Читать книгу Fénix - Rona Samir - Страница 10
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Оглавление—¡Mc Douuu!
Era demasiado temprano para arrancar, y de hecho por ello intentaba deslizarse casi invisiblemente, delante de la oficina del jefe Giovanni. El grito deformando su apellido alargando una letra inexistente, lo anotició de que había fracasado estrepitosamente.
Como si fuera un mimo en plena rutina, se volvió marcha atrás dos pasos y estiró el cuello hacia el lugar de donde salió el ouuu que todavía flotaba en el aire.
Odio que lo pronuncie así.
Resignado manoteó la manija de la puerta transparente, y asomó apenas la cabeza.
—Buenos días, jefe… ¿me llamó?
—Así es. Entra y toma asiento por favor.
El jefe Lito Giovanni tenía por costumbre expresarse con dichos. Él decía que el saber y el ingenio popular nunca le erraban, y que la imagen mental que creaban valía más que cualquier explicación detallada, por más científica que fuera.
Se había hecho un stock bastante importante, y los sacaba como comodines a veces, incluso, en los momentos menos oportunos. Eran como su bagaje cultural, y solía jactarse de ellos. Lo cierto es que el interlocutor, la mayor parte de las veces, no tenía ni idea de lo que estaba hablando.
Hoy no era la excepción.
—Espero que hayas dormido como un lirón Macdou, porque tenemos mucho trabajo.
—Tenemosss… me suena a equipo, y yo trabajo solo, jefe, ya lo sabe.
—¡Justamente!, y como lo bueno, si breve, dos veces bueno, vamos al grano. Te he asignado una recluta.
—Y la buena noticia es queee…. está bromeando, ¿verdad?
—¿Por qué alaargasss todas las letras?, ¿acaso te volviste campesino? O ¿estás dormido? Si es así despégate la almohada de la cara y ponte las pilas. –Y frunció el ceño levantando las espesas cejas recortadas a mano con una tijera aparentemente desafilada, ensayando su cara de molesto sobreactuada.
—Usted sabe que no entreno reclutas, jefe.
—¡Precisamente!, no es una recluta. Viene de pase de otra jurisdicción. Sabe trabajar, pero tiene que ajustar algunas cuestiones. Ahí entras tú. ¡Ojo! No lo digo literal, sino figurado de hecho…Recuerda que donde se come no se caga, Macdou. –Y lo señaló amenazante–. Tu conducta ha sido impecable, muchacho, pero no es de ti de quien dudo.
Estaba tratando de procesar lo último que el jefe había dicho y que le sonó desagradable e innecesario, cuando este continuó leyendo de su monitor a toda velocidad: problemas con la autoridad, algunas situaciones que podrían rayar en el acoso u hostigamiento, denuncias de violencia, bla, bla, bla. Yo diría más loca que una cabra. Pero estoy seguro de que lo solucionarás y podrás enfilarle los patitos.
—Jefe, ¡por qué yo! –protestó aun sabiendo que era inútil.
—¿Y qué quieres? ¿Que se la asigne a Bermejo?, ese idiota vive alzado como primer nieto, y en cuanto a Nielsen… bueno, ya sabes, no le puedes pedir peras al olmo. Por otro lado, la cosa se está poniendo fea, ya sabes, como bailar con tu hermana, y lo cierto es que no te va a venir nada mal alguien que te cuide las espaldas.
—¿Tendré alguna compensación? Me refiero a francos extras, o mejor paga…
—¡Qué más quieres, Macdou! La chancha, los veinte ¿¿y la máquina de hacer chorizos??
El jefe miró por sobre su hombro, y cuando Liam estaba a punto de darse la vuelta para ver el origen de su distracción, Giovanni, el coleccionista de dichos, arremetió con otro más.
—Hablando de Roma… –mientras hacía un ademán con la mano para que ingresara a la oficina vidriada.
La puerta se abrió y la pecera se inundó de los sonidos de papeles, dedos que picoteaban teclados, murmullos y alguna carcajada explosiva más allá.
—Jefe Giovanni…
—Sí, sí, entra por favor –dijo asintiendo con la cabeza e insistiendo con el ademán de la mano derecha–. Te presento a tu compañero, el inspector…
¡¡Ay, no!! Ahí va de nuevo.
—Liam Mc Dow –se apresuró este en decir antes que la mujer registrara la mala pronunciación de su nombre por parte del jefe.
—Soy la agente Mae Silva. –Mientras le estrechaba la mano con firmeza y seguridad, y sin más se sentó en la silla junto a él que permaneció de pie.
El silencio se volvió incómodo, y Liam finalmente se sentó ante la mirada persistente del jefe Giovanni sobre él con un ojo más abierto que el otro.
—Bueno, ahora que hemos hecho las presentaciones de rigor, corta la bocha. Se les asignará un área de patrullaje durante el día, para que Silva conozca la jurisdicción y noche por medio se abocarán a tareas de seguimiento de los casos que les asigne Bermejo.
El verborrágico se puso de pie con un resorte en el trasero.
—Bueno, supongo que no hay preguntas, así que andando que cocodrilo que se duerme es cartera.
Liam se levantó y como buen caballero abrió la puerta para que Mae saliera primero. Al cerrarla desde fuera, pegó una última mirada enfurruñada para constatar que el jefe ya había pasado del asunto y se encontraba de espaldas regando un potus imposiblemente largo que imploraba por luz, enlazado hacia arriba por el marco de la ventana y el barral de la cortina.