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II. La incorporación de las misiones
ОглавлениеDurante ciento sesenta años, los jesuitas administraron las Misiones guaraníes del Paraguay. Las primeras de ellas –también llamadas reducciones o pueblos de Misiones– creadas en 1607, tenían solo unos pocos centenares de habitantes. Para 1767, año en que el monarca español expulsó a los jesuitas de los dominios españoles, las colonias habían proliferado y florecían treinta pueblos estables y prósperos que alojaban a aproximadamente cien mil guaraníes. Sin embargo, al cabo de unas pocas décadas de administración civil y como consecuencia de la incorporación de las Misiones a la economía política del Paraguay, los pueblos fueron reducidos a pálidas sombras de su situación anterior. La mayoría de la gente huyó y la producción cayó verticalmente, y sus construcciones abandonadas yacían en deterioro.
Durante la administración de los jesuitas, las Misiones escaparon a la aplastante pobreza del resto del Paraguay. También funcionaron como zona de tapón con sus consecuentes obligaciones militares, pero la carga sobre los habitantes de sus era considerablemente más liviana. La distribución geográfica más amplia de los pueblos reducía el tiempo de viaje, dado que muchos de los habitantes vivían más cerca de los fortines distantes. Además, las misiones gozaban de un permiso real especial para fabricar sus propias armas y municiones, que minimizaban sus gastos para suministros militares.
Con el fin de pagar el tributo real anual, continuar con las contribuciones normales a la tesorería central de los jesuitas en España e importar los pocos artículos que no podían producir ellas mismas, las Misiones cultivaban yerba y tabaco para exportación. En efecto, habían logrado cultivar el arbusto de la yerba, de modo que en lugar de recolectar las hojas en arduas extensiones con alto insumo de tiempo en el hinterland, como se hacía normalmente, cosechaban sus propios cultivos.38 Además, los jesuitas poseían suficientes recursos para financiar sus propias operaciones comerciales y, en virtud de ello, evitaban los gastos y dependencia adicionales de tener que recurrir al crédito de los acopiadores.
A diferencia del resto del Paraguay, los recursos humanos, naturales y de capital de las Misiones no estaban excesivamente concentrados en el sector de exportación de la economía. Al igual que la mayoría de los grupos dirigidos por misioneros, los guaraníes producían una variedad equilibrada de productos y animales para satisfacer las necesidades de productos básicos de sus comunidades semi aisladas. Esta política no solo satisfacía las necesidades inmediatas del pueblo, sino que en la misma medida eliminaba la necesidad de recurrir a costosos substitutos importados. Las prioridades y la política comercial de las Misiones jesuíticas mantenían una unidad socioeconómica casi autónoma, afectada en mínima medida por las fuerzas políticas y económicas del Paraguay dependiente.
Las relaciones tradicionalmente hostiles entre colonizadores y misioneros son importantes para comprender la historia de las Misiones después de la expulsión de los jesuitas. Frustrados en sus tentativas de explotar la mano de obra de los guaraníes, los colonizadores no habían olvidado que las autoridades reales habían usado soldados guaraníes para aplastar la sangrienta revolución de los Comuneros Paraguayos en la década de 1720. La liberación tributaria parcial de las Misiones en el comercio de la yerba aumentó el resentimiento colonial. Por lo que no es sorprendente que los colonizadores españoles hicieran todo lo que pudieron para desacreditar a los jesuitas, diseminando rumores de minas de oro ocultas y de una conspiración para crear un Estado independiente en las selvas de América del Sur.
Pese a que este tipo de agitación local ofrecía un pretexto para la expulsión, fue el absolutismo del siglo XVIII lo que proporcionó la justificación política. La expulsión de los jesuitas de las colonias portuguesas (1759), francesas (1763) y españolas (1767) refleja la filosofía política del despotismo ilustrado. La eliminación de las comunidades semiautónomas jesuitas fortaleció a las administraciones coloniales y centralizó más aun el poder político en manos de monarcas europeos. Además, permitió la confiscación de la considerable riqueza jesuita en tierras, esclavos y medios de producción, que se necesitaban desesperadamente para financiar las vastas reformas del absolutismo ‘ilustrado’. Confrontado por una oposición poderosa, sin aliados que defendieran su causa, el último jesuita abandonó América en 1768.
A fin de proseguir con la recaudación del tributo anual más el diezmo –impuesto del diez por ciento–, la corona designó al gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucareli, para que organizara una nueva administración para las misiones. Sin embargo, a pesar de sus complejas medidas, el nuevo sistema no funcionó.39 En marcado contraste con el sostenido crecimiento de las misiones durante la administración jesuita, las primeras décadas de la administración civil se caracterizaron por su rápida despoblación. La magnitud del éxodo puede observarse en el cuadro 1, que indica las estadísticas para las trece poblaciones paraguayas.40
Bajo la administración civil, en lugar de continuar constituyendo una fuente de ingreso para la Corona, las Misiones se convirtieron en una carga. El gobernador de Buenos Aires, Juan José de Vertiz, en su informe del 21 de marzo de 1784, le decía al rey que el tesoro de la Misión arrojaba un déficit de 60.000 pesos.41 Para 1795, debido a la falta de pago del tributo anual y del diezmo, las Misiones “se hallan con el enorme atraso y deuda de 247.189 pesos a favor de la Real Hacienda”.42
En una tentativa de evaluar y detener esta degeneración durante las décadas que siguieron a la expulsión, la Corona solicitó con insistencia informes de diferentes funcionarios. Como parte de sus esfuerzos por reunir datos, los intendentes fueron inicialmente instruidos de efectuar visitas y presentar estos partes anuales sobre las Misiones.43 El siguiente resumen del exhaustivo informe del intendente del Paraguay, Joaquín de Alós, compilado en 1788 después de una minuciosa gira de inspección de las Misiones, revela las condiciones que constató.
Los libros hallé desordenados y confusos. Los almacenes sin efectos de primera necesidad, los ramos de agricultura casi abandonados; nada activa la fábrica de tabaco. La industria y artes en muchos sin maestros ni directores. Los tratos perjudiciales a las comunidades. Los arrendamientos bajos. Las crías de ganado decadentes. El vestuario decadente general ninguno desde el año de 1768. Los tributarios más de la mitad menos desde el año de 1772. La población de los pueblos mínima. La educación de la juventud desatendida y los edificios deteriorados y ruinosos.44
En el texto y apéndices de su informe, Alós extendía sus observaciones. Debido a la práctica de los nuevos administradores, de vender ilegalmente gran parte del ganado de las Misiones a las estancias vecinas en el Paraguay, Corrientes y Entre Ríos, durante el primer año de la administración civil, los rebaños de ganado disminuyeron en 20 por ciento (de 516.371 a 412.169), y para 1768 en más del 50 (a 243.906).45 Al mismo tiempo, la arbitraria distribución de las tierras comunitarias a españoles privilegiados con arrendamiento simbólico, desplazó a muchos habitantes de las Misiones.
Refiriéndose a este robo de la riqueza comunitaria, el Virrey Avilés informaba en 1799 que “los administradores en nada menos han pensado que en hacerles trabajar a los guaraníes con pretexto de que los productos son para la comunidad pero no los visten”.46 Después de llevar a cabo una inspección completa de las Misiones a principios del mismo año, Félix de Azara explicaba la situación más explícitamente aun, indicando que “muchos administradores roban, apuntando en sus cuentas que han cosechado, por ejemplo, 1.000 arrobas de yerba o algodón cuando son mil y quinientas, lo que le es fácil, pues no interviene”.47
Alós inspeccionó la totalidad de los treinta pueblos, y en cada uno encontró la vestimenta de la población en estado miserable; en muchos casos los habitantes tenían ni ropa. En un largo apéndice incluyó observaciones específicas sobre cada pueblo. Un informe típico decía: “Estoy cerciorando que estos naturales no han tomado vestuario general desde la expulsión de los extinguidos Regulados y que esta continuada falta los conserva indigentes”.48 Al final de cada informe, Alós ordenaba al administrador encargado que entregara de inmediato ropa a los habitantes. Sin duda, las órdenes no fueron tomadas en serio, puesto que, escribiendo once años después, Azara informaba: “Por lo que he visto y examinado creo poder decir positivamente que no se ha dado vestuario al completo de ningún pueblo ni una sola vez desde que se fueron los jesuitas y sí digo que no exagero”.49
No hace falta decir que los guaraníes no participaron de buen grado en su propia explotación. Según el Virrey Avilés, solo “su hábito de someterse, su natural mansedumbre y el temor al azote los hace trabajar pero a costa de mucha vigilancia”.50 Practicando una forma de resistencia tradicionalmente interpretada como ‘haraganería’, los habitantes de las Misiones se tornaron “muy hábiles en eludir sus obligaciones [mediante] las mentiras, engaños, maniobras, conspiraciones, fingiendo enfermedad y escondiéndose”.51
El sistema administrativo civil convirtió la economía equilibrada de las Misiones en una réplica de la economía de monocultivo paraguaya, donde la escasez de productos de primera necesidad podía atribuirse a la concentración desproporcionada de recursos en la producción de yerba. La desatención a la agricultura en las Misiones, y el resultante agotamiento de existencias de cereales fue tan severa, que Alós expresaba que “más parecen reservadas para las siembras que para el abasto común”.52 En palabras del Intendente:
Este abandono de la agricultura consiste en que los administradores han mirado este ramo como el menos proporcionado a un tráfico y comercio, que mal diferido se han propuesto seguir con el de la yerba, sin considerar el quebranto que reciben las comunidades...53
Esta reorientación de la economía es la clave del empobrecimiento de las Misiones. Los administradores civiles y los comerciantes, motivados por la ceguera de los intereses propios, confiscaron gran parte de las riquezas acumuladas de las Misiones y, respondiendo a las oportunidades del mercado, redirigieron sus recursos a enfatizar la producción máxima de la yerba, convirtiendo en monocultivo a una economía equilibrada. Las Misiones fueron sometidas bajo la administración civil, y pronto dominadas por las mismas fuerzas económicas y prioridades responsables del empobrecimiento del resto del Paraguay.
Debe admitirse que la culpabilidad no puede ser atribuida a los explotadores individuales solamente, puesto que sus actos fueron más sintomáticos que causales. Es decir, aunque los administradores fueron los agentes manifiestos de la opresión y de este modo responsables directos de gran parte de las calamidades de las Misiones, sus actos fueron posibles en el contexto de la economía política global del Imperio colonial español, y, por consiguiente, deben comprenderse como efectos de dicha estructura general. En efecto, el empobrecimiento de las Misiones es solo atribuible de modo superficial a los actos corruptos de algunas personas; la causa esencial radica en la incorporación de las Misiones como apéndice superexplotado del Paraguay dependiente.
38 AGI, ABA, leg. 85, Azara a Avilés, 8 de mayo de 1799.
39 Para un estudio detallado de los decretos de Bucareli, ver Pablo P. Hernández, Organización social de las doctrinas Guaraníes de la Compañía de Jesús, 2:174-89.
40 Las cifras para 1750 fueron proporcionadas por el jesuita P. Manuel Querini en cumplimiento de la cédula real del 17 de junio de 1747, como se cita en C.E. Corona Baratech, “Notas para un estudio de la sociedad en el Río de la Plata durante el virreinato”, Anuario de Estudios Americanos 6(1953):144. Las cifras para 1774 fueron presentados por el padre Juan Francisco Carrio a su superior, Padre Fulgencio José González, AGI, ABA; leg. 21 Carrio a González, 17 de diciembre de 1765. Las cifras para 1767, 1784 y 1801 se han tomado de Branislava Susnik, El indio colonial del Paraguay, gráficos en el volumen 2, entre pp. 172-173. Susnik se basa en varias fuentes primarias (ver su capítulo 2, pp. 107-72 para detalles).
41 Como se cita por Cárdiff G. Fúrlong, “Las Misiones Jesuíticas”, Historia de la Nación Argentina 3(1939):420.
42 AGI, ABA, leg. 323, Oficio Real a Avilés, 30 de noviembre de 1798.
43 Dado que estas medidas demostraban ser poco prácticas, al poco tiempo dejaron de ser implementadas.
44 AGI, ABA, leg. 142, Alós al Rey, 20 de octubre de 1788.
45 Ibid., Apéndice 5, “Estado de los ganados… que quedaron el año de 1768… 1769… y en este año de 1788”.
46 AGI, ABA, leg. 85, Avilés al Rey, 8 de junio de 1799.
47 AGI, ABA, leg. 85, Azara a Avilés, 8 de mayo de 1799.
48 AGI, ABA, leg. 142, Alós al Rey, 20 de octubre de 1788, Apéndice 6, “Pueblo de Jesús”, 11 de julio de 1788.
49 AGI, ABA, leg. 85, Azara a Avilés, 8 de mayo de 1799.
50 AGI, ABA, leg. 142, Avilés al Rey, 8 de junio de 1800.
51 Ibid.
52 AGI, ABA, leg. 142, Alós al Rey, 20 de octubre de 1788.
53 Ibid.