Читать книгу Nuestro amor en primicia - Priscila Serrano - Страница 6

Prólogo

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Solo había dos cosas en la vida que podían hacerme ver las cosas diferentes a como las veía ahora. Una: que mis padres se divorciaran. Y dos: que Sergio y yo no estuviéramos juntos. Si os dais cuenta, todo se centraba en que uno u otro, estuvieran juntos.

El problema aquí era que mis padres estaban a punto de firmar esos malditos papeles que los separarían para siempre. Encima tendría que decidir con cuál de los dos vivir. Aún tenía diecisiete años y obligatoriamente tenía que vivir con uno, pero ¿con cuál? A mi madre la adoraba, pero no la soportaba y mi padre... Él era diferente. Prefería darme todo para que no le juzgara. Aunque para eso ya era tarde, claro que lo juzgaba, ha engañado a mi madre con su asistente. En definitiva, la vida no era como la pintaban ni mucho menos, al contrario; era una mierda.

Pero eso no era todo, en este momento estaba delante de mi novio escuchando que tenía que marcharse a Alemania porque su hermano mayor lo llamó diciéndole de que su abuelo estaba enfermo. No era que no me importase, pobre hombre, pero ¿tenía que irse? Joder, en un día tantas malas noticias.

—¿De verdad tienes que irte? Si quieres voy contigo. Mi padre me daría permiso y dinero con tal de que no le odie —ironicé alzando las cejas a la vez que ponía los ojos en blanco.

Sergio me miró con media sonrisa. Ahí estaba esa media sonrisa que no me gustaba nada, solo me traía problemas. Tenía una facilidad de convencerme que ni mi mejor amiga cuando quería que la acompañase al vestuario de chicos para ver cómo se duchaban. Ahí estaban, desnudos, mojados... <<Calla que te pierdes>>, pensé. Negué para borrar todo rastro de esos chicos en mi mente.

—No puedes venir, estás aún con los exámenes y no dejaré que suspendas por mi culpa. Además, en dos semanas como mucho estaré de vuelta, no te darás cuenta de que me he ido. —Puse morritos fingiendo enfado, algo que le gustaba a él demasiado.

Cada uno tenía su talón de Aquiles. Sergio me abrazó fuerte y ya todo daba igual. Ninguna palabra más hacía falta. Yo lo amaba, lo amaba con toda mi alma, pero él se iba y por mucho que me jurase de que volvería, una parte de mí sabía que eso no sería así.

A la mañana siguiente estábamos en el aeropuerto, su vuelo salía en una hora y había llegado el momento que tanto me estaba costando, la despedida. No quería que se fuera, incluso le rogué que no lo hiciera, pero de nada sirvieron mis súplicas porque al final se iría de todos modos. Había sido tan bonito estar entre sus brazos la noche anterior, cómo me hizo el amor por última vez.

—No me iré para siempre Lucía... En dos semanas estaré aquí, te lo prometo —aseguró encerrándome entre sus brazos con tanta fuerza que su corazón y el mío se habían unido mucho más.

Era una estupidez lo que estaba pensando, ni siquiera debería creer que no iba a volver. Sergio volvería en dos semanas, me lo había prometido, él cumplía sus promesas, pero ¿por qué tenía esta sensación de que no volvería a verle nunca más? ¿Por qué creía que todo acababa aquí y ahora? Cogió mis mejillas y besó mis labios con dulzura. Las lágrimas querían salir, querían demostrarle cuan rota estaba por dentro, pero me hice la fuerte, la dura a la que no le importaba nada. Qué estúpida era, igualmente las lágrimas hicieron de las suyas y anegaron todo a su paso. Sergio me secó cada una de ellas con sus dedos y besó cada rastro de tristeza, algo difícil de conseguir.

—¿Me querrás siempre? —Pregunté en un hilo de voz.

—Te querré eternamente —declaró haciéndome más daño aún.

Sus labios volvieron a unirse a los míos y tan solo unos segundos después se alejó, dejándome completamente destrozada, dejando mi boca desnuda, dejando mi corazón paralizado. No quise ver cómo se marchaba, como desaparecía entre la muchedumbre. Prefería quedarme con su última sonrisa, su último beso y su último te quiero.

Ese fue el último día que vi a Sergio, mi primer amor. Es decir, a mi único y verdadero amor.

Nuestro amor en primicia

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