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LA CAPTACIÓN

AFECTIVO-COGNITIVA DE LOS VALORES ÉTICOS

La captación de lo valioso, requisito previo a toda apropiación personal de un valor ético concreto, es decir de toda virtud ética o actitud humanizadora, implica una capacidad psicológica, aunque no se reduce a ella. La podemos denominar la capacidad valorativa o proceso psicológico de valoración. Puede malograrse cuando el sujeto experimenta algún tipo de bloqueo de la misma, o también, recurriendo a conceptos utilizados por Cencillo (1977) para otros problemas, una vivencia distorsionada o dispersa de dicho proceso.

Si tenemos en cuenta qué entendemos por crecimiento personal, será más fácil explicar a qué nos referimos aquí cuando hablamos de la capacidad valorativa, entendida como capacidad valorativa sana.

Tal como hemos indicado en otro lugar (Rosal, 2003, p. 15) entendemos por crecimiento personal,

el proceso por el que se va logrando de forma singular e irrepetible el desarrollo armonioso del conjunto de potencialidades de todo ser humano y el ejercicio jerarquizado y también armonioso de la pluralidad de tendencias y aspiraciones que animan su existencia, todo ello en coherencia con un proyecto existencial flexible (adaptado a las diferentes circunstancias y edades de la vida), elegido de forma lúcida, libre y nutricia (respecto a uno mismo y a los otros), en concordancia con los valores nucleares de la persona, y abierto a la posibilidad de una realidad transpersonal.

A partir de este concepto de crecimiento personal, cuando aquí hablamos de capacidad valorativa entendemos la capacidad de discernir –en una situación determinada en la que el sujeto experimenta normalmente varias motivaciones o tendencias- cuál es la que en esa situación ve conveniente considerar prioritaria por su importancia, o tal vez por su urgencia. Este discernimiento o visión se llevará a cabo normalmente por la vía de lo que el filósofo Scheler (1948) denominó “intuición emocional”, y actualmente Solomon (2007) ha denominado “juicio evaluativo”, también de carácter intuitivo. Se trata por consiguiente de una actividad psicológica en la que se integran procesos afectivos y cognitivos.

A partir de una reflexión que sigue una metodología fenomenológica en la línea de filósofos y psicólogos como Max Scheler (1948), Dietrich von Hildebrand (1983), Nicolai Hartmann (1969, 1970 y 1972), y Philip Lersch (1974), la captación del carácter éticamente valioso de las virtudes de la solidaridad para la justicia, actitud agradecida, serenidad, actitud creadora, grandeza de alma, respeto al otro y cordialidad –a las que me refiero en este trabajo- lo percibo de forma inmediata, intuitiva, a través del sentimiento. Todos los autores citados en su Ética material o de contenidos, subrayaron la importancia de la intuición para la captación de los valores y de los sentimientos como canal afectivo-cognitivo. De las varias motivaciones o tendencias que conducen al sujeto hacia el ejercicio de diversas actitudes o conductas, el que disponga de capacidad valorativa sabrá discernir –normalmente por intuición emocional, o en algunos casos por reflexión razonada- cuáles de aquéllas favorecen su proceso de crecimiento personal (o autorrealización) y cuáles lo obstaculizan.

No pretendemos decir que en una determinada situación, considerada en abstracto, sólo haya una posible motivación (con el acompañamiento de actitudes y conductas) discernible como valiosa. Normalmente serán varias. Pero dado el carácter singular e irrepetible de toda existencia humana, como también lo peculiar de todo proyecto existencial (aunque normalmente sólo implícito), cabrá pensar en que pueda captarse la mayor relevancia o valor de una de las posibilidades.

Lo sensorial y lo emocional en la vivencia ética y en la espiritualiad

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