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CORRELACIÓN ENTRE EL CÁNCER Y LOS PRODUCTOS CÁRNICOS, ALGO DESATENDIDO DURANTE MUCHO TIEMPO

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No desearía, en absoluto, dar aquí la impresión de que el conocimiento de la relación existente entre el cáncer y la alimentación es algo nuevo y que The China Study no contaba con precedentes. La conocemos y advertimos sobre ella desde hace décadas, pero este estudio en concreto, con su gran cantidad de participantes y sus conclusiones, ha logrado llegar hasta el fondo de la cuestión. Con ese estudio, la medicina convencional, que dice estar tan vinculada a la ciencia, debería haber cambiado su enfoque; es como una conclusión de las investigaciones más antiguas. En relación con el cáncer existe una gran cantidad de estudios anteriores en el mismo sentido, que muestran que la medicina actual lleva mucho tiempo dormida y que se han ocultado los mejores conocimientos relativos a las correlaciones más importantes.

En 1992 se realizó un estudio de síntesis de otros 200 (!) en el que se afirmaba: «En la mayoría de los tipos de cáncer, las personas con un bajo consumo de frutas y verduras […] tienen doble riesgo de sufrir cáncer que las que las toman en abundancia».34 La dependencia estaba muy clara en la gran mayoría de los estudios pero, de hecho, no en todos. Sin embargo, en ninguno de ellos se mencionaban las posibles ventajas referidas al abandono de la alimentación vegetal o a su reemplazo por la proteína animal.

En 1999, el científico japonés Hirayama, del Instituto de Prevención Oncológica de Tokio, basándose en un estudio realizado durante 17 años sobre 265.118 adultos de seis prefecturas de Japón, llegó a la siguiente conclusión: «Los grandes comedores de carne muestran una clara tendencia a sufrir cáncer de colon, pulmón o mama. El riesgo se incrementa notablemente si, además, son fumadores y no toman a diario verdura verde o amarilla».35 De igual modo, en el año 1990 los autores de un metaanálisis referido a seis estudios independientes afirmaron: «Nuestras investigaciones muestran entre las mujeres que ya han pasado la menopausia una consistente y estadísticamente significativa relación positiva entre el riesgo del cáncer de mama y la ingesta de grasas saturadas; se ha comprobado el extraordinario efecto protector proporcionado por la ingesta elevada de fruta y verduras. Ese alto grado de protección se acusa en especial con la vitamina C».36

La conclusión final de los autores en otro estudio: «Entre las mujeres que padecían riesgo de sufrir cáncer de ovario, se comprobó que podían reducirlo considerablemente solo con proceder a un cambio en su alimentación: disminuir la ingesta de grasas saturadas y aumentar el consumo de verdura».37

Y algo realmente radical para los científicos, a pesar de que ya data de 1990: «Basta pensar con calma sobre la base de los datos existentes [en lo que se refiere al cáncer de colon], para concluir que la cantidad óptima de carne roja que se debe comer es igual a cero».38

Claus Leitzmann y Andreas Hahn escribieron hace 15 años en Vegetarische Ernährung (Dieta vegetariana): «Los análisis epidemiológicos nos llevan a la conclusión de que con una adecuada selección de los alimentos se puede reducir en un 90 % el riesgo de cáncer de colon y estómago, en un 50 % el de mama y en no menos del 20 % el referido a gran cantidad de otros tipos de cáncer (pulmón, boca, cuello, tráquea, esófago, vejiga, cuello del útero). […] Tal y como han reseñado numerosos estudios epidemiológicos, los adeptos a la alimentación vegetariana muestran una morbilidad y mortalidad a causa del cáncer claramente menores que las del resto de la población, en especial en lo que se refiere al cáncer de colon y de mama. Al mismo tiempo, a partir de un estudio longitudinal se concluyó que las mujeres vegetarianas que sufren cáncer de mama tienen un ratio de supervivencia cinco años más alto que el de las pacientes que no viven según las doctrinas vegetarianas. […] Un consumo alto y mantenido en el tiempo supone un factor de elevado riesgo para el cáncer de intestino. […] Si se sigue una alimentación rica en fibra, ese riesgo de cáncer de intestino disminuye alrededor de un 40 %».

En consecuencia, los autores llegaron a la siguiente conclusión: «Está más que contrastado que los vegetarianos son un grupo de bajo riesgo en lo que se refiere al cáncer. Una dieta cuya base prima-ria sean los vegetales les aporta toda una serie de alimentos preventivos, como pueden ser la fibra, las vitaminas y los minerales».39

Y el diario médico Ärzte Zeitung ya lo anunció en 1997: «Fumar sigue siendo, con una cuota de aproximadamente el 20 %, una de las causas más importantes de enfermedad, pero los datos epidemiológicos más recientes dejan atisbar que los fallos en la alimentación son responsables, al menos, de la misma cantidad de casos de cáncer».40 Y en el año 1999 fue aún más tajante: «Una alimentación rica en grasas, y con gran cantidad de carne y poca verdura tiene una correlación muy directa con casi la tercera parte de todas las afecciones cancerosas. Hasta la fecha se ha detectado una estrecha dependencia entre los hábitos alimenticios y la incidencia de carcinomas en 18 tipos de tumores».41

La carga de las pruebas disponibles desde hace muchos años es impresionante. Pero para aquellos colegas que todavía no lo puedan creer y prefieran criticar la metodología de los estudios independientes u orientar su indignación en un sentido distinto mediante la racionalización de otra pseudociencia, habría que añadir dos puntos más:

 No existe ni un solo estudio que corrobore algún efecto positivo de la carne sobre el cáncer.

 En el Anexo42 se dispone de una extensa lista de estudios que ya comenzaron en el año 1975. Todos van en el mismo sentido: comer carne favorece el desarrollo del cáncer, mientras que la dieta vegetariana nos mantiene saludables.

Como apoyo, aquí apunto una referencia de la página web www.fleisch-macht-krank.de, en la que aparece una lista de otros estudios internacionales, todos en la misma dirección.

Resumen:

Cuanto más elevado sea el nivel de colesterol, mayor será la probabilidad de enfermar de cáncer, y ese riesgo también aumenta con la grasa animal incluida en la alimentación: se puede concluir que una ingesta puramente vegetal provoca un claro efecto reductor del peligro de padecer cáncer.

Hace ya décadas que una gran cantidad de estudios señala a los productos animales como impulsores del cáncer y a la dieta vegetariana como una eficaz protección contra él; esta última alimentación es una auténtica medida preventiva que debe ir acompañada de la suficiente atención al trasfondo mental que genera la enfermedad. Si la verdadera prevención es muy útil y apropiada, resultan muy peligrosas las medidas de diagnóstico precoz, como las mamografías, de las que se va apartando paulatinamente la medicina convencional. La alimentación vegetal no solo puede ser efectiva contra los agentes cancerígenos, sino que también disminuye la predisposición genética. La alimentación vegana y unos baños de sol moderados, es decir, un abastecimiento suficiente de vitamina D, reducen de forma efectiva el riesgo de padecer cáncer.

En el caso de cáncer de colon se debe añadir algo más: una alimentación vegetal rica en fibra favorece la digestión, lo mismo que la práctica regular de ejercicio tiene un efecto muy saludable contra el estreñimiento, que posiblemente sea una de las causas fundamentales de este tipo de cáncer. La dependencia entre el consumo de productos lácteos y el riesgo de sufrir una enfermedad tumoral es especialmente llamativa en el caso del cáncer de próstata.

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