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Revelado en Nosotros —como Nosotros
Pasar del todo a nuestra cara es encontrarse cara a cara con el todo.
—Elizabeth Barret Bowing, The Heat of the Day
Si has pasado tiempo en la iglesia probablemente has escuchado la historia de la conversión de Saulo, como se relata en el libro de Hechos. En realidad aparece tres veces a lo largo del libro (9:1-19, 22:5-16, 26:12-18), para asegurarse que no nos perdamos cuán crucial y noticioso debe haber sido, y todavía lo es.
Por años, Saulo persiguió salvajemente a aquellos que seguían el camino de Jesús. Iba camino a Damasco a realizar justamente eso cuando, de repente, fue golpeado y cegado por lo que el texto describe como una “luz”. Después, desde esa luz, escuchó una voz diciendo, “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
Saulo respondió: “¿Quién eres?”
Y la respuesta llegó: “Yo soy Jesús, y me estás persiguiendo”.
El significado profundo y permanente del encuentro de Saulo es que escucha hablar a Jesús como si existiese una equivalencia moral entre Jesús y las personas que Saulo está persiguiendo. En dos ocasiones esta voz llama “¡yo!” a la gente. Desde ese día en adelante esta asombrosa inversión de perspectiva se convirtió en la fundación de la cosmovisión en evolución y el descubrimiento emocionante “del Cristo” por parte de Pablo. Este despertar fundamental movió a Saulo desde su religión judía que tanto amaba, y a la que estaba vinculado étnicamente, hacia una visión universal de la religión, tanto que cambió su nombre hebreo a su forma latina, Pablo. Luego, se llamó a sí mismo “apóstol” y “sirviente” de las mismas personas a las que una vez despreció como “paganos”, “gentiles”, o “las naciones” (Efesios 3:1, Romanos 11:13).
Pablo, o tal vez un estudiante bajo su entrenamiento, dice que a él se le “había dado el conocimiento de un misterio” (Efesios 3:2), que revelaba “cuán comprensiva es la sabiduría de Dios realmente, según un plan de toda la eternidad” (3:10). Describe la experiencia como si las escamas se le hubieran caído de sus ojos, de modo que “podía ver de nuevo” (Hechos 9:18).
En la historia de Pablo encontramos el patrón espiritual arquetípico, en el que las personas pasan de lo que pensaban que siempre supieron a lo que ahora reconocen plenamente. El patrón se revela ya desde la Torá cuando Jacob “despierta de su sueño” en la piedra de Betel y dice, en efecto: “¡Lo encontré, pero estuvo aquí todo el tiempo! Esta es la mismísima puerta del cielo” (Génesis ٢٨:١٦).
Durante el resto de su vida Pablo se obsesionó con este “Cristo”. “Obsesivo” no es una palabra demasiado fuerte. En sus cartas raramente, si es que lo hizo alguna vez, Pablo cita a Jesús de forma directa, sino que escribe desde un lugar de comunicación de confianza con la Divina Presencia que lo cegó en el camino. La misión impulsora de Pablo fue “demostrar que Jesús era el Cristo” (Hechos 9:22b), ¡que es la razón por la cual nos llamamos “cristianos” hasta este día, y no jesuitas!
Al describir el encuentro en su carta a los Gálatas Pablo escribe una línea muy reveladora. No dice “Dios me reveló su Hijo a mí” como se podría esperar. En cambio, dice “Dios reveló a su Hijo en mí” (Gálatas 1:16). Este grado profundo de confianza, introspección, seguridad y conocimiento de sí mismo era bastante inusual en este tiempo. De hecho, difícilmente veremos algo que se le parezca hasta las Confesiones de Agustín, escritas alrededor del año ٤٠٠ d.C, donde el autor describe su vida interna con un interés y precisión similar. En mi opinión, por esta razón en los primeros quinientos años de cristianismo no hicieron gran cosa de Pablo —él era tan introvertido y psicológico y la civilización aún era demasiado extrovertida y literal. Excepto el raro caso de Agustín, y muchos de los místicos y ermitaños católicos se necesitó una alfabetización más generalizada, y la disponibilidad de la palabra escrita en el siglo dieciséis para llevarnos hacia un cristianismo más interno e introspectivo, tanto para bien como para mal1.
Después que la ceguera de su alma desapareció Pablo reconoció su verdadera identidad como un “instrumento escogido” de Cristo, a cuyos seguidores solía perseguir (Hechos 9:15). En un movimiento que podría haber parecido presuntuoso se presenta como uno de los doce apóstoles, e incluso se atreve a enfrentarse tanto a los líderes judíos de su época como a los líderes del nuevo movimiento cristiano (Gálatas 2:11-14, Hechos 15:1-11) a pesar de no tener un rol oficial o legitimidad en ninguno de los dos grupos. Hasta donde yo sé, esta auto-ordenación —no por linaje o por ordenación, sino por validación divina— no tiene precedentes en ninguna de estas tradiciones sagradas, excepto por los pocos que fueron llamados “profetas” o “elegidos”. O Pablo era un narcisista total o realmente fue “elegido”. Este es el rol inherentemente inestable e incluso peligroso de los verdaderos profetas. Por definición, ellos no representan al sistema sino que obtienen su autoridad directamente de la Fuente, para criticar al sistema. (Aunque los verdaderos profetas son algo raros y Pablo nunca aplica esa palabra para sí mismo).
Pero notemos el criterio principal de Pablo para la fe auténtica, que es bastante extraordinario: “Examínense para asegurarse que están en la fe. Pónganse a prueba. ¿Reconocen que Jesucristo está realmente en ustedes? Si no, han fallado la prueba” (2 Corintios 13:5—6). ¡Tan simple que da miedo! El encarnacionismo radical de Pablo establece un estándar para todos los santos, místicos y profetas cristianos posteriores. Sabía que el Cristo, antes que nada, debía ser reconocido por dentro primeramente, antes que pudiera ser reconocido por fuera como Señor y Maestro. (¡Perdón por los significantes masculinos, pero la oración era demasiado importante para complicarse en calificativos!). Dios debe revelarse en ti antes de que Dios pueda revelarse completamente a ti. Resonancia mórfica de nuevo.
Es importante recordar que Pablo, al igual que nosotros, nunca conoció a Jesús en la carne. Como él solo conocemos al Cristo observando y honrando la profundidad de nuestra propia experiencia humana. Cuando puedes honrar y recibir tu propio momento de tristeza o plenitud como una participación agraciada en la eterna tristeza o plenitud de Dios, estás comenzando a reconocerte como un miembro participante de este Cuerpo universal. Te estás moviendo del Yo al Nosotros.
Así Pablo nos muestra al resto de nosotros que también podemos conocer la presencia infinitamente disponible de Cristo a través de nuestro diálogo mental interno o por la ley natural, que está “grabada en nuestros corazones”. Declara, más bien audazmente, que incluso los llamados paganos, “que no poseen la ley… se podría decir que son la ley” (ver Romanos 2:14-15). Seguramente esta es la razón por la que les habló a los atenienses bien educados de “El Dios Desconocido… a quien ya adoran sin saberlo” (Hechos 17:23). Probablemente Pablo heredó esta idea del profeta Jeremías, quien se atrevió a ofrecer “un nuevo pacto” (31:31) al pueblo de Dios. Pero esta idea permaneció sin desarrollarse en gran parte hasta que un grupo de teólogos morales del siglo pasado buscó una ley natural —como también ocurre actualmente en el fuerte entendimiento de la consciencia individual del Papa Francisco. Sigue siendo chocante para muchos.
Pero Pablo meramente tomó el encarnacionismo a sus conclusiones universales y lógicas. Vemos eso en su osada exclamación: “Hay un solo Cristo. Él es todo y Él está en todo” (Colosenses 3:11). Si yo fuera a escribir eso hoy la gente me llamaría panteísta (el universo es Dios), aunque yo realmente soy un panenteísta (Dios reside dentro de todas las cosas, pero también las transciende), exactamente como Jesús y Pablo.
En Cristo
Pablo resume su entendimiento corporativo de la salvación con su abreviada frase “en Cristo”, usándola más que cualquier otra en todas sus cartas: un total de 164 veces. En Cristo parece ser la palabra código para la experiencia de salvación misericordiosa y participativa de Pablo, el camino que tan urgentemente quería compartir con el mundo. Puesto de manera sucinta esta identidad significa que la humanidad nunca estuvo separada de Dios —dejando de lado y exceptuando que sea por decisión propia. Todos nosotros, sin excepción, estamos viviendo dentro de una identidad cósmica, ya en su lugar, que nos está conduciendo y guiando hacia adelante. Todos estamos en Cristo, queriéndolo o no, feliz o infelizmente, consciente o inconscientemente.
Pareciera que Pablo entendiera que la individualidad solitaria era demasiado pequeña, insegura y efímera para soportar el “peso de la gloria” o “la carga del pecado”. Solamente la totalidad podía acarrear tal misterio cósmico de constante pérdida y renovación. El conocimiento de Pablo del “en Cristo” le permitió darle a la historia universal de Dios un nombre, un foco, un amor y una cierta dirección victoriosa para que las generaciones porvenir pudieran saltar confiadamente en el viaje cósmico y colectivo.
Espero que tú puedas aprender y disfrutar el significado completo de esa frase brillante y corta, porque es crucial para el futuro de la cristiandad, que todavía está atrapada en una noción altamente individualista de la salvación, que no termina pareciéndose en absoluto a lo que es salvación. Todos nosotros, sin excepción, estamos viviendo dentro de una identidad cósmica, ya en su lugar, que nos está conduciendo y guiando hacia adelante. Pablo llama a esta más grande identidad Divina el “misterio de su propósito, el plan oculto que hizo tan amablemente en Cristo desde el mismo principio” (Efesios 1:9). Hoy, tal vez lo llamamos el “inconsciente colectivo”.
Como criaturas —la madre adolescente cuidando a su hijo, cada una de las veinte mil especies de mariposas, un inmigrante viviendo con miedo, un puñado de pasto, tú leyendo este libro— todos estamos “en Cristo” y “elegidos desde el principio” (Efesios 1:3, 9). ¿Qué otra cosa podría ser? Para Pablo la salvación es un mensaje ontológico y cosmológico (que es sólido) antes de siquiera convertirse en uno moral o psicológico (que siempre es inestable). Haz una pausa si puedes y piensa en eso seriamente.
¿Alguna vez notaste que en el Evangelio de Marcos, Jesús les dice a los discípulos que proclamen las Noticias de Dios a “toda la creación” o “a toda criatura” y no tan solo a los humanos (16:15)? Pablo afirma que ha hecho esto mismo cuando dice: “Nunca te alejes de la esperanza prometida por las Buenas Nuevas, que se han predicado a todas las criaturas bajo el cielo, y de las cuales yo Pablo me he convertido en servidor” (Colosenses 1:23). ¿Realmente le habló y convenció a “toda criatura bajo el cielo” en su corto tiempo de vida? Seguramente no, pero él sabía que había anunciado al mundo el más profundo fundamento filosófico de las cosas al decir que todo estaba en Cristo —y creía atrevidamente que esta verdad eventualmente se mantendría y triunfaría.
Nunca he estado separado de Dios, ni puedo estarlo, excepto en mi mente. ¡Me encantaría que llevaras este entendimiento a la conciencia amorosa! De hecho ¿por qué no dejas de leer ahora, solo respira, deja que penetre y actúe? Es crucial que sepas esto experimentalmente y a un nivel celular —que es, de hecho, un real saber tanto como el conocimiento racional. Su característica principal es que es una forma de conocimiento no dual y, por lo tanto, abierto, que no se cierra tan rápida y definitivamente como lo hace el pensamiento dualista2.
Lamentablemente, los cristianos no han protegido esta conciencia radical de la unidad con lo divino. El entendimiento brillante de Pablo de un Cristo Corporativo, y por lo tanto nuestra identidad cósmica, pronto se perdió cuando los primeros cristianos se enfocaron cada vez más en Jesús solamente, e incluso en él separado del Flujo Eterno de la Trinidad, que finalmente es impracticable teológicamente3. Cristo siempre mantiene a Jesús firmemente dentro de la Trinidad, no como una simple adición posterior o algún tipo de encarnación arbitraria. El trinitarismo mantiene a Dios como Relación en sí misma desde el mismísimo principio y no como un mero monarca.
Para legitimar nuestra nueva religión en el Imperio Romano, los cristianos sintieron que necesitábamos probar que Jesús era divino independientemente. Después del Concilio de Nicea (325), se dijo que Jesús era independientemente “consustancial” con Dios, y después del Concilio de Calcedonia (451), la iglesia acordó una definición filosófica de la humanidad y la divinidad de Jesús, unificadas ambas en él. Todo es cierto, pero tal unidad permaneció en gran medida como una teoría académica distante porque no extrajimos las maravillosas implicaciones prácticas. Como regla estuvimos más interesados en la superioridad de nuestra propia tribu, grupo, o nación que en la totalidad de la creación. Nuestra visión de la realidad era en gran medida imperial, patriarcal y dualista. Las cosas fueron vistas como a favor nuestro o en contra nuestro, y fuimos ganadores o perdedores, totalmente buenos o totalmente malos —hasta el día de hoy ese “yo” tan pequeño y su salvación personal han permanecido como nuestra abrumadora preocupación. Seguramente así es como nuestra religión se volvió tan centrada en la obediencia y la conformidad, en lugar de en el amor en un sentido práctico o expansivo. Sin una Historia Grande y Compartida, todos nos retiramos al individualismo privado para tener un poco de cordura y seguridad.
Tal vez el primer ejemplo de nuestra falta de atención al Misterio de Cristo puede ser visto en la forma en que continuamos contaminando y devastando al planeta tierra, en el mismo lugar donde todos nos paramos y vivimos. ¡Ahora la ciencia parece amar y respetar lo físico más que la mayoría de las religiones! No es de extrañar que en el presente la ciencia y los negocios se hayan posicionado como las fuentes principales en donde hallar sentido para la gran mayoría de las personas (incluso muchos de los que todavía van a la iglesia). Me temo que los cristianos no tomamos en serio a este mundo, porque la noción de Dios o de salvación no incluyó u honró al universo físico. Y me temo que ahora este mundo no nos toma en serio.
La esperanza no puede ser sostenida por lo individual si todo está corporativamente desesperanzado.
Es difícil sanar individuos cuando toda la cuestión es vista como insanable.
Todavía estamos tratando de salir remando de este remolino ¡y con un remo muy pequeño! Solo con una noción Preexistente de Cristo podemos recuperar el “desde donde venía” este Jesús y el hacia donde nos conduce —que es precisamente hacia “el seno de la Trinidad” (Juan 1:18). “Regresaré para llevarlos conmigo, para que donde yo esté, ustedes también estén” (Juan 14:3), el Cristo así lo prometió. Esa podría ser la mejor y más sucinta descripción de la salvación que hay en todo el Nuevo Testamento.
Un Cambio de Paradigma
En el pensamiento científico y cultural, el término “cambio de paradigma” describe un cambio importante en las suposiciones o puntos de vista. Escuchamos el término con mucho menos frecuencia en el mundo de la religión, donde los grupos asumen que están tratando con absolutos eternos e inmutables. Pero irónicamente un cambio paradigma religioso fue exactamente lo que Jesús y Pablo estaban iniciando en sus días —tanto es así que su forma de ver las cosas se convirtió en una religión completamente nueva, haya sido esa su intención o no. Después de dos mil años, ahora llamamos “cristianismo” a este cambio de paradigma surgido del judaísmo.
La historia aún aguarda que la mente cristiana “cambie” de nuevo a lo que siempre ha sido cierto desde la creación inicial, que es lo único que la convertirá en una religión universal (o verdaderamente católica). El Cristo Universal fue una idea demasiado grande, un cambio demasiado monumental para la mayor parte de los primeros dos mil años. Los humanos preferimos ver las cosas en partes anecdóticas o históricas, incluso cuando tal visión conduce a la incoherencia, la alienación o la desesperanza.
Cada religión, cada una a su manera, está buscando una puerta de entrada, el conducto, el Sacramento, el Avatar, el dedo que apunta a la luna. Necesitamos a alguien que nos sirva de modelo y ejemplo para el viaje desde la encarnación física, a través de una existencia humana más bien ordinaria, mediante las pruebas y la muerte, y hacia una Presencia Universal ilimitada por el espacio y el tiempo (que llamamos “resurrección”). La mayoría de nosotros conocemos del Jesús que camina este viaje, pero muchos menos sabemos que Cristo es la manifestación colectiva y eterna de lo mismo —y que la imagen “del Cristo” nos incluye a todos y a todo. Pablo se sintió abrumado por este reconocimiento, y lo convirtió en el núcleo de todo su mensaje. Mi esperanza es que este cambio de paradigma sea vuelva obvio para ti.
Jesús puede mantener unidos a un grupo o a una religión. Cristo puede mantener unido a todo.
De hecho, Cristo ya hace esto: somos nosotros quienes nos resistimos a tal compleción, como si en parte disfrutáramos de nuestros argumentos y divisiones. Aun así, a lo largo de las Escrituras, se nos dieron declaraciones como estas:
“Cuando todo se reconcilie en él… Dios será todo en todos” (1 Corintios 15:28).
“Hay un solo Cristo. Él es todo y está en todo” (Colosenses 3:11)
“Toda plenitud se encuentra en él, a través de él todas las cosas son reconciliadas, todo en él, todo en el cielo y todo en la tierra” (Colosenses 1:19-20).
Esto no es herejía ni universalismo ni una versión barata del unitarismo. Este es el Cristo Cósmico, que siempre fue, que se encarnó en el tiempo y que todavía se está revelando. Hubiéramos ayudado mucho más a la historia y a los individuos si hubiéramos pasado nuestro tiempo revelando cómo Cristo está en todas partes, en lugar de demostrar que Jesús era Dios.
Pero las grandes ideas llevan tiempo en asentarse.
Un Universo Totalmente Participativo
No puedo evitar pensar que las futuras generaciones etiquetarán a los primeros dos mil años del cristianismo como “cristianismo primitivo”. Creo que ellos extraerán cada vez más y más implicaciones masivas de este entendimiento del Cristo Cósmico. Habrán descartado ampliamente la noción de salvación cristiana como plan de evacuación privado que lleva a unos pocos humanos selectos al siguiente mundo. El mundo actual se ha dado por sentado o ha sido ignorado, excepto cuando ha podido ser explotado para nuestro beneficio individual. ¿Por qué las personas con tal creencia podrían sentirse como en casa en el cielo? ¡Ni siquiera practicaron para ello! Tampoco aprendieron a sentirse como en casa en la tierra.
(Al mencionar las limitaciones de este tipo de evangelio, estoy hablando principalmente a cristianos privilegiados, mayormente blancos y del hemisferio norte. No olvido ni por un minuto lo difícil que ha sido la vida de la mayoría de las personas en casi toda la historia. La vida ha sido, y sigue siendo, “un valle de lágrimas” para incontables millones de personas, y seguramente pueda entender por qué solo la esperanza en un mundo mejor le dio a estos hermanos y hermanas una razón para poner un pie al frente al otro y vivir otro día).
Sin lugar a dudas usted es consciente de que muchos cristianos tradicionales hoy día consideran que el concepto de que algo es universal —incluyendo la salvación— es sinónimo de herejía. A muchos ni siquiera les gusta las Naciones Unidas. Y muchos católicos y cristianos ortodoxos usan las líneas de la etnicidad para determinar quién está adentro y quién afuera. Encuentro estas convicciones bastante extrañas para una religión que cree que “un Dios creó todas las cosas”. Seguramente Dios es al menos un gran misterio como lo que ahora sabemos que es la forma del universo —un universo que se está expandiendo cada vez más rápido, al igual que la evolución de la conciencia que ha estado ocurriendo por siglos. ¿Cómo alguien podría leer todo o una partecita de Juan 17 y pensar que ya sea Cristo o Jesús no se refiere más que a unidad y unión? “Padre, que todos puedan ser uno”, dice Cristo en el versículo 21, repitiendo este mismo deseo e intención de muchas formas en toda su oración. ¡Sospecho que Dios consigue lo que ora Dios!
Junto con en Cristo a Pablo le encanta usar palabras como “sabiduría”, “secreto”, “plan oculto” y “misterio”. Él usa estos temas tantas veces, que probablemente los salteamos demasiado rápido, asumiendo que sabemos lo que significan. Pero el significado directo del secreto misterioso de Pablo es el Cristo del que estamos hablando en este libro. Para Pablo, Cristo es “aquel misterio que por siglos eternos se ha mantenido en secreto” (Romanos 16:25-27). Y sigue siendo un secreto bien guardado para la mayoría de los cristianos.
Como lo expresó valientemente San Agustín en sus Retracciones: “Porque lo que ahora es llamada religión cristiana existió incluso dentro de los antiguos y no les faltó desde el comienzo de la raza humana”4. Piensa en esto: ¿fueron los neandertales y los cromañones, los mayas y los babilonios, las civilizaciones africanas y las asiáticas, y los interminables pueblos nativos de todos los continentes y las islas aisladas durante los milenios, simplemente desechables o ensayos de vestimenta para “nosotros”? ¿Dios es realmente tan ineficaz, aburrido y tacaño? ¿El Todopoderoso opera desde un modelo de escasez de amor y perdón? ¿Tenía que esperar la Divinidad a que ortodoxos étnicos, católicos romanos, protestantes europeos y evangélicos norteamericanos aparecieran antes que la aventura del amor divino pudiera empezar? ¡No lo puedo imaginar!
La creación existe ante todo por su propio bien; segundo, para mostrar la bondad, diversidad y beneficencia de Dios; y luego para que los humanos se apropien de su uso. Nuestra pequeña cosmovisión del mundo basada en la escasez es la verdadera aberración aquí, y creo que contribuyó ampliamente al surgimiento del ateísmo y del “ateísmo práctico”, que es la real religión en funcionamiento en gran parte de los países occidentales en la actualidad. El Dios que hemos estado presentándole a la gente es simplemente demasiado pequeño y miserable como para que una persona con gran corazón confíe o ame.
Gran Amor y Gran Sufrimiento
Quizás te preguntes cómo, exactamente, los pueblos primitivos y las civilizaciones pre-cristianas podrían haber tenido acceso a Dios. Creo que fue a través de los viajes transformadores universales y normales del gran amor y gran sufrimiento5, que todos los individuos han experimentado desde los inicios de la raza humana. Solo el gran amor y el gran sufrimiento son lo suficientemente fuertes para sacarnos las protecciones de nuestro ego imperial y abrirnos a experiencias auténticas de trascendencia. El Cristo, especialmente cuando está hermanado con Jesús, es un mensaje claro acerca del amor universal y el sufrimiento necesario como patrón divino —empezando con las tres personas de la Trinidad, donde se dice que Dios se está derramando sin cesar y vaciándose de sí mismo. Como tres baldes giratorios en un molino de agua este proceso mantiene al Flujo eternamente fluyendo —dentro y fuera de Dios, y en una dirección positiva.
Solo porque no tienes la palabra correcta para Dios no significa que no estás teniendo la experiencia correcta. Desde el principio, YHWH hizo saber al pueblo judío que ninguna palabra correcta jamás contendría al misterio infinito de Dios. El Dios del mensaje de Israel parece ser: “No voy a darles ningún control sobre mí, si no su necesidad de controlar pronto se extenderá a todo lo demás”. Las personas controladoras tratan de controlar a los demás, y hacen lo mismo con Dios —pero sea lo que sea que amemos, siempre significa un cierto grado de renuncia al control. Tiendes a crear un Dios que es como tú —cuando en realidad se suponía que era al revés. ¿Alguna vez te sorprendió que Dios renuncie al control más que nadie en el universo? Si la verdad ha de ser dicha, Dios prácticamente nunca se aferra al control. Nosotros sí lo hacemos. Y Dios permite esto día tras día en todos los sentidos. Dios es así de libre.
Cualquier tipo de experiencia auténtica de Dios usualmente se sentirá como amor o sufrimiento, o ambas. Te conectará con la Realidad Completa en anchuras y profundidades siempre nuevas, “hasta que Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15:28). Nuestros círculos de pertenencia tienden bien a expandirse o a contraerse conforme avanza la vida. (Al menos eso es lo que he observado al trabajar con personas como consejero, director espiritual y confesor). Nuestros patrones relacionales, una vez establecidos, determinan las trayectorias para toda nuestra vida. Si somos inherentemente escépticos y sospechosos, el enfoque se estrecha. Si tenemos esperanza y confianza, el foco continúa expandiéndose.
Déjame repetir nuevamente un punto que ha sido muy clarificador y fundacional para mí: La prueba de que eres un cristiano es que puedes ver a Cristo en cualquier otro lugar. Esto es lo que vemos en la experiencia del tren de Carryl Houselander, y en Jesús cuando señaló a la divinidad en “los hermanos y hermanas más pequeños” (Mateo 25:40), e incluso en el supuesto mal ladrón que fue crucificado al lado suyo (Lucas 23:43). La auténtica experiencia con Dios siempre expande tu visión y nunca la constriñe. ¿Qué más sería digno de Dios? En Dios no tienes que incluir menos y menos; siempre ves y amas más y más. Mientras más trasciendes tu ego pequeño más puedes incluir. “A menos que el grano de trigo muera, seguirá siendo solo un grano. Pero si lo hace dará mucho fruto”, dice Jesucristo (Juan 12:24).
Cuando miras a tu perro a la cara, por ejemplo, tan a menudo como yo miraba a mi labradora negra, Venus, realmente creo que estás viendo otra encarnación de la Presencia Divina, el Cristo. Cuando miras a cualquier otra persona, una flor, una abeja, una montaña —lo que sea— estás viendo la encarnación del amor Dios para ti y para el universo que llamas casa.
Haz una pausa para que te enfoques en una encarnación clara del amor de Dios que esté cerca de ti en estos momentos. ¡Tienes que arriesgarte!
Espero que una comprensión más amplia esté amaneciendo para ti. Cualquier cosa que te saque de ti mismo en una manera positiva —a todos los efectos prácticos— está operando como Dios para ti en ese momento. ¿De qué otra manera puedes empezar el viaje? ¿De qué otro modo puedes ser traído al frente, no por creencias ociosas sino por vitalidad interior? Dios necesita algo para seducirte hacia afuera y más allá de ti mismo, así que Dios usa tres cosas en particular: la bondad, la verdad y la belleza. Las tres poseen la capacidad de llevarte a una experiencia de unión.
No puedes pensar tu camino hacia esta clase de visión resplandeciente y expansiva. Debes ser atrapado en una relación de amor, y asombro de vez en cuando, que a menudo se desarrolla lentamente, por ósmosis, por imitación, resonancia, contemplación y al verse en el espejo. El Cristo siempre se da libremente, arrojado como un bastón desde el otro lado. Nuestro único rol en el proceso es alcanzarlo y atraparlo de vez en cuando.
Para Pablo y para los místicos comunes como tú y yo, el tipo de visión que estoy describiendo es una experiencia relacional y recíproca, en la que encontramos a Dios simultáneamente en nosotros mismos y en el mundo exterior más allá de nosotros. Dudo que haya otra forma. La Presencia nunca es autogenerada, más bien es un regalo de otro, y la fe siempre es relacional en su núcleo. La visión divina no se realiza en solitario, sino solo cuando la conciencia interactúa con el otro, y las dos partes se mueven de un lado al otro, reuniéndose sujeto a sujeto. La Presencia debe ser ofrecida y dada, evocada y recibida. Puede pasar en un gesto físico, una palabra tranquila o una sonrisa, una comida compartida con alguien que cuidamos, cuando de repente nos anima una fuerza más grande que nosotros dos.
Es tan importante probar, tocar y confiar en tales momentos. Las palabras y los rituales complejos casi que se interponen en el camino a esta altura. Todo lo que realmente puedes hacer es devolver esa Presencia con tu propia presencia. No hay nada qué creer aquí en absoluto. Solo aprende a confiar y darle lugar a tu propia y más profunda experiencia, y conocerás a Cristo todo el día, todos los días —antes y después de asistir a cualquier tipo de servicio religioso. La iglesia, el templo y la mezquita comenzarán a tener sentido a niveles completamente nuevos —y al mismo tiempo, la iglesia, el templo y la mezquita se volverán totalmente aburridos e innecesarios. Te prometo que ambas cosas serán verdad, porque ya estás totalmente aceptado y aceptas totalmente.
1. Stendahl, Krister en “The Apostle Paul and the Instrospective Conscience of the West”. Harvard Theological Review 56, No. 3 (1963), 199-215. Para mí este trabajo académico es la clave para entender cómo los últimos quinientos años malentendimos e individualizamos en gran medida el mensaje de Pablo. N. T. Wright llevará este argumento incluso más lejos en su maravilloso y monumental estudio de Pablo.
2. Rohr, The Naked Now, and Just This (cac.org, 2017), un libro de breves indicaciones y prácticas espirituales. Ambos desarrollan esta idea clave.
3. Rohr, The Divine Dance.
4. Agustín, The Retractions, trad. M. Inez Bogan, R.S.M., The Fathers of the Church (Baltimore: Catholic University of America Press, 1968), 52.
5. Rorh, The Naked Now, cap. 16.