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IV LA ESCOLÁSTICA RENACENTISTA EN QUITO (1534-1594)

4.1. Los dominicos y la Filosofía

Según los datos más probables, fue en el Estudiantado de los dominicos donde se implantó la Filosofía como actividad académica. Estos inicios están ligados al nombre del padre fray Rafael de Segura, quien parece haber estado en Quito desde 1533. Dice el padre Vargas (1942, p. 33):

La presencia del P. Segura en Quito nos hace sospechar que la enseñanza en nuestro convento comenzó aún ates de 1550 y que el capítulo provincial celebrado este año, no hizo sino declarar formales los estudios hechos en nuestro Estudentado.

En 1559 se celebró en Lima el primer capítulo intermedio de la Provincia Dominicana del Perú. Entonces se ordenó:

que se recibiesen novicios en todos los conventos, como no fuesen descendentes de moros, ni de indios, ni mestizos, que son hijos de indias y españoles y negras hasta la cuarta generación inclusive, y que los recibidos, purificados de estas condiciones se remitan a los conventos de Lima, Cuzco o Arequipa, para que allí hiciesen su noviciado. (Meléndez, 1682, en Vargas, 1942, 31)

En este capítulo no se menciona al Convento de Quito, sin embargo,

en el mismo capítulo intermedio de 1559, se pensó ya seriamente en la necesidad de abrir canónicamente Noviciado y entablar estudios en el convento de Quito, comisionando para ello a uno de los mejores religiosos y entre ellos al Padre Fray Rafael de Segura, Catedrático que había sido de la Real Universidad de Lima, para que en el de Quito comenzase a entablar los estudios. (Meléndez, 1682, en Vargas, 1942, 32)

El padre fray Jarónimo de Cervantes, quien fue asignado al Convento de Quito hacia 1561 y que sucedió al padre Segura en el Vicariato provincial, “con ayuda de los mitayos mejoró la habitación de los religiosos y adaptó, siquiera provisionalmente, un local para el establecimiento del noviciado”. (Meléndez, 1682, en Vargas, 1942, 36). A finales de 1564 llegó a Quito el padre fray Alonso Gasco, nombrado Prior del Convento y profesor oficial del Estudentado. Este religioso “abrió inmediatamente el año escolar con la enseñanza de la filosofía a nuestros primeros estudiantes, siendo aquí el primer profesor que entabló formalmente los estudios eclesiásticos. Hasta 1566 su magisterio no salió de los claustros conventuales de Santo Domingo”. (Meléndez, 1682, en Vargas, 1942, p. 38)

En abril de 1566 llegó el segundo obispo de Quito fray Pedro de la Peña.

El Señor de la Peña había respirado el ambiente teológico creado en Salamanca y Valladolid por Francisco de Victoria y Domingo de Soto, y mantenido luego por Domingo Bañez y Merchor Cano. Cuando estuvo aun en España, se promulgó ya el Consilio de Trento en todas las Iglesias de la Península. Apenas llegado a Quito, hizo dar lectura desde el púlpito a las decisiones conciliares, subrayando con comentarios las que más interesaban a la Iglesia Quiteña. (Vargas, 1962, p. 66)

Justamente, en cumplimiento de una de las disposiciones del Concilio de Trento, el obispo De la Peña organizó un ensayo del Seminario con estudios de Teología y Gramática. La Teología la impartía el padre fray Alonso Gasco en la Catedral con dos clases diarias, una de Sacramentos y otra de Casos de Conciencia. La Gramática latina la enseñaba el maestro Juan González. Asistían a este primer esbozo de Seminario “frailes de todas las órdenes seglares” (Colección Vacas Galindo, 1950, vol. 7), además los miembros del Cabildo eclesiástico y, a veces, el obispo mismo.

Las clases de este primer esbozo del Seminario se recibieron después en el mismo Estudentado del convento dominicano. Al padre Gasco sucedió el padre fray Juan de Aller, quien, además de prior, fue Maestro de estudiantes y lector de Teología.

En Quito estuvo (el P. Aller) hacia mediados de 1572. Desde su llegada se hizo cargo del curso de filosofía en nuestro Estudentado y fue el formador intelectual de nuestros mejores religiosos nacionales y de los primeros sacerdotes seculares. Discípulos suyos en las clases dictadas en Santo Domingo fueron el P. Bedón y los Presbíteros Diego Lobato, Alonso Aguilar, Gonzalo de Saavedra, Francisco Rodríguez y el que andando el tiempo llegó a ser el Dean Solmirón. (Vargas, 1942, p. 43)

Según Meléndez (1682, Libro I, Capítulo II; en Vargas, 1942, p. 42), el padre Aller “fue uno de los hombres más doctos que tuvo en su tiempo la religión”.

El Capítulo provincial de 1573 designó como Vicario de Nación de la Provincia de Quito al padre fray Antonio de Hervias. Este fraile había sido discípulo de Melchor Gano y Domingo Soto y condiscípulo de Domingo Bañez, en la Universidad de Salamanca. Había enseñado Artes en la Provincia de Catilla y en 1565 había sido nombrado Maestro de Estudiantes de la Universidad de Ávila. En Lima fue profesor de Teología, Regente de Estudios, Prior del Convento y Calificador del Santo Oficio. En febrero de 1574 se encuentra ya en Quito y enseña Teología en el Convento de San Pedro Mártir, como se desprende del testimonio que el padre Bedón dio en favor del presbítero Diego Lobato, en 1591:

(Diego Lobato) se ha ocupado de los estudios que ha habido en esta ciudad y Convento de Santo Domingo de la Orden de este testigo, de artes, lógica y filosofía, las cuales dichas artes y facultades oyó el susodicho del P. Presentado Fray Juan de Aller, y fue condiscípulo de este testigo y en la Facultad de Artes de Teología las oyó así mismo de dicho Fray Juan de Aller y del Maestro Fray Antonio de Hervias, Obispo que al presente es de la Gobernación de Cartagena. (Meléndez, 1682, Libro I, Capítulo II; en Vargas, 1942, p. 42)

Y el mismo Diego Lobato, en calidad de testigo de la probanza procurada por el clérigo Alonso de Aguilar en diciembre de 1579, dice:

Desde pequeño se crió (Alonso de Aguilar) en el servicio de esta Santa Iglesia y el en excercicio de todas las buenas letras que por acá ha habido y se han leído en esta ciudad, las cuales el dicho D. Alonso ha oído como son Gramática, Artes, Teología Moral, que leyeron en esta ciudad Fray Alonso Gasco y Fray Antonio de Hervías, Priores de Monasterio de Santo Domingo de esta ciudad y el señor Obispo de ella. (Vargas, 1974, p. 33)

Por su parte el padre fray Pedro Bedón luego de concluida la Filosofía y los primeros años de Teología fue enviado a Lima (1577) para que obtuviera títulos académicos en la Universidad de dicha ciudad. A mediados de 1586 estuvo en Quito ya de regreso y parece que inmediatamente se dedicó a la enseñanza en el Estudiantado, puesto que se le consideraba “el único (criollo) capaz de alternar con los españoles en la dirección de los estudios” (Vargas, 1965, p. 34). En una petición de Universidad para Quito que el padre Bedón envió al rey en 1598, se refería expresamente a sus años de enseñanza:

El bien que se sigue de que estudien los que nacen en esta tierra se ve por experiencia en los que de ella han ido a estudiar en Lima y vuelto aquí muy aprovechados en Letras y en otros que ha cursado los estudios particulares que hemos tenido en este Convento, donde yo he leído Artes y Theología por tiempo de trece años y en el Nuevo Reino cuatro años, donde he tenido muchos discípulos que ahora hacen mucho fruto entre los naturales… (En Vargas, 1965, p. 59).

El Estudentado del Convento Dominicano de Quito era considerado como “Estudio General”, aunque sin ratificación por parte del rey. Esto quería decir –en ese momento- que los estudios eran formales, rigurosos y válidos para la formación sacerdotal. Eran, por supuesto, estudios académicos, pero no tenían carácter público ni reconocimiento “oficial” (real), ni se conseguían grados con ellos. Solo con los Jesuitas se lograría todas estas características en el siglo XVI.

En cuanto al plan de estudios dice el padre Vargas:

Tanto por la legislación general de la Orden cuanto por los textos manuscritos que han dejado nuestros Padres, se deduce que el curso de filosofía duraba tres años y cuatro el de teología. El texto de enseñanza filosófica lo iba formando sucesivamente el maestro, a base de los Comentarios de Santo Tomás a las obras de Aristóteles. La Suma Teológica era el texto obligatorio en la clase de Teología. Lo filosofía natural abarcaba la lógica y metafísica, el estudio del mundo (Cosmología), el hombre (Psicología) y Dios (Teología Natural). En los cuatro años de Teología se dictaban paralelamente las partes dogmáticas y moral de la Suma del Doctor Angélico. El Latín y materias preparatorias se suponían cursadas ya, antes de iniciar la filosofía. (Vargas, 1942, p. 47)

En esta primera época existe un curso de filosofía en el Convento de Santo Domingo: INLOGICAM, ARIS, COMEentARia PROLOGUS, COMENTARIA IN PurfiRII INTRODVetione (p. 79). COMENTARIA In Posteriora Analytica Arist. Prologus (p. 427).

En la página 427 se lee: “Pe ignacio/ año de 1584”. El padre Vargas dice refiriéndose a este códice: “Del siglo XVI se conserva manuscrito el texto que posiblemente usó el padre Bedón. Contiene los comentarios a la Lógica, Posteriores y Analítica de Aristóteles” (Vargas, 1973, p. 38). Aunque no hemos encontrado ninguna evidencia de que este texto lo haya utilizado el padre Bedón, tiene, sin embargo, mucha importancia porque revela la filosofía que los dominicos impartían en Quito en el último cuarto del siglo XVI.

El libro tiene una estructura muy particular sobre la base de las disputaciones (disputatio), cuestiones (questio) y capítulos (Cáput). Trata la Lógica a través de 24 disputaciones. La Disputatio 1ra. trata de Proemilis Dxat logice. Estudia los preliminares de la Lógica y la Dialéctica en 15 cuestiones. En el f. 79 empieza el tratado sobre los Comentaria in Porfirii Introductione. Abarca la disputatio 2da., De natura Universalium; disputatio 3ra de nata. generis; disputatio 4ta, De nata. speciei et individui; disputatio 5ta. Per natura differentiae; disputatio 6ta, de nata. Propriis; disputatio 7ma, De nata. Accidentis; disputatio 8va, De Comparatione Universalium inter se.

Entre las páginas 281 y 317 debió empezar un nuevo tratado de lógica. Por restos que nos han quedado juzgamos que debió ser el Tratado sobre las Categorías de Aristóteles estudiado a la manera de Porfirio. Remata este tratado el estudio sobre los Opuestos (De nata. oppositorium) y las disputas sobre las significaciones del concepto de prioridad (de modis prioris) y de simultaneidad (de modis simul), las clases de movimiento (de modis speciei motus) y los diversos modos de “tener” (de modis habere).

El último tratado corresponde al estudio sobre la Analítica Posterior de Aristóteles. En seis disputaciones estudia lo esencial de la demostración y finaliza con la disputa sobre la unidad y distinción de las ciencias (De unitate et distinctione scientiarum).

Aunque un solo manuscrito es muy poco para juzgar medio siglo de filosofía en Quito, podemos, sin embargo, afirmar que en Quito no se conocía a Aristóteles en sus propias obras, a fines del siglo XVI. Se lo conocía a través de los Comentarios de Santo Tomas y, particularmente, a través de la Introducción a las Categorías de Aristóteles de Porfirio, obra que gozó de gran prestigio en la Edad Media. En sus contenidos, pues, la filosofía quiteña de la época que nos ocupa se nos presenta como típicamente medieval.

El método que se seguía en la enseñanza de la Filosofía era el tradicional de la Cristiandad medieval, en base a las lecciones (lectio) y discusiones (disputatio) reforzadas con los actos académicos públicos o privados que se tenían regularmente. Es más, en el horario cotidiano de los estudiantes se señalaba el tiempo que debían argüir entre sí. Todo estaba dirigido a preparar recitadores y disputadores hábiles que tenían –hay que reconocerlo- un conocimiento profundo de los laberintos filosóficos o teológicos por los que transitaban. De allí la gran importancia que se concedía en las clases y en los apuntes a la refutación de los argumentos de los contrarios.

4.2. Los agustinos y la Filosofía

Parece probado que los agustinos se establecieron en Quito antes de 1573 (Terán, 1973, pp. 14-19) y no el 22 de Julio de 1573 como afirman Antonio de la Calancha, Thomás Herrera y Joaquín Brulio, los más famosos cronistas de la orden. Este día y año se realizó la entrada oficial de los fundadores de la Provincia Agustiniana de San Miguel de Quito13 pero “en 1568 ya tuvieron los agustinos de Quito convento e Iglesia (Santa Bárbara)”. (Terán, 1973, pp. 16)

Esto explica que en 1573 figure ya el convento agustiniano como una casa formada y de vida regular, apta para la apertura del noviciado, como sucede al año siguiente. Entre los padres que formaban esta primera comunidad estaba el “Lector Gramaticae et Artium F. Augustinus López”.(Tomás de Herrera, 1644, p. 173). Juaquín Brulio, refiriéndose a este padre, dice: “P. Augustinus López Philosophise proffesione egregius”.(1651, p 107).

Apenas si nos han quedado noticias de los estudios agustinianos de esta época. Uno de los alumnos que cursó filosofía en San Agustín fue Miguel Sánchez Solmirón, futuro Dean de la Catedral de Quito. Pablo Herrera (1927, p. 9) dice:

Entre los eclesiásticos del clero secular sobresalió D. Miguel Sanchéz Solmirón, natural de Sevilla. Vino a Quito, muy joven, hacia el año de 1580. Estudió el curso de artes en San Agustín cuyo Profesor fue Fr. Ignacio de Ordaz, y algunas materias de Teología en Santo Domingo, bajo la dirección del P. Maestro Fr. Juan de Aller.

En esta primera época los agustinianos se interesaron vivamente por los estudios. En 1581 tomaron a su cargo el Colegio Franciscano de San Andrés y lo dirigieron hasta su extinción con el nombre de Colegio de San Nicolás de Tolentino. Pronto pidieron también autorización para fundar una Universidad en su convento, como veremos más adelante.

4.3. Los franciscanos y la Filosofía

No hemos podido precisar el año en que los franciscanos establecieron los estudios de Filosofía y Teología en su convento de Quito. En todo caso, el 15 de julio de 1579, el padre fray Antonio de Zúñiga se dirigía al rey en estos términos.

Conviene que V.M. haga merced a esta provincia de algunos frailes hasta cantidad de veinte y no cuales quiera, sino predicadores, personas que puedan ser cabezas, de lo cual hay mucha necesidad, y de letrados y de lectores de Artes y teología, porque se pierden por acá muy buenas habilidades por no haber quien las cultive con lección; y desto hay grandísima necesidad. Por amor de nuestro Señor, V.M. lo mande proveer. (Compte, 1885, p. 61)14

Sin indicar fechas, aunque del contexto se desprende que se refiere al último cuarto del siglo XVI y principios del siglo XVII, el padre Córdova Salinas dice refiriéndose al Convento de San Pablo de Quito:

En casa de Noviciado y Seminario de toda virtud, en él se han criado muchos y grandes siervos de Dios. También florecen las sagradas letras con grandes ventajas. Para esto tiene tres lectores jubilados más otros tres lectores actuales de teología escolástica, que para jubilarse han de leer quince años. Otros dos de Lógica y Filosofía y un maestro de estudios con que la Provincia goza de muchos sujetos doctos y de insignes predicadores. (Crónica Franciscanas de las Provincias del Perú, p. 1038)

Y al escribir el principal de los cuatro claustros del convento dice:

Tiene dos escaleras de piedra cubiertas la una de bóveda y la otra de una media naranja por extremo vistosa, vestidas las paredes de hermosísimos lienzos. En este claustro están las aulas de Artes y Teología y un grandísimo tesoro, que es la librería de innumerables y curiosos libros, que ocupan más de medio lienzo del claustro. (En Córdova Salinas, 1957, p. 1037)

El padre Compte parece sugerir que mucho antes de 1589 los franciscanos habían establecido la enseñanza de Filosofía y Teología en su convento. Dice:

Si los Franciscanos,…, treinta y cuatro años antes de que los PP. Jesuitas abrieran su primer curso de filosofía (en 1589), eran capaces de sostener el colegio de San Andrés y dar en el mismo una educación y instrucción muy vasta a la Juventus, cómo no había de tener suficiencia para enseñar filosofía a sus propios alumnos?.

Córdova Salinas afirma expresamente que los franciscanos Fray Gerónimo Tamayo y Fray Alonso Ramiro fueron catedráticos de Artes y Teología. (Crónicas Franciscanas de las Provincias del Perú… En Córdova Salinas, 1957, libro sexto, cap. IX. pp. 1030-1039.)

¿Y qué diré de los PP. Salazar, Fr. Bernandino y Fr. Alonso? ¿Qué del P. Fr, Juan Gallegos, del P. Fr. Luis Martínez, del P. Fr. Bartolomé Rubio, del P. Fr. Antonio de Zúñiga, del P. Fr. Antonio Jurado? Desde la fundación del convento de San Pablo de Quito, jamás se interrumpió en él aquella gloriosa serie de hombres eminentes, falange inmensa de sabios, hombres aptísimos para regentar, no digo una cátedra de filosofía, sino aun de Teología y demás materias que suelen ser asunto de las escuelas. (Crónicas Franciscanas de las Provincias del Perú, t. I, p. 94.)

Por este mismo tiempo floreció el padre “Fray José Fernández Velásquez, natural de Quito… Un anotador de la Crónica del P. Córdova asegura que el P. Velásquez fue catedrático y que con su enseñanza ilustró su religión y honró las provincias del Perú; que fue, finalmente, un Escoto Americano” (Herrera, 1927, p 7).

Sin embargo, estos y “otros muchos notabilísimos Franciscanos que florecieron en Quito por su sabiduría” (Compte, 1885, p. 94), florecieron solamente en el último cuarto del siglo XVI y principios del siglo XVII. Esto parece reforzar nuestra hipótesis de que los estudios de Filosofía y Teología se establecieron en el Convento Franciscano en el último cuarto del siglo XVI.

4.4. Los mercedarios y la Filosofía

Los mercedarios participaron también del entusiasmo que despertó en Quito las clases de Teología y Gramática puestas por fray Pedro de la Peña en 1566. En una declaración acerca de la vida, costumbres y celo apostólico del obispo Pedro de la Peña, fray Juan de Zamudio afirma que él, como Comendador del Convento, “manda todos los días sus frailes vayan a la Iglesia mayor de Quito, a oír una lección de Casos de Conciencia que en ella se lee por orden del Sr. Obispo”. (Monroy, 1943, p. 164)

Fue tanto el entusiasmo despertado por estas clases que el padre fray Andrés Gómez, que gobernó el convento mercedario de Quito de 1569 a 1573, en una carta dirigida al rey el “último de Marzo de 1569” hace un balance de la situación cultural de Quito y dice:

En todo hacemos lo que podemos y haremos con el buen celo que al servicio de V.M. todos tenemos y haremos siempre lo mejor. Anímanos mucho el bien Prelado que V.M. envió a esta iglesia, con su doctrina, buena vida y ejemplo es dechado para todos nosotros; en una cosa tenémosle en más, la ignorancia que ordinariamente había por acá, suplió y proveyó la conciencia del Prelado con el estudio de la Teología y Gramática que aquí nos ha puesto, don de frailes de todas las órdenes y seglares vamos a oír y nos aprovechamos. (En Colección Vacas Galindo, 1950, vol. VII)

Los mercedarios organizaron su noviciado quiteño en el último cuarto del siglo XVI y con él los estudios necesarios para la carrera sacerdotal. El padre fray Mateo de la Cuadra, provincial de Perú, en carta del 25 de abril de 1579 agradece al rey Felipe II el haber enviado a Perú importantes religiosos de los que estaba algo escasa la provincia mercedaria. Dice el padre De la Cuadra (1943, p. 163):

De los religiosos que vinieron, fue nuestro Señor servido de llevarnos los dos más escogidos, el uno en púlpito y el otro en letras; los que quedaron se han repartido en los conventos de esta Provincia para Predicadores y lectores, porque en esta casa de los Reyes y en la de Quito y Cuzco, se han puesto estudios de Gramática, Artes y Teología…

Igual que las otras órdenes, los mercedarios impusieron en su convento el estudio de la Filosofía como un requisito en la formación de los futuros sacerdotes. Pablo Herrera (1927, p. 11) nos ha rescatado, aunque sin mayores detalles, algunos nombres de mercedarios que se distinguieron en esta época:

El Convento de la Merced de Quito tuvo también en esos tiempos otros religiosos de gran importancia por su saber. Tales fueron los Padres Fr. Rafael de la Cueva, Comendador en 1583, Fr. Juan de León, Fr. Pedro de Santa María, Fr. Diego Dávila, Fr. Juan Castro, Fr. Andrés Ramos.

4.5. Los jesuitas y la Filosofía

En 1540 San Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús con el objetivo específico de detener el avance del protestantismo, es decir, con el objetivo común de la España de entonces: propagar la fe católica.

Los jesuitas llegaron al Perú en 1568. En Quito se establecieron definitivamente en 1586 (Cfr. Jouanen, 1943, t I. pp. 42 y 43)15, aunque desde 1575 o 1575 residían ya en esta ciudad (Velasco, 1973a, pp. 106-106; 114-115) y quizá pueda anticiparse a 1572 la venida de los primeros jesuitas a la Real Audiencia de Quito (Jouanen, 1943, p. 36).

Entre los fundadores oficiales que llegaron a Quito en 1586 figuraba “el P. Juan de Hinojosa, que acababa de leer con toda satisfacción un curso de Artes en el Colegio de Lima e iba destinado al mismo oficio en Quito.” (Jouanen, 1943, p. 42).

En 1587 ocurrieron en Quito violentas erupciones del Pichincha seguidas de temblores de tierra y un fuerte terremoto. En 1589 la ciudad fue asolada por una peste de viruelas que se extendía por Sudamérica desde Cartagena. Los jesuitas tuvieron que ejercer su apostolado en estas duras circunstancias y el exceso de trabajo llevó a la muerte al padre Hinojosa por julio de 1589, poco antes de dar inicio al primer curso de Filosofía para el que venía destinado.

Los jesuitas han considerado siempre la enseñanza como uno de sus principales ministerios y muy poco después de haberse instalado en Santa Bárbara pensaron abrir un colegio para la instrucción de la juventud quiteña. Para esa época la fama de los educadores de los jesuitas era de dominio público y esto “hace que muchos eclesiásticos, aún de avanzada edad, y Religiosos de diversas Ordenes le pidan con insistencia (al padre Frías Herrán) que les dicte la teología moral. Se ve por eso precisado a dar principio a una cátedra de teología moral, dentro de las estrecheces de la Casa de Santa Bárbara, dictando a petición común la materia de Poenitentia” (Velasco, 1973a, p 118).

Por otra parte, los jesuitas abrieron el curso de Gramática latina en 1588. A este curso debía seguir el de Humanidades, Retórica y Poesía. Aunque no hay indicios seguros, es probable que el curso de Gramática latina, precedido de unas “Reglas para conocer las calendas”, que consta al principio de un volumen que reúne varios tratados teológicos, se trate del primer curso del primer curso de Latín dictado en Quito por los jesuitas.

Una vez concluido el curso de Retórica y Poesía en 1589, los jesuitas se vieron precisados a abrir el curso de Filosofía para la continuación de los estudios. Por esos mismos días los jesuitas se pasaban de San Bárbara a su nuevo colegio16 donde había mayor comodidad para los estudios. Dice el padre Velasco:

Concluído lo más necesario en el Colegio nuevo de los jesuitas de Quito y sirviéndose en parte de las fábricas antiguas del sitio comprado se dispusieron las aulas para las cátedras de estudio… A pocos días del mismo mes (de Enero de 1590) se dio principio al curso de Filosofía, con universales demostraciones de gusto. Entraron a él innumerables discípulos con la novedad de ser el primero. Concurrieron no sólo de la provincia y del Reino de Quito, sino también del nuevo Reino de Granada, donde todavía no conocían jesuitas ni estudios; y lo que más es, de todas las órdenes Regulares establecidas muchos años antes en el Reino. Enviaron su propia juventud los Dominicos, Franciscanos, Agustinos y Mercedarios, y continuaron después por largo tiempo, hasta que se pusieron en términos de ser maestros en sus respectivas Casas. (1973a, p 120. Cfr. Velasco, 1973b, 118-119)

Este párrafo ha provocado algunas polémicas entre los historiadores ecuatorianos y, sobre todo, entre los miembros de las órdenes aludidas. Por todo lo que llevamos dicho hasta aquí podemos deducir con claridad que este curso de filosofía fue ciertamente el primero dictado por los jesuitas, pero de ningún modo el primero dictado en Quito, como parece afirmar el padre Velasco. Jouanen (1943, p. 59) es más mesurado y preciso cuando dice:

Se dio principio al curso de filosofía en Enero de 1590, con universal aplauso de toda la ciudad y con cuarenta discípulos desde el primer día. Con la novedad, además de los alumnos que habían terminado sus cursos de Latín y Letras Humanas, entraron también otros de varias ciudades, no sólo del Reino de Quito, sino también en Nueva Granada, y algunos jóvenes de otras órdenes religiosas, de suerte que el número de los estudiantes de filosofía de aquel primer curso era considerable… Desde el año de 1590, se estableció el curso de filosofía con todas las formalidades y requisitos de lecciones, repeticiones, actos privados y públicos, que tanta eficacia tienen para la buena formación de los alumnos.

La relación anónima de 1600 publicada por el padre fray Mateos habla de este primer curso de Filosofía en la siguiente forma:

En el año… de mill y quinientos y noventa empecó el P. Joan de Frias a leer un curso de Artes con hasta número de veinte estudiantes, y acabado aquel se propsigió otro, y juntamente una lición- de Theulugía Moral, que se empeco el año de noventa y cuatro y se prosigue, sucediendo en esto de los estudios lo mismo que en los otros de la Comp., de donde salen muchos sacerdotes muy aprovechados en letras y virtud. Historia General de la Compañía de Jesús, t.II, p. 310) 17

De aquí deducimos que el padre Juan de Frías fue el primer jesuita que enseñó Filosofía en Quito. Este jesuita nació

en España el año de 1560 y entró en la Compañía el de 1578, en Villagarcía donde tuvo por maestro de novicios al P. Baltasar Alvares, Habiendo pasado joven a América, fue enviado a Quito, y fue el primero que hizo profesión de cuatro votos en nuestra iglesia de San Jerónimo, el 30 de Enero de 1600, recibiéndola el P. Rector, Diego Alvarez de Paz… Murió en el Perú el 31 de Agosto de 1634. (Jouanen, 1943, pp. 59-60)

El padre Frías de Herrán fue también el primer Rector del Colegio de Quito (Mateos, 1944, t.I, p.31) y a partir de 1594, igualmente, el primer jesuita que enseñó formal y académicamente Teología, aunque antes de 1589 ya había dado un curso de Teología Moral sin formalidades académicas.

En materia de estudios filosóficos los jesuitas no fueron pioneros, pero fueron los que organizaron los estudios escolásticos en Quito “con todas sus formalidades y requisitos de lecciones, repeticiones, actos privados y públicos”. Los estudios adquirieron un carácter público del que habían carecido. Capitalizaron así casi medio siglo de inicios, de primeras experiencias, de estudios particulares puestos por las comunidades religiosas para los aspirantes a sacerdotes. Al darle carácter público, los jesuitas incrustaron la Filosofía en el marco total de la cultura vigente en Quito, sacándola del estrecho margen de requisito indispensable para la formación sacerdotal.

4.6. Los contenidos medievales y las inquietudes renacentistas de la Escolástica

La falta de documentos sobre este período impide formular apreciaciones precisas. Con todo, se puede afirmar sin mayor temor de equivocarse que los contenidos filosóficos de la Escolástica, que se implantó en Quito durante la segunda mitad del siglo XVI, eran todavía medievales. Igualmente, el método con que se impartía la Filosofía y los textos más utilizados por nuestros profesores –como, por ejemplo, la “Introducción a las Categorías de Aristóteles” de Porfirio- responden a la más genuina tradición medieval.

El Concilio de Trento y la Contrarreforma cerraron las puertas en España y América a los nuevos planteamientos filosóficos formulados por el Renacimiento, los mismos que intentaban apartarse de los dogmas cristianos. Esto obligó a la Escolástica española y americana a cerrarse en un círculo vicioso del que no saldrá sino a mediados del siglo XVIII, cuando los escolásticos se den cuenta de que su filosofía académica no era más que un esqueleto de conceptos sin vitalidad ninguna ni entronque histórico.

En este primer período, pues, la Filosofía colonial quiteña reproduce los contenidos de la Filosofía medieval europea y encuentra en Santo Tomás su presentante máximo, junto con los comentadores de Aristóteles que surgían dentro de las diferentes vertientes escolásticas.

Sin embargo, la Escolástica, impedida más por la Historia que por la Filosofía, tuvo que abrir brechas a las inquietudes renacentistas –sobre todo humanísticas- que se filtraron a propósito de las pugnas en torno a la legitimidad de la conquista, colonización y trato que se daba a los indígenas.

La labor de los obispos en favor de los indios –principalmente fray Pedro de la Peña y fray Luis López de Solís- tiene importancia filosófica dentro de este horizonte. Igualmente, las diferentes representaciones que se elevaron al rey reclamando un trato justo para los indios, sobre todo la carta de fray Antonio de Zúñiga a Felipe II dirigida el 15 de julio de 1579, en la que habla de los abusos que los españoles cometían en estas tierras. Finalmente, la Filosofía de este periodo tuvo una clara aplicación social en la Revolución de las Alcabalas y allí se reveló una vez más como saber de cristiandad dominadora.

La Escolástica de tintes humanísticos surgía en Quito al margen de las aulas escolares. No era una Filosofía sistemática como la Escolástica académica, pero, diseminada en alegatos más bien jurídicos, era una vertiente importante –que necesita ser estudiada a fondo- orientada hacia realidades sociales que descuidaba la Escolástica de las escuelas.

13 El 17 de julio de 1573 se trató en la sesión del Cabildo de la ciudad de Quito sobre la fundación del Monasterio de San Agustín (Libro de Cabildos de la Ciudad de Quito, vol. VI, p.44) y el 23 de julio de 1574 el Cabildo discutió la adjudicación de terreno al Convento de dicha Orden (p. 173).

14 La carta completa del padre Zúñiga al Rey puede verse en Herrera, 1927,. pp. 40-62.

15 El padre Manuel Rodríguez (1684, p.29), siguiendo al padre Lira, pone la fundación en el año 1585.

16 Este nuevo colegio de los jesuitas quedaba en la actual calle García Moreno, frente a la Iglesia de La Compañía.

17 Citas similares pueden verse t.I, p 27 y t. II, p. 306.

La Filosofía en Quito colonial 1534-1767

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