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Cómo aprovechar la globalización

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“La globalización es una fuerza benevolente que genera oportunidades de crecimiento y disminución de la pobreza en las economías que están preparadas para ella” (DAS, 2004). Esta frase refleja un pensamiento frecuente entre los economistas que consideran que el libre flujo de mercancías y factores, el cual es uno de los elementos de la globalización, mejorará el bienestar de las mayorías. Pareciera que las diferencias básicas entre las visiones tradicionales y las que podrían llamarse heterodoxas no están solo en cuestionar los beneficios de eliminar barreras, sino en que los segundos advierten que las economías deben estar preparadas para participar de la globalización si quieren obtener beneficios.

Estar preparados para la globalización no consiste exclusivamente en eliminar cualquier tipo de distorsión al libre comercio, se trata de un esfuerzo estatal “Hacia el establecimiento de políticas económicas que promuevan y faciliten la industrialización y el desarrollo, lo cual implica una apertura comercial estratégica, gradual y parcial” (Cruz, 2007). Es decir, que ingresar en la órbita del mercado global exige que el Estado redefina las condiciones internas con que cuenta para generar espacios y áreas competitivas que conlleven mejores condiciones de vida.

Esta fase de preparación previa, de industrialización y ganancias en competitividad, explica las diferencias del exitoso modelo de países asiáticos de insertarse en la economía mundial, con los frustrantes intentos de los países latinoamericanos, que han seguido un modelo de liberalización más ortodoxo y no han visto traducidos sus esfuerzos en significativos progresos en desarrollo económico y mejoras en la calidad de vida de sus gentes.

Bajo esta premisa sería sano dudar más de la globalización propuesta por organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), que reducen el papel del Estado, a identificar los sectores donde gozan de ventajas comparativas frente al resto del mundo y especializar sus sistema de producción en esas áreas para la exportación o la sustitución de importaciones, a la vez de promover la inversión insuficiente e incentivar la transferencia tecnológica y la innovación, para que el resultado final sea un mecanismo más eficiente de distribución de los ingresos.

Sin embargo, no existe coherencia frente a la preparación que exige ingresar a este mercado mundial. La propuesta del FMI sería coherente si estuviéramos en un escenario donde todos los países partieran de las mismas condiciones iniciales, es decir, con el mismo desarrollo tecnológico, recursos naturales y productivos equivalentes y de capital suficientes. Sin embargo, una relación comercial entre Japón y Colombia obliga a reconocer las imposibilidades de obtener un acuerdo equitativo para los dos países, pues a pesar de la fuerte demanda por alimentos que tiene el país nipón, ellos exigen condiciones fitosanitarias para las cuales Colombia no está preparada ni ha realizado inversiones mínimas porque ha dedicado dos décadas a la promoción de la “segunda revolución verde” liderada por la aspersión con glifosato y otros químicos.

Es decir, a pesar de que Colombia goce de condiciones para la producción de alimentos, esta no está preparada para las exigencias del mercado global. Algo similar ocurre con infraestructura, capital humano, tecnología, innovación. Por ejemplo, un elemento sustancial para incursionar en el mercado global es el manejo de un segundo idioma, específicamente el inglés. Según estimaciones del Ministerio de Educación Nacional, para el 2018 solo 8 % de los estudiantes tenían un nivel intermedio, mientras que en el sector oficial solo lo alcanzan el 2 %. Parte del problema radica en que los docentes no hablan un segundo idioma y no les interesa aprenderlo.10

Ante este panorama, no se goza de ventajas sino de desventajas comparativas y competitivas para la incursión en el mercado global, que es la formación del capital humano, y a las cuales deben añadirse las debilidades en aprendizaje reflejadas en el bajo posicionamiento en las pruebas Pisa, donde los resultados muestran que se ubica de 61 en matemáticas; 57 en ciencias y física; y 54 en comprensión lectora. La política debe preparar a un país, no solo en sus sectores productivos, sino a la población como eje clave para incursionar acertadamente al mercado global.

Colombia frente a los escenarios del pacífico

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