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LAS FUENTES 33

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Cuando Tácito escribió la historia de los años 69-70 en la primera década del siglo II d. C., habían pasado solo treinta años. Eso significa que pudo consultar fuentes documentales, como los archivos, los Commentarii principum , las Acta Diurna , los Fasti y, sobre todo, las actas del Senado (Acta senatus) y pudo escuchar no pocos testimonios de personajes todavía vivos, como los de Verginio Rufo, Arrio Antonino o su suegro Agrícola, además de Plinio el Joven, que mantuvo con Tácito una frecuente correspondencia 34 .

Flavio Josefo comenta que hubo muchos autores que escribieron sobre los años 68-69 (La guerra de los judíos IV 492-496) y el mismo Tácito alude a scriptores temporum (II 101, 1) que proliferaron durante el imperio de los Flavios. Tenemos noticia de la existencia de unos Commentarii o Memorias del emperador Vespasiano (JOSEFO , Autobiografía LXV 342; Contra Apión I 10), de un poema que Domiciano compuso sobre el asedio al Capitolio (MARCIAL , V 7, 7), de unas memorias del rétor Julio Segundo, secretario personal de Otón (PLUTARCO , Otón IX 3), de una biografía de Annio Baso a cargo de Claudio Polión (PLINIO EL JOVEN , Cartas VII 31, 5) y de otra de Helvido Prisco elaborada por Herennio Seneción (Agrícola , II 1; PLINIO EL JOVEN , Cartas VII 19, 5), de una obra de Titinio Capitón sobre la muerte de hombres famosos (PLINIO EL JOVEN , Cartas VIII 12, 4), y de las Memorias de Vipstano Mesala (Historias III 28, 1). También se citan como fuentes de Tácito obras de los generales otonianos Vestricio Espurina (PLINIO EL JOVEN , Cartas III 1, 7) y Mario Celso 35 .

Tácito solo nombra a dos autoridades en las Historias . En la anécdota de un hijo que mata a su propio padre en la batalla de Cremona (Historias , III 25, 2) cita como fuente a Vipstano Mesala, uno de los protagonistas del Diálogo de los oradores , y un poco después (III 28, 1) también alude a Mesala y a Plinio el Viejo como autoridades para refrendar el hecho de que Hormo o Antonio Primo pusieran ante los ojos de los soldados el saqueo de Cremona para levantar su moral. Parece que también le sirvió de fuente la Historia que escribió Plinio el Viejo en treinta libros (A fine Aufidii Bassi) , hoy perdida 36 , sobre el principado de Nerón, las guerras civiles y el imperio de Vespasiano 37 . Tácito debió de haberse valido también de otras fuentes, como Fabio Rústico 38 y Cluvio Rufo 39 , quien escribió en época de Vespasiano una historia de Roma 40 desde Calígula hasta las guerras civiles del 69. Además, el mismo Gayo Licinio Muciano 41 , lugarteniente de Vespasiano, escribió unos Mirabilia o Maravillas , citadas a menudo por Plinio el Viejo como una fuente de su Historia natural .

Algunas veces Tácito alude a sus fuentes con los términos «escritores» (scriptores) o «autoridades» (auctores) , como en II 37, 1; 101, 1; III 29, 2; 51, 1; IV 83, 1; V 3, 1. Lo normal era que Tácito se refiriera a sus fuentes con frases como «muchos han transmitido» (multi tradidere en III 59, 3; 54, 3), «así lo hemos recibido» (sic accepimus , III 38, 1), «hay dudas sobre» (hic ambigitur , I 42; III 71, 4) o «se cree, se dice» (tradunt , I 41, 1). Esto indica que Tácito tuvo en cuenta diferentes autoridades en la composición de sus Historias y no dependió de una sola fuente común a todos los historiadores de esta época, según la ley de Nissen 42 , aplicable a Tito Livio, que siguió a Polibio en los asuntos del Este que narra en los libros 31-45 de su Historia de Roma (Ab urbe condita) . Más bien habría que hablar de una fuente predominante (ese ignotus o desconocido precedente) como quiere Goodyear 43 , a partir de la cual nuestro historiador iba coloreando, elaborando y dando nueva forma al material recibido.

Por otra parte, se conservan obras de diferentes autores que narran los mismos acontecimientos que Tácito 44 . Es la llamada «tradición paralela». Son Flavio Josefo (Bellum Judaicum) , Plutarco (Galba y Otón) , Suetonio (Galba, Otón, Vitelio, Vespasiano) y Dión Casio (Historia de Roma LXIV-LXV en excerpta y epítomes). Se cree que esta tradición paralela procede de una fuente común, como se observa en algunos pasajes, como el suicidio de Otón (Historias II 47-51; Plutarco, Otón XV-XVII; Suetonio, Otón IX 3-XII 2; Dión Casio, LXIV 11-15), la batalla de Bedriaco (Historias II 39-44; Plutarco, Otón XI-XIV; Suetonio, Otón IX; Dión Casio, LXIV 10, 2-3), la visión horripilante del campo de batalla de Bedriaco (Historias II 70; Suetonio, Vitelio X 3; Dión Casio, LXV 1-3) o la proclamación de Vespasiano como emperador (Historias II 80, 1; Josefo, Guerra contra los judíos IV 601-604; Suetonio, Vespasiano VI 3; Dión Casio, LXV 8, 4). Los detalles de las diferentes narraciones varían, pero la información general es la misma 45 . Veamos un ejemplo: el final de Galba, narrado por Plutarco (Galba , XXVI-XXVII), Tácito (Historias I 41), Suetonio (Galba XX) y Dión Casio (LXIII 6, pero solo un resumen). La fuente es común, pero el tratamiento es diferente, porque diferentes son los géneros literarios (historia y biografía), además del estilo y vigor narrativo de cada cual.

Plutarco, Galba XXVI 8-XXVII 1-3:

Ninguno quiso defenderlo u oponerse, excepto un solo hombre [8] que veía en Galba al único digno del poder romano entre tantos miles que vieron el sol. Fue el centurión Sempronio Denso, un simple centurión que no había sacado un provecho particular de parte de Galba, pero que estaba dispuesto a defender el bien y la justicia, el que se puso delante de la litera. Al principio [9] alzó el látigo con el que castigan los centuriones a los que merecen esos golpes, gritaba a los que se lanzaban al ataque y les pidió que respetaran al emperador. Después, totalmente rodeado, desenvainó su espada y se defendió durante mucho tiempo, hasta que cayó herido en las piernas. XXVII Voltearon la litera de Galba cerca del lago llamado Curcio. Galba, cubierto con su coraza, cayó fuera de ella y los soldados corrieron a golpearlo. Él, ofreciendo su cuello, dijo: «Hacedlo si esto es lo mejor [2] para el pueblo de Roma». Recibió muchos golpes en sus brazos y en sus piernas, pero quien lo decapitó, como así afirma la mayoría, fue un tal Camurio que formaba parte de la cohorte decimoquinta. Algunos dicen en sus obras que fue Terencio, [3] otros que Lecanio, otros que Fabio Fabulo. También dicen que, tras cortarle la cabeza, se la llevaron envuelta en una toga, porque por la calvicie no había por donde asirla. Sin embargo, después, como los que estaban con el asesino no deseaban ocultar el hecho, sino mostrárselo a todos como un acto de valentía, ensartó la cabeza en una lanza y, de esta forma, blandiendo la cabeza de este anciano y honesto emperador, pontífice y cónsul, como si se tratara de «Bacantes», salió a la carrera dando muchas vueltas y agitando la lanza por la que chorreaba sangre. (Trad. de Juan P. Sánchez)

Tácito, Historias I 41, 2-3; 43, 1:

[2] Junto al lago Curcio y debido al pánico de los porteadores, Galba cayó de la litera y acabó rodando por los suelos. De sus últimas palabras se nos han transmitido diferentes versiones dependiendo del odio o admiración que cada cual sentía hacia él. Unos cuentan que había preguntado humildemente qué había hecho para merecer esta desgracia y suplicaba unos pocos días para pagar el donativo. Los más relatan que ofreció voluntariamente la garganta a los asesinos, diciéndoles que actuaran y le asestaran el golpe si eso les parecía que era lo mejor para el Estado. [3] A los asesinos nada importó lo que decía. No hay constancia suficiente de la identidad del verdugo. Unos señalan al veterano Terencio, otros a Lecanio, pero la versión más extendida cuenta que Camurio, soldado de la legión XV, hincando la espada le vació la garganta. Los demás le mutilaron espantosamente brazos y piernas, pues tenía protegido su pecho. La mayoría de las heridas se las infligieron con fiereza y saña a un cuerpo ya degollado.

43. Nuestra época pudo contemplar a Sempronio Denso, héroe aquel día. Este centurión de la cohorte pretoriana a quien Galba había destinado a la escolta de Pisón se enfrentó puñal en mano a aquellos hombres armados, reprochándoles su crimen. Y, atrayendo hacia él a los asesinos ya con la mano, ya a voces, permitió la huida de Pisón pese a encontrarse herido.

Suetonio, Galba XX 1-2:

Hay quienes afirman que, cuando aquellos se lanzaron a la carga, exclamó: «¿Qué hacéis camaradas?, yo soy vuestro y vosotros míos», y que incluso les prometió un donativo. Pero la mayoría cuenta que les presentó voluntariamente el cuello, exhortándolos a hacerlo y a herirlo, puesto que así lo querían. Lo que podría parecer realmente asombroso es que ninguno de los presentes intentara ayudar al emperador, y que todos aquellos a los que mandara llamar hicieran caso omiso de la embajada, salvo un destacamento de soldados de Germania. Estos, a causa del beneficio que les había dispensado recientemente colmándolos de atenciones cuando se encontraban enfermos y sin fuerzas, corrieron en su auxilio, pero su desconocimiento de la ciudad les hizo equivocarse de camino y llegaron demasiado tarde. Fue [2] asesinado junto al lago de Curcio y abandonado allí tal como estaba, hasta que un soldado raso, que volvía de recoger su provisión de grano, tirando al suelo su carga, le cortó la cabeza; y, como no podía cogerla por los cabellos, la ocultó entre los pliegues de su ropa, luego le metió el dedo pulgar en la boca, y se la llevó a Otón. Este se la entregó a los vivanderos y a los siervos del ejército, que la clavaron en una lanza y la pasearon por todo el campamento, no sin hacer escarnio de ella… (Trad. de Rosa M.a Agudo)

Dión Casio. LXIV 6, 3-5:

[3] Galba se dirigió al Capitolio para ofrecer un sacrificio. Al llegar al centro del Foro romano jinetes e infantes le salieron al encuentro y allí en presencia de muchos senadores y una multitud de gente asesinaron a este viejo hombre, su cónsul, su sumo pontífice, su César y emperador; y después de abusar de su cuerpo de muchas maneras le cortaron la cabeza y la ensartaron en [4] un palo. Pues Galba había sido golpeado por una lanza en el mismo carro que lo transportaba y al inclinarse fuera de él fue herido y dijo únicamente lo siguiente: «Pero ¿qué mal os he hecho?» Y Sempronio Denso, un centurión, lo defendió cuanto pudo y finalmente, cuando no pudo conseguir nada, se dejó matar [5] sobre el cuerpo de Galba. Y he recordado su nombre, porque es el que más merece que se le recuerde. Pisón también fue asesinado y muchos otros, pero no porque acudieran en ayuda del emperador.

Cuando los soldados realizaron esta acción, cortaron las cabezas de sus víctimas y las llevaron al campamento de Otón y al Senado, de manera que los senadores, aunque se sintieron aterrados, se alegraron, etcétera.

En la narración de la muerte de Galba observamos similitudes y diferencias 46 . En general, coinciden en el relato, lo que demuestra que se valieron de una fuente común, pero tanto Tácito como Suetonio aluden a dos fuentes diferentes en el detalle de las últimas palabras que pronunció Galba («diferentes versiones» en Tácito; «hay quienes afirman» y «la mayoría cuenta» en Suetonio). Pero los relatos también presentan tres grandes diferencias:

1) Tácito (II 41, 2) y Suetonio (XX 1) transmiten las dos versiones de las últimas palabras de Galba, si bien Suetonio se vale de la cita directa y Tácito de la indirecta: a) por qué lo trataban tan mal y la promesa de un donativo y b) presentación de su cuello para que lo remataran. Plutarco (XXVII 1), en cambio, solo ofrece la segunda versión, mientras que Dión Casio (LXIV 6, 4) ofrece únicamente la primera.

2) Tácito (II 41, 3; 49, 1) cuenta la mutilación del cuerpo de Galba de forma breve en comparación con los relatos de Plutarco (XXVII 2-3), Suetonio (XX 2) y Dión Casio (LXIV 6, 4).

3) La historia del centurión Sempronio Denso es tratada de manera muy diferente. Plutarco (XXVI 8-9) y Dión Casio (LXIV 6, 4-5), de manera algo prolija, dicen que Denso defendió a Galba; Suetonio afirma que nadie ayudó a Galba (cf. Dión Casio, LXIV 6, 5), pues los únicos que lo intentaron, soldados de Germania, llegaron tarde. Tácito, sorprendentemente, cuenta la historia de otra forma, pues nos dice que Denso ayudó no a Galba, sino a Pisón (II 43, 1), el heredero adoptivo del emperador.

Tácito se distingue también de los autores de la tradición paralela por la información que los demás omiten. Destacan dos tipos de materiales: los discursos y la actividad en las provincias. Sirvan de ejemplos el discurso de Galba con motivo de la adopción de Pisón (I 15-16), no citado en ninguna otra fuente, o la información sobre las provincias en los capítulos 8-11 del libro I .

Los historiadores antiguos se informaban cuidadosamente de los hechos que se proponían contar, pero los disponían y los trataban a su modo, con la intención de no faltar a la verdad, pero también con el objetivo de ofrecer ejemplos de buen o mal comportamiento y con la intención de atraer la atención de un público que deseaba aprender divirtiéndose con el fondo y la forma de las historias que oía. Los biógrafos, además, se detenían en los detalles y los chismes. Pero ninguno de los que narraron la muerte de Galba fueron capaces, por ejemplo, de resumir toda una vida de emperador en un final acúleo de seis palabras (II 49, 4), dignas de ser sopesadas y pensadas, no de ser traducidas: omnium consensu capax imperii nisi imperasset .

Cualquiera que haya sido la fuente o fuentes de Tácito para elaborar sus Historias , su sello personal se hace evidente en la presentación dramática de los hechos, en la concisión con que nos tiene concentrados para seguir el hilo y en sus juicios morales de aplicación universal.

Historias. Libros I-II

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