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Los libros IV y V

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El comienzo del IV cuarto es una especie de coda del libro III. Tácito al describir a Roma como una ciudad conquistada expresa su habitual pesimismo sobre la condición humana y el patetismo dramático de los sucesos después de la victoria de los flavianos:

La ejecución de Vitelio marcó el final de las hostilidades más que el comienzo de la paz. Los vencedores recorrían Roma a la caza de los vencidos con un odio implacable; las matanzas llenaban las calles, los foros y templos estaban teñidos de sangre, pues degollaban por doquier a las víctimas que la suerte les ponía por delante. Luego, al aumentar el libertinaje, buscaban y arrastraban a los que se escondían. Al que veían que llamara la atención por su estatura o juventud lo degollaban sin distinguir a soldados y civiles. Esta crueldad provocada por los odios todavía [2] recientes se saciaba de sangre, pero después se transformó en codicia. No respetaban ningún lugar secreto o cerrado con el pretexto de que allí se ocultaban los vitelianos. Ese era el comienzo del allanamiento de casas y, si encontraban resistencia, esa era la excusa para matar. Los más pobres de la plebe y los peores esclavos no perdían la ocasión de traicionar rápidamente a sus dueños ricos. Otros eran denunciados por sus amigos. Por todas partes se oían lamentos, gemidos: era la suerte de [3] una ciudad conquistada, hasta el punto de que se echaba de menos la odiosa indisciplina anterior de las tropas de Otón y Vitelio. Los generales flavianos eran entusiastas para desencadenar una guerra civil, pero incapaces para controlar la victoria, pues en los disturbios y conflictos los peores son los que más pueden, mientras que la paz y la tranquilidad requieren buenas condiciones.

El libro IV, que vuelve a la tradición analística de exponer el material histórico por años, narra los acontecimientos internos y externos (domi militiaeque) acaecidos en el año 69 (hasta IV 37) y del año 70 (a partir de IV 38). Unos pocos días antes de finales del 69 Muciano llegó a Roma y el Senado concedió a Vespasiano todos los honores imperiales (Lex de imperio Vespasiani, ILS 244). En los asuntos de Roma Tácito fija su mirada en el estoico Helvidio Prisco, yerno de Trásea Peto, y en el delator Eprio Marcelo, quienes defendieron posturas opuestas en el asunto de enviar delegados a Vespasiano. Prisco proponía que los delegados fueran elegidos individualmente por los magistrados bajo juramento, mientras Marcelo defendía el sorteo de acuerdo con la moción del cónsul electo. Tras sendos discursos, reproducidos por Tácito en estilo indirecto (oratio obliqua) , Marcelo ganó, porque era lo que convenía al interés tradicional de los senadores. Tras narrar acontecimientos en Roma, Tácito se adentra en el año 70 («Entretanto Vespasiano, por segunda vez, y Tito iniciaron el consulado in absentia , al tiempo que Roma se encontraba deprimida y angustiada por una multiplicidad de temores»), repasando de nuevo los sucesos internos de Roma, especialmente las decisiones del Senado (IV 38-47) y los acontecimientos externos, empezando por África (IV 48-50) y Alejandría (IV 51-53).

Una gran parte del libro IV está dedicada a la revuelta de los batavos a lo largo del Rin, encabezada por Julio Civil (IV 54-79 y también en V 14-26), quien se había rebelado contra Vitelio aparentando apoyar a Vespasiano, pero, cuando este asumió el poder, Civil se declaró en abierta rebeldía contra Roma. Su ideal era crear un imperium Galliarum , independiente de Roma. La narración continúa en el libro V, en el que se cuenta la lucha que contra Civil mantuvieron Petilio Cerial y Annio Galo, generales nombrados para tal misión por Muciano. El libro queda cortado en el capítulo 26, por lo que no conocemos el destino final de Civil, aunque sabemos que los batavos volvieron a ser aliados de Roma y sirvieron junto a sus ejércitos.

El resto del libro IV (80-86) trata especialmente de Muciano y Vespasiano, aunque también en menor medida de Antonio Primo y Domiciano. Antonio Primo fue apartado del poder por Muciano y optó por marcharse junto a Vespasiano, que andaba por Alejandría entretenido en milagros y augurios favorables. Tras una digresión sobre el dios Serapis, Tácito vuelve a Muciano y Domiciano, que se habían dirigido hacia Lugduno para participar en la revuelta de los batavos. Domiciano fracasó en su intento de protagonizar acciones militares y se retiró de la escena pública para esperar tiempos mejores. Pero el carácter real del hijo de Vespasiano y hermano de Tito no escapó al análisis reflexivo de nuestro historiador (IV 86, 2):

Bajo un manto de sencillez y moderación se encerró en sí mismo y simuló interés por las letras y amor a la poesía, con el objetivo de ocultar sus pensamientos y evitar competir con su hermano, cuya forma de ser, distinta a la suya y más amable, la interpretaba al revés.

El libro V trata de la campaña de Tito en Judea contra los judíos, cuya historia traza en una famosa digresión sobre su historia, costumbres y religión (V 2-9). Sigue con el asedio y conquista de Jerusalén antes de regresar al Rin para continuar con la revuelta de los batavos (V 14-26), tratada más arriba.

Historias. Libros I-II

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