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Оглавление¡PONGÁMONOS RADIOACTIVOS!
Estoy recostado sobre una mesa de acero, demasiado atento al hecho de que un cañón de rayos apunta en mi dirección. Parece una de esas cosas que usan los supervillanos en las películas: un cañón láser tan grande como una habitación, de cinco toneladas de peso. De ésos con los que amenazan con destruir el planeta.
—¿Qué tipo de música prefieres, Ross?
Estoy seguro de que el técnico radiólogo sólo intenta distraerme mientras me atornilla fijamente a esta mesa. Una mascarilla rígida de malla cubre mi cabeza y mi cuello, y me mantiene inmovilizado: ayer sacaron un molde de mi cara para poder hacerla, y el técnico se esfuerza en hacerla encajar en unas ranuras de la mesa. Arruga la nariz mientras la empuja.
—Mmmm… cualquier cosa. Lo que sea —murmuro entre dientes. La mascarilla es tan rígida que no me permite mover ni un poco la quijada.
El técnico, Frank, al fin logra encajarla en la mesa, y me da un golpecito en el hombro con el puño cerrado.
—Vamos, hombre… si vas a estar ahí quieto durante media hora, necesitas algo de música. Tengo de todos los tipos. Dime qué te gusta. Ninguna respuesta es incorrecta.
Rebusco en mi cerebro.
—Pues… ¿Podría ser radio? ¿Puedes poner la estación KZAQ?
Frank se detiene y se inclina hasta doblarse en dos, como si lo hubieran herido con un balazo en el estómago. Se queda así, hablándole al piso.
—Ya sé que dije que no había respuestas incorrectas… pero ¿esa estación de radio? —se endereza y me guiña un ojo—. ¿En verdad te gusta esa basura de los 40 principales?
—Pues… es lo que mis papás tienen en casa todo el tiempo…
Soy tan perdedor… Intento mirar casualmente hacia otro lado, pero no consigo mover la cabeza.
Frank me mira fijamente antes de soltar un suspiro exagerado.
—Está bien. Pero mañana me vas a decir qué te gusta a ti, no a tu mamá y a tu papá —se aleja y manipula un anticuado estéreo que se encuentra en una repisa alta en la pared, junto a una inestable torre de discos compactos y cintas rectangulares.
¡No puede ser! Debe haber cientos de millones de dólares en equipo sofisticado en esta habitación, ¿y no se pueden dar el lujo de conseguir un reproductor de mp3? Noto una pequeña parte de tatuaje que se asoma por debajo de la manga del uniforme de Frank. ¿Una cola de lagartija, tal vez? ¿O un tentáculo?
Beyoncé invade el lugar, y el técnico se dedica a lo suyo.
—Sé que ya te expliqué todo esto ayer, pero vamos a repasarlo una vez más.
Cierra los brazos alrededor de su tabla portapapeles y empieza, como si fuera algo que ha hecho miles de veces.
—La camilla en la que estás recostado va a levantarte y a colocarte en tu lugar. El tratamiento toma alrededor de veinticinco minutos, más o menos. Mantén brazos y piernas y cualquier otra parte de tu cuerpo en la camilla todo el tiempo, no los dejes colgar. No se permite lanzarle objetos al técnico radiólogo. Está prohibido alimentar a los técnicos. No debes patalear como si hicieras nado sincronizado. No hagas algo que no se te haya indicado previamente.Y que no se te ocurra tararear música de los Goo Goo Dolls, porque detesto a esa banda.
Frank se hace a un lado para permitir que una técnica radióloga, Callie, creo, se acerque y me ponga una especie de masilla azul en el puente de la nariz; la moldea para que se quede en su lugar. Me sonríe y dice que es para proteger mi ojo bueno del rayo. Después, me da palmaditas en el pecho. Espero no verme tan nervioso como me siento, porque por dentro parezco un conejo atrapado en una trampa. Mi rostro está ardiendo.
—Bien. Ahora, lo más importante —es Frank de nuevo—: cuando te lo indique, vas a mirar fijamente a la X roja que está justo encima de ti. Es la que hicimos ayer junto al sitio por el que sale el rayo. Vas a verla cuando la máquina te coloque en posición.
La mascarilla me impide mover la cabeza para asentir, pero parece que se da por enterado.
—No muevas la vista de esa X, si lo haces tu ojo va a explotar en mil pedazos como la Estrella de la Muerte, ¿me entiendes?
Le contesto con un leve gruñido.
Frank pone su mano sobre mi brazo.
—Es broma, Ross. Más o menos, quiero decir. No despegues la mirada de la X. Tu ojo no va a explotar, pero estamos hablando de tu sentido de la vista, que es algo muy importante. Así que mantén el ojo fijo en la X o si no… Bueno, sólo mira la X y todo estará bien.
Callie regresa con una pieza en forma de U que parece uno de esos candados para bicicleta. La ajusta sobre mi cara y me ayuda a encajarme en la boca la parte moldeada para ese propósito. Mis dientes se clavan en ella cuando cierro la boca, y ella fija los extremos en la mesa. Ka-chonk. La mesa está sujeta a un brazo mecánico, algo que parece sacado de Viaje a las estrellas.
Me pica la nariz. No podría mover la cabeza aun si tuviera que hacerlo, y eso hace que sienta un hormigueo por dentro. Como si yo fuera un insecto en una mesa de disección.
Frank y Callie me miran.
—¿Todo bien? —Callie me aprieta suavemente un dedo del pie, a través del calcetín—. ¿Quieres una cobija?
—Do, toy'ienn.
—Bueno —retira un mechón de cabello tras la oreja y sonríe, amistosa. Todo el mundo sonríe mucho aquí, quizá porque entienden que me estoy muriendo de miedo—. Vamos a estar ahí detrás. Todo va a salir muy bien.
Frank me guiña un ojo.
—No te preocupes. Ya verás.
Se alejan por la izquierda, y no puedo girar la cabeza para verlos. Las luces bajan de intensidad mientras Gwen Stefani empieza a cantar algo sobre unos plátanos.
Tengo que reconocerlo: da un poco de miedo eso de estar aquí solo entre toda esta maquinaria. Tantas… cosas.
Cierro los ojos y suelto todo el aire. Hace ruido al salir lentamente, lo que pone mis nervios de punta.
—Muy bien —grazna la voz de Frank a través de un altavoz—. Vamos a empezar, Ross. Relájate, mantén la vista en la X roja. Nuestro paseo está por comenzar.
Luego de unos segundos de silencio, se oyen unos ruidos fuertes y un sonido como de motor. La habitación entera, llena de maquinaria, parece despertar a la vida con pitidos y zumbidos de lo que tal vez son grandes ventiladores que se han puesto en funcionamiento. ¿Serán necesarios para enfriar todo cuando la radiación empiece? No tengo la menor idea.
Entonces, la camilla se sacude, y empiezo a elevarme.
Frank se oye de nuevo por la bocina.
—Houston, hemos despegado —dice, parodiando el lanzamiento de la misión Apolo 11 hacia la luna.