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Enfoque biográfico: crítica y rehabilitación

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El método que busca revelar una cultura o un mundo a través del relato de experiencias vividas no es unánimemente aceptado por los investigadores en ciencias sociales. Sobre la fascinación ejercida por el relato singular, Jean-Claude Passeron opina: “La fuerza imaginaria de los modelos literarios del relato de vida y de la ficción novelesca se debe, en primer lugar, a una imaginación filosófica que, desde la metafísica antigua hasta la metafísica clásica, se ha deleitado viendo como la vida de un hombre, de un linaje o de una dinastía, podía reflejar o miniaturizar el mundo entero. Microcosmos repitiendo el macrocosmos” (1990: 9).

La transposición del enfoque biográfico aplicado a sociedades consideradas como estáticas y armoniosas, a sociedades modernas y estratificadas es entonces objeto de numerosos comentarios y críticas por parte de los sociólogos que, a causa de la separación entre las disciplinas, y replicando la oposición entre tradición y modernidad, obran dentro las sociedades industrializadas. En su artículo sobre “el enfoque biográfico”, Daniel Bertaux (1980) promueve este método sin denunciar, como tampoco lo hace Bourdieu (1986), la fetichización de la “historia única” supuestamente encarnada por un “individuo único”. La singularidad de un caso, según esta perspectiva, daría cuenta de la totalidad de un mundo social. Sin embargo, la vida de los narradores está segmentada en función de su pertenencia a varios mundos paralelos o antagónicos como el trabajo, la familia o el ocio, que ellos presentan con una coherencia artificial. El relato solicitado por el etno-sociólogo se reestructura en función de los marcos sociales de la memoria (Halbwachs, 1950), llamados sociogramas por Régine Robin (1986); también en función del proyecto y de la reescritura del investigador.

Claude Dubar (1998) considera, en cambio, que podemos llegar a superar la oposición entre dos posturas epistemológicas: la que esencializa la identidad personal que guía el recorrido biográfico, y la que parte de las categorizaciones sociales para explicar la estructura de las identidades biográficas, en tal caso, ilusorias. Dar paso a la noción de proceso identitario o social permite romper la ilusión de que un mundo puede leerse en el relato subjetivo de una trayectoria de vida, pero también permite moverse de la posición objetivista que considera las identidades singulares únicamente como la internalización de las categorías y las normas sociales.

El relato de vida revela significantes socio-simbólicos que participan de la fragmentación del campo socio-estructural, pero al mismo tiempo contribuyen a su unificación. Asimismo, Daniel Bertaux considera que los “dos niveles, lo socio-estructural y lo socio-simbólico, no son más que dos caras de una misma realidad: lo social”. Se supone que las investigaciones relativas a las estructuras de producción o a la formación de las clases sociales se sitúan en el primer nivel; en el segundo nivel, las que “buscan determinar los complejos de valores y de representaciones que existen” (1980: 204). Pero, aunque la ciencia sociológica pueda distinguir entre los objetos y los enfoques, sólo resulta operante la articulación entre ambos.

En los materiales biográficos, las estructuras del trabajo y de la familia reflejan el significado dado a las trayectorias. Estos materiales revelan a su vez ciertos cambios estructurales. Las instituciones marcan las prácticas y los valores de los sujetos que se inscriben en ellas, pero también son producto de prácticas y valores. Esta articulación entre lo estructural y lo simbólico, evidenciada por el método biográfico, prefigura el vínculo que existe entre producción de relaciones sociales y construcción de posiciones singulares.

La lectura de los trabajos de la Escuela de Chicago confirma la posibilidad de utilizar los relatos biográficos como material objetivable. La transición de la enunciación del particular a la generalización se realiza a través de la elaboración del comentario en segunda instancia. La relación entre la norma individual que caracteriza las acciones del narrador y la norma colectiva en que se inscriben estas acciones reside en la postura crítica que constituye la “definición de la situación” planteada por él. El uso del material biográfico supone un enfoque pragmático que plantea el devenir histórico como individual. A través de intercambios epistolares entre los migrantes y sus familias que permanecieron en Polonia, Thomas y Znaniecki presentan en The Polish Peasant in Europe and America (1918-1920), los conceptos de valores, actitudes, desorganización y reorganización social. Muestran cómo una historia singular puede permitirnos ver y entender los movimientos históricos (Tripier, 1998).

El método biográfico ofrece la posibilidad de acceder a representaciones que, una vez situadas en un contexto social, adquieren un carácter de universalidad. En los entornos estructurados en donde investiga el sociólogo, éste puede formular “la hipótesis de no-variación interindividual” entre los grandes modelos de organización de la vida social (grupo de trabajo Approches longitudinales, Estrasburgo, 1987) que dan cuenta de cómo se articula el sistema social y la praxis individual (Ferraroti, 1983), sistema de valores y estructura del relato biográfico (Catani, Maze, 1982).

Sin embargo, esa articulación supone resuelto el acceso al proceso de individualización y al sistema de valores comunes. Según Maurizio Catani, la restitución de historias de vida social está arraigada en el modelo de la constitución del sujeto occidental, portador de un destino individual. Este autor considera que la construcción por un individuo de su propia historia sólo se logra si está libre de toda trascendencia. Sin dar crédito a la oposición individualismo-holismo —utilizada por Louis Dumont y retomada por Catani, que concierne la división entre sociedades que valoran el individuo y sociedades que valoran el grupo—, podemos destacar el relato de la Tía Susana, una emigrante del interior, quien muestra el vínculo existente entre su experiencia singular y el sistema de valores que la constituye. A veces, para las necesidades de la transmisión, la narradora supedita a la relación de acontecimientos singulares la relación de acontecimientos sociales que marcan las etapas de la vida individual: rituales de paso, cambios profesionales y geográficos.

La interpretación de Foucault sobre el tema de la articulación entre individualismo y apego a los valores del grupo, singularidad y asignación a identidades colectivas es esclarecedora. Estudió las fronteras que delimitan la construcción de la categoría del individualismo: valor absoluto atribuido al individuo en su singularidad; valoración de lo privado; relación a uno mismo, y atención a las formas que producen transformaciones en el individuo, que le permiten buscar su salvación a través de la autonomía y de la auto-trascendencia.

Foucault nos muestra que lo que aparece vinculado puede ser desvinculado en ciertas circunstancias o en ciertas sociedades. La relación consigo mismo por la cual uno se constituye como sujeto de sus propias acciones (Foucault, 1997) se define como práctica individual susceptible de enseñanza y perfeccionamiento, y como práctica social que da lugar a interacciones individuales. También como un modo de conocimiento. La construcción de un saber del mundo es inseparable de la experiencia del sujeto. Esta vinculación entre conocimiento del mundo, de sí mismo y de los demás, tal como se plantea en Le souci de soi, permite rechazar el paradigma tradición-modernidad que opone de forma radical valores individuales y valores de grupo, pertenencia heredada y electiva, inscripción y adscripción. Existe hoy un consenso a favor de la combinación de estas prácticas.

Raíces suspendidas: estéticas y narrativas migrantes desde una perspectiva de género

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