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La revolución descolonizadora del zapatismo

A partir de los intercambios en comunidades zapatistas y Juntas de Buen Gobierno durante la escuelita llevada a cabo en agosto de 2013, este capítulo busca indagar qué tipo de movimiento están construyendo, cuáles son sus principales características y qué enseñanzas pueden dejar para los demás movimientos emancipatorios de América Latina. Para ello se abordará una breve reconstrucción del marco en el que se produce la convocatoria zapatista, dando paso luego a la descripción y análisis de los rasgos considerados más destacados de la vida comunitaria, para finalizar con un conjunto de consideraciones más generales.

Una nueva etapa

La irrupción de cuarenta mil indígenas en cinco cabeceras municipales de Chiapas el 21 de diciembre de 2012 marcó el retorno del zapatismo al escenario político mexicano y mundial. La contundente, silenciosa y disciplinada movilización, mucho más numerosa que las acciones armadas del 1 de enero de 1994 con las que el EZLN se dio a conocer, mostraron el crecimiento cuantitativo del movimiento luego de siete años a la defensiva. Desde las elecciones presidenciales de 2006, que llevaron al gobierno a Vicente Fox mediante un fraude que impidió el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, el zapatismo se encontraba a la defensiva. Buena parte de la centroizquierda los acusaba de ser los responsables de la derrota del candidato opositor por haber llamado a sus bases a no votar.

Las masivas movilizaciones populares contra el fraude y las críticas frontales del subcomandante Marcos a López Obrador sellaron una distancia infranqueable entre las bases sociales de ambos sectores y sacaron durante largo tiempo al zapatismo de la agenda política y de la atención de los medios. Luego de años de invisibilidad y silencio, brevemente interrumpidos por comunicados ocasionales y algunas movilizaciones, la reaparición del zapatismo, en fecha significativa para las culturas mayas, se produjo pocas semanas después de la asunción del presidente Enrique Peña Nieto, que supone el retorno del PRI (Partido de la Revolución Institucional) al gobierno.

Desde su reaparición, el EZLN ha difundido decenas de comunicados, entre los que destacan dos largas series tituladas Ellos y Nosotros y L@s más pequeñ@s, donde anuncian los pasos a seguir, la nueva orientación estratégica y la concreción del primer objetivo trazado, que consiste en la realización de la escuelita.

La reaparición del EZLN combina la reafirmación de posiciones históricas (entre las que habría que destacar el rechazo al escenario electoral y a la construcción de organizaciones homogéneas y centralizadas) con nuevos desarrollos que implican una relación diferente con sus bases de apoyo fuera de Chiapas y, sobre todo, un modo novedoso de intervención entre los sectores populares que consiste en mostrar lo que han sido capaces de construir, que en realidad es enseñar un camino propio y diferente para transformar el mundo.

En las líneas que siguen pretendo trazar de modo muy sintético una descripción de las continuidades y los cambios en la política zapatista. Las primeras se pueden sintetizar en una visión del mundo por fuera de los marcos institucionales y del tipo de organizaciones a construir, mientras que los segundos muestran el nacimiento de una práctica revolucionaria que va más allá de la prefiguración de un mundo nuevo, anclada en la construcción de ese mundo aquí y ahora.

Los primeros cuatro comunicados de la serie Ellos y Nosotros definen los enemigos a combatir, es decir, contra qué luchan. Básicamente, el sistema capitalista, pero también la clase política que lo sostiene, que incluye tanto a la derecha como a la izquierda. El comunicado «La Sexta», dirigido a los adherentes, reafirma también algunas ideas básicas de la organización: «Nuestro pensamiento no es el de construir una gran organización con un centro rector, un mando centralizado, un jefe, sea individual o colegiado» (EZLN, 2013a). Defienden la unidad de acción, pero no como resultado de organizaciones piramidales, sino respetando los modos de hacer de cada integrante. No es la primera vez que el EZLN formula esta idea, pero ahora lo hace de un modo muy explícito. En el mismo comunicado profundizan su concepción sobre las organizaciones tradicionales:

Nosotros estamos convencidos de que todo intento de homogeneidad no es más que un intento fascista de dominación, así se oculte con un lenguaje revolucionario, esotérico, religioso o similares. Cuando se habla de «unidad», se omite señalar que esa «unidad» es bajo la jefatura del alguien o algo, individual o colectivo. En el falaz altar de la «unidad» no solo se sacrifican las diferencias, también se esconde la supervivencia de todos los pequeños mundos de tiranías e injusticias que padecemos. (EZLN, 2013a)

Es posible que este análisis sea consecuencia de la experiencia vivida con los partidos de izquierda que participaron en La Otra Campaña a lo largo de 2006, con los que tuvieron no pocos desencuentros. Tanto los partidos de izquierda como la mayor parte de los intelectuales tomaron distancia del EZLN ante lo que consideraron una actitud excesivamente crítica hacia la campaña de López Obrador, precisamente porque apuestan a la «unidad» de las izquierdas y a la vía institucional para hacer política. En el mismo comunicado anuncian que no volverán a caminar junto a los que se acercaron para sacar provecho político de La Otra Campaña pero «se desaparecen cuando llegan los chorros de agua de los tanques antimotines»; tampoco con los que «aparecen cuando hay templetes […] y se desaparecen a la hora del trabajo sin bulla». A su vez, denuncian a «los profesionales de las asambleas, sus técnicas y tácticas para reventar reuniones de modo que solo ellos, y quienes les siguen, queden para aprobar sus propuestas».

Frente a esas prácticas que definen como vieja cultura política, se comprometen a no cooptar, reclutar, dirigir, subordinar ni usar a quienes trabajen en la Sexta, defendiendo «la diferencia, la heterogeneidad, la autonomía de los modos de caminar». Como consecuencia de lo que aprendieron en siete años de ostracismo, «haremos cambios en el ritmo y la velocidad del paso, sí, pero también en la compañía» (EZLN, 2013a).

En paralelo, reafirman su particular división del mundo entre «los de arriba y los de abajo», los que tienen y los que no tienen. Esta división del mundo no es clasista ni científica, pero tiene la virtud de que propone categorías que atraviesan todas las categorías: género, etnia, clase, sexualidad, raza, nacionalidad. Esa división del mundo va de la mano del deseo de construir espacios que tengan las mismas características que el mundo de los de abajo: «Rebelde, hereje, grosero, irreverente, molesto, incómodo» (EZLN, 2013a). Rechazan incluso el concepto de ciudadano, al que consideran «la identidad más tramposa», ya que borra las diferencias sociales. En este punto, el discurso zapatista recupera la tradición de resistencia anticolonial defendida por Frantz Fanon, quien destaca la existencia de «dos zonas», la del opresor y la del oprimido, que no tienen punto de contacto ya que para el explotado «no hay transacciones, no hay posibilidad de arreglo» (Fanon, 2011: 47). Mientras en la zona del ser la violencia contra los oprimidos es la excepción, en la zona del no-ser es la regla, lo que modifica de raíz el pensamiento y las prácticas emancipatorias, ya que una teoría de la revolución nacida en la zona del ser no puede tener pretensión de universalidad.

Esta opción ya había sido tomada durante la gira que Marcos (entonces delegado Zero) inició el 1 de enero de 2006 en el marco de La Otra Campaña, viajando miles de kilómetros para encontrarse con los más pequeños colectivos en los más remotos rincones del país, con la idea de contactar otros abajos para construir una amplia red de resistencia. Durante su gira priorizó, por ejemplo, el encuentro con un grupo de transexuales a la alianza con sólidas organizaciones de masas.

Una orientación contraria al pragmatismo electoral se reafirma en la última serie de comunicados, que se pueden sintetizar en la siguiente frase: «No queremos solo cambiar de gobierno, queremos cambiar de mundo». Y la apuesta a transformar la realidad desde abajo, por fuera del Estado y de las instituciones.

La comunidad por dentro

En la comunidad Ocho de Marzo, perteneciente al municipio Diecisiete de Noviembre, caracol Morelia, recibieron a quince alumnos que participaron en la escuelita. Me alojaron en la casa de la familia de Julián y Esther, que viven con sus cinco hijos a la vera de la carretera de tierra que conduce a Altamirano. La familia tiene una parcela de unas cinco hectáreas, con frijol, maíz, banano, hortalizas, frutas y gallinas. En el monte cuentan con una parcela con café, cuya cosecha venden para comprar ganado. Julián ingresó en 1989 en la organización clandestina. Marcelino fue mi guardián o Votán: traductor y acompañante permanente. Tiene 51 años e ingresó en 1987 en el EZLN.

En las noches nos juntamos a conversar y ambos rememoran las reuniones clandestinas mucho antes del alzamiento del 1 de enero de 1994, en remotas cuevas en la montaña, a las que decenas de zapatistas llegaban por la noche, mientras los patrones y sus capangas15 dormían. Caminaban toda la noche y apenas regresaban al amanecer para incorporarse al trabajo. Las mujeres les cocinaban tortillas a oscuras, para no levantar sospechas. Ambos aseguran que lo peor quedó atrás: el látigo del hacendado, la humillación, el hambre, la violencia y las violaciones de las hijas.

El 1 de enero de 1994 los hacendados huyeron y los capangas corrieron detrás. La comunidad Ocho de Marzo se organizó en la que fuera hacienda de Pepe Castellanos, hermano de Absalón Castellanos, teniente coronel, exgobernador y propietario de catorce fincas en tierras usurpadas a los indios. Su secuestro por el EZLN, en enero de 1994, fue la espita que precipitó la huida de los terratenientes.

La comunidad tiene más de mil hectáreas de buenas tierras, ya no deben trabajar en las laderas pedregosas y áridas, cultivan los alimentos tradicionales y, por recomendación de la comandancia, también hortalizas y frutas. No solo se liberaron del látigo sino que se alimentan mejor y consiguen ahorrar de un modo muy particular. Julián cosecha seis sacos de café, unos trescientos kilos, de los cuales deja un saco para el consumo familiar y vende el resto. Según el precio, consigue comprar con cada cosecha entre dos y tres vacas. «Las vacas son el banco, y cuando tenemos necesidad, vendemos», explican los comuneros.

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