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HAZTE RESPONSABLE DE TU ÉXITO

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Triunfar y lograr la prosperidad y el éxito requieren esfuerzo. Mientras más te involucras en lo que te apasiona, más debes dejar atrás viejos hábitos y modificar conductas que obstaculizan tu camino de crecimiento. Esto implica asumir nuevas exigencias y desafíos. Quizá debas dedicar más tiempo a perfeccionar tus habilidades, aprender a usar nuevas herramientas, abstenerte de ir seguido a reuniones y fiestas, renunciar a ciertas comodidades o sacrificar otras actividades para enfocarte en lo que amas. Incluso, tal vez tengas que cambiarte de ciudad, lejos de tu familia y amigos, como me ocurrió a los 11 años.

Entre las olimpiadas infantiles y nacionales me propusieron entrar a un programa de alto rendimiento. México estaba formando un equipo con proyección para los Juegos Olímpicos de 2008 en China (sí, justo a los que me propuse ir). Mis papás hablaron conmigo para decirme que, si aceptaba, tendría que dejar Mérida para irme a vivir solo a la Ciudad de México. Quizá creyeron que no aceptaría, pero enseguida respondí que sí quería. Era mi oportunidad. No había marcha atrás.

Mi mamá se quedó conmigo el primer mes, en lo que me asignaban lugar en el Comité Olímpico Mexicano. Después me las arreglé solo. Como llegué a la mitad del ciclo escolar, tuve que adaptarme a destiempo a mi nueva escuela y los compañeros, así como a una ciudad enorme y caótica, con un clima muy diferente. Mi horario era muy estricto debido a mis obligaciones académicas y de entrenamiento. Aprovechaba los descansos o los tiempos muertos para hacer tareas o estudiar. En ese sentido, mi vida era distinta a la de los demás, pues en lugar de jugar en los cambios de clase, era el niño raro que adelantaba sus deberes porque no tenía tiempo. Debía esforzarme más que muchos porque mi jornada era muy demandante. Y cuando terminaba de entrenar en la noche, lo único que quería era dormir.

Te confieso que hubo momentos en los que resentí la soledad y no tener a mi familia cerca, pero no estaba dispuesto a regresar a casa. No me había ido de mi ciudad natal alejándome de mis más cercanos por nada. Me fui para crecer y ser el mejor. Aprendí a hacerme cargo de mis sueños y a asumir la responsabilidad de mis actos. Así que ahora quiero compartirte algunas recomendaciones que, confío, te ayudarán en tu camino hacia la excelencia.

1. Asume la responsabilidad de tu vida

La forma más sencilla de renunciar a tus sueños es escudarte en las circunstancias. Me refiero a culpar a la suerte, al lugar donde creciste, a tu familia, amigos o a tu jefe por no cumplir lo que te has propuesto. De ese modo, le das a alguien más el poder de decidir sobre tus intereses, gustos, objetivos e incluso sobre el rumbo de tu existencia. Si te refugias en tus experiencias negativas para no arriesgarte a actuar, estás viviendo lo que te toca, no lo que quieres.

El éxito no se trata de elogios y fortuna, sino de tomar el control de tu vida. Eres la única persona responsable de tus decisiones y acciones, así que no culpes a los demás ni te quejes de las circunstancias. Pon mucha atención en este punto, porque las quejas y culpas son hábitos que una y otra vez van a obstaculizar tu crecimiento. Son un gran pretexto para no asumir tu responsabilidad. Para modificar esas costumbres negativas, empieza por reconocer tus errores, aprende de ellos, corrígelos y busca evitarlos a futuro. Pero también identifica tus aciertos y buenas prácticas, para que las refuerces. En pocas palabras, trabaja para conseguir los resultados que buscas. No los dejes a la suerte.

2. Más esfuerzo, menos sacrificio

Aunque parezca algo trivial, las palabras que usamos importan. El sacrificio se relaciona con algo difícil, incluso tortuoso. Es una obligación y, por tanto, nos resistimos a realizarlo. Si crees que renuncias a tu noche de viernes por estudiar, ejercitarte o desarrollar tus habilidades, puedes terminar odiando lo que haces. Y al experimentarlo como algo impuesto, se convierte en una carga agotadora.

En cambio, el esfuerzo implica un compromiso personal. Nadie te obliga. Es una decisión en la que tú eres el único beneficiado. Se trata de un cambio de actitud en el que te involucras emocionalmente en lo que te has propuesto, y dedicas tiempo y energía a cumplir tus objetivos. Y, como nace de ti, haces lo que te corresponde para que las cosas sucedan. Por eso, cada paso que das te acerca a tu meta.

3. Amplía tu mirada

Toma tiempo lograr nuestros sueños. El propósito que nos planteamos no es inmediato, pero solemos cometer el error de pensar y actuar a corto plazo. Queremos que las cosas sucedan pronto y que nos exijan un esfuerzo mínimo. Sin embargo, no hay soluciones rápidas, recuérdalo. Los resultados se construyen con constancia y hábitos cotidianos.

Es importante que veas más allá y establezcas objetivos a largo plazo que guíen tus acciones y decisiones. Por el momento, solo tenlo presente en tu radar, ya que en el siguiente capítulo vamos a profundizar en este tema.

4. Enfócate

Si quieres abarcarlo todo, la vida no te lo va a permitir por una sencilla razón: no hay tiempo suficiente. Si tu sueño es sobresalir en algún deporte, iniciar un negocio, desarrollarte en una línea profesional o conquistar cualquier interés que persigas, entonces conviértelo en tu misión y dedícale la mayor parte de tu energía. De otro modo, vas a enredarte con tareas que solo te desviarán de tu objetivo.

5. Aprende a decir no

Somos seres sociales y nos gusta agradar a los demás. Por lo mismo, muchas veces nos cuesta negarnos a una tarea, actividad o favor para un familiar, amigo o compañero de trabajo. No me malinterpretes, no digo que te niegues a todas sus peticiones. Más bien, ten en cuenta tus objetivos y no digas que sí cuando sabes que eso te alejará de tu propósito.

Sobre todo, no hagas las cosas por congraciarte con alguien. Al final, no le vamos a caer bien a todos ni van a aprobar cada una de nuestras elecciones. Mejor concéntrate en ser auténtico, desarrollarte y dar lo mejor de ti. Es tu vida, ¡es tu éxito!

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