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1. LA METODOLOGÍA TRANSDISCIPLINAR Y LOS ESTUDIOS INTERNACIONALES

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En esta primera parte, quisiéramos destacar la validez que durante las últimas dos décadas adquirió, lo que distintos académicos e intelectuales han denominado metodología transdisciplinar crítica, sobre todo cuando trabajos elaborados desde esta perspectiva han contribuido a la organización de los nuevos estudios internacionales latinoamericanos. De igual manera, de entrada decimos que se mantiene una abierta disposición a distanciarnos de teorías, conceptos y definiciones inscritas en la tradición intelectual de las disciplinas ciencia política y relaciones internacionales, por estar no solo mediadas sino formulados con los principios del eurocentrismo.

Por eso es que el capítulo se relaciona con quienes cuestionan los mecanicistas principios de aquella epistemología, y se asocia con la búsqueda por las bases de una nueva composición en la forma de acceder al saber. Así se puede entender la crítica al eurocentrismo y su inmovilismo teórico generado por un tipo de episteme, que “tiene como núcleo central la racionalidad cognitivo-instrumental centrada en el principio cartesiano de la simplificación y en el principio newtoniano de la estabilidad de sistemas deterministas regidos por leyes válidas universalmente” (Germaná, 2017, p. 269). En el caso específico de la propuesta metodológica que manejamos, muchos de aquellos estudios y con una fundamentación metodológica de orientación clara y abiertamente positivista, han tenido y visto a Latinoamérica como tema-problema y objeto de investigación. Una situación que tendió a agravarse cuando se produjo la organización de los estudios de área al interior de la disciplina relaciones internacionales, los estudios latinoamericanos, por ejemplo, justo en los momentos que Estados Unidos lograba la hegemonía global.

Con la metodología propuesta, nos interesa también observar a quienes están por fuera de las teorías y la disciplina relaciones internacionales en la investigación del sistema-mundo que aquí lo consideramos también moderno y colonial. Las particularidades que veremos en los siguientes acápites, alientan que las lecturas e interpretaciones desde la región aporten en una perspectiva donde quedaron eliminadas las unilaterales visiones del racionalismo, sí, el mismo que desde sus orígenes implantó el pienso, luego existo como fundamento de su lectura e interpretación del mundo. Esto significa abandonar también el principio de la negación tan propio de la ciencia moderna, sobre todo en la vertiente de la dialéctica, aceptando la existencia de múltiples mundos y civilizaciones cuyos integrantes son, también, sujetos de conocimiento pensando desde su diversidad ontológica.

De igual manera, la transdisciplinariedad crítica propone que no se fragmente la realidad con base en vanidosos principios de superioridad, y más bien se destaque la relacionalidad heterárquica, manteniendo las diferencias y acabando con las jerarquías en los tipos de saber. Por eso, lo transdisciplinar propone una actitud siempre dialógica, reconociendo la complejidad susceptible de encontrarse en todo nivel de análisis. Entonces, comparto la idea que sostiene la vigencia de tipos de pensamientos donde se ponen en juego la igualdad y la diversidad, como también la posibilidad de una relación heterárquica, puesto que esto:

es un intento por conceptualizar las estructuras sociales con un nuevo lenguaje que desborda el paradigma de la ciencia social eurocéntrica heredado desde el siglo XIX. El viejo lenguaje es para sistemas cerrados, pues tiene una lógica única que determina todo lo demás desde una sola jerarquía de poder. […] Las heterarquías son estructuras complejas en las que no existe un nivel básico que gobierna sobre los demás, sino que todos los niveles ejercen algún grado de influencia mutua en diferentes aspectos particulares y atendiendo a coyunturas históricas específicas (Castro-Gómez y Grosfogel, 2007, p. 18).

Ahora ya se conoce la poca disposición del pensamiento disciplinar por aceptar la existencia de múltiples realidades, y su dinámica interacción en la actual organización y funcionamiento del mundo contemporáneo. El método transdisciplinar-crítico se preocupa por construir un tipo de conocimiento relacional y complejo, que involucre la multiplicidad de aquellas, además de estar siempre inacabado pues es susceptible de revisarse todas las veces que sea necesario. Con esta metodología, se elimina la idea de verdad universal por el hecho de considerarse científica, y porque muestra la voluntad y preocupación de los administradores del conocimiento por encontrarla, para luego instrumentalizarla en beneficio de determinados intereses.

Al respecto, un buen análisis de las teorías que han dominado al interior de la disciplina relaciones internacionales, el mainstream del que tanto se habla, fue realizado por el politólogo polaco Marek Pietrás en un artículo que fue publicado con el título de “El cambio en la ontología y epistemología de la ciencia de relaciones internacionales”. Pietrás sostiene que la mayor parte de todas esas teorías, son también parte de un conocimiento situado y están relacionadas con una ontología y trayectoria histórica ya establecida1. En todo caso, eliminar la verdad procedente del saber científico institucionalizado, resulta relevante para el estudio que aquí se realiza, pues se propone un tipo de interacción con grupos no profesionalizados en relaciones internacionales, pero que desde hace mucho tiempo puede llamárseles especialistas por sus estudios sobre aspectos que también son parte del sistema-mundo.

Desde esta perspectiva metodológica, es posible afirmar que los nuevos estudios internacionales latinoamericanos se caracterizan desde su origen por el multicentrismo. Es decir, parten por considerar que los centros y sus correspondientes periferias son irreales, producto más del sesgo ideológico con que han pensado los miembros de la disciplina, pero también por considerar que el mundo se mira y se piensa independientemente del lugar donde se ubique el sujeto del saber. Esto último le da sentido a la necesidad de profundizar en el giro epistémico decolonial, en tanto es una propuesta dirigida a la validación de todo tipo de conocimiento, el que se funda en su ontología y se define como situado. Entonces, y por medio de una actividad cognoscente plenamente localizada, el giro epistémico decolonial:

pone en cuestión el orden de conocimiento prevalente, sus modos de validación y sus localidades. Para establecer un proyecto decolonial, es necesario primero una crítica epistemo-ética. Es la recuperación de otras voces provenientes de localidades geográficas no europeas: el pensamiento del Sur, de América Latina e India; es un modo de expandir la geografía del conocimiento. El giro epistémico decolonial comienza por reconocer que existe una geopolítica y una corpo-política del conocimiento. Los sujetos hablamos y pensamos desde una localización geográfica y dentro de una estructura de relaciones de poder (O’Connor, 2016, p. 132).

Además, no se restringe a ciertos campos de análisis y sin abandonar su particularidad situacional, siempre parte de una perspectiva de totalidad, pues las relaciones al interior del sistema-mundo moderno y colonial, exigen un encaramiento exhaustivo de las partes actuando de manera relacional. Así se propone que los actores pueden participar en la organización de un renovado sistema, sin afán de dominio sobre las partes que lo componen y menos dominarlo en su totalidad. De igual manera, con la metodología transdisciplinar crítica, se puede ir más allá de los focalizados estudios que muchas veces diferencian lo nacional, su trayectoria histórica, de las formas en que se han organizado los sistemas regionales y globales. Por ejemplo, así se naturaliza la idea de que la república sea unitaria o federal, y sumada al régimen político democrático liberal es alcanzable en las condiciones en que se desenvuelven los países latinoamericanos.

Por eso afirmamos, que al incorporarse una multiplicidad de nuevos actores en el entendimiento del sistema mundo, se puede ir más allá de los estudios y las relaciones internacionales con que se ha constituido el multilateralismo en sus distintas expresiones. Esto podría llevarnos a una integración participativa y multinivel, por ejemplo, involucrando en las políticas e instituciones públicas a sectores sociales y cosmogonías que antes no fueron tomados en cuenta. No se puede obviar la posibilidad metodológica de explorar en los intersticios y en las rugosidades del sistema, sin relativizar los resultados obtenidos en el proceso investigativo. Así se fortalece el involucramiento de diversos actores en el proceso de investigación, desde los estrictamente profesionales y también quienes se desempeñan en actividades no directamente vinculadas a la disciplina relaciones internacionales. Todo lo mencionado significa ver a lo transdisciplinar crítico como parte de un entorno de investigación y formación permanente, además de estar orientado a dialogar con la pluralidad contenida en todo lugar o territorio.

Con esto último, se superan los límites del tradicional conocimiento disciplinario, reduccionista por lo compartimentalizado, necesariamente adscrito a un campo del saber científico y actuando en sus orígenes bajo el impulso y protección del Estado, pero también objeto de la iniciativa privada con el apoyo a los centros de investigación o universidades de élite. No debemos pasar por alto que de distintas formas, la transdiciplinariedad crítica llega a ser una metodología que se relaciona con el proyecto intelectual y político transmoderno pues en este, y siguiendo lo formulado por el filósofo argentino Enrique Dussel (2015), convergen las bases del ideal liberador de todo lo que ha significado el eurocentrismo. Este pensador lo resumiría como la búsqueda por el reposicionamiento “de los momentos culturales propios negados o simplemente despreciados que se encuentran en la exterioridad de la Modernidad”; […] los cuales deben constituirse en aportes al pensamiento decolonial latinoamericano “desde las posibilidades hermenéuticas propias de la misma cultura”.

Esta última idea, permitiría aportar en la medida de ser un pensamiento crítico y situado que se origina en la biculturalidad de las fronteras, según el mismo Dussel, donde América Latina, e incorporando la multiversidad epistemológica que la caracteriza, retoma parte del espacio perdido ante la ofensiva del pensamiento liberal. Nuevamente la opción de llevar adelante la visualización de las llamadas gnosis de frontera, según lo consideró Walter Mignolo en un desarrollo de la metodología y el pensamiento transmoderno. Los intersticios pueden ser hoy en día los lugares en los cuales se puede articular lo que este autor ha definido como pensamiento de frontera, la cual sería una gnosis incluyente con nuevas categorías, producto de la ruptura con los límites establecidos cuando se institucionalizó un tipo de saber, el científico, en manos de los adscritos a la teoría tradicional y a las ciencias nomotéticas (en Walsh, 2002, p. 18).

Es por eso entendible la atención prestada por quienes trabajamos con la interdisciplinariedad crítica, a todas aquellas epistemes que coexisten de manera conflictiva en las fronteras de los múltiples sistemas, lugares donde legalidades con diverso grado de legitimidad se entrecruzan, en tanto partes de un orden global cuyos impulsores promueven una mayor desregulación y reducción del Estado. Por último, y retomando la propuesta de Dussel, se necesita poner en marcha una estrategia de “crecimiento y creatividad de una renovada cultura no solo descolonizada sino novedosa” (Dussel, 2015). Con esta propuesta, se refuerza la posibilidad de tener diversas ontologías enraizadas en lo local en un contexto donde es posible

vincular y relacionar campos de la vida y establecer conexiones entre lo ontológico (la decisión de existir en tanto autoafirmación), teleológico (las metas transgeneracionales que animan las existencias negadas), epistemológico (los métodos y las formas de pensar que han hecho posible tales existencias) y accional (las capacidades de actuar y decidir que hacen posible las existencias) (Juncosa, 2014, pp. 24-25).

En esta parte del capítulo, es posible afirmar que la metodología transdisciplinar no absolutiza sobre la base de principios universalizados desde relaciones de poder históricamente constituidas, sino que propone incorporar las diversas y complejas visiones con las cuales se construyen realidades, las cuales, y de manera obvia, nunca perderán su particularidad. Es tal la fuerza de esta argumentación, que distintos estudiosos latinoamericanos del sistema internacional, claramente identificados con los principios de las ciencias nomotéticas contenidos en la disciplina relaciones internacionales, llegaron a considerar que los conocimientos producidos en su interior

son el resultado de un tiempo y un espacio social y político determinado. La interpretación del mundo que expresa un paradigma se hace desde un punto de vista definible en términos de nación, clase social, poder ascendente o declinante. Esto es válido tanto para aquellas formulaciones originadas en el “Norte”, como para aquellas construidas en el “Sur”. La predominancia de una determinada visión del mundo, de un paradigma e, incluso, de una “escuela” o “tradición de pensamiento” expresa solo eso y, en ningún caso, el dominio de la verdad (Bernal, 2006).

Aquí se debe mencionar la cercanía con lo que proponen los seguidores de las ciencias de la complejidad, puesto que aceptan la posibilidad de las emergencias y las irrupciones en todo tipo de procesos, desde los sociales hasta los biológicos. Con los obvios matices que deben tener en su interior, cosa similar se propone desde lo transdisciplinar crítico con el principio de la heterarquía. En este último se plantea que toda forma de conocimiento en su proceso de constitución como tal, mantiene el principio de la incertidumbre y su historicidad, además de trascender los límites disciplinares. El filósofo colombiano Carlos Maldonado ha considerado que las emergencias e irrupciones rompen las jerarquías en el conocimiento, e implican no solo lo “inter, trans y multidisciplinariedad; sino, mejor aún, [generan] el cruce mismo, el diálogo, la cooperación entre enfoques, métodos, lenguajes y disciplinas distintas” (2015, p. 40).

Siguiendo los argumentos esgrimidos por el economista argentino e historiador de las relaciones internacionales, Mario Rapaport (2014), los estudios internacionales adelantados en América Latina, han mantenido la particular, y por ello valiosa característica, de indagar por el sistema internacional o sistema-mundo recurriendo a lo interdisciplinario. Se puede afirmar que en sus primeros momentos, durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, la profesionalización disciplinar en el continente se vio desalentada, ya sea por las recurrentes limitaciones presupuestales más las debilidades institucionales de tipo público o privado, las cuales invariablemente afectaron a los centros de educación superior o de investigación. Todo esto quizá fue más producto de la indeseada voluntad de los gobiernos latinoamericanos, al constatar la escasa capacidad de sus Estados para influir en los temas y problemas de alcance global.

En todo caso, es posible asegurar que desde sus inicios y con la escasa institucionalización que habían logrado, los estudios internacionales en América Latina tuvieron un fundamento interdisciplinar. Por el momento en que se dieron, los casos más notables han sido el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México y el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Así lo hizo notar de manera temprana, el cientista político chileno Heraldo Muñoz (1980). Lo mencionado ha resultado positivo para el desarrollo de los estudios internacionales latinoamericanos, en tanto aporte a la formación de un tipo de conocimiento al que ya he considerado como situado. En tal sentido, desde los primeros trabajos en la década del sesenta hasta los muy actuales, la mayor parte de estos estudios han tenido la confluencia de:

la diplomacia, la economía, la geografía, la demografía, las ciencias políticas y sociales, el estudio de las instituciones, el análisis comparado y, en la medida en que existen mediciones cuantitativas, estadísticas y documentación numérica, dentro de contextos históricos, que evolucionan en el corto y el largo plazo. Entre otras cosas, la ventaja del trabajo pluridisciplinario reside en la facultad de cruzar las teorías de esas distintas disciplinas (Rapaport, 2014).

Teniendo esto en cuenta, y si aceptamos que los estudios poscoloniales se mueven en los espacios metodológicos promovidos por lo transdisciplinar crítico, reconociendo los invalorables aportes de diversos movimientos y teorías como los feminismos decoloniales y ambientalistas, el movimiento de los comunes y sus prácticas políticas, por ejemplo las que están enmarcadas en el bien vivir y el co-cuidado, entonces tendríamos que todas nos indican la situacionalidad en el conocer, leer, interpretar. En consecuencia, las teorías críticas producidas en años recientes han logrado:

señalar la imposibilidad de un conocimiento no-situado: [puesto que] centran sus investigaciones tanto en el sujeto cognoscente realmente existente –y por lo tanto en su sexo, su clase y su «raza»– como en los lugares y situaciones en donde se realiza la producción de conocimiento –y por lo tanto en sus relaciones, instituciones y estructuras sociales–. […] han logrado evidenciar que detrás de la presunta no-situacionalidad y no-corporeidad del conocimiento científico suele esconderse no la mirada de Dios, sino del hombre blanco, occidental y colonizador. [Lo cual] ha socavado las bases sobre las que suelen sostenerse la objetividad y universalidad del conocimiento científico: [este siempre es], un conocimiento producido por sujetos dentro y desde ciertos lugares (Pimmer, 2017, p. 279).

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