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LAMENTOS AL VIENTO

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Corría mayo de 1964 cuando entré en contacto por primera vez con la obra de Bertolt Brecht, médico, filósofo y escritor muy próximo al ideario marxista. Con veinte años casi todos nos creemos capacitados para lograr el bien de la humanidad y para ello solo consideramos válida la revolución. Intentábamos luchar contra el poder establecido porque, de una manera u otra, deseábamos establecernos en él. Pasan los años y con ellos todo cambia, pero… ¿es verdad?

Luchábamos por sentir en nuestra piel la libertad. Pasa el tiempo y observo que no todo cambia y el deseo de libertad vuelve a manifestarse cuando, por alguna circunstancia, la vemos amenazada. Miro a mis hijos, a mi nieto y me digo que no se puede consentir a nadie que intente privarnos ni un ápice de nuestra libertad. Miro a nuestro alrededor, contemplo a nuestros políticos y la manipulación a la que nos intentan someter continuamente y me digo que la lucha por evitarlo es algo que nos debemos a nosotros mismos y a los nuestros.

Pero solo no se puede; giro la vista a mi alrededor para saber cuántos más están y me parece ver una sociedad anestesiada y sin deseo de lucha. El control al que, nuestros políticos y demás poderes fácticos, intentan someternos parece no afectar a nadie sin darnos cuenta de que la relajación de costumbres acabó con todos los imperios anteriores a nosotros… y me acuerdo de Brech:

Primero vinieron a por los comunistas

Y yo no dije nada porque no era comunista

Luego vinieron a por los judíos

Y no dije nada porque no era judío

Luego vinieron a por los obreros

Y no dije nada porque no era obrero ni sindicalista

Luego vinieron a por los católicos

Y no dije nada porque era protestante

Y finalmente cuando vinieron a por mí

No quedaba nadie para protestar.

Ahora quieren destruir las emisoras de la COPE, atacan al diario El Mundo, posteriormente atacarán el ABC y así, sucesivamente, se construirá una cadena de control a todos los medios de comunicación para intentar silenciar la libertad, para intentar doblegar la voluntad de las gentes a través de la “no información” y de la desinformación, técnicas propias de los países comunistas.

¿Es ese el camino que recorreremos los españoles permitiendo que nuestros políticos amordacen nuestra voz, silencien nuestro pensamiento y anestesien nuestra razón?

Cuando sucesos como los que podemos ver a diario para silenciar la palabra no nos hagan enrojecer de ira y rabia.

Cuando el asalto a la libertad de expresión nos deje indiferentes sin producirnos el más mínimo asombro.

Cuando ataques a los medios de comunicación los recibamos con un simple movimiento de hombros, como manifestación de apocamiento e indiferencia.

Cuando ministros o poderes fácticos de cualquier gobierno, sea el que sea, utilicen todo su poder y todos los recursos del Estado sin que levantemos la voz para decir basta.

Cuando parlamentarios del Gobierno de España como pandilleros baratos de navaja, cadenas y “chupa de cuero” provoquen a los ciudadanos que han prometido servir y, además, pagamos sus altos sueldos, no sintamos el dolor del honor perdido por no responder a sus bravatas como merecen.

Cuando gentes de mal, dirigidas por partidos políticos, al estilo de la Alemania nazi, aunque no lleven camisa parda pero sí máscaras para ocultar su rostro cobarde, no despierten en nosotros el deseo de restaurar la dignidad que quieren arrebatarnos…

Pensaré en Shakespeare, something is rotten in the state of Denmark –algo huele a podrido en Dinamarca–, algo huele a podrido en España, y tendré que pensar que ese olor a podredumbre es el olor de la cobardía.

España y los españoles no nos merecemos semejantes políticos o ¿tal vez sí?

Hay algo peor que el pecado y es el pecado con alevosía. Hay algo peor que la ignorancia y es ignorar el hecho de ser ignorante. Con demasiada frecuencia hemos escuchado comentarios referidos al pueblo en los cuales se ensalza su inteligencia ¡El pueblo es sabio!

¿Cómo puede ser sabio un pueblo que permite ultrajes continuados a la libertad de expresión?

¿Cómo puede ser sabio un pueblo que día a día se traga las mentiras emitidas por los órganos de poder?

¿Cómo se puede observar el intento continuado por silenciar la voz de periodistas cuya finalidad última debe ser la información y formación sin decir ya está bien?

Es evidente que cada periodista tiene sus tendencias, su forma de interpretar los acontecimientos, como cualquiera de nosotros, y esa diversidad enriquece al que la recibe porque le permite analizar, discernir y concluir.

La libertad es el bien supremo del hombre y un intento de suprimirla debería constituir el paradigma de traición al ser humano. Algunos versos como estos le valieron a Miguel Hernández morir preso en una cárcel.

¿Quién ha puesto al huracán

jamás ni yugos ni trabas,

ni quién al rayo retuvo

prisionero en una jaula?

¿Quién osa poner trabas, yugos y jaulas a la libertad? Miro a mi alrededor y solo oigo silencio.

NOVIEMBRE 2005

El poder de la controversia

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