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Batallas y escenas después de la batalla 106

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La descripción de una batalla naval o terrestre era un ejemplo típico de écfrasis retórica y Tucídides (batallas navales de Patras y Naupacto en II 83-84) 107 era citado por los retóricos como el modelo. Las batallas por tierra son tratadas por Aftonio (XLVI 21), Hermógenes (XVI 17) y Libanio (VIII 460-4). Los retóricos aconsejan claridad (saphéneia) y viveza (enárgeia 108 ) como las virtudes principales de tales descripciones, de manera que se narren las batallas como si estuvieran delante de los ojos del oyente. Invitan, además, a concentrarse en los hechos esenciales y hacer rápidas transiciones de un motivo a otro. Los tópicos en este tipo de descripciones eran numerosos: la posición geográfica, la concentración de los ejércitos, la disposición de los mismos en el campo de batalla, las arengas de los generales, la distinción entre defensores y agresores, los miedos previos a la acción, la lucha, la victoria, la huida de los vencidos, la celebración de la victoria, los trofeos y la visita de los generales al campo de batalla al día siguiente de su celebración.

Lógicamente, Tácito no sigue fría y escrupulosamente todos y cada uno de los motivos prescritos por los retóricos, pero, al leer la emboscada en Cástores (II 24-27), la batalla en el río Po (II 34-36), las batallas de Bedriaco (II 39-45; III 26-35) o el asalto a Cremona (III 21-30) 109 , aparecen todos y cada uno de los tópicos señalados antes. Las descripciones de tales batallas pueden degustarse para deleite del lector (delectatio lectoris) 110 como piezas autónomas.

Otro motivo frecuente es el de la escena después de la batalla para contemplar sus consecuencias 111 . Los generales y sobrevivientes inspeccionaban los campos de batalla al amanecer del día siguiente 112 . Salustio (Conjuración de Catilina LXI) invitaba a los lectores a imaginar el campo de batalla de Pistoya después de un enfrentamiento encarnizado entre las huestes de Catilina y el ejército romano. Titio Livio cuenta la visita de Aníbal al campo de batalla de Cannas (XXII 51, 5-6, 9) y Tácito (Anales I 61-62) describe la visita de Germánico y sus soldados al bosque de Teutoburgo, donde fueron diezmadas las tropas de Quintilio Varo en el año 9 d. C. Y el mismo Tácito (II 70) nos cuenta la visita de Vitelio al campo de batalla de Bedriaco. En todos los ejemplos citados el cuadro que presentan los historiadores es lógicamente de horror, destrucción y muerte, un foedum spectaculum , como lo describió el mismo Tácito, a quien en su patética descripción le interesa resaltar la humanidad de los soldados y la crueldad de Vitelio. He aquí la escena de Bedriaco después de la batalla (II 70, 1):

Vitelio se desvió desde Ticino hacia Cremona y, tras presenciar el espectáculo de gladiadores organizado por Cécina, insistió en pasear por el campo de batalla de Bedriaco y contemplar con sus propios ojos las huellas de la reciente victoria. El espectáculo fue repulsivo y horrible. Menos de cuarenta días después del enfrentamiento, la visión era de cuerpos lacerados, miembros mutilados, masas putrefactas de hombres y caballos, la tierra infectada de sangre corrompida y una terrible devastación que había arrasado árboles y cultivos.

Y como Tácito aprovechaba cualquier oportunidad para entrar en el alma de sus personajes, no se resiste a lanzar un dardo envenenado contra Vitelio, a quien despreciaba profundamente por su inutilidad y crueldad cobarde (II 70, 4):

Vitelio, sin embargo, no desvió su mirada ni sintió horror ante tal multitud de ciudadanos sin sepultar. Incluso estaba contento e, ignorante de la suerte tan cercana que le esperaba, ofreció un sacrificio a los dioses del lugar.

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