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CONTRIBUCIÓN DE LOS PROCESOS

SENSORIALES Y EMOCIONALES PARA

LA VIVENCIA DE LA SERENIDAD

1 Definición descriptiva de serenidadEl tercer ejemplo de valor ético puede ser aquí el de la serenidad. Recojo aquí la definición que sobre ella ofrecí en otra ocasión (Rosal, 2014a).Entendemos por serenidad como actitud ética –y no como mero estado de ánimo- aquella que capacita para que la persona mantenga dicho estado de ánimo, o paz interior o actitud sosegada, no solo cuando las experiencias personales y del propio entorno social se desenvuelven sin problemas, sino también cuando la persona se encuentra implicada en situaciones conflictivas y de crisis o incluso fracasos existenciales. Y, a la vez, requiere que la persona no reprima o inhiba una fina receptividad sensorial e inteligencia emocional ante la realidad dolorosa y frustrante que le alcanza a ella misma o a otros seres humanos cuya felicidad le importa.Respecto a las formas insanas o distorsionadas de la serenidad, me limitaré a nombrar siete a las que acostumbro a referirme:La pseudoserenidad del escapistaLa pseudoserenidad del emocionalmente reprimidoLa pseudoserenidad del pasotaLa pseudoserenidad del inconscienteLa pseudoserenidad del irresponsableLa pseudoserenidad del sobreprotegidoLa pseusoserenidad del individualista insolidario

Aquí considero la serenidad auténtica como actitud personal, como virtud ética.

1 Lo sensorial y lo emocional en la vivencia de esta virtud

La aparente serenidad que pueda conseguirse a base de evitar la receptividad sensorial -principalmente por la ausencia de la mirada y la escucha- respecto a sucesos dolorosos o amenazantes es la que da lugar a varias de las formas de pseudoserenidad señaladas. En cambio, la serenidad auténtica la podrá vivir toda persona que -gracias a su clara receptividad sensorial y fluidez emocional para su vivencia profunda de sucesos dolorosos que puedan causarle sufrimiento a sí misma o a otras personas- sea capaz, a pesar de ello, de conservar un sentimiento básico de paz, sosiego, es decir, serenidad en lo profundo de su ser. ¿De qué forma podrá contribuir, la receptividad sensorial, al mantenimiento de esta actitud, a pesar de la vivencia emocional de frustraciones que deberían ser causa de su pérdida? Podrá ser, en este caso, precisamente la percepción sensorial –la mirada y la escucha- de personas dominadas por conductas y actitudes opuestas, concretamente:

 Por un constante sentimiento de agobio

 Por una tendencia excesiva a las quejas

 Por un acentuado pesimismo respecto al futuro o la ansiedad y miedos sin fundamento en la mayoría de los casos

Tras la percepción sensorial de la conducta verbal y no verbal de personas dominadas por estas actitudes y por los consiguientes sentimientos de desagrado, será fácil que se intuya que la experiencia humana, tanto individual como social, transcurrirá de forma claramente más satisfactoria si en la sociedad se da un claro predominio de personas que cultiven la actitud de la serenidad y no en el caso contrario.

También podrá haber suscitado atracción hacia esta actitud la contemplación del rostro y la escucha del diálogo de personas, que habiendo padecido situaciones dolorosas –y, a veces, incluso trágicas- habrán sabido conciliar su libre expresión verbal y no verbal de su profunda tristeza o indignación, con un sentimiento básico de serenidad, de paz, incluso de alegría, gracias, en muchos casos, a profundas convicciones desde una filosofía de la vida o cosmovisión que les habrá capacitado para ello.

Volviendo a lo referente a la contribución de los procesos sensoriales en la vivencia de la serenidad, el mantenimiento de esta lo logrará más fácilmente la persona que aunque no se abstenga de captar con su sensibilidad la realidad de sus vivencias dolorosas –por miedo, o indignación, o tristeza, según los casos, y de las circunstancias que las provocan- sepa también fijarse (a ser posible con atención profunda) en otro tipo de experiencias que impliquen logros, buenas noticias suscitadoras de alegría o esperanza. En el modelo de la Psicoterapia Integradora Humanista (Gimeno-Bayón & Rosal, 2016 y 2017), entre las patologías que hemos identificado respecto a la receptividad sensorial, señalamos precisamente la que denominamos falta de atención a elementos que aportan información relevante (más frecuente en el trastorno paranoide de la personalidad). Muy opuesto al trastorno de la persona que tendería a vivir una pseudoserenidad (del escapista o del emocionalmente reprimido) que, en este caso le atribuíamos un trastorno por bloqueo externo deliberado: supresión de información sensorial concreta (más frecuente en el trastorno de personalidad por evitación).

El lector podrá aquí considerar –en relación con la dolorosa experiencia colectiva de la pandemia del coronavirus a la que me he referido en el apartado anterior- cuáles serán las condiciones requeridas para mantener la serenidad auténtica, sin ningún tipo de pseudoserenidad, por parte de los que estarán sufriendo sus graves consecuencias. Podrá también tener presente el testimonio de muchas biografías o autobiografías, como también de estudios de Filosofía de la Historia, sobre las consecuencias humanizadoras positivas, para las personas, y para la ciencia, las artes y la espiritualidad, producidas en no pocos casos, tras acontecimientos que el filósofo Ortega y Gasset calificaba como “naufragios” inevitables en la existencia humana individual o colectiva. Ahora bien, la esperanza suscitadora de serenidad a la que pueden dar lugar estos testimonios pasaría a ser deshumanizadora si solo condujese a estar constantemente propagando, respecto a la pandemia, el mensaje “todo acabará bien” y aplaudiendo con alegría a toda persona que logra ser curada y despedida del hospital. Para que esta alegría y consiguiente serenidad fuese auténticamente humanizadora, la persona tendría que saber prestar también atención -acompañando en el sentimiento de duelo- a las personas que habrán estado sufriendo por la muerte de un ser querido, en muchos casos sin poder despedirse de él con una cercanía afectuosa.

Lo sensorial y lo emocional en la vivencia ética y en la espiritualiad

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