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Día 5

San José carpintero y la importancia del trabajo

Muy querido lector:

Dentro de 26 días nos consagraremos a San José. Qué alegría saber que al unirnos a él, nos unimos de un modo especial también a la Santísima Virgen María, su esposa y junto con ellos podemos ser más perfectamente consagrados a Jesucristo.

Vamos a meditar hoy el Evangelio según San Mateo, en su capítulo 13, versículos 54 y siguientes:

En aquel tiempo viniendo Jesús a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María…?» […] Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe. (Mt 13, 54-58).

A Jesús no le debió gustar nada que despreciasen a su padre, por ser un humilde carpintero. No hizo milagros por su falta de fe. Cuanto le gusta a Dios servirse de la sencillez y cuanta grandeza pone y ve Dios detrás de esta aparente pequeñez.

El Papa Francisco el 1 de mayo de 2013, decía:

En el evangelio de san Mateo, en uno de los momentos que Jesús regresa a su pueblo, a Nazaret, y habla en la sinagoga, se pone de relieve el estupor de sus conciudadanos por su sabiduría, y la pregunta que se plantean: «¿No es el hijo del carpintero?» (13, 55). Jesús entra en nuestra historia, viene en medio de nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero con la presencia de san José, el padre legal que lo protege y le enseña también su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, en la Sagrada Familia, aprendiendo de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret, compartiendo con él el trabajo, la fatiga, la satisfacción y también las dificultades de cada día21.

Dice el Padre Henri Caffarel:

¿Qué significa carpintero? No es un campesino ni un comerciante, sino el hombre de quien echa mano todo el mundo: el carpintero y carretero al mismo tiempo fabrica yugos, forja y trabaja construyendo y manteniendo viviendas. Atiende igual al labrador que quiere que se ocupe al instante del yugo roto o del arado torcido que a la mujer que va a comprarle un baúl o un cajón, al panadero que quiere una artesa nueva o al albañil que necesita jambas y dinteles para sus puertas. Fijémonos en lo que todos estos trabajos en madera y en hierro han supuesto para José: gracias a su oficio, conoce el valor de las cosas y del timpo, el precio del esfuerzo del hombre, la resistencia de los materiales, la dignidad del trabajo bien hecho y adquiere por todo ello una dignidad y una sabiduría nuevas. Y gracias también a su trabajo, gracias al desfile interminable de clientes, se sitúa en una encrucijada de contactos sociales, se enriquece con el múltiple conocimiento de los deseos, las necesidades, las ambiciones, las preocupaciones y en resumen de todo lo que es propio del hombre22.

Es cierto que la riqueza humana de este oficio es grande. Además, por ser trabajo manual, le da tiempo a la contemplación a la vez que está serrando o martilleando un madero. José no vive acomplejado por ser carpintero, no olvidemos la grandeza de su antepasado que siendo rey había sido pastor.

El Papa Francisco sigue en aquel discurso, hablando de San José, de su trabajo de carpintero:

Esto nos remite a la dignidad y a la importancia del trabajo. El libro del Génesis narra que Dios creó al hombre y a la mujer confiándoles la tarea de llenar la tierra y dominarla, lo que no significa explotarla, sino cultivarla y protegerla, cuidar de ella con el propio trabajo (cf. Gén 1, 28; 2, 15). El trabajo forma parte del plan de amor de Dios; nosotros estamos llamados a cultivar y custodiar todos los bienes de la creación, y de este modo participamos en la obra de la creación. El trabajo es un elemento fundamental para la dignidad de una persona. El trabajo nos «unge» de dignidad, nos colma de dignidad; nos hace semejantes a Dios, que trabajó y trabaja, actúa siempre (cf. Jn 5, 17); da la capacidad de mantenerse a sí mismo, a la propia familia, y contribuir al crecimiento de la propia nación. Pienso también en las dificultades que, en varios países, encuentra el mundo del trabajo y de la empresa; pienso en cuantos, y no sólo los jóvenes, están desempleados, muchas veces por causa de una concepción economicista de la sociedad, que busca el beneficio egoísta, al margen de los parámetros de la justicia social […]También san José tuvo momentos difíciles, pero nunca perdió la confianza y supo superarlos, en la certeza de que Dios no nos abandona23.

San José, sigue siendo el patrono de los trabajadores y es muy eficaz para encontrar trabajo y ayudarnos en los apuros si se le pide con confianza.

Cuentan los monjes de la abadía de San José de Clairval:

Un sacerdote, dedicado durante muchos años al ministerio de las almas en Francia, era consultado frecuentemente por la superiora de un centro social de acogida dirigido por religiosas. Este centro, contaba con más de ochocientas mujeres arrepentidas de mala vida y prostitución que se habían refugiado allí para escapar de esa vida. La superiora recibía encargos de varios grandes almacenes de París y eso era lo que le permitía mantener a tanta gente.

«Entre nuestras ochocientas chicas, –decía ella a este sacerdote–, hay unas cuatrocientas que viven como verdaderas santas». En un momento dado, las industrias que proveían de trabajo al establecimiento cesaron los pedidos durante cierto tiempo. Se buscó en otro lado un proveedor, pero fue en vano. Ya casi todos los recursos estaban agotados, no se podía continuar más así. «Si no nos llegan auxilios, –dijo la Superiora al sacerdote director suyo–, hay que resignarse a morir de hambre, o despedir a nuestras pobres muchachas. Y si las despacho, ¿acaso no volverán a caer en el vicio y se perderán para siempre? ¿Qué tengo que hacer? El sacerdote le respondió: –Diríjase a San José, comience una novena en su honor con toda su comunidad.

La Superiora siguió el consejo. A los pocos días, aparece una señora con mucha agitación interior y le dice: –Permítame, Padre, contarle lo que me ha sucedido esta noche y pedirle consejo. He visto aparecer a un anciano venerable que, con un gesto amenazador, me ordenó ir en auxilio de un cierto convento. Desde ese momento, no tengo descanso y estoy presa de una gran agitación. Dígame, pues, Padre, lo que debo pensar de todo esto.

El sacerdote empezó a sonreír, sabiendo perfectamente de qué se trataba, y le contó todo lo que sabía respecto a la aflicción del establecimiento de acogida y sobre el recurso de las jóvenes a San José.

–¿No piensa Ud., dijo al despedirse de la señora, que San José oyó la oración de esas pobres chicas y quiso elegirla a Ud. como instrumento de sus misericordias? Sería Ud. digna de lástima si no hiciera caso al santo.

Al poco, recibió de su parte un sobre sellado con la suma exacta que necesitaban las religiosas, para volver a poner a todas a trabajar. Era la respuesta de San José a la invocación que le habían hecho24.

Meditemos hoy en el carpintero de Nazaret y en su modo de santificar el trabajo, y pidamos en un momento de oración y con el rezo del Santo Rosario, que se nos conceda que se termine tanto paro como hay y la virtud de la laboriosidad ofrecida por amor, además de la gracia especial que pedimos durante este mes de San José.

San José esposo de la Virgen María, padre y custodio de la Sagrada Familia, celestial patriarca del pueblo de Dios, ruega por nosotros.

Que Dios te bendiga querido lector, y hasta mañana si Dios quiere.

21. Papa Francisco, Audiencia general, (Roma, 1 de mayo de 2013).

22. Henri Caffarel, Op. cit., 21.

23. Papa Francisco, Audiencia general, (Roma, 1 de mayo de 2013).

24. Abadía San José de Clairval, Op. cit., 46-48.

Consagración personal a San José

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