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Día 4

San José, hijo de David

Muy querido lector:

Dentro de 27 días nos consagraremos a San José. Qué alegría saber que al unirnos a él nos unimos de un modo especial también a la Santísima Virgen María, su esposa y junto con ellos podemos ser más perfectamente consagrados a Jesucristo.

Meditemos hoy especialmente el texto del Evangelio de Mateo 1, en el versículo 20 se nos dice que: Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José hijo de David». Así respetuosamente le habla el ángel a José. Él es el heredero de una raza. La humilde condición presente no significa nada: Es, en efecto, de sangre real y por ser de la casa y familia de David (como narra Lucas 2,4), irá a empadronarse en Belén, cuna de la dinastía.

Lo más importante es subrayar la divinidad de Cristo. Jesús es Dios y nació de María Virgen, pero a veces para defender esta verdad fundamental, lo han querido hacer poniendo a San José como viejo, feo y en la sombra. Lo que defiende la virginidad de María no es la vejez, sino la santidad de José.

Según algunos escritos apócrifos de los primeros siglos, José ya anciano con ochenta y nueve años, se habría casado con María, que tenía unos catorce o quince. Según estos libros apócrifos, José habría vivido hasta los ciento once, pasando unos veinte años con Jesús.

Estos libros, influyeron en la opinión de que San José era un anciano, que más que esposo era un padre para María, y que se habría casado con ella para salvar las apariencias ante la sociedad. Nada más fuera de la realidad. San José tuvo que hacer frente a todas las responsabilidades de una familia, lo que hubiera sido imposible si hubiera sido un anciano, que necesitaba cuidado y atención. ¿Cómo hubiera podido guiar a la Sagrada Familia por el desierto, con todos los peligros y con todo el esfuerzo que supone caminar veinte días hasta llegar a Egipto? Dios puso al lado de María un compañero y un esposo fuerte y vigoroso para defenderla de todos los peligros y para ayudarla en todas sus necesidades. Un esposo, que debió trabajar mucho para poder sustentar una familia pobre, especialmente durante su estancia en Egipto, donde no tenían familiares. Hablar de José como de un anciano enfermo es algo que sólo libros apócrifos y fantasiosos pudieron inventar.

José es joven. Seguramente no llegaría a los 20 años cuando contrajo matrimonio con María. Esa era la costumbre judía, casarse antes de los 20 años. José es descendiente de David, y de David se nos dicen varios datos. Cuando fue elegido como Rey, en primera Samuel 16,12 es que «era rubio, de hermosos ojos y buena presencia». También cuando fue a luchar con el gigante Goliat, dice que este, «fijó su mirada en David y lo despreció, viendo que era un muchacho rubio y de hermoso aspecto» (1ª Sam 17,42).

Lo despreció porque era joven y guapo. Se ve que para la guerra era importante ser feo, así asustabas al enemigo, pues no, David era hermoso. También sabemos que tenía fuerza física, ya que llegó a medirla con un león en el desierto. Esta nobleza, esta fortaleza y esta belleza seguramente las heredaría San José. Se dice: de tal palo tal astilla. El que estaba destinado a ser esposo virginal de la que el Cantar de los cantares, llama la más hermosa de las mujeres (cant 1,8). El que custodiaría como padre virginal al «más hermoso de los hijos de los hombres», tenía que mostrar ese aspecto noble que además traslucía la bondad y la verdad de su corazón.

El padre Tomás Morales, fundador de los Cruzados de Santa María, afirma:

Aquí está san José: anchas espaldas para el trabajo, no pierde ni un segundo, está siempre adorando, está siempre trabajando, está siempre solícito, cuidando de la Virgen y, sobre todo, del Jesús niño. No tiene un instante libre, no piensa más que en amar, adorar y en trabajar para ellos. Aquí está san José. Es el ministro de relaciones exteriores de la Sagrada Familia. Él es el que se tiene que preocupar de todo en Nazaret, en los cuatro o cinco días de camino hacia Belén, en la gruta de Belén, en Egipto después, en Nazaret y siempre relacionándose con todos16.

El Padre Ángel Peña en su libro San José el más santo de los santos, recoge que, desde los primeros siglos, varios Santos Padres tuvieron que hablar de un San José joven, y no anciano y viudo.

San Jerónimo defiende su virginidad en su escrito contra Helvidio, dice él:

Yo reivindico para mí [no solo que María fue Virgen] sino aún más, a saber, que también el mismo José fue virgen por María, para que del consorcio virginal naciese el Hijo virgen. En el santo varón no hubo fornicación y no se ha escrito que haya tenido otra mujer. De María fue custodio […]; de donde se sigue haber permanecido virgen con María, quien mereció ser llamado padre del Señor.17

San Pedro Damián (1007-1072) escribió:

No parece que fuese suficiente que sólo la Madre fuese virgen; […] que también aquel que hizo las veces de padre ha sido virgen. Nuestro Redentor ama tanto la integridad del pudor florido, que no sólo nació de seno virginal, sino también quiso ser tocado por un padre virgen18.

Santo Tomás de Aquino dice: «Se debe creer que José permaneció virgen, porque no está escrito que haya tenido otra mujer y la infidelidad no la podemos atribuir a tan santo personaje»19.

Muchos santos de peso, como San Francisco de Sales, creen que José había hecho voto de virginidad antes de casarse con María. Lo que no se puede dudar es que, a partir de su matrimonio con María, cumplió santamente la voluntad de Dios de ser el custodio virgen, de la Virgen María. San José es maestro de castidad.

Cuentan los monjes de la Abadía de San José de Clairval:

Una joven había hecho el voto de castidad. Habiendo tenido la desgracia de ser infiel a este compromiso, no tuvo la valentía de confesarse de su pecado. Desde entonces, con la profanación de los sacramentos, comenzó para ella una vida de remordimientos y tormentos. Se le ocurrió acudir a San José; durante nueve días, recitó devotamente el himno y la oración del Santo. Terminada la novena, la falsa vergüenza desapareció, y arrepentida pidió a su sacerdote el Padre Barry rogándole que publicara este favor de San José, ya que lejos de costarle, la confesión fue para ella una verdadera felicidad. Concluye esta chica diciendo: «Convencida por esta experiencia del poder y de la bondad de San José, llevo siempre su imagen sobre mi pecho con la resolución de no separarme de ella ni de día ni de noche. A partir de ese momento, he podido vencer las tentaciones impuras, y he recibido tantas gracias que no sé cómo agradecerlas»20.

Meditemos hoy en esta nobleza de este hijo de David y en la belleza de la pureza de San José. Pidamos en un momento de oración y con el rezo del Santo Rosario, que se nos conceda la virtud de la castidad además de la gracia especial que pedimos durante este mes de San José.

San José esposo de la Virgen María, padre y custodio de la Sagrada Familia, celestial patriarca del pueblo de Dios, ruega por nosotros.

Que Dios te bendiga querido lector y hasta mañana si Dios quiere.

16. Tomás Morales, Homilía, (2 de enero de 1985).

17. San Jerónimo, Adversus Helvidium 19: PL 23, 213.

18. San Pedro Damián, Epístola 6 ad Nicolaum II: PL 145, 384.

19. Santo Tomás de Aquino, S. Th. III, q. 28, a. 3.

20. Abadía San José de Clairval, Id a José, (Francia: Traditions Monastiques, 2004), 91.

Consagración personal a San José

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