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Arquitecta de políticas de igualdad

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Bibiana Aído Almagro

Exministra de Igualdad

Si tuviera que quedarme con una sola cosa de la etapa que estuve al frente del primer Ministerio de Igualdad de la historia de España sería con el equipo que tuve la suerte de dirigir. Un equipo dedicado, comprometido, creativo y resiliente, que logró no solo poner en marcha una nueva institución, sino liderar muchos de los cambios y transformaciones para mejorar la vida de las mujeres en el país, de los que disfrutamos hoy.

Isabel Martínez, como Secretaria General de igualdad, jugó un papel clave en ese equipo y fue un pilar básico para el cumplimiento de la difícil tarea que nos había sido encomendada.

Como experta en políticas públicas de igualdad, Isabel fue la arquitecta de la consolidación de la institucionalidad de género. Conocedora de los estándares internacionales (no había convención, norma o comité que se le resistiera) tuvo la habilidad de trasladar todo ese conocimiento a la realidad nacional creando estructuras de funcionamiento que posibilitaron alcanzar muchos de los objetivos que nos habíamos planteado. Su contribución fue esencial para el diseño y la implementación de la perspectiva de género en las políticas públicas y para impulsar acciones que permitieron promover cambios estructurales.

Isabel ha documentado y sistematizado toda esa experiencia en su reciente tesis doctoral, en cuya escritura y lectura ha demostrado una enorme solvencia académica. Una tesis sobre la institucionalización de las políticas de igualdad en España, su relación con el contexto europeo y en concreto sobre los años del primer Ministerio de igualdad (2008–2010) que ha abordado de un modo profesional, con solidez técnica, madurez y esfuerzo, evitando cualquier atisbo de lo que supuso para ella en lo personal y sentimental. Un trabajo que debería ser de obligada lectura para cualquiera que realice estudios de género en nuestro país.

Escribir sobre Isabel es hacerlo sobre una persona que nunca se rinde. Una mujer hecha a sí misma, luchadora incansable desde su niñez, siempre con capacidad de superación, resiliente, organizadora nata, trabajadora sin horario, una autentica cuidadora de los demás que debería encontrar más tiempo para cuidarse a sí misma. Sí, ¡el autocuidado!, esa gran asignatura pendiente para tantas, lo es también para Isabel.

Ella era, es y será siempre una activista por los derechos de las mujeres y también un activista de los derechos de las personas más vulnerables, de quienes tienen capacidades diferentes, de la población LGTBI, de la población gitana, de las personas que sufren discriminación, de quienes menos tienen. Es una defensora de derechos, siempre dispuesta a entregar su conocimiento y experiencia y a poner sus capacidades, recursos y tiempo al servicio de los demás.

Es además una mujer creativa, divertida, ocurrente, quien siempre encuentra una palabra de ánimo y de esperanza justo en el momento en el que más se necesita. Recuerdo que podía estar desarrollando una política pública al tiempo que negociaba una ley, peleaba por un presupuesto, organizaba un evento internacional, y hacía de psicóloga y terapeuta del equipo que la acompañaba. Una mujer capaz de llevar a cabo varias tareas importantes al mismo tiempo y que nunca dejaba al margen la humanidad y empatía con la gente de alrededor. Ese lado humano que acompaña a la gente grande con mayúsculas, que solo tienen quienes no le temen a ejercer el poder de manera diferente, quienes no le tienen miedo a afrontar grandes desafíos manteniendo el humor, la alegría y la ternura.

Isabel era también una optimista radical, a pesar de su inteligencia tenía un punto de ingenuidad que la llevaba a pensar que todo el mundo era bueno y que los principios e ideales compartidos eran condición suficiente para remar en la misma dirección y apoyarse sin condiciones. Esto a veces tuvo sus costes, sobre todo en lo personal, fueron muchas las decepciones que sufrió y muchos los jirones de piel que dejó en el camino, en ocasiones observaba con asombro e incredulidad, como si fuera una espectadora y no una de las protagonistas, que estábamos haciendo parte del recorrido mucho más solas de lo que era capaz de aceptar. Tenía esa tendencia a minimizar los problemas, a buscar el lado positivo a la más grande de las afrentas, a quitar importancia a los ataques furibundos y a las mil trabas que encontrábamos en el camino. Hoy considero que esa actitud fue crucial para mantener los ánimos altos, para no flaquear y para que fuéramos capaces de poner en marcha muchas de las iniciativas que emprendimos. Conseguimos muchas de las cosas que conseguimos porque no sabíamos que eran imposibles. Esa inocencia, audacia y mirada limpia representaron lo mejor de aquella etapa y la mejor fórmula para poder avanzar a contracorriente de manera efectiva.

Caminamos con paso firme desde las convicciones, las alianzas y la amistad sincera y profunda que sigue acompañándonos hoy y fortaleciéndonos día a día.

Espero que la vida siempre te sonría Isabel, que sigas encontrando espacios donde construir liderazgos para transformar realidades, que continúes viendo el mundo a través de los ojos de las mujeres, que persistas creyendo en las causas imposibles y que sigas soñando con el futuro sin renunciar a cambiar cada día el presente.

Todo mi afecto y admiración, amiga mía.

Una arquitecta del cambio social desde el activismo y las políticas públicas. Testimonios de rutas compartidas con Isabel Martínez Lozano

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