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Prólogo


Roberto Aguado es uno de los mejores psicólogos de España y, desde luego, el campeón de todos ellos frente al micrófono. No he conocido a ninguno –y he escuchado a unos pocos– que hagan tan suyo un programa de radio como Roberto. Le encanta la madrugada, esas horas donde el insomnio se pelea con los recuerdos que vienen de visita tras las cortinas de la habitación. Es una lucha constante donde el dial se cuela sin permiso y la voz de Roberto es un bálsamo para quien la escucha. Uno se coloca tras la pecera y observa cómo dirige él solo, con batuta magistral, una partitura no escrita que emerge del silencio y forma columnatas de Bernini en forma de palabras enlazadas. Recuerdo la noche que me propuso hablar del suicidio... Llevábamos ya un par de años juntos y lo miré como las vacas lo hacen al tren. Es un asunto del que los periodistas, como norma general, solemos huir igual que si de pólvora se tratase. Cómo vamos a hablar del suicidio si es leyenda urbana aceptada que mentarlo solo induce directamente a él. Me contó que, ya hace tiempo, entró una llamada en otra emisora donde el oyente decía que quería quitarse la vida en ese momento. Roberto utilizó todo su temple y sabiduría para acompañar al interlocutor el mayor tiempo posible, incluso fuera de antena. Logró que mediante la palabra acertada y la escucha, el oyente desistiera en su empeño y diera tiempo suficiente para que alguien llegara a su rescate. Ahora, cada Navidad le envía una tarjeta de felicitación. Al final, tras pensarlo mucho, acepté el reto. Esa noche se convirtió en una danza de duendes que habían pensado en alguna ocasión quitarse la vida... Incluso hubo quien aseguró que lo haría... Roberto lo emplazó quince días más tarde y obtuvo respuesta positiva. La centralita “petó”, como dicen los jóvenes, y estuve recibiendo correos varias semanas sobre el tema. Con esto quiero decir que el autor de esta obra que tienen entre manos es un Merlín de las emociones, que sabe en cada momento qué tecla pulsar en el piano desafinado de la vida. Cuando digo que es Merlín no lo hago en balde, pues algo de brujo y mago tiene este talaverano de 51 años, que tiene registrado, incluso, un método propio de terapia, la de tiempo limitado. Más de un millar de psicólogos han salido ya, de sus clases y con sus métodos, instruidos en una forma de ejercicio profesional reconocible a distancia. La novela que tienes delante, lector, te hará ver, mejor que cualquier tratado, cómo entiende Roberto la psicología. Los hombres y mujeres adorables, que entran y salen en el libro a modo de personaje colectivo, que a uno le lleva a La Colmena o a Manhattan Transfer, explican por sí solos el título de la obra. La emoción siempre decide, pues es algo que está en la base de lo que somos... Por más que el clásico nos definió como seres racionales, lo cierto es que, lo fundamental, lo que mueve claramente nuestro comportamiento, son las emociones que surgen en el camino de la vida... Es lo que desequilibra, determina y decide, sin duda alguna. Incluso en las personas más frías, distantes y calculadoras, la emoción siempre desempeña un papel trascendental, que a veces pasa, incluso, por la ausencia larvada de la misma. Siempre está ahí, permanece... por más que las cenizas del volcán parezcan acabadas. Las zonas volcánicas siempre lo son por más que pasen los años... igual que el alma –ahora que parece que se ha redescubierto la palabra– guarda brasas de la infancia que después pueden trocar en llamaradas hasta el techo. Parte de esta circunstancia se da en el libro. Los personajes que entran y salen podrían ser cualquiera de nosotros, con problemas que llegan a interferir y cambiar sus comportamientos según sepan encajarlos mejor o no. La apasionante historia de Escarabajo y Natalia atrapará al lector desde la primera línea, pues en ellos puede verse algo que Galdós experimentó como nadie en los Episodios Nacionales y es que la mejor manera de enseñar algo es novelándolo. Aquí, el lector medio aprenderá psicología amenizada con el trepidante curso de los acontecimientos con los que se topan los protagonistas. El psicólogo profesional encontrará, sin duda, también un gran libro donde Roberto desarrolla puntualmente toda su teoría basada en la experiencia de tantas horas de consulta. Al final, queda evidenciado que la razón construye una serie infinita de argumentos en forma de castillos en el aire para dar un discurso coherente a lo que ya antes, de forma contundente, ha determinado la emoción. Montse, Félix, María Luisa, el argentino neurobiólogo y tantos otros personajes que desfilarán por estas páginas componen un fresco psicológico de primer orden al que Roberto les ha dado su toque especial... Les ha insuflado vida al modo del creador que sopla sobre su estatuilla de barro. Mediante ellos, sus actuaciones, complejos, manías, fobias y filias comprenderemos, mucho mejor que con cualquier tratado clásico, los puntos fuertes de una teoría validada por la experiencia y por horas y horas de consulta. Mientras leía sus páginas tenía la sensación de estar nuevamente tras la pecera. Como si de un programa de radio se tratara. Porque, no lo duden, quien ha escrito este libro es el mejor ante el micrófono, ante el paciente y, ahora también, frente a la cuartilla en blanco. Y si la emoción de la amistad y los años juntos han decidido la aseveración de esta frase, la razón de los hechos y la experiencia hacen que se sostenga firme y le den su condición de verdadera. Tras la última página, tendrán la sensación de saber mucho más de la vida y de haberse conocido a sí mismos un poco mejor. Disfruten de su lectura, no van a encontrar libro igual entre mil manuales de psicología que hubiera. Estamos en el aire.


Javier Ruiz

Periodista.

Director del programa “En marcha”

de Onda Cero Nacional

La Emoción decide y la Razón justifica

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