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Aventuras amazónicas

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Los paisajes de la Amazonía peruana estimulan, desde antiguo, representaciones múltiples. Desde los días del cine silente se convierten en territorios abiertos al registro y la exploración de los camarógrafos iniciales y en escenografías –naturales o recreadas– para el desarrollo de tramas aventureras que se replican hasta hoy.

Así, las selvas cobijan experimentos siniestros de científicos alucinados o albergan reductos de especies botánicas que destilan sustancias medicinales, pero también mortíferas. Junglas propicias para el exotismo y para dar refugio a los amantes. Canteras de riquezas infinitas pero sepultadas en algún recóndito templo centenario que es custodiado por tribus de indígenas que practican el canibalismo. Escenarios donde se representan historias de codicia y se actúan desafíos supremos. La Amazonía es destino de aquellos que ansían confrontarse consigo mismos mediante la práctica ritual del consumo de la ayahuasca, pero es también un territorio afectado por la minería ilegal, la tala irracional de árboles y otras formas de depredación de la naturaleza. Y es la cuna de ignotos pigmeos, según lo afirma un personaje de Dos semanas en otra ciudad (Two Weeks in Another Town, 1962), de Vincente Minnelli. Es, por último, el lugar en el mundo donde acaso se ubique El Dorado.

Empecemos por los “genios del mal”, villanos superdotados que se enseñorean como príncipes de la Amazonía peruana. Ahí ocultan sus laboratorios, convirtiéndolas en guaridas, y diseñan experimentos reñidos con la ética científica.

Es el caso de *Doctor Cíclope: El ogro de la selva (*Dr. Cyclops, 1940), personaje de una producción de Paramount Pictures realizada por Ernest B. Schoedsack, codirector de la célebre King Kong (1933) y responsable de El malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932), un clásico del cine fantástico.

La trama sigue a cuatro exploradores que buscan a un investigador extraviado en la selva peruana cuando estudiaba un asiento mineral de radio. En medio de la travesía reciben el llamado del doctor Thorkel, especialista en Física, poderoso señor en una porción considerable de la Amazonía peruana, pero limitado por sus problemas oculares.

El científico, encarnado por el actor Albert Dekker, posee la fórmula para reducir de estatura a los seres humanos y realiza experimentos perversos con ellos. Sus víctimas, empequeñecidas, lo contemplan, impotentes, percibiéndolo con la envergadura de un cíclope.

Veintiocho siglos después de que el cíclope cegado maldijese a Odiseo y a los suyos, el mito de Polifemo se reencarnó, gracias al cine de género, en otra zona volcánica (o, por lo menos, en su simulacro recreado en los estudios Paramount, situados en el número 5555 de Melrose Avenue, en Hollywood): los alrededores del volcán Ubanes (sic), en la selva amazónica del Perú. Allí es donde, en Dr. Cyclops (Ernest B. Schoedsack, 1940), tiene su refugio el enigmático Dr. Thorkel (Albert Dekker), científico excéntrico forjado entre las pesadillas tecnológicas del tiempo de entreguerras, que, tras descubrir un generoso yacimiento de radio en la zona, se aboca a experimentar con la miniaturización de los tejidos biológicos. (Costa, 2015, p. 152)

Cineasta curtido en el género del travelogue, director de Chang (1927), documental filmado en las selvas de Siam, Schoedsack filma *Doctor Cíclope: El ogro de la selva en los protegidos estudios cinematográficos de Paramount, lo que le permite ofrecer una imaginería tropical, de densa vegetación y apariencia a la vez ominosa y fantástica, fotografiada con esos verdes saturados propios del tecnicolor, procedimiento técnico que se usaba por primera vez en un filme de ficción científica.

La historia de *Doctor Cíclope: El ogro de la selva propicia el despliegue de efectos especiales sustentados en la sobreimpresión de imágenes y en la fotogenia del contraste entre las escenografías de gran tamaño, sus mobiliarios gigantes y las ínfimas tallas de las víctimas del genio del mal. Una técnica concebida para crear la ilusión de empequeñecimiento que se emplea también en películas como Muñecos infernales (The Devil-Doll, 1936), de Tod Browning; El hombre increíble (The Incredible Shrinking Man, 1957), de Jack Arnold; El ataque de los títeres humanos (Attack of the Puppet People, 1958), de Bert I. Gordon, entre otras del Hollywood de la era clásica (Hardy, 1986, p. 106).

Despreocupada por cualquier efecto realista o rigor testimonial, la Amazonía es aquí una heterogénea composición de montañas nevadas en sus cumbres, abismales corredores recorridos por pintorescos muleros y recodos adornados de fauna decorativa para simular la ambientación selvática. Las transparencias, retroproyecciones o back projections y los efectos visuales de miniaturización, agregan la dinámica del periplo riesgoso en la composición de las imágenes de esta fantasía de exotismo siniestro.

Dos personajes “peruanos” adquieren un perfil nítido en el relato: Pedro (Frank Yaconelli), atolondrado y asustadizo, es la pieza diseñada como soporte hilarante, haciendo de aborigen bufón, mientras el mulero Steve Baker (Victor Kilian) denota el carácter hosco, ventajista y aprovechador del sudamericano que ve oportunidades económicas en la visita del grupo de extranjeros.

Curiosa es la decisión de Schoedsack y del guionista Tom Kilpatrick, a poco de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, de imaginar a la selva peruana como cantera de un mineral que se convertiría en signo de una época, la del miedo atómico, y como teatro de operaciones de un científico “loco” y deicida empecinado en realizar experiencias de mutaciones moleculares.

David J. Skal, citado por Jordi Costa, refiriendo el encuentro de viejas mitologías y angustias creadas por el conflicto bélico, a propósito de *Doctor Cíclope: El ogro de la selva, dice en su libro Screams of Reason. Mad Science and Modern Culture:

La eclosión del átomo tuvo un resonante simbolismo que parecía plegar la ciencia moderna sobre la vieja alquimia. El uranio era la nueva piedra del filósofo, una sustancia que prometía poderes casi místicos sobre el mundo físico y los procesos vitales. (Costa, 2015, p. 157)

De producción modesta y bajo perfil, *Curusu, el terror del Amazonas (*Curucu, Beast of the Amazon, 1956), fue escrita y realizada por Curt Siodmak, alemán migrado a Hollywood, al igual que su hermano Robert Siodmak, uno de los maestros del film noir. En la cabecera del reparto se encuentran actores como John Bromfield, Beverly Garland y Tom Payne, presencias recurrentes en los filmes de bajo presupuesto, de serie B, de la empresa Universal.

Ellos son los protagonistas de una historia de aventuras filmada parcialmente en el Perú, a pesar de estar ambientada en la amazonía brasileña.

Los personajes llegan hasta la selva sudamericana en busca de las plantas medicinales cultivadas por las tribus indígenas reducidoras de cabezas. Esas plantas contienen poderosos componentes químicos que resultan compatibles con el tratamiento del cáncer. En el periplo, los exploradores llegan hasta una comunidad amazónica que vive aterrada por la presencia de Curucu, un ser maligno que adopta la forma de un ave. Pero el temido monstruo que recorre la Amazonía es en realidad la invención de un líder indígena que, aprovechando el miedo dominante, emplea técnicas de persuasión y un disfraz de probada eficacia para evitar que las comunidades de la zona se dediquen a la agricultura. Gracias al terror y al chantaje domina a la población para enfrentarla con los inversionistas extranjeros que promueven la explotación de las tierras de cultivo de esa región. Los protagonistas de la película se encargan de desenmascarar al farsante manipulador y de restablecer la paz en el lugar.

De producción británica, *Womaneater (también conocida como The Woman Eater, 1958), de Charles Saunders, involucra a las tradiciones incaicas en las experiencias fantásticas del doctor James Moran (George Coulouris), cuyas prácticas exceden las fronteras de lo permitido por la ciencia, como infundir vida a seres muertos hace mucho tiempo, proporcionándoles la inmortalidad. Para ello emplea un suero extraído de una planta carnívora in- mensa, cultivada en las selvas amazónicas por los descendientes de los incas.

Es una planta que mantiene algunas preferencias singulares: solo se alimenta de bellas jóvenes. Por supuesto, el doctor Moran, que es asistido por un integrante de la tribu heredera del legado inca, ahora inmigrante en el Reino Unido, ve el fracaso de su empeño, que queda fuera de control. Su búsqueda de mujeres jóvenes, a las que asesina para aplicarles el suero revivificador, se tranforma en una pesadilla cuando las experiencias del científico, transformado en aprendiz de brujo, generan a una zombi descontrolada y devoradora.

El villano oriental Fu Manchú es un personaje creado por el novelista inglés Sax Rohmer. Aparece en 1913 y se convierte en la encarnación camp del “peligro amarillo” gracias a sus atuendos de mandarín chino, su aspecto filiforme y sus gestos de refinada hipocresía.

Sus maléficas intervenciones, destinadas a sembrar el caos en la civilización occidental, siempre combatidas por su némesis, el investigador de Scotland Yard llamado Denis Nayland Smith, se llevan al cine en diferentes períodos. Muy populares fueron las versiones fílmicas de los años treinta, con el actor Boris Karloff como protagonista. El retorno del personaje se da en la década de los sesenta, por iniciativa del británico Harry Allan Towers, que produce una seguidilla de títulos ligados al imperio del mal de Fu Manchú, interpretado por el actor británico Christopher Lee.

El realizador español Jesús Franco (Jess Franco), especialista en el cine de explotación, convoca al personaje de Fu Manchú en el cuarto título de esta serie, llamado *Fu Manchú y el beso de la muerte (*The Blood of Fu Manchu, 1968).

En esa película, el pérfido asiático no ceja en su empeño de destrucción. Escondido en la jungla amazónica (incluye planos de referencia filmados en Brasil), logra sintetizar un veneno cegador usado por los antiguos incas. Ese letal producto es untado en los labios de diez mujeres, esclavas eróticas de su líder, que son enviadas a cumplir una riesgosa misión: aplicar el “beso de la muerte” a diez líderes mundiales de occidente, enemigos del malvado asiático. Los magnicidios abrirán paso al dominio universal de Fu Manchú.

De más está decir que las películas del malvado oriental realizadas durante los años sesenta son pródigas en truculencias de todo tipo, desde escenas gráficas de torturas hasta explícitas insinuaciones sexuales. No es casual que un experto en el género de la sexploitation como Jess Franco dirigiera algunos episodios.

El filme de terror satírico *Bride of Re-Animator (1989), de Brian Yuzna, refiere a las precedentes Re-animator (1985), de Stuart Gordon, y From Beyond (cuyo título alternativo es Re-Sonetor, de Stuart Gordon, 1986), pero dilapida los aciertos de ambas.

Empieza en la selva del Cusco, donde los cientificos hacen experimentos con las víctimas de una guerra civil que se libra en el Perú. En un campamento que luce como sala de emergencias médicas y morgue, el doctor Herbert West (Jeffrey Combs), asistido por el doctor Dan Cain (Bruce Abbott), lleva a cabo experiencias de regeneración de los tejidos del cuerpo humano. No solo quiere resucitar a los cadáveres; tambien aspira a crear nueva vida. Para ello emplea un suero reanimador obtenido luego de pruebas con reptiles, como una iguana del Cusco.

Salvo un plano inicial de ubicación, que nos permite ver alguna vegetación de estudio, la ambientación cusqueña es una referencia verbal y una evocación siniestra. El Perú en este filme de horror hace las veces del lugar convulso, desgarrado por alguna guerra interna inexplicada, un matadero sin atenuantes. El equivalente a Beirut o Sarajevo en el pasado, o a alguna ciudad de Siria o Irak. En ese Cusco imaginado en 1989 –cuando la violencia del conflicto armado interno era noticia internacional cotidiana–solo oímos silbidos de balas y explosiones continuas. Y vemos las siluetas de dos “médicos voluntarios”, a cuál más alucinado, que aprovechan del caos para invocar los espíritu del doctor Frankenstein, o del doctor Mengele.

Luego, los alucinados científicos prosiguen con sus experiencias macabras en Arkham, Massachussets. Del Perú solo conservan un perro adoptado en el Cusco.

Las representaciones del paisaje y de los modos de vida de las comunidades originarias amazónicas son centrales en las ficciones aventureras. Pero ellas no se sustentan en la observación paciente, ni en el trabajo de la etnografía, ni en el estudio de referentes iconográficos o históricos para su recreación meticulosa. Recurren más bien a imaginarios hechizos, acuñados por la literatura de folletín o por el “romance”, tal como lo entendía Robert Louis Stevenson:

La crónica de estas peripecias es poco más o menos los que Stevenson llamaba “romance”, por oposición a la novela psicológica o al drama pasional. En el romance, influye decisivamente la construcción de ambientes, detalles de atrezzo, paisajes… Aquí sí influyen los datos exóticos, así como sus elementos misteriosos y la exacerbación de la influencia de la naturaleza con sus voces más roncas. (Savater, 2008, p. 60)

Las películas de aventuras amazónicas son pródigas en esas características.

*Manhunt in the Jungle (1958), de Tom McGowan, producida por Cedric Francis, sobre un guión de Sam Merwin Jr. y Owen Crump, para Warner Brothers, se filma en el Perú y Brasil desde el mes de septiembre de 1956.

Los ríos amazónicos son escenarios centrales para la historia de la búsqueda del coronel Percival Harrison Fawcett, conocido como Percy Fawcett, perdido en la selva del Mato Grosso, en Brasil. La travesía, emprendida en 1928 por el comandante George M. Dyott evoca la búsqueda de Livingstone por el periodista Stanley en el África de 1871.

Una subtrama del filme coloca a la expedición de Dyott en la ruta de El Dorado (la ciudad perdida de “Z”, como la denominaba Fawcett), lugar mítico que establece el derrotero de tantas ficciones narrativas y que Fawcett anhelaba encontrar. La jungla brasileña donde se desarrolla la acción fue ambientada parcialmente en territorio amazónico peruano, disponiéndose pirañas, una anaconda y otros enseres de utilería.

*Manhunt in the Jungle apela a la figuración de actores del país, como Luis Álvarez, Jorge Montoro, Natalia Mazuelos, el policía Reynaldo Nonone, Vlado Radovich, Emilio Meier, así como el estadounidense James Wilson (Fawcett), que había participado en algunas puestas en escena del grupo teatral limeño Good Companions. Junto con ellos aparecían Robin Hughes (como Dyott), John B. Symmes y James Ryan14.

En febrero de 1957, Warner Brothers envía a los actores Jarma Lewis y Keith Larsen para filmar en la selva peruana algunos exteriores de *Aventurero del Amazonas, serial de 39 episodios de treinta minutos de duración cada uno. El rodaje se lleva a cabo en Iquitos y las imágenes registradas en el país se incluyen en el capítulo llamado “La advertencia de las plumas”. La carencia de informaciones sobre este serial –en la que también figura el actor peruano Jorge Montoro– es casi absoluta y, al parecer, no llega a tener exhibición pública.

*800 leguas por el Amazonas (*La jangada, 1959), de Emilio Gómez Muriel, es una producción mexicana con guion de Julio Alejandro, basada en La Jangada, huit cents lieues sur l’Amazone, novela de Jules Verne publicada en 188115.

Carlos López Moctezuma, Rafael Bertrand y Elvira Quintana protagonizan la historia de Joao Garral, próspero empresario agrícola de Iquitos, que viaja a su país natal, Brasil, para asistir a la boda de su hija. El recorrido resulta riesgoso para el empresario, ya que la justicia brasileña lo requiere por una causa pendiente: se le acusa de homicidio. El viaje familiar de Garral en una embarcación por el río Amazonas lo enfrenta a circunstancias diversas, desde la agresividad de los indígenas hasta el chantaje de un personaje que conoce más de lo necesario sobre su pasado.

A pesar de la ubicación geográfica de la trama, la música costeña se infiltra en la ficción inspirada por Jules Verne. El cantante chileno, Antonio Prieto, entona una versión del vals Nube gris, de Eduardo Márquez Talledo, y La flor de la canela, de Chabuca Granda, también es interpretada y coreada. Se añaden otras melodías latinoamericanas, a la manera de un popurrí hemisférico, haciendo las veces de clips destinados a airear la acción.

*El tesoro de la selva perdida (*The Treasure of the Amazon, también conocida como *El tesoro del Amazonas, 1985), de René Cardona Jr., es una producción mexicana realizada con la participación de capitales estadounidenses. Stuart Whitman, John Ireland, Donald Pleasence, Bradford Dillman, Emilio Fernández, Pedro Armendáriz Jr. y Hugo Stiglitz, entre otros, figuran en los créditos actorales. La inspiración dramática y narrativa resulta tan escasa como los recursos financieros puestos en juego para la producción.

En esta típica película de serie B, los protagonistas, exploradores y aventureros de escasos escrúpulos, remontan los ríos amazónicos en pos de unos diamantes de origen inca ocultos en los alrededores. Al hacerlo, sufren los asaltos de indígenas enardecidos por la irrupción de extranjeros en sus territorios, son atacados por animales salvajes y por una partida de fieras guerreras amazonas.

*Una serie de eventos desafortunados (*Lemony Snicket’s A Series of Unfortunate Events, 2004), de Brad Silberling, tiene al comediante Jim Carrey como protagonista. Su personaje, el conde Olaf, se hace cargo de la educación de los acaudalados huérfanos Baudelaire. Su intención es, por cierto, apoderarse de la herencia de los tres niños.

En una de las primeras secuencias de la película, el Tío Monty (Billy Connolly) informa a los niños sobre un viaje que emprenderán al Perú, en búsqueda de raros ofidios:

Tío Monty: —¿Les mencioné que nos vamos al Perú?

Niños: —No.

Tío Monty: —Sí, nos vamos al Perú. Mañana temprano. ¿No les parece emocionante?

Más adelante, el tío conversa con el pérfido Olaf:

Tío Monty: —Los niños nos ayudarán con la búsqueda en el Perú. ¿Tiene usted alguna experiencia con niños?

Olaf: —Los niños son extraños para mí. Nunca los tuve, pero sé que forman parte importante del ecosistema.

La muerte del cazador de serpientes es el motivo alegado para cancelar la expedición hacia la selva peruana.

*Expats (2013), de Robyn Adams, documental filmado en Iquitos que muestra la construcción de una balsa de remos destinada a remontar el río Amazonas.

*Aventura Jurásica (*Extinction, 2013), de Adam Spinks, es una producción británica de bajo presupuesto grabada con cámaras digitales que simulan ser las que portan y usan los protagonistas, unos expedicionarios que se internan en la jungla.

En este “falso documental”, heredero de la estética del fake impuesta para el cine de terror y aventuras por Holocausto caníbal (1980), de Ruggero Deodato, y prolongada por otras películas tributarias de El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999), de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, la selva peruana está poblada por serpientes de colores nunca vistos, aves desprotegidas y feroces dinosaurios, acaso calcados de la novela El mundo perdido (The Lost World), de Arthur Conan Doyle, publicada en 1912.

La expedición científica pretende estudiar especies biológicas en peligro de extinción, a causa de la tala indiscriminada emprendida por multinacionales de escasos escrúpulos. Pero esos afanes se interrumpen con la amenaza de seres prehistóricos depredadores que atacan al ver invadidos sus territorios. El Welcome to Peru que recibe a los expedicionarios se convierte en una frase sarcástica que contrasta con la realidad.

La precariedad de la producción limita la verosimilitud dramática de *Aventura Jurásica: los efectos de realismo propuestos por el “falso documental” se desbaratan con la inocultable apariencia de un ser de quincallería que irrumpe para causar el pánico de los personajes y la hilaridad de los espectadores. Lo único antediluviano aquí es la calidad de los efectos especiales.

“Entre todas las representaciones sobre la Amazonía, la más poderosa fue aquella que la concibió como un “mundo perdido”, un lugar localizado fuera del espacio de la contemporaneidad, donde el tiempo prehistórico de la humanidad aún seguía sucediendo.”, afirma Guarían (2012, p. 64).

La imaginería del Perú como reserva de criaturas antediluvianas, monstruosas y agresivas, aparece ya en relatos literarios publicados a inicios del siglo XX. Alejandro Neyra consigna la aparición de “criaturas gigantescas y anfibias, mezcla de reptiles y crustáceos, pecaríes salvajes, peces con hocicos de cerdo que viven en los ríos subterráneos de la cordillera…” en la novela Under the Andes (1914), de Rex Stout, que se ambienta en Cerro de Pasco y Huánuco (Neyra, 2013, p. 65).

Una variante del filme de aventuras amazónicas nos conduce a las representaciones del canibalismo, supuestamente practicado por comunidades originarias amazónicas. Es el caso de películas como *Milagro en la selva (*Terror in the Jungle, 1968), de los estadounidenses Andy Janzack, Tom DeSimone y Alex Graton; *La máscara del zorro (*The Mask of Zorro, 1998), de Martin Campbell; *Caníbales (*The Green Inferno, 2014), de Eli Roth (ver “Caníbales”). Ver “Al inicio”, “Ayahuasca”, “Exploraciones”, “Quinina”.

El Perú imaginado

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