Читать книгу Mujeres asombrosas - Saida Ortiz Sedano - Страница 14

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María Laura fue educadora, misionera y evangelizadora católica.

JERICÓ, 1874-1949

Tan pronto como nació su niña, doña Dolores Upegui envió a su esposo, Juan de la Cruz Montoya, a bautizarla. “Antes de ser hija nuestra, primero tiene que ser hija de Dios”. Ese sencillo acto tuvo un eco poético que ninguno de los padres de María Laura anticipó. En mayo de 2013, se convirtió en la primera santa de Colombia después de ser canonizada por el papa Francisco.

Perdió a su padre a los 2 años, así que en su infancia transitó de casa en casa. A los 11, ingresó al Colegio del Espíritu Santo en Medellín, el cual dirigía su tía María de Jesús Upegui, quien era religiosa. Como no tenía dinero, se retiró y se fue a vivir a una finca en San Cristóbal, donde se dedicó al cuidado de una tía y a la lectura de la Biblia y sintió el llamado para volverse religiosa.

A los 16 años, María Laura ingresó a la Escuela Normal de Institutoras y se dedicó a impartir catequesis. Pero un día sintió una imperiosa necesidad: “me vi en Dios y cómo me arropaba con su paternidad haciéndome madre, del modo más intenso, de los infieles. Me dolían como verdaderos hijos”. María Laura decidió compartir la palabra divina con los pueblos indígenas. En su época, este acto era bastante transgresor. Las labores del misionero se consideraban estrictamente masculinas. A pesar de la desaprobación, convivió con comunidades indígenas, aprendió su lengua, defendió su cultura. La piedad de su corazón quedó plasmada en las obras que escribía, hasta que el abrazo de una larga enfermedad dictó su partida. Por la bondad de sus obras, la Arquidiócesis de Medellín propuso su beatificación. Encomendadas a su piedad, dos personas recibieron la gracia de sus milagros. María Laura, la hija de Dios, lo acompaña ahora como santa.

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