Читать книгу Historias. Libros I-II - Publio Cornelio Tácito - Страница 17

LA COMPOSICIÓN DE LAS «HISTORIAS » 47

Оглавление

La forma de escribir historia de Tácito ha recibido varias interpretaciones. Unos destacan la presentación visual de las escenas narrativas; otros piensan que Tácito nació para ser un poeta trágico 48 que cuenta los hechos como si estuviera escenificando los acontecimientos; hay quienes ven en nuestro historiador a un poeta en prosa con profundas influencias del divino Virgilio; y no falta razón a quienes, partiendo de los anteriores, interpretan la forma de escribir de Tácito como pictórica y dramática, cercana a veces a la técnica cinematográfica de presentar los hechos. Todas estas diversas interpretaciones vienen a subrayar la variedad de Tácito en la selección del material, en la forma de tratarlo, en el plan de la obra y en la disposición de la misma.

El material de Tácito incluye la historia de los emperadores, la política del Senado romano y las guerras internas y externas. A ello hay que añadir otros temas tangenciales que el historiador trata a modo de digresiones, unas surgidas de lo que se esté tratando y otras puramente ornamentales, y otras hacen las veces de comentarios o interpretaciones del propio historiador. Al primer tipo pertenecería la larga digresión sobre la historia y costumbres del pueblo judío en el libro V 2-9; al segundo tipo correspondería la digresión sobre el falso Nerón en II 8-9; y al tercer tipo se adaptaría el repaso a la historia de Roma en II 38.

El tono que Tácito emplea en su narrativa es muy variado y va desde el meramente descriptivo, cercano a unas típicas Memorias históricas (p. e., III 1), hasta el tono extremadamente patético del saqueo de Cremona (III 33) o la descripción del campo de batalla después del segundo enfrentamiento en Bedriaco, citado antes (II 70).

Tácito comienza las Historias según la forma analística, es decir, año a año, siguiendo la tradición de los historiadores romanos desde época arcaica 49 . Sin embargo, en los libros I y II el foco de atención está en Galba, Otón y Vitelio más que en la narración de los sucesos de Roma y las provincias, como es el caso del libro IV. Se podría pensar que el plan de las Historias viene marcado por los protagonistas y no por los acontecimientos: Galba, Otón y sus generales, Vitelio y sus comandantes, Vespasiano junto a Muciano y Antonio Primo, o Civil en la revuelta de los batavos.

Uno de los fines de la historia, tal como la entendían los antiguos, es enseñar a los hombres, a partir de los hechos del pasado, a llevar una vida digna y honrada: historia magistra vitae . En Roma la historiografía desarrolló de manera especial esta función moralizante, es decir, que el conocimiento de los hechos pasados puede ayudar a la formación del carácter moral de los individuos. De ahí que los historiadores romanos en general y Tácito en particular ofrezcan exempla del pasado «para que no permanezcan en silencio las virtudes y para que se tenga miedo a la infamia de la posteridad por las palabras y acciones perversas» (Anales III 65, 1). De buenos ejemplos, resume Tácito unos pocos en Historias I 3, 1: «Esta época no fue tan estéril en virtudes como para no brindar también nobles ejemplos. Hubo madres que acompañaron a sus hijos en su huida, esposas que siguieron a sus maridos al exilio. Hubo parientes valientes, yernos leales y esclavos de fidelidad inquebrantable incluso a prueba de tortura. Hombres ilustres se vieron en el último trance, trance que sobrellevaron con valentía, y se produjeron desenlaces fatales comparables a las muertes ilustres de la antigüedad». Y de malos ejemplos, la obra de Tácito está repleta, empezando por la inutilidad de Galba, la ambición de Otón y la cobardía de Vitelio.

Ahora bien, ¿es fiable Tácito como historiador? Desde luego, él siente la obligación de decir la verdad y toda la verdad, como proponía Cicerón 50 (Sobre el orador , II 62: quis nescit primam esse historiae legem, ne quid falsi dicere audeat? Deinde ne quid veri non audeat?) Y el mismo Tácito proclama su vocación de imparcialidad (I 1, 3: «quienes hacen profesión de una honestidad insobornable deberán hablar de cada cual sin parcialidad y sin odio») en aquellos tiempos irrepetibles, «en los que se puede pensar lo que se quiere y decir lo que se piensa» (ubi sentire quae velis et quae sentias dicere licet) . Claro que todos los historiadores, desde Tucídides hasta Salustio, hacían la misma profesión de fe en la verdad histórica. Y a Tácito se le ha echado en cara que presente el siglo I d. C. como una época de oscuridad, degeneración y opresión, cuando en realidad se vivieron durante dicho siglo tiempos de prosperidad con Tiberio, Nerón, Vespasiano y Domiciano. No se olvide tampoco cómo Tácito presenta en los Anales un cuadro muy negativo de Tiberio, sanguinario, rencoroso, hipócrita, que no se corresponde enteramente con la verdad.

Historias. Libros I-II

Подняться наверх