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PREVENCIÓN Y DIAGNÓSTICO PRECOZ DEL CÓNCER

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La prevención es, en principio, algo distinto al diagnóstico precoz. En el primer caso se puede impedir el mal de antemano y, además, hacerlo imposible gracias al correspondiente posicionamiento vital. El segundo caso, el diagnóstico precoz, pretende que el problema salga a la luz lo antes posible y poder luchar a tiempo contra él. Por eso la prevención empobrece a los médicos y el diagnóstico los enriquece. Posiblemente sea ese uno de los motivos por los que la primera casi no aparece en la medicina convencional mientras que el segundo ha generado a su alrededor una industria que no para de crecer. Comparado con la prevención en el sentido que señala el libro La enfermedad como símbolo, el diagnóstico es poco significativo, escasamente necesario y, además, va siempre asociado al miedo y la esperanza de que no se encuentre nada…, pero nunca se puede afirmar con total seguridad, ni siquiera haciendo rastreos semanales.

Por regla general, la prevención puede aportar mucha satisfacción, pues trabaja sobre algo que es necesario para la vida y lo hace con una mayor probabilidad de remedio que la que supondría tropezarse con la temida enfermedad que se pretende prevenir. En el libro Lebensprinzipien (Principios de vida) reúno todas mis ideas relativas a la auténtica prevención con la ayuda de los principios originales. Esta prevención debe englobar, por supuesto, a la mente, tomar en gran consideración una alimentación eficiente y de calidad, así como incluir el ejercicio (lo mejor es practicarlo al aire libre) con fases de recuperación y descanso hasta llegar a la dimensión espiritual de la meditación.

El diagnóstico precoz, que de forma totalmente errónea se considera una profilaxis o prevención del cáncer, es una insolente falacia que no tiene tales pretensiones, pero que siempre es mejor, por supuesto, que un diagnóstico tardío… exceptuando las peligrosas mamografías. Sobre su efectividad como diagnóstico precoz, las mamografías están cada vez más en tela de juicio e incluso aumenta el número de médicos convencionales que se distancian de esos métodos, como es el caso de la profesora Ingrid Muhlhauser, de Hamburgo, o Holzgreve, su colega de Munich. Este último escribió sobre un metaanálisis, es decir, un estudio que englobaba seis estudios independientes, relativos al carcinoma de próstata, que entre los años 2005 y 2010 se realizaron a 387.286 personas y que no pudieron determinar un descenso significativo de la mortandad basado en las evaluaciones de valores PSA.33 Si se piensa en la angustia que se provoca, las circunstancias de los reconocimientos y las consecuentes operaciones quirúrgicas, parece decididamente necesario desaconsejar este tipo de «previsiones». Estos alejamientos de los métodos tradicionales han aparecido incluso en revistas especializadas, como Deutsche Ärzteblatt y Münchner Medizinische Wochenschrift, lo que constituye una clara muestra de lo mucho que cambian los síntomas y los tiempos.

A estos avances se añaden los estremecedores resultados de la denominada «medicina basada en la prueba», una rama de la medicina científica que tiene la misión de examinar, muy de cerca y de forma científica, las medidas médicas aplicadas. Como resultado de estas investigaciones, hace ya años que en Inglaterra se han suprimido los reconocimientos preventivos en los problemas de próstata, pues ha quedado claro que provocan más perjuicio que beneficio, sin olvidar su carga de angustia y los falsos positivos, es decir, diagnósticos erróneos que suponen la práctica de un gran número de intervenciones quirúrgicas innecesarias.

Pero el hecho de que desde hace tiempo no parezcan razonables las mamografías no significa que no tenga sentido un reconocimiento manual de la mama por parte de facultativos competentes. Esto no supone ningún obstáculo para una auténtica prevención.

Yo, personalmente, a mis sesenta años, nunca me he sometido a uno de los denominados reconocimientos de la medicina convencional y aseguro que no voy a hacerlo si, en el peor de los casos, se trata de un reconocimiento precoz que sea peligroso o molesto. Me pasé a la alimentación vegetariana cuando tuve claro lo que me aportaba tanto en la salud como en el terreno espiritual: hace ya más de cuarenta años que renuncié con sumo gusto al consumo de carne. Desde que leí The China Study sigo, como ya he dicho, una dieta vegana.

En el plano emocional intento realizar satisfactoriamente mi misión en la vida y avanzar por mi camino, tanto en el ámbito laboral como el de pareja y espiritual, lo que supone también una prevención mental contra el cáncer. Además, dedico tiempo y espacio a los temas del corazón, tal y como hago ahora en este libro, y eso se puede asociar a una prevención mental de las afecciones cardiovasculares. Naturalmente recomiendo a todos que sigan este mismo procedimiento.

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