanar el cuerpo, sino que era purificación 29 del alma llena de úlceras y [D ] corrupta 30 . Que si hay ciencia de lo verdadero y la verdad es una 31 , no participa de ella menos que el que la encontró el que ha aprendido del que la encontró 32 ; pues recoge más el que no cree tener 33 y recoge lo mejor de cada cual, del mismo modo que el que no ha engendrado adopta el mejor hijo.
4. Eso sin contar 34 que no merecía el menor esfuerzo lo demás —poemas, conocimientos, discursos de oradores y opiniones de sofistas— que su demon impidió a Sócrates alumbrar; en cambio, la única sabiduría que Sócrates consideraba tal, la relativa a lo divino y pensable 35 y que él llamaba erótica 36 , esa no nace en los hombres ni es descubierta, [E ] sino que es reminiscencia 37 . Por eso, Sócrates no enseñaba nada, sino que provocando en los jóvenes dudas a modo de dolores de parto, los despertaba, los animaba y les ayudaba a dar a luz los pensamientos que se habían formado en ellos 38 . Y a eso lo llamó oficio de comadrona 39 , que no introduce conocimiento desde fuera, como pretenden los otros, en aquellos con los que tratan, sino que a los que tienen en sí uno propio aunque imperfecto, confuso y necesitado de alguien que lo críe y lo confirme, se lo ponen delante.
CUESTIÓN II
1. ¿Por qué será que al dios supremo lo llamó padre y creador de todas las cosas 40 ? ¿Será porque es padre de los dioses —de los engendrados 41 — y de los humanos, como le dice Homero 42 , pero artífice de los irracionales e inanimados? [F ] Pues, dado que no se ha nacido de la placenta 43 , sino del esperma, dice Crisipo 44 que es llamado padre el que propociona el esperma. ¿O usó la metáfora como solía y llamó a la causa padre del universo, lo mismo que en el Banquete 45 llama a Fedro «padre de los discursos sobre el [1001A ] amor», porque fue el que los propuso; y en el diálogo de su nombre 46 lo llama «el de hermosos hijos», porque él dio ocasión a que tuvieran lugar muchos e importantes argumentos filosóficos 47 ? ¿O es diferente el padre del creador y el nacimiento del origen 48 ?, pues lo mismo que lo engendrado ha empezado, precisamente con ello, a vivir 49 , y no hay vuelta atrás, así también el que lo ha engendrado, precisamente con ello, lo ha hecho, porque el nacimiento es el empezar a vivir de un ser animado 50 ; pero, mientras la obra producida se opone a su creador, sea éste albañil, tejedor, fabricante de liras o escultor, la vitalidad inicial le es suministrada al que ha sido engendrado por el que lo engendró 51 y conserva su naturaleza, como fragmento y parte que es del [B ] que lo engendró 52 . Puesto que, en verdad, el universo no se parece a los productos modelados o compuestos, sino que contiene en sí gran parte de vitalidad y de divinidad, que el dios derramó de sí mismo e incorporó en la materia 53 , es natural que lo llame a la vez padre del Universo, porque éste es un ser vivo, y creador.
2. Siendo esto fundamentalmente concorde con la opinión de Platón, has de considerar atentamente si también merece ser creída esa otra conocida afirmación de que, siendo dos los elementos de los que está constituido el Universo, cuerpo y alma 54 , al primero no lo engendró el dios, sino que, dada la materia, le dio forma y la ajustó 55 , sometiéndo y definiendo lo ilimitado con los límites 56 y figuras apropiados 57 . En cambio el alma, como participa de intelecto, raciocinio [C ] y armonía 58 , no es sólo producto, sino también parte del dios y no se ha producido por obra suya, sino de él y a partir de él 59 .
CUESTIÓN III 60
1. En la República 61 compara el conjunto de todas las cosas 62 con una línea dividida en segmentos desiguales 63 , el del género de lo visible y el de lo racional, y de nuevo, de acuerdo con la misma proporción, divide cada uno de ellos en dos y, una vez que ya ha trazado los cuatro segmentos, en el de lo racional señala en primer lugar el relativo a las primeras formas, y en segundo lugar el matemático; al primer segmento de lo sensible corresponden los cuerpos sólidos, y al segundo sus reproducciones e imágenes. Y a cada uno de los cuatro los hace objeto de una facultad propia, entendimiento [D ] al primero, reflexión al matemático, y a los perceptibles creencia y conjetura a los relativos a las imágenes y reproducciones. Pues bien, ¿con qué objetivo dividió el conjunto en segmentos desiguales y cúal de los segmentos es mayor, el inteligible o el perceptible? Que él no lo explicita.
Al pronto parecerá que es mayor el perceptible 64 ; en efecto, la esencia de lo inteligible, indivisible y por ello inmutable, está condensada breve y limpiamente; en cambio, la relativa a los cuerpos, dispersa y errante 65 , produce lo perceptible. Además, lo incorpóreo está emparentado con el límite, mientras que el cuerpo es ilimitado 66 e indefinido en tanto que materia y se hace perceptible cuando es definido por participación de lo inteligible 67 . Más aún, lo mismo que [E ] cada una de las propias cosas perceptibles tiene muchas reproducciones y sombras e imágenes y que, en suma, es posible que a partir de un solo modelo se produzcan, tanto natural como artificialmente, muchísimas imitaciones, así el que las cosas de aqui difieran de lo de allí en número, es necesario de acuerdo con la doctrina de Platón, porque da por sentado que las realidades inteligibles son modelos o formas de las cosas perceptibles que vienen a ser reproducciones o reflejos de aquéllas. Más aún, deduce la intelección de las formas 68 de la abstracción y depuración de lo corpóreo, pasando en el plan de estudios 69 desde la aritmética a la geometría 70 y tras ésta a la astrología y colocando por encima [F ] de todas la armónica. Y es que las figuras geométricas surgen cuando la cantidad adquiere extensión 71 ; y los sólidos cuando la extensión adquiere profundidad; los objetos de la astrologia cuando los sólidos adquieren movimiento y los de la armónica cuando el sonido se agrega al cuerpo en movimiento. Conque, eliminando el sonido de los que se mueven, [1002A ] el movimiento de los sólidos, la profundidad de los planos y la extensión de las cantidades daremos con las propias formas inteligibles 72 , que no difieren en nada entre sí, si son consideradas desde el punto de vista de su carácter singular y único 73 . En efecto, la unidad no produce el número, a no ser que entre en relación con la diada infinita 74 . Y una vez que, de este modo, ha producido el número, sigue a los puntos, luego a las líneas y a partir de éstos continúa hacia las superficies, profundidades y cuerpos y también a las cualidades de los cuerpos sometidos a alteraciones. Además, a las realidades inteligibles las juzga una sola facultad, el entendimiento; en efecto, la reflexión es el entendimiento aplicado a los objetos matemáticos ya que en ellos se reflejan las realidades inteligibles como en espejos 75 ; en cambio, para conocer los cuerpos, como son tantos, la naturaleza nos ha dado cinco facultades y órganos sensitivos diferentes; y no todo es captado por ellos, que por su pequeñez muchas cosas escapan a la percepción. Más aún, lo mismo que, estando [B ] cada uno de nosotros constituido por el alma y el cuerpo, el elemento rector inteligente es pequeño y está oculto en una gran masa de carne 76 , es verosimil que así le ocurra en el Universo a lo inteligible con respecto a lo perceptible 77 ; en efecto, las realidades inteligibles rigen a las corporales, pero lo que procede de un principio es más numeroso y extenso que cualquier principio 78 .
2. Contra esto se podría decir en primer lugar que al comparar lo perceptible con lo inteligible estamos, en cierto modo, igualando lo mortal a las realidades divinas, puesto que la divinidad se cuenta entre las realidades inteligibles 79 ; a continuación que, sin lugar a dudas, lo contenido 80 es siempre menor que el continente y que la naturaleza del mundo [C ] rodea lo perceptible con lo inteligible, pues «el dios puso el alma en el centro y la extendió en todas las direcciones y aún desde fuera envolvió los cuerpos con ella» 81 . Pero, como se dice en las Leyes 82 , el alma no es visible «ni perceptible por ninguno de los sentidos»; por eso también cada uno de nosotros está destinado a corromperse, mientras que el Universo no ha de corromperse, pues a la condición vital de cada uno de nosotros la rodea el elemento vinculado a la muerte y disolución; en cambio, en el Universo lo corpóreo, como está rodeado en medio 83 , se conserva constantemente por obra del poder supremo e inmutable 84 . De hecho, se dice de un cuerpo que es indiviso e indivisible por su pequeñez, mientras que lo incorpóreo e inteligible lo es por ser simple, [D ] puro y estar libre de toda alteridad 85 y cambio. Además, es fácil hacer conjeturas sobre lo incorpóreo a partir de lo corpóreo. Se dice así que el «ahora» es indiviso e indivisible 86 y que está simultáneamente en todas partes 87 sin que haya parte alguna del mundo exenta de él, pero también que todos los accidentes y acciones y todas las destrucciones y generaciones que tienen lugar en el Universo están envueltos en el «ahora». Y, por ser lo inteligible simple y homogéneo 88 , facultad que lo tenga por objeto es sólo el entendimiento, como de la luz la vista; en cambio, dado que los cuerpos tienen muchas diferencias y desigualdades, hay unas facultades que son como instrumentos para captar unos y otras para captar otros 89 . Pues bien, tampoco desprecian con [E ] fundamento lo inteligible 90 y la capacidad de pensar que hay en nosotros, pues, por ser mucha y grande, está por encima de todo lo perceptible y accede a lo divino. Mas lo fundamental es que él mismo, al exponer en el Banquete 91 cómo hay que utilizar los sentimientos amorosos, haciendo pasar al alma de las percepciones hermosas a lo inteligible, insta a no someterse y servir la belleza de un cuerpo, ocupación o única ciencia, sino, despreciando la mezquindad que reside en ellos, a «dirigirse al inmenso piélago de la belleza».
CUESTIÓN IV
¿Cómo será que al demostrar que el alma es siempre más importante que el cuerpo y causa 92 y principio de su generación 93 , repite 94 que no podría haber alma sin cuerpo 95 [F ] ni entendimiento sin alma 96 , sino alma en el cuerpo y entendimiento en el alma?, pues va a parecer que el cuerpo es y no es, porque al tiempo que coexiste con el alma es también engendrado por el alma. ¿O será verdad lo que hemos repetido muchas veces 97 ? Esto es, que el alma sin entendimiento 98 [1003A ] y el cuerpo sin forma 99 coexisten constantemente uno con otro, sin que ninguno de los dos haya tenido generación ni principio, sino que, cuando el alma llega a participar del entendimiento y de la armonía 100 y ha conseguido hacerse prudente gracias a la concordancia, se convirtió para la materia en causa del cambio y, dominando con sus propios movimientos los de aquélla 101 , la atrajo y enderezó sus movimientos 102 ; de ese mismo modo el cuerpo del universo fue generado por obra del alma, cuando se fue amoldando y haciendo parecido a ella. En efecto, el alma no fabricó la naturaleza del cuerpo a partir de sí misma ni a partir del no ser, sino que a partir del cuerpo sin orden 103 y sin estructura hizo [B ] un cuerpo organizado y dócil 104 . Por tanto, lo mismo que si alguien dijera que la capacidad de la semilla está siempre en lo corporal, pero que el cuerpo de la higuera o del olivo nacen por obra de la semilla, no diría nada desacertado (pues el mismo cuerpo, al producirse en él movimiento y cambio por obra de la semilla, adquiere sus características y germina 105 ), de ese mismo modo la materia informe e indefinida, se organiza por la presencia del alma y adquiere esa forma y disposición características.
CUESTIÓN V
1. ¿Por qué, siendo así que hay cuerpos y figuras rectos unos y circulares otros 106 , tomó como principios de los rectos el triángulo isósceles y el escaleno 107 , el primero de los [C ] cuales forma el cubo, que es elemento de la tierra, y el escaleno forma la pirámide 108 , el octaedro y el icosaedro 109 , que son, el uno, semilla del fuego, el otro del agua y el tercero del aire 110 ; pero prescindió completamente de los circulares 111 , aunque se acordó de la esfera, cuando dice 112 que cada una de las figuras enumeradas es susceptible de dividir un cuerpo esférico en partes iguales?
¿Acaso, como suponen algunos, relacionó el dodecaedro con la esfera al decir 113 que «el dios utilizó» esa figura para la naturaleza del universo «cuando trazó su dibujo»? En efecto, es especialmente flexible porque, por los muchos elementos [D ] que lo forman 114 y por la escasa agudeza de sus ángulos, se aparta de la línea recta, y además por su carácter radial resulta redondeado y convexo 115 , como las pelotas hechas con doce trozos de cuero 116 . Pues tiene veinte ángulos diedros a cada uno de los cuales rodean tres ángulos planos, que son obtusos ya que cada uno suma un ángulo recto más un quinto; y está compactamente compuesto de doce pentágonos de ángulos y lados iguales, cada uno de los cuales está formado por treinta de aquellos primeros triángulos escalenos 117 ; por eso también parece que el Zodíaco y el año reproducen las divisiones de las partes, ya que son del mismo número 118 .
2. ¿O acaso es por naturaleza lo recto anterior a lo curvo y después de todo la línea curva es una alteración de la [E ] recta? En efecto, se dice que lo recto se curva y el círculo se dibuja con centro y radio —y éste es una posición de la recta— en orden a la cual incluso se mide, pues el perímetro dista lo mismo por todas partes del centro. Y por obra de las rectas se engendran también el cono y el cilindro, el primero al girar un triángulo en torno a uno de los lados que permanece fijo con el otro y la base, y el cilindro cuando le ocurre eso mismo a un paralelogramo 119 . Además, si lo más corto está más cerca del principio, la línea más corta de todas es la recta. En efecto, en la curva, lo de dentro es cóncavo y lo de [F ] fuera convexo. Más aún, los números son anteriores a las figuras, ya que la unidad es anterior al punto. En efecto, el punto es la unidad en reposo; pues bien, la unidad es triangular, porque todo número triangular 120 si es multiplicado por ocho y se le agrega una unidad, se convierte en cuadrado. Y eso también le ocurre a la unidad 121 . Por tanto, el triángulo precede al círculo. Y si esto es así, también la recta precede a la curva. Además, el elemento no se resuelve en ninguno de los conjuntos formados a partir de él, mientras que los demás se resuelven en elementos. Así pues, si el [1004A ] triángulo no se descompone en ninguna figura curva, y, en cambio, al círculo lo dividen en cuatro triángulos los dos diámetros, lo recto podría ser por naturaleza precedente y más elemental que lo circular; por cierto, que lo recto es primordial y lo circular posterior y accidental, el propio Platón lo demostró. Pues tras haber formado la tierra a partir de cubos 122 a cada uno de los cuales los rodean superficies rectas, dice 123 que su estructura es esférica y redonda. Conque no había necesidad alguna de hacer un elemento propio de lo curvo si esa configuración sucede naturalmente a las rectas [B ] cuando se ensamblan unas con otras de modo adecuado.
3. Más aún, la recta, tanto la mayor como la menor, conserva el mismo carácter de línea recta, en cambio, a las circunferencias de los círculos, si son más pequeñas las vemos más curvadas y cerradas en su curvatura; y si son mayores, abiertas. Así pues, considerados desde el punto de vista de su circunferencia convexa, unos círculos cortan los planos subyacentes en un punto y otros en un segmento 124 ; de modo que uno podría sospechar que muchas rectas colocadas cerca unas de otras dan lugar a la línea curva 125 .
4. Pero ten en cuenta 126 que ninguno de los cuerpos circulares y esféricos de aquí es perfecto 127 , sino que, como, por la distensión y la extensión 128 de las rectas o por la pequeñez de las partes, pasa desapercibida la diferencia, se presenta como redondo y circular, por lo cual tampoco ninguno [C ] de los cuerpos esféricos de aquí gira naturalmente en círculo 129 , sino que todos sin excepción se mueven en línea recta. Y es que lo verdaderamente esférico 130 no pertenece a un cuerpo perceptible, sino que es un elemento del alma y del entendimiento 131 , a los cuales atribuye también el movimiento circular como naturalmente adecuado a ellos 132 .
CUESTIÓN VI 133
¿Por qué se dice en un pasaje del Fedro 134 que la naturaleza del ala, gracias a la cual se eleva lo pesado, es de las partes del cuerpo la que mayor comunidad tiene con lo divino?
¿Acaso porque el diálogo versa sobre el amor, porque el amor tiene querencia por la belleza corporal, y porque la belleza, por su semejanza con lo divino, mueve al alma y provoca [D ] en ella la reminiscencia 135 ? ¿O más vale no empeñarse, sino que, simplemente, hay que entender que, siendo tantas las facultades del alma relativas al cuerpo, el ejercicio del razonamiento y de la reflexión tiene mayor comunidad con lo divino, puesto que dijo que tiene por objeto los seres divinos y celestes 136 ; pues bien, de un modo insólito la llamó «ala», en la idea de que el alma es la que nos eleva por encima de las cosas insignificantes y mortales 137 .
CUESTIÓN VII
1. ¿Cómo dice Platón en una ocasión 138 que el movimiento de impulsión 139 , como nunca tiene lugar en el vacío, es causa de los efectos de las ventosas que aplican los médicos y del proceso de la deglución, del lanzamiento de pesos, de las corrientes de agua, de los rayos y de la aparente 140 capacidad de atracción del ámbar y de la piedra de Heraclea 141 [E ] así como de la armonía de los sonidos? Pues va a parecer que reduce de un modo absurdo la generación de efectos multiples y dispares a una sola causa.
2. En efecto, lo de la respiración, cómo ocurre por el movimiento del aire en sentido contrario, él mismo lo ha explicado suficientemente 142 , pero de todo lo demás 143 , tras haber dicho que es prodigioso y que, por no existir el vacío, esas mismas cosas se empujan unas a otras e intercambian sus posiciones al volver a su sitio propio, nos deja la tarea de explicarlo en detalle.
3. Pues bien, lo de la ventosa, en primer lugar, viene a ser algo asi: el aire rodeado por ella junto a la carne con el [F ] calor se pone incandescente, se hace más fino que los poros del cobre y es expulsado, no al vacío, porque no lo hay, sino al aire que rodea por fuera la ventosa, y lo empuja; y éste al que tiene delante. Y al ser constantemente sujeto y objeto de este movimiento, el de delante va avanzando, buscando la [1005A] zona vacía que el primero había dejado. Y así, al caer sobre la carne que abarca la ventosa y volver a subir caliente, hace a la vez que la humedad salga hacia la ventosa 144 .
4. La deglución ocurre de la misma manera. En efecto, las cavidades de la boca y de la garganta están siempre llenas de aire; por tanto, cuando la comida es apretada por la lengua, estando a la vez tensas las amígdalas, el aire queda expulsado hacia el paladar por el que avanza y a la vez va empujando la comida.
5. Los cuerpos que son lanzados 145 abren el aire al caer en él con el golpe y lo separan; y el que circula por detrás, como tiende por naturaleza a buscar y llenar la zona que va quedando vacía, sigue al objeto lanzado, acelerando a la vez el movimiento.
6. Las caídas de rayos y los lanzamientos propiamente dichos se parecen. En efecto, la sustancia incandescente salta al aire por causa del golpe que ha tenido lugar en la nube y éste, desgarrado, retrocede y, al volver a caer al mismo lugar, empuja desde arriba, arrojando contra natura el rayo hacia abajo 146 .
7. El ámbar no atrae ninguno de los cuerpos próximos, como tampoco la piedra imán, ni a ellos les salta por sí misma partícula alguna de los cuerpos que están cerca, sino que la piedra emite unas emanaciones gaseosas pesadas, en cuyo contacto el aire, al elevarse, empuja al que tiene delante, y éste, como hace torbellinos y a su vez se va para abajo hacia la zona que va quedando vacía, atrae al hierro y lo arrastra en su movimiento. El ámbar, por su parte, tiene algo parecido [C ] a la naturaleza de la llama o del viento y lo expulsa con la fricción de su superficie, porque se abren los poros; y éste, al salir, hace lo mismo que el imán, arrastra, los cuerpos próximos más pequeños y secos que están cerca, por su liviandad y falta de capacidad de resistencia; pues no tiene vigor, ni peso e impulso capaces de exhalar una masa de aire con la que hacerse con los mayores, como también ocurre en el caso del imán.
Entonces, ¿cómo es que el aire no empuja ni acerca al imán ni piedra ni madera, sino tan sólo el hierro? Este problema se les plantea tanto a los que creen que la adhesión de los cuerpos se produce por atracción del imán como a los que admiten que ocurre por traslación del hierro 147 , pero podría haber sido fácilmente resuelto por Platón de este modo. [D ] El hierro 148 no es muy poroso, como la madera, ni muy compacto, como el oro o la piedra, sino que tiene poros, venas y asperezas que, por sus irregularidades, se adaptan al aire, de modo que éste, cuando, al ser desplazado, cae sobre el imán, no resbala, sino que, detenido por determinados lugares y resistencias que encajan con él, hace fuerza sobre el hierro y lo empuja 149 . La explicación de estos fenómenos podría ser, pues, de este tipo.
8. En cambio el fluir de las aguas sobre la tierra no tiene tan fácil explicación en el argumento del movimiento de impulsión; pues hay que tener en cuenta que a las aguas estancadas que no se mueven y permanecen así las rodea y [E ] congrega por todas partes el aire inmóvil, sin dejar resquicio vacío por parte alguna. Por tanto, el agua de la superficie en los estanques y en los mares se agita y forma olas porque el aire toma movimiento; en efecto, sigue inmediatamente al que se desplaza y fluye con él por el desnivel. Pues el golpe abajo produce el seno de la ola y el golpe arriba la cresta, hasta que se calma y se serena cuando el espacio que rodea al líquido se detiene. Pues bien, el fluir de las corrientes, como va siempre buscando la zona desalojada por el aire a la par que es empujado por las aguas que tienden a ocupar el lugar que ha quedado libre, está en continuo e incesante movimiento. Por ello también van más deprisa los ríos crecidos; en cambio cuando es escasa y poco profunda, el agua fluye 150 débilmente, porque el aire no provoca ni admite [F ] mucho movimiento de sustitución. Y es necesario que las aguas de los manantiales también refluyan de este modo, porque el aire desciende desde la salida a las zonas vacías del fondo y hace surgir de nuevo el agua hacia la salida. Pues al ser golpeado por el agua el suelo de una estancia [1006A ] umbría y que alberga aire en calma produce el soplo del viento cuando el aire recibe los golpes y es desalojado por el líquido que le cae al lado. Así sucede que son mutuamente expulsados y que mutuamente son repelidos, sin que haya vacío en el que uno de los dos se asiente y quede exento de participar del cambio del otro.
9. Pues bien, lo relativo a la armonía él mismo lo tiene dicho 151 , cómo hacen 152 que se adapten los sonidos. En efecto, el rápido resulta agudo y el lento grave; por ello también los agudos provocan antes la percepción. Pues cuando los graves van empezando y caen sobre éstos que ya se están agotando y cesando, la mezcla de ambos produce por su semejanza 153 placer al oído, que es lo que llaman armonía, [B ] Que su instrumento es el aire es fácil de entender sobre la base de lo que llevamos dicho 154 , puesto que el sonido es un golpe que, por obra del aire, recibe por los oídos el que lo percibe 155 . En efecto, lo golpea el aire golpeado por lo que se haya movido, de modo vivo, si es violento, de modo apagado, si es más flojo. Precisamente el que es golpeado violenta e intensamente llega antes al oído; el más grave, cuando hace el recorrido y llega a su vez, sigue y contribuye a la percepción después 156 .
CUESTIÓN VIII
1. ¿Cómo dice el Timeo 157 que las almas fueron sembradas en la Tierra, en la Luna y en todos los demás instrumentos del tiempo?
[C ] ¿Acaso ponía así en movimiento a la Tierra, lo mismo que al Sol, a la Luna y a los cinco planetas, a los que, por causa de sus cambios de dirección 158 , llamó «instrumentos del tiempo» y era necesario que la Tierra 159 , «girando 160 en torno al eje que atraviesa el Universo» no fuera creada fija y permanente, sino que la concibe girando y retornando, como mostraron más tarde Aristarco 161 y Seleuco 162 , el primero sólo como hipótesis, Seleuco, en cambio, demostrándolo? Y Teofrasto 163 agrega además que en la vejez Platón se arrepintió de haber atribuido a la Tierra, sin corresponderle, el centro del Universo.
2. ¿O se opone a esto la mayor parte de las opiniones [D ] que unánimemente le resultan satisfactorias al hombre y hay que corregir «del tiempo» por «en el tiempo», prefiriendo el dativo al genitivo, y hay que aceptar que no son llamados instrumentos los astros, sino los cuerpos de los seres vivos? Asi definió Aristóteles 164 el alma como «actualización del cuerpo natural, instrumental y potencialmente vivo». De modo que el sentido viene a ser éste: en el tiempo las almas fueron implantadas en los adecuados cuerpos instrumentales 165 . Pero también esto es contrario a su parecer, pues no dice una sola vez, sino muchas que los astros son instrumentos del tiempo, especialmente cuando 166 dice que junto a los demás planetas el propio Sol «nació para delimitar y vigilar [E ] el cómputo del tiempo».
3. Por tanto, es mejor entender que la Tierra es instrumento del tiempo, ya que no se mueve como los astros, sino que al permanecer girando siempre en el mismo lugar sobre sí misma, proporciona a los que se trasladan ortos y ocasos con los que se definen las primeras medidas de los tiempos, los días y las noches. Por eso también la llamó 167 precisa «guardiana y artesana de la noche y del día». En efecto, los elementos de los relojes de sol son instrumentos y medidas del tiempo sin desplazarse a la vez que las sombras, sino permaneciendo quietos a imitación del obstáculo de la Tierra al Sol que gira en torno a ella, como dice Empédocles 168
mas la Tierra, al cortar el paso a los resplandores, hace la [F ] noche.
De modo que eso tiene una explicación de este tipo.
4. Con mejor fundamento podría uno sospechar esto otro, que sea inverosímil y absurdo decir que el Sol ha nacido junto con la Luna y los planetas para definir el tiempo 169 . Y ello tanto más cuanto que el Sol goza de gran predicamento y que por el propio Platón es llamado en la República 170 «rey y señor de todo lo perceptible, como el bien lo es de lo inteligible». Pues lo perceptible es llamado deseendiente [1007A ] de aquél, porque el Sol hace que las cosas visibles, al quedar iluminadas, accedan a la existencia, del mismo modo que por obra de este otro les sobrevienen a las cosas inteligibles el ser y el ser objeto de conocimiento. Pues bien, dado que el dios tiene esa naturaleza y tan gran poder, no parece muy sólido ni especialmente razonable que haya nacido como instrumento del tiempo y medida visible de la mutua diferencia en lentitud y rapidez de las ocho esferas 171 . Por tanto, hay que decir que los que se turban por estas cosas creen erróneamente que el tiempo «es medida y cómputo del movimiento de acuerdo con lo anterior y posterior», como dice Aristóteles 172 o bien «lo cuantitativo en el movimiento», como Espeusipo 173 , o «dimensión del movimiento» [B ] y nada más, como algunos estoicos 174 que definen su esencia por lo contingente, sin prestar atención a su potencia que al menos Píndaro parece intuir de modo no despreciable cuando dice 175
al soberano Tiempo que supera a todos los bienaventurados
Y también Pitágoras que, a la pregunta «¿qué es el tiempo?», contestó que el alma del Universo. Porque el tiempo no es accidente ni contingencia de un eventual movimiento 176 , sino causa, potencia y principio de la simetría que asegura la cohesión de todo lo que existe y de la organización cuyo movimiento regula la naturaleza del Universo, porque ésta está dotada de vida. Antes bien, por ser movimiento la [C ] propia organización y simetría son llamadas tiempo 177 .
Pues recorriendo entero el camino que retorna, conforme a la norma conduce a los mortales 178
En efecto, la esencia del alma es según los antiguos 179 «número en sí que se mueve a sí mismo». Precisamente por eso dijo Platón 180 que el tiempo nació a la vez que el cielo, pero el movimiento incluso antes de que fuera generado el cielo 181 . Pero no había tiempo, pues no había organización ni medida alguna ni delimitación, sino movimiento indefinido, como materia del tiempo, sin forma ni estructura; pero, cuando empapó la superficie 182 y sometió la materia a los esquemas de estructura 183 y el movimiento a las revoluciones, convirtió la primera en mundo y el segundo en tiempo. Que ambos son imágenes del dios 184 , de su esencia 185 el mundo, de su [D ] eternidad imagen en el movimiento es el tiempo 186 , del mismo modo que el mundo es el dios en la generación 187 . Por eso dice 188 que nacieron a la vez y que también a la vez han de disolverse de nuevo, si es que les alcanza algún tipo de disolución. Pues al margen del tiempo no es posible lo generado, como tampoco lo es lo inteligible al margen de la eternidad, si esto último ha de permanecer por siempre y lo sometido a proceso no ha de llegar a disolverse nunca 189 . Por tanto, al tener tan necesarias vinculación y combinación con el cielo, el tiempo no es simplemente movimiento, sino, según se ha dicho, movimiento en una organización que tiene medida, límites y revoluciones. Pues bien, siendo el Sol presidente de éstos y vigilante encargado de definir, controlar, [E ] indicar y producir cambios y estaciones que, como dice Heráclito 190 , «todo lo traen», resulta ser colaborador del principal dios y guía, no en asuntos miserables y de menor cuantía, sino en los mayores y más importantes.
CUESTIÓN IX 191
1. Acerca de las funciones del alma en la República 192 , cuando con el mayor acierto Platón compara la armonía de lo racional, lo irascible y lo concupiscible con la concordancia de la cuerda media, la alta y la baja, podría uno dudar si colocó en la media lo racional o lo irascible; porque él no lo ha dejado claro en ese pasaje. Pues bien, la colocación conforme a la localización de las partes sitúa en la zona de la media lo irascible, y lo racional en la alta. En efecto, a lo de [F ] arriba y primero llamaban alto los antiguos 193 , como también Jenócrates 194 llamaba Zeus superior al que está entre los seres inmutables e idénticos e inferior 195 al que está debajo de la luna. Homero 196 fue el primero que llamó «superior entre los poderosos» 197 al dios que manda sobre los jefes. Y con razón ha atribuido la naturaleza a lo más poderoso la [1008A ] zona de arriba, como si asentara en la cabeza lo racional en tanto que piloto 198 y, en cambio, desterrara al final y al fondo lo concupiscible 199 . En efecto, la posición de abajo se llama baja, como evidencian las invocaciones a los muertos, que son llamados «infernales 200 » y «los que están bajo tierra»; y algunos dicen incluso que, de los vientos, el que sopla de abajo desde lo desconocido se llama Noto 201 . Pues bien, dado que lo último ocupa la ubicación opuesta a lo primero y lo bajo la opuesta a lo alto, ocupando ésa lo concupiscible por oposición a lo racional, no puede estar más arriba ni antes, ni 202 puede ser otra cosa más que lo racional. En efecto, los que le atribuyen, en la idea de que es la más [B ] importante 203 , la zona de la media, no se dan cuenta de que están privando de su preeminencia a la de la alta, que no es adecuada ni a la emoción ni al deseo. Pues una y otro tienen natural disposición para estar sometidos y obedecer y ninguno de los dos la tiene para mandar y dirigir a lo racional 204 . Y mejor aún por su naturaleza que por su localización 205 se ve que lo irascible ocupa el rango intermedio entre ellos. Por cierto, precisamente porque a lo racional le pertenece el mandar, a lo irascible le corresponde por naturaleza ser mandado y mandar porque está subordinado a lo racional y domina y reprime el deseo, cuando éste se ha desviado de lo racional 206 . Y lo mismo que en las letras 207 las semivocales están entre las mudas y las vocales porque [C ] suenan más que aquéllas pero menos que éstas, así en el alma del humano lo irascible no es simplemente emocional, sino que tiene a menudo un destello de virtud mezclado a su impulsiva tendencia a la venganza 208 . Y el propio Platón 209 , cuando comparó la estructura del alma con una yunta congénita 210 y su cochero, designó, como todo el mundo sabe, cochero a lo racional; y de los caballos, presentó al elemento relativo a los deseos 211 como desobediente y completamente indisciplinado, «de peludas orejas, sordo, con dificultad obediente al látigo y las espuelas» 212 , y el elemento irascible dócil en general a lo racional y aliado suyo 213 . Por tanto, lo mismo que el cochero no es intermedio de la yunta en valía y poder, sino que uno de los dos caballos es peor que el cochero, [D ] pero mejor que su compañero de tiro, así tampoco asignó la localización de central al elemento superior del alma, sino al que participa de la afección menos que el tercero, aunque más que el primero y de la razón más que el tercero, aunque menos que el primero. De hecho, esa organización conserva la analogía de las armonías, de lo irascible con lo racional como la alta en la cuarta y con relación a lo concupiscible como la baja en la quinta y de lo racional con relación a lo concupiscible como la alta con relación a la baja en la octava 214 . En cambio, si arrastramos lo racional [F ] al centro, más lejos del apetito quedará lo irascible que algunos filósofos identifican con el apetito por su semejanza 215 .
2. Claro que el atribuir a las localizaciones concretas lo primero, lo intermedio o lo último es ridículo 216 , cuando vemos que la misma nota alta ocupa en la lira el lugar de más arriba y primero, pero en las flautas el de abajo y último, y más aún, que la media sigue sonando más aguda que la baja y más grave que la alta sea cual fuere el lugar de la lira en el que se la coloque y se ajuste 217 . Y tampoco el ojo tiene la misma localización en todos los animales, pero en todos y donde quiera que de acuerdo con la naturaleza esté situado es de modo similar naturalmente apto para ver 218 . Por tanto, lo mismo que se dice que el pedagogo 219 no conduce a los [F ] niños yendo delante, sino detrás, o que el general de los troyanos 220
unas veces aparecía arengando a los de vanguardia y otras a los de retaguardia
y estando en uno u otro lugar sigue conservando la preeminencia, así es menester no encajonar las partes del alma en los lugares ni en los nombres, sino fijarse en su capacidad y relación. En efecto, el empezar por asentar arbitrariamente [1009A ] lo racional en el cuerpo humano es convencional, cuando tiene la capacidad principal y más importante —es como la media con relación a la alta, lo irascible, y con relación a la baja, lo concupiscible— aflojar y tensar y conseguir la plena concordancia y armonía eliminando el exceso de uno y otro y evitando que de nuevo arrecien o que se amortigüen 221 . Que la justa medida y la proporción se definen por el término medio 222 . Y es capital incumbencia de la capacidad de la razón el conseguir entre las afecciones esos términos medios 223 que llaman sagradas proporciones 224 porque consisten en la combinación de los extremos con la razón y entre sí por medio de la razón. En efecto la superioridad del [B ] tiro no es media de los caballos ni hay que plantear el arte de conducir el carro como un extremo, sino como proceso que asegura el término medio en la descompensación entre el nervio y el enervamiento de los caballos, del mismo modo que la capacidad de la razón, al compensar la agitación sin sentido de las afecciones y ajustarlas con respecto a sí misma, establece el término medio en la justa medida de defecto y exceso 225 .
CUESTIÓN X 226
¿Por qué dice Platón 227 que el discurso es entramado de nombres y verbos 228 ? Pues parece que *** 229 anula todas [C ] las partes de la oración excepto esas dos, y eso que Homero tuvo la humorada de agruparlas todas sin excepción en ese único verso 230
autòs iṑn klisíēnde, tò sòn géras; óphr ’eû eídēis
En efecto, comprende pronombre, participio, nombre, verbo, preposición, artículo, conjunción y adverbio 231 . Pues la partícula -de se ha colocado en este caso en vez de la preposición eis; en efecto la expresión klisíēnde es semejante a Athḗnaze 232 . Pues bien, ¿qué hay que decir sobre lo de Platón?
¿Acaso que en un principio los antiguos llamaban «discurso primero 233 » a lo que antes se llamaba «juicio» y ahora «proposición 234 », que es la expresión primera que implica decir la verdad o no 235 ? Y eso está constituido de nombre y verbo, a los que los dialécticos 236 llaman sujeto 237 y predicado 238 . En efecto, al oír «Sócrates filosofa» y «Sócrates vuela», vamos a decir que un juicio es verdadero y el otro [D ] falso sin que sea menester nada más 239 . De hecho, es verosímil que al principio los hombres tuvieran que recurrir al lenguaje y a la voz articulada 240 cuando querían explicar y manifestarse unos a otros las acciones y sus agentes y las afecciones y quiénes eran los afectados por ellas. Conque, puesto que nos basta el verbo para expresar las acciones y afecciones y el nombre para los que las hacen y reciben 241 , como dice él mismo 242 , parece que es eso lo que quiere decir. En cambio, respecto de lo demás se podría pensar que no significa 243 ; como los gemidos y gritos de los actores; [E ] también, por Zeus, la sonrisa y el silencio 244 contribuyen con frecuencia a precisar claramente lo dicho, aunque, evidentemente, no tienen inevitable capacidad significativa como el verbo y el nombre, sino la de agregar algún matiz al discurso. De ese mismo modo agregaron matices a las letras los que, tomándolas como tales letras, adoptaron espíritus y sus aspiraciones, alargamientos o abreviamientos de algunas, que son más bien accidentes, contingencias y variaciones de las letras 245 , como demuestran los antiguos que se conformaban con dieciseis para hablar y escribir 246 .
2. Pero, cuidado, no vayamos a malinterpretar a Platón, que dice que el discurso es entramado de nombre y verbo y [F ] no gracias a ellos; no vayamos, como el que acusa de mala fe al que dice que el remedio es mezcla de cera y gálbano, porque ha omitido el fuego y el cacharro sin los cuales no es posible hacer la mezcla 247 , también nosotros a reprocharle que ha pasado por alto conjunciones, preposiciones y demás; pues el discurso no resulta de ellos, sino, acaso, gracias [1010A ] a ellos y no es posible el entramado sin ellos. En efecto, mientras que el que articula «golpea» o «es golpeado» y luego «Sócrates» o «Pitágoras» permite de algún modo entender y comprender algo, en el hecho de pronunciar «por una parte» o «en efecto» o «en torno a» aíslados no hay modo de captar noción alguna de acción o persona 248 . Pues a no ser que se hable sobre ellos 249 o con ellos, se parecen a los ruidos hueros y a los ecos. Dado que esas palabras no tienen la capacidad de significar nada 250 ni aísladas ni combinadas entre sí, sino que si asociamos y combinamos en una misma expresión conjunciones, artículos y preposiciones, intentando construir con ellos una frase corriente, más [B ] va a parecer que estamos tarareando que hablando. En cambio, cuando un verbo se combina con un nombre, el resultado es al punto lingüísticamente significativo 251 . Por ello es natural que algunos sólo tengan en cuenta esas partes de la oración 252 ; incluso puede que Homero lo demuestre cada vez que repite 253
épos t ’ éphat ’ ek t ’onómazen
pues suele llamar épos a un verbo, como en los casos siguientes:
ô gýnai, ê mála toûto épos thymalgès éeipes 254
y
chaîre páter ô xeîne, épos d ’eíper ti léektai deînon, aphàr tó pheréoien anarpáxasai áellai 255
pues no es terrible ni aflige el corazón el decir una conjunción, un artículo o una preposición, sino un verbo que expresa una acción vergonzosa o algún accidente infamante.
Por eso también solemos elogiar o censurar a poetas y prosistas [C ] con expresiones como «éste utiliza admirablemente los nombres del ático» y «hermosos verbos» o, por el contrario, «pedestres», mientras que a nadie se le ocurriría decir precisamente esto, que Eurípides o Tucídides escriben con «artículos pedestres» o, por el contrario, «herniosos» y «áticos».
3. «Entonces» —podría preguntarse uno— «¿es que esas palabras no aportan nada a la frase?» Por lo que a mí respecta contestaría que tanto como la sal a la comida o el agua a la masa; que Eveno 256 solía decir incluso que el fuego es el mejor condimento. Pero no decimos que el agua sea parte de la masa o del pan ni que el fuego o la sal lo sean del cocido o de la comida. Y eso que a éstos los necesitamos constantemente, no como la frase, que con frecuencia prescinde de aquéllos. Me propongo comprobar 257 mi opinión a propósito de la lengua de los romanos que ahora utiliza casi todo el mundo: en efecto, con excepción de unas cuantas, ha [D ] eliminado todas las preposiciones y no admite en absoluto ninguno de los llamados artículos, sino que usa los nombres como sin apéndices. Y no es para sorprenderse, cuando incluso Homero, que sobreasale por el «decoro de sus palabras» 258 , pone artículos a pocas palabras, en la idea de que no son indispensables 259 , lo mismo que las asas de los tazones 260 y los penachos de los cascos; precisamente por eso hay anotaciones críticas 261 a los versos en los que lo hace, como 262
Aíanti dè málista daíphroni thymòn órine töi Telamoniádēi
y 263
poiéen, ôphra tò kêtos hypekprophygṑn aléoito
[E ] y pocos más además de éstos. Pero en los demás, que son muchísimos, la expresión no pierde nada ni en claridad ni en belleza por la ausencia del artículo.
4. Y sin embargo, ningún ser vivo, ni instrumento, arma o cosa alguna puede llegar a ser, con la merma o pérdida de una parte propia, más hermoso, más eficaz o más agradable; en cambio el discurso tiene muchas veces más emoción y garra si se prescinde de las conjunciones 264 . Como el ejemplo siguiente 265
que tenía a uno vivo, recién herido, a otro indemne;
a otro, muerto, lo arrastraba por los pies a lo largo del campo de batalla.
y este tan conocido de Demóstenes 266
pues muchos golpes podría propinar el que golpea, algunos de los cuales no podría siquiera referir a otro el que los recibiera. Con la actitud, con la mirada, con el tono de voz. [F ] Unas veces insultando, otras manifestando su hostilidad; pegando unas veces con los nudillos, golpeando otras en la sien. Eso encrespa, eso exaspera a unos hombres que no tienen costumbre de ser ultrajados.
Y más adelante 267
pero no Midias; sino que desde ese día habla, suelta denuestos, grita. ¿ A quién se vota? Midias el de Anagirunte 268 es candidato. Es próxeno de Plutarco 269 , está al tanto [1011A ] de los secretos, la ciudad le queda chica.
Por eso también el asíndeton goza de gran prestigio entre los que escriben manuales de Retórica; en cambio, a los que se atienen escrupulosamente a la norma y no omiten ninguna conjunción al margen del uso habitual, los acusan de escribir una prosa descuidada, inexpresiva y aburrida por su falta de variedad 270 . Sin embargo, el hecho de que los dialécticos tengan especial necesidad de conjunciones para la coordinación, combinación o disyunción de sus proposiciones 271 , lo mismo que los cocheros de bridas o que Odiseo en la cueva del Cíclope 272 de mimbres para amarrar los carneros *** 273 demuestra que la conjunción no es parte de la oración, sino, como su nombre indica, un instrumento unitivo y conectivo no de todas las expresiones, sino de las complejas 274 , a no ser que también pretendan que la correa es parte del fardo y la cola parte del libro o, por Zeus, las subvenciones parte del gobierno, como decía Demades 275 que llamaba pegamento de la democracia a las partidas del fondo del theorikón 276 . Mas, ¿qué clase de conjunción consigue hacer la unidad de la sentencia coordinando y combinando sus varios elementos como el mármol al hierro templado gracias al fuego 277 ? Sin embargo no es ni se considera parte del hierro, aunque cosas de esa clase, al penetrar y amalgamarse con los ingredientes, son precisamente las que actúan y consiguen consolidar 278 un conjunto a partir de una serie de elementos; sin embargo, hay quienes consideran que las conjunciones no [C ] fraguan la unidad, sino que la lengua es una enumeración 279 , como la de los arcontes o la de los días, puestos en fila unos tras otros.
5. Finalmente, en cuanto a las demás, el pronombre es a todas luces un género nominal, no sólo porque participa de la declinación, sino porque algunos, al decirse de referentes definidos, dan, con su presencia, el mayor relieve a la mostración. Y no veo que identifique mejor a una persona 280 el que pronuncie «a Sócrates» que el que diga «a ése».
6. El llamado participio, que es amalgama de verbo y nombre 281 , no constituye una parte independiente de la oración 282 , como tampoco los nombres comunes a hembras y machos, sino que se ordena junto con aquéllos, porque participa de los tiempos verbales y de la declinación nominal. [D ] Y los dialécticos 283 a las palabras de ese tipo las llaman antanaclásticas 284 , porque tienen la función de nombres y apelativos 285 , por ejemplo, pensante con relación a pensador y moderante con relación a moderador 286 .
7. Es ciertamente posible comparar las preposiciones con capiteles, soportes y pedestales del discurso, en la idea de que no son palabras lexicales, sino que vienen a ser accesorios de las palabras lexicales. Y, fíjate 287 , parecen trozos y fragmentos de palabras 288 , como los que escriben a la carrera con abreviaturas y virgulillas; en efecto, las palabras embênai y ekbênai 289 son evidentes síncopas de entòs bênai y ektòs bênai 290 y progenésthai de próteron genésthar 291 y kathízein de káto hízein 292 , lo mismo que por líthous bállein y toîchous orýssein dicen coloquialmente lithoboleîn y toichorycheîn 293 , abreviando y condensando la expresión.
8. Por eso cada una de ellas 294 contribuye con alguna utilidad al discurso, pero no es parte ni elemento del mismo, por lo menos en el sentido en que se dice que lo son el verbo y el nombre, que dan lugar a la primera combinación susceptible de verdad y mentira, a la cual unos llaman proposición y otros juicio, aunque Platón le decía lógos.