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ОглавлениеTras la muerte de Jacob, muerto también José, durante los restantes ciento cuarenta y cuatro años hasta la salida de la tierra de Egipto, aquel pueblo creció de manera increíble, aun siendo debilitado por persecuciones de tal envergadura que en cierto tiempo los nacidos varones eran asesinados a causa del terror que infundía a los asombrados egipcios el excesivo aumento de su población236. Entonces Moisés, sustraído furtivamente de los asesinos de los niños, llegó al palacio real, preparando Dios grandes cosas para él, fue criado y adoptado por la hija del faraón237 (dicha denominación fue la propia de todos los reyes en Egipto), y llegó a ser un hombre de tal valía que él mismo liberó a aquel pueblo asombrosamente multiplicado del durísimo y pesadísimo yugo de la esclavitud que allí soportaba —en realidad Dios a través de él, que se lo había prometido a Abraham—. Lo cierto es que primero huyendo de allí porque había matado a un egipcio por defender a un israelita238 y se sintió aterrorizado, enviado después por voluntad divina239, gracias al poder del Espíritu de Dios, venció a los magos del faraón que se le enfrentaban. Entonces por medio de él les fueron infligidas a los egipcios las diez famosas plagas, por no querer dejar marchar al pueblo de Dios: el agua transformada en sangre, las ranas y mosquitos, los tábanos, la muerte del ganado, las úlceras, el granizo, las langostas, las tinieblas, la muerte de los primogénitos240. Al final los egipcios fueron aniquilados mientras perseguían en el mar Rojo a los israelitas, a los que, al verse quebrantados por tantas y tan grandes plagas, habían dejado marchar. Lo cierto es que a los que se marchaban el mar dividido les proporcionó una vía; en cambio, a los que les perseguían los sumergió la ola que volvía sobre sí misma241. Después, durante cuarenta años, con Moisés como su guía, el pueblo de Dios fue conducido por el desierto, momento en que recibió su nombre el tabernáculo del testimonio242, donde se rendía culto a Dios mediante sacrificios que prefiguraban los hechos futuros, una vez promulgada ya la ley en el monte de manera totalmente terrorífica; en efecto, la divinidad la ratificaba de forma absolutamente evidente con señales y sonidos dignos de admiración. Esto sucedió después que se salió de Egipto y el pueblo empezó a hallarse en el desierto, el quincuagésimo día después de la celebración de la pascua mediante la inmolación de un cordero243. Este es figura de Cristo pronosticando que él había de pasar de este mundo al Padre por la víctima de la pasión (ciertamente pascua en lengua hebrea se traduce como tránsito)244, de tal manera que ya al revelarse el Nuevo Testamento, cincuenta días después de que fue inmolado Cristo, nuestra pascua245, vino del cielo el Espíritu Santo246, que fue llamado en el Evangelio el dedo de Dios247, para que trajera a nuestra memoria el recuerdo del primer hecho prefigurado, ya que, según se dice, también aquellas tablas de la ley fueron escritas por el dedo de Dios248.
A la muerte de Moisés, Jesús Nave gobernó al pueblo, lo introdujo en la tierra de la promesa y la repartió entre el pueblo. Estos dos admirables caudillos también dirigieron guerras con gran éxito y de forma digna de admiración, dando Dios testimonio de que aquellas victorias procedían no tanto de los méritos del pueblo hebreo como de los pecados de aquellas naciones que eran derrotadas. Después de estos caudillos vinieron los jueces, ya establecido el pueblo en la tierra prometida, de manera que comenzase entretanto a cumplirse la primera promesa a Abraham de una sola nación, es decir, la hebrea, y de la tierra de Canaán249, pero todavía no la relativa a todos los pueblos y todo el orbe de la tierra. Esto lo había de cumplir la venida de Cristo en carne y no las observancias de las antiguas leyes, sino la fe del Evangelio. De ello se convirtió en símbolo no el hecho de que Moisés, que había recibido la ley para el pueblo en el monte Sinaí, introdujo al pueblo en la tierra prometida, sino Jesús, a quien también se le cambió el nombre por prescripción divina para que se llamase así250. Por otra parte, en la época de los jueces alternaron los éxitos y los fracasos en las guerras conforme se sucedían los pecados del pueblo y la misericordia de Dios251.
De ahí se llegó al tiempo de los reyes, de los cuales Saúl reinó en primer lugar. A este, reprobado y abatido en un desastre bélico252, y relegada su estirpe para que no surgieran reyes de ella, le sucedió David en el trono, del que Cristo fue llamado hijo especialmente. Con este se inició una época y, en cierto modo, el comienzo de la juventud del pueblo de Dios, linaje cuya adolescencia, por decirlo de algún modo, abarca desde el propio Abraham hasta este David. En efecto, no en vano el evangelista Mateo rememoró las generaciones de manera que asignó este primer intervalo a catorce desde Abraham hasta David253. Lo cierto es que el ser humano empieza a poder engendrar a partir de la adolescencia; por ello el comienzo de las generaciones se inicia a partir de Abraham, que también fue instituido padre de las naciones cuando recibió su nuevo nombre254. Por consiguiente, antes de este tuvo lugar la infancia, por llamarla de algún modo, de ese linaje del pueblo de Dios, desde Noé hasta Abraham, y, por ello, se descubrió en posesión de la lengua, es decir, de la hebrea255. Pues el ser humano comienza a hablar desde la niñez, después de la infancia, que es llamada así porque no posee la capacidad de hablar256. Ciertamente, el olvido engulló esta primera edad, así como la primera edad del género humano fue destruida por el diluvio. Pues ¿cuántos hay que se acuerden de su infancia257? Por lo cual, en este recorrido de la ciudad de Dios, como el libro anterior trataba la primera y única, así este contiene dos edades, la segunda y la tercera. En esta tercera fue impuesto el yugo de la ley por la novilla de tres años, la cabra de tres años y el carnero de tres años, y se hizo visible la abundancia de pecadores y surgió el comienzo del reino terreno, donde no faltaron los hombres espirituales, cuyo símbolo fue representado en la tórtola y la paloma258.
1 Gen. 9, 25.
2 Gen. 9, 27.
3 E. MATTHEWS SANDFORD y W. MCALLEN GREEN, Saint Augustine. The city of God against the pagans V, Cambridge (Mass.)-Londres, 1965 (reimp. 1988), pág. 4, n. 4, señalan que la idea de que la ebriedad de Noé simboliza la pasión de Cristo está tomada de CIPRIANO, Epist. LXII. Cf. AGUSTÍN, Doctr. Christ. IV, 21, 45 y C. Faust. XII 23, donde utiliza este argumento en la controversia contra los maniqueos.
4 Cf. JERÓNIMO, Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, págs. 71, 10. 13-14, da los significados de «nombre» o «nombrado».
5 Cant. Cantic. 1, 3.
6 Cf. JERÓNIMO, Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, págs. 67, 7. 11-12. Según G. BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII, Introduction générale et notes par G. BARDY. Traduction française de G. COMBÈS, París, 1960, pág. 179, n. 6, la profecía de Jafet es oscura en su sentido histórico y los Padres de la iglesia la explican como expresión de la continuidad del pueblo de los creyentes, que remplaza a Set, es decir, el pueblo de Israel, en la posesión e interpretación de las escrituras.
7 Cf. JERÓNIMO, Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, págs. 63, 4. 11-12.
8 I Cor. 11, 19.
9 Prov. 10, 5 (4), según la versión de los Setenta.
10 Mt. 7, 20.
11 JERÓNIMO, Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, págs. 64, 4. 14-15; 80, 17. 11; 110, 41. 17, da este significado además de «comerciante», «humilde» y «que se sonroja».
12 Cf. I Cor. I 22.
13 Cf. AGUSTÍN, C. Faust. XII 23.
14 Philip. 1, 18.
15 Esai. 5, 7.
16 Mt. 20, 22
17 Mt. 26, 39.
18 Gen. 9, 21.
19 II Cor. 13, 4.
20 I Cor. 1, 25.
21 Gen. 9, 21.
22 MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., págs. 12-13, n. 2, señalan que este cálculo está basado en el texto de la versión de los Setenta, según el cual entre el diluvio y el nacimiento de Abraham median 1.170 años, mientras que el texto hebreo y la Vulgata dan 290 años.
23 Como señala BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 186, n. 1, en el texto hebreo del Génesis solo se mencionan siete hijos, tal y como comenta JERÓNIMO, Quaest. Hebr. in Gen., Corpus Christianorum LXXII, pág. 11, 14, 6-7, frente a la versión de los Setenta, utilizada por Agustín, que añade un octavo. L. ALICI, La città di Dio, 2001, pág. 749, n. 3, destaca las grandes divergencias existentes en las citas agustinianas que siguen, tomadas de la mencionada versión, frente al texto hebreo.
24 Sobre la expresión contra dominum, MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., pág. ١٦, n. 1, señalan que se trata de una mala traducción tomada de la Vetus Latina, ya que hubiera sido más correcto utilizar ante dominum. Vid. infra XVI 4, donde Agustín basa toda su exégesis en dicha traducción.
25 Gen. 10, 8-12.
26 Sobre el rey Nino vid. supra IV 6.
27 Gen. 10, 22, donde aparece citado entre los hijos de Sem.
28 Gen. 10, 21.
29 Esta misma interpretación aparece en JERÓNIMO, Quaest. Hebr. in Gen., Corpus Christianorum LXXII, págs. 14, 18. 18-19. Sobre la discusión en Agustín en torno al origen del nombre de los hebreos vid. BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII, pág. 708, n. compl. 13, donde se señala que el autor en Cons. euang. I 14, 21, obra datada en torno al 400 d. C. relacionaba el nombre con Abraham. No obstante, en Retract. II 16, aunque vuelve a retomar esta interpretación, prefiere aquella según la cual el nombre procede de Heber. Cf. Quaest. Hept. I 24. Vid. infra XVI 11.
30 JERÓNIMO, Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, pág. 66, 6, 14.
31 Gen. 10, 25.
32 Vid. infra XVI 10.
33 Gen. 10, 31.
34 Gen. 10, 32.
35 Gen. 10, 5.
36 Gen. 10, 13.
37 Gen. 10, 20.
38 Gen. 11, 1-9.
39 MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., pág. 26 n. señalan que en el texto hebreo de Gen. 11, 9, el nombre Babel se pone en relación con el verbo balal «confundir», y que en la versión de los Setenta y la Vetus latina también se traduce el nombre por «confusión». JERÓNIMO, Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, pág. 66, 6. 14. Vid. además JERÓNIMO, Nom., Hebr., Corpus Christianorum LXXII, págs. 62, 3. 18; 90, 25. 6; 119, 48. 11; 150, 70. 21-22, 159, 80. 15.
40 Cf. Gen. 10, 8.
41 Agustín introduce aquí diversos ejemplos del tipo de sinécdoque consistente en el uso de singular por plural, mostrando sus conocimientos de retórica. Sobre su uso y definición vid. H. LAUSBERG, Manual de retórica literaria, Madrid, 1967, §§ 572-577, Retórica a Herenio IV 33, 45, CICERÓN, Sobre el orador II 42, 168, QUINTILIANO, Inst., VIII 6, 20.
42 Exod. 10, 4.
43 Gen. 10, 9; 11, 4.
44 Psalm. 94, 6.
45 Iob 15, 13 según la versión de los Setenta.
46 Gen. 11, 5.
47 Gen. 11, 7. Cf. AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 22.
48 MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., págs. 32-33, n. 1, señalan que recapitulatio aquí se utiliza como término especializado de la exégesis bíblica, concretamente la sexta regla de las siete de Ticonio, que se utiliza para resolver ciertas contradicciones, como el hecho de que en Gen. 10, 32 se diga que la humanidad se dispersó en distintas lenguas y en 11, 1 que solo existía una lengua sobre la tierra. La cuestión se resuelve indicando que los hechos narrados después son anteriores y que sirven como recapitulación para explicar cómo se llegó a la situación narrada en primer lugar. Sobre este recurso vid. además Agustín, Doctr. Christ. III 36, 52, BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 719-720, n. compl. 22, M. DULAEY, «La sixième règle de Tyconius et son résumé dans le De doctrina christiana», REAug 35 (1989), págs. 83-103.
49 I Cor. 3, 9.
50 Cf. AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 22.
51 Gen. 1, 26.
52 Gen. 11, 6.
53 VIRGILIO, Eneida IV 592. Como señala HAGENDAHL, Augustine..., vol. II, pág. 429, QUINTILIANO, Inst. IX 2, 11, cita este mismo verso de Virgilio para ejemplificar una interrogación de carácter imperativo.
54 Como señalan MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., pág. 38, n. 1, Agustín en este punto se refiere a los dialectos africanos anteriores a la introducción del púnico y el latín, que todavía se empleaban en su época y que en la actualidad sobreviven bajo el nombre de bereber, término que deriva precisamente de barbarus.
55 Sobre la teoría de la generación espontánea vid. supra VIII 5, n. 42.
56 Gen. 1, 24.
57 El elenco de seres asombrosos que aparece a continuación se inspira esencialmente en PLINIO EL VIEJO, Historia natural VII 2, 9-30. Vid. además GELIO, Noches áticas IX 4, 6-10. Cf. Civ. XXI 5. Sobre los conocimientos de historia natural de Agustín y su dependencia de Plinio y Solino vid. además H. I. MARROU, Saint Augustin et la fin de la culture Antique, París, 1958, 4.a ed., págs. 135-148.
58 Según Chantraine, s. v. πúx, πúγμη el gentilicio Πυγμαïoς deriva del término griego πúγμη, «puño», es decir, que su significado es «del tamaño de un puño», «de baja estatura». De la misma raíz deriva también πúγων, «codo», medida de longitud. Los pigmeos aparecen ya mencionados en HOMERO, Ilíada III 3-9 y HERÓDOTO, Historias II 32, III 116, IV 27. Vid. además VIRGILIO, Eneida X 264-266, FILÓSTRATO, Vida de Apolonio III 47.
59 Σκιåπoδες significa en griego «los de pies que dan sombra». Según PLINIO EL VIEJO, Historia natural VII 2, 23, que sigue a Ctesias de Cnido, eran originarios de la India. Sobre los esciápodos vid. además FILÓSTRATO, Vida de Apolonio III 47, GELIO, Noches áticas IX 4, 9, TERTULIANO, Apol. 8, 5.
60 El gentilicio de este legendario pueblo de Etiopía, Κυνoκéφαλoι, en griego significa literalmente «cabeza de perro». Vid. además HERÓDOTO, Historias IV 191.
61 Sobre la definición de ser humano, en la que Agustín hace hincapié en el término «mortal» para establecer la distinción con los ángeles, BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 208-209, n. 3, donde cita además a AGUSTÍN, Civ. IX 13, Mor. Eccl. I XXVII 52, etc.
62 PLINIO, Historia natural VII 2, 22-23, XI 99, 244, ARISTÓTELES, Generación de los animales IV 4, 770, 30. HAGENDAHL, Augustine..., vol. II, pág. 671, señala que para estas cuestiones Agustín probablemente solo manejó de forma directa el libro VII de Plinio el Viejo y que el resto de los paralelismos que señalan los editores proceden en realidad de Solino, idea ya expresada por TH. MOMMSEN en su edición de dicho autor (C. Iulii Solini Collectanea rerum memorabilium, Berlín, 1864, 2.a ed. 1895, págs. XXXI-XXXII y 255).
63 BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 210, n. 3, señala que se trata de una ciudad distinta de Hippo Regius o Hipona, que también se denominaba Hipona-Diarrito, que Agustín predicó allí y se identifica con Bicerta. Vid. Agustín, Epist. 143, 4.
64 PLINIO, Historia natural VII, 3, 34, XI 109, 262.
65 Como señala ALICI, La città..., pág. 759, n. 9, se trata probablemente de un caso de hermanos siameses.
66 Como señala C. MACÍAS VILLALOBOS, «Algunas consideraciones sobre el simbolismo de la Esfinge», en E. MALLORQUÍ-RUSCALLEDA (coord.), As Emoções no Mediterrâneo Antigo e do início da era moderna, Mirabilia 15 (2012/2), https://www.revistamirabilia.com/sites/default/files/pdfs/2012_02_12.pdf, consultado el 15/06/2018, el término esfinge denominaba a dos tipos de seres fantásticos, la esfinge de Egipto, con cuerpo de león y cabeza de hombre y la esfinge de Tebas, conocida por su intervención en el mito de Edipo, con cuerpo de león, alas de ave y cabeza y pechos de mujer. Asimismo, también servía para designar a una especie de simio descrito en PLINIO EL VIEJO, Historia natural VIII 72 e ISIDORO DE SEVILLA, Etimologías XII 2, 32, que es la acepción que aparece en este pasaje. Por otra parte, Sphinx mandrillus es el nombre científico del mandril.
67 Sobre la imagen del mundo conocido en época de Agustín vid. BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 712-715, n. compl. 17: la tierra era concebida como una extensión plana dividida en tres partes: Europa, Asia y África en torno a un mar interior, el Mediterráneo, y rodeada por el Océano, concepción que contaba con el apoyo de los textos bíblicos. No obstante, la observación de fenómenos astronómicos da pronto lugar a una concepción esférica de la tierra, que a su vez estaba rodeada de otros astros, sistema que fue propuesto por Eudoxo de Cnido, seguido por Aristóteles, aunque su formulación más importante es la de Ptolomeo. Sin embargo, el auge de las tendencias neoplatónicas y de las religiones orientales significó un menor interés por ciencias como la astronomía, tendencia en la que se inserta Agustín.
68 Sobre los habitantes de las antípodas vid. PLATÓN, Timeo 62, c d, CICERÓN, Académicas II 123, frente a LUCRECIO, I 1052-1067, contrario a su existencia. Sobre la cuestión vid. además BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 715, n. compl. 18.
69 Cf. Civ. XVI 3.
70 Gen. 10, 25.
71 Gen. 11, 10.
72 Sobre el rey Nino vid. supra IV 6.
73 Como señala BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 218, n. 2, Cainan no aparece en el texto hebreo y en los Setenta le atribuyen las mismas cifras que a Sala.
74 Gen. 17, 5.
75 BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 717, n. compl. 19, indica que según el texto hebreo entre el diluvio y Abraham existe un intervalo de 292 años.
76 Psalm. 14 (13), 3; 53 (52), 4.
77 Psalm. 14 (13), 4; 53 (52), 5.
78 Psalm. 14 (13), 2; 53 (52), 3.
79 Vid. supra XVI 3.
80 Gen. 10, 25.
81 Cf. supra XVIII 30.
82 Como señalan MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., pág. 68, n. 1, Mizraim y Cush son términos que aparecían en la versión hebrea del Génesis para denominar a egipcios y etíopes respectivamente, denominación que deriva de los nombres griegos de estos pueblos y que son los que aparecen en la versión de los Setenta en sustitución de los anteriores.
83 Vid. infra XVI 43; XXII 30. Se refiere a la tercera de las edades en que Agustín divida la historia.
84 Cf. Gen. 11, 28.
85 Cf. Ios. 24, 2. MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., pág. 71, n. 3, indican que el nombre de Jesús Nave es la forma latina de la traducción que hacen los Setenta del hebreo Josué, hijo de Nun. BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 332-333, n. 2, por su parte, señala que Josué se llamaba anteriormente Oseas y Moisés le cambió el nombre, aunque en realidad Oseas parece una abreviatura de Josué.
86 Gen. 6, 9.
87 Gen. 11, 27-29.
88 Como señala BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 725-726, n. compl. 28, el nombre de Sarra se toma de la traducción latina de los Setenta, en la cual la esposa de Abraham se llamaba originariamente Sara, que posteriormente Dios cambió en Sarra, mientras que en el texto hebreo el nombre original era Sarai y el nuevo Sara.
89 Gen. 11, 31. SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., pág. 71, n. 3, comentan que la ciudad de Jarán se hallaba en la parte norte de Mesopotamia y corresponde a Carras, famosa por la derrota de Craso frente a los partos en 53 a. C.
90 Gen. 24, 10.
91 Iudith 5, 5-9.
92 Gen. 11, 32.
93 BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 237 n. 2, señala que en el texto hebreo del Génesis solo aparece la cifra total de años en el caso de Taré, pero en la traducción latina de los Setenta que manejó Agustín se especifica para el resto.
94 Gen. 12, 1.
95 Gen. 12, 4.
96 Cf. Gen. 10, 31.
97 Gen. 11, 1.
98 Sobre la recapitulatio vid. supra XVI 5.
99 Gen. 11, 32.
100 Gen. 12, 1.
101 Gen. 12, 4.
102 Respecto a la cronología, MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., págs. 82-84, n. 6, señalan que AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 25, propuso tres explicaciones: el argumento de la recapitulatio que aquí se ofrece, la leyenda sobre el fuego de los caldeos, que toma de Jerónimo, Quaest. Hebr. in Gen., Corpus Christianorum LXXII, pág. 15, 19, 1-13, basada en la traducción del hebreo «fuego de los caldeos» y no Ur de Caldea, en relación con el hecho de que Abraham rechazó adorar al dios del fuego y fue arrojado a las llamas, de las que fue liberado con la ayuda de Dios, momento a partir del cual se cuenta su edad, y, finalmente, la idea de que Taré no habría engendrado sus tres hijos hasta los setenta años y Abraham podía haber sido el más joven. Sobre la cuestión vid. además BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 720-721, n. compl. 23.
103 Act. 7, 2-3.
104 Act. 7, 4.
105 Act. 7, 4.
106 Sigo la lectura patrem de la 4.a edición de Teubner de DOMBART-KALB (Stuttgart, 1982) en lugar del patrum del Corpus Christianorum. Como señala ALICI, La città..., pág. 770, n. 13, la posibilidad de que Nacor hubiera seguido a Taré se contradice con lo dicho en Civ. XVI 13, según la cual Nacor había caído en las supersticiones de los caldeos.
107 Gen. 12, 1-4.
108 EUSEBIO, Chron., Anno 23 Assyriorum Helm, Berlín, 1956, pág. 23. BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 244-245 n. 2, señala que Agustín utiliza la traducción de la Cronica realizada por Jerónimo. En 394 a petición de Alipio, Paulino de Nola pidió prestado al amigo de Jerónimo Domnión un ejemplar de la Crónica de Eusebio para obtener una copia que pudiera utilizar Agustín, quien ya la emplea en la redacción de La doctrina cristiana en 396-397.
109 Gen. 12, 4.
110 Act. 7, 2.
111 Eusebio, Chron., pág. 23b Helm.
112 Gal. 3, 17.
113 La historia del reino de los sicionios, situado en el Peloponeso, en el Golfo de Corinto, y fundado según los relatos míticos por Egialeo, su primer habitante y rey, aparece relatada en detalle en PAUSANIAS, Descripción de Grecia II 5-7. Aunque en ningún momento tuvo la relevancia de los imperios mencionados a continuación, y no fue polis independiente hasta el siglo VI, en que se liberó del poder corintio, los antiguos consideraban que fue uno de los primeros reinos en constituirse en Grecia. Sobre su historia vid. infra XVIII 2-19.
114 SEGÚN MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., págs. 90-91, n. 3, aquí se anticipa el relato de la historia de estos tres reinos que se narra en el libro XVIII. La correspondencia cronológica de Abraham con los mismos es tomada de Eusebio, Chron., pág. 24, 20 Helm, que a su vez depende de Cástor de Rodas.
115 M. MARIN, «L’ uttilizzazione di Sallustio nel De civitate Dei», en E. CAVALCANTI (ed.), Il De civitate Dei. L’opera, le interpretazioni, l’influsso, Roma, 1996, pág. 42 señala la coincidencia de este texto con SALUSTIO, Guerra de Jugurta 17, 3, donde se dice que la mayoría de los autores consideraba a África la tercera parte del mundo, pero que según unos pocos debía incluirse en Europa, por lo que las partes de la tierra eran dos. Sin embargo, indica que dicha coincidencia no tiene por qué deberse a una lectura directa por parte de Agustín del texto de Salustio, sino a una formación escolar común.
116 Gen. 12, 7.
117 Cf. Gen. 12, 10-20. Sara y Abraham eran hermanos por parte de padre.
118 AGUSTÍN, C. Faust. XXII 36, cf. Quaest. Hept. I 26, pasaje que según BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 250-251, n. 3, depende de Jerónimo, Quaest. Hebr. in Gen., Corpus Christianorum LXXII, págs. 16, 21, 17-32, donde explica que el faraón no tuvo relaciones con Sara porque según el libro de Ester una mujer solo era aceptada por este tras ser perfumada durante seis meses con aceite de mirto y durante otros seis recibir otros cuidados, y Sara debió ser devuelta antes de este periodo.
119 Gen. 13, 8-9.
120 Cf. SÉNECA EL VIEJO, Controversias VI 3.
121 Gen. 13, 14-17.
122 Sobre la definición de hipérbole en la teoría retórica antigua vid. LAUSBERG, Manual..., §§ ٥٧٩, ٩٠٩-٩١٠. El ejemplo de los granos de arena aparece también en la literatura clásica, como en CATULO 7.
123 Cf. AGUSTÍN, C. Faust. XXII 89.
124 Gen. 13, 15.
125 Como señala ALICI, La città..., pág. ٧٧٥, n. ٣, se refiere a la destrucción de Jerusalén y de su templo llevada a cabo por Tito, hijo del emperador Vespasiano, en el año 70 d. C. tras un largo asedio de la ciudad. Una nueva sublevación de los judíos en 132 d. C., sofocada por el emperador Adriano en 135 d. C., fue la causa de la interdicción a los judíos de entrar en la ciudad. Los acontecimientos relativos a la sublevación judía en época de Vespasiano son contados en detalle, en esta misma colección, por FLAVIO JOSEFO, Guerra de los judíos, introducción, traducción y notas por Jesús Ma Nieto Ibáñez, Madrid, 1999. Vid. además SUETONIO, Vida de Tito 5, TÁCITO, Historias V 1-13, DION CASIO, Historia romana LXVI. Sobre la rebelión de Bar Kojba en época de Adriano vid. DION CASIO, Historia romana LXIX 13-14.
126 Cf. Gen. 13, 18.
127 Cf. Gen. 14, 18-24.
128 Cf. Hebr. 7, 1-10.
129 Psalm. 110 (109), 4. El sacrificio al que se refiere es el de la eucaristía, que es prefigurado por el pan y el vino ofrecido a Abraham por Melquisedec. Vid. MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., págs. 106-107, n. 1.
130 Cf. Gen. 15, 1-5.
131 Arato nació en Solos, Cilicia, en 310 a. C. y murió en 240 a. C. Estudió en Atenas con el filósofo Perseo, a quien pudo acompañar a la corte macedonia, donde halló la protección del monarca Antígono II Gónatas. Es autor del poema didáctico-Astronómico titulado Fenómenos, de 1154 hexámetros dactílicos, en el que puso en verso la obra de Eudoxo de Cnido. Además compuso otros poemas, hoy perdidos, sobre tema médico o astronómico, como los Pronósticos, una colección titulada Catalepton, un Himno a Pan, epicedios a sus amigos, etc. En cuanto a su labor erudita, editó la Ilíada y la Odisea y estudió la obra de Hesiodo. Los Fenómenos despertaron el interés de los romanos, y fueron traducidos por Cicerón, Germánico y Avieno entre otros. Sobre el autor vid. en esta colección ARATO, Fenómenos. GÉMINO, Introducción a los Fenómenos, introducciones, traducciones y notas de E. Calderón Dorda, Madrid, 1993, págs. 9-62.
132 Eudoxo de Cnido (ca. 408-355 a. C.) fue un filósofo perteneciente a la Academia platónica, aunque Diógenes Laercio, VIII 86-91, lo incluye entre los pitagóricos. Fue muy crítico con la metafísica platónica, y su relación con Platón es objeto de controversia. Se interesó además por la astronomía, las matemáticas, la geometría y la medicina. Su principal logro en cuanto a astronomía se refiere fue la creación de un sistema basado en cálculos matemáticos para explicar los movimientos de los astros. La tierra se situaba en el centro y permanecía inmóvil, mientras que los astros se hallaban fijados a veintisiete esferas que a su vez se reunían siete grupos, siendo el creador de la esfera celeste. Fragmentos en F. LASSERRE, Die Fragmente des Eudoxos von Knidos, Berlín, 1966. Sobre su teoría astronómica E. MAULA, «Eudoxus encyrcled», Ajatus 33 (1971), págs. 201-253, E. MAULA, E. KASANEN, J. MATTILA, «The spider in the Sphere, Eudoxus’ Arachne», Philosophia 5-6 (1975-1976), págs. 225-259. Sobre su vida y obra vid. Diógenes Laercio, VIII 86-91, F. HULTSCH, RE VI COL. 953, FERRATER MORA, Diccionario..., vol. II, pág. 1154, s. v.
133 Rom. 4, 3; Iac. 2, 23, cf. Gal. 3, 6; Gen. 15, 6.
134 Gen. 15, 7.
135 Gen. 15, 8-19.
136 Gen. 15, 8.
137 Lc. 1, 34-35. Cf. AMBROSIO, Abr. II 8, 49.
138 Gen. 11, 32.
139 Gal. 3, 17.
140 Vid. AGUSTÍN, Quaest. Hept. II 47 sobre la cronología de la esclavitud en Egipto.
141 Gen. 15, 17. Cf. Exod. 3, 2; 13, 21; 19, 9; 18-20.
142 Según MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., pág. 118, n. 1, aquí se alude a I Cor. 3, 12-15, que será comentado en Civ. XXI 26. Asimismo Agustín plantea la existencia del fuego del purgatorio.
143 Según BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 269, n. 3, el río al que alude Agustín es en realidad el Nilo. La ciudad de Rinocorura corresponde a la actual El Arish, situada en la Península del Sinaí.
144 Vid. supra XV 3.
145 Vid. AGUSTÍN, C. Faust. 22, 30, donde responde a los maniqueos respecto a esta acusación.
146 I Cor. 7, 4.
147 Gen. 16, 6.
148 Gen. 15, 4.
149 Gen. 17, 1-21.
150 Cf. AGUSTÍN, C. Faust. 22, 29.
151 Cf. AGUSTÍN, Pec. Orig. 30, AMBROSIO, Abr. II 11, 79.
152 Gen. 17, 14.
153 Cf. Rom. 5, 12.
154 Gen. 2, 17.
155 Eccl. 14, 18, según la versión de los Setenta.
156 Rom. 4, 15.
157 Psalm. 118, 119.
158 Gen. 17, 5; 16.
159 Gen. 17, 5.
160 JERÓNIMO, Quaest. Hebr. in Gen., Corpus Christianorum LXXII, págs. 21, 26, 29-30.
161 Jerónimo da la misma interpretación para Sarai en Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, págs. 71, 10, 22; 109, 40, 7, mientras que para Sara da «princesa» (ibid. pág. 150, 72, 25; pág. 151, 73, 7, etc.).
162 Hebr. 11, 11.
163 Cf. Gen. 25, 1.
164 Cf. Rom. IV 19. Sobre los hijos de Abraham y Cetura vid. AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 35.
165 Cf. Gen. 18, 1-2.
166 BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 726 n. compl. 29, cita entre otros autores que defienden que Dios Padre no se manifestaba a los seres humanos sino a través de su hijo a SAN JUSTINO, Dialog. LXXVII 2, 4, TERTULIANO, Carn. VI, Ad. Marc. II 27; III 9, EUSEBIO, Hist. Eccl. I 2.
167 Gen. 18, 2-3.
168 Gen. 19, 2.
169 Gen. 19, 16-19. Cf. AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 41.
170 Hebr. 13, 2.
171 Gen. 18, 18.
172 Cf. supra XIV 18.
173 Cf. Lc. 17, 32.
174 Gen. 20, 12.
175 JERÓNIMO, Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, pág. 67, 7, 16, da el significado de «risa» o «alegría».
176 Gen. 21, 6.
177 Cf. Gal. 4, 24.
178 Cf. Gen. 22, 1-13.
179 Gen. 21, 12-13.
180 Rom. 9, 8.
181 Hebr. 11, 17-19.
182 Rom. 8, 32.
183 Gen. 22, 10-12.
184 Cf. AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 58.
185 Gen. 22, 15-18.
186 Gen. 23, 1.
187 Gen. 17, 17.
188 Act. 7, 4. Vid. supra XVI 15.
189 Gen. 24, 2-3.
190 Gal. 4, 24.
191 Gen. 16, 3.
192 Gen. 25, 1.
193 Gen. 25, 5-6.
194 Rom. 9, 8.
195 Gen. 21, 12.
196 Como señala BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 301-302, n. 7, la condena de las segundas nupcias era habitual, incluso entre los cristianos ortodoxos, pero era absoluta solo en algunas herejías y especialmente entre los montanistas. Agustín las admite en Bon. viduit. 4, 6, aunque considera que tiene menos mérito quien se casa por segunda vez, al igual que la virginidad es preferible al matrimonio. Sobre la cuestión vid. además MATTHEWS SANDFORD-MCALLEN GREEN, Saint Augustine..., pág. 161, n. 4.
197 Cf. Gen. 25, 7.
198 Gen. 25, 23.
199 Cf. Rom. 9, 11-13.
200 Entre dichas obras destacan Sobre la gracia y el libre arbitrio, Sobre la gracia de Cristo y el pecado original y Sobre la corrección y la gracia.
201 Cf. AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 73.
202 Gen. 26, 1-5.
203 Gen. 26, 24.
204 Cf. Gen. 25, 33.
205 Esta interpretación de las pieles de cabra como los pecados puede verse además en AGUSTÍN, C. mend. X 24.
206 Gen. 25, 27.
207 Cf. AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 74.
208 Gen. 27, 27-30.
209 Gen. 27, 33.
210 Gen. 28, 1-4.
211 Gen. 21, 12.
212 Gen. 28, 10-19.
213 Cf. AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 84.
214 Ioh. 1, 47.
215 Ioh. 1, 51.
216 Cf. Gen. 29, 1-30, 24.
217 Cf. I Cor. 7, 4.
218 Vid. supra XVI 38.
219 Cf. Gen. 32, 25-33.
220 Vid. infra XVII 13. Sobre la etimología de Israel vid. JERÓNIMO, Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, pág. 75, 13, 21: «Israel es ver a Dios o al hombre o la mente que ve a Dios». En Quaest. Hebr. in Gen., Corpus Christianorum LXXII, págs. 40-41, 50-51, 3, lo interpreta como princeps Dei o directus Dei, aunque no es la etimología más habitual. Sobre la cuestión vid. BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 729, n. compl. 33.
221 Cf. AGUSTÍN, Quaest. Hept. I 104.
222 Psalm. 17, 46.
223 Cf. Gen. 46, 27. Vid. además BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., pág. 730, n. compl. 34, que señala la discrepancia entre el texto del Génesis de los Setenta, que sigue Agustín, según el cual son 75 personas las que acompañaron a Jacob, lo cual coincide con el relato de Act. 7, 14, y el texto hebreo, donde aparecen setenta.
224 Gen. 50, 23.
225 Gen. 50, 22-23.
226 Gen. 50, 23.
227 BARDY, La cité de Dieu. Livres XV-XVIII..., págs. 322-323, n. 3, señala que en el Génesis solo se menciona a una hija de Jacob, Dina, hija de Lía.
228 Gen. 46, 8.
229 Gen. 49, 8-12.
230 AGUSTÍN, C. Faust. XII, 42.
231 Ioh. 10, 18; 17.
232 Ioh. 2, 19.
233 Ioh. 19, 30.
234 Gen. 25, 23.
235 Gen. 48, 19.
236 Cf. Exod. 1, 15-22.
237 Cf. Exod. 2, 5-10.
238 Cf. Exod. 2, 11-15.
239 Cf. Exod. 3, 7-10; 4, 19-23.
240 Cf. Exod. 7-11.
241 Cf. Exod. 14, 5-31.
242 Exod. 27, 21.
243 Exod. 12, 1-11.
244 JERÓNIMO, Nom. Hebr., Corpus Christianorum LXXII, pág. 140, 64, 22.
245 Cf. I Cor. 5, 7.
246 Act. 2, 1-4.
247 Lc. 11, 20.
248 Exod. 31, 18.
249 Cf. Iudic. 2, 6-9.
250 Num. 13, 16.
251 Cf. Iudic. 2, 16-19.
252 Cf. I Sam. 31 (Vulgata I Reg.).
253 Mt. 1, 1-17.
254 Vid. supra XVI 28.
255 Vid. supra XVI 11.
256 Como puede verse en ERNOUT-MEILLET, s. v. for, infantia deriva de un compuesto del prefijo in- y el participio de presente activo fans, del verbo for, que significa «decir», «hablar», por lo que infans sería «el que no habla».
257 Sobre la división de la historia en seis edades en relación con las etapas de la vida y los seis días de la creación cf. AGUSTÍN, Gen. c. Manich. I 23, 35-41, Divers. quaest. LXXXIII 58. Vid. además E. A. SCHMIDT, Zeit und Geschichte bei Augustin, Heidelberg, 1985, CHR. LIGOTA, «La foi historienne: histoire et conaissance de l’histoire chez. S. Augustin», Revue des études augustiniennes 43 (1997), págs. 111-171, esp. 115-119.
258 Cf. Gen. 15, 9.