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La universidad colombiana:
configuraciones y desafíos

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José Alberto Silva Rivera{3}

L a universidad es una de las más grandes instituciones que surgió como respuesta al reto de hacerse más humano, más persona. Como se vio en el capítulo anterior, surgió a finales del siglo XI y comienzos del siglo XII en Europa como universitas studiorum et magistrorum. Hoy se puede afirmar que no hay nación o grupo social que no cuente con una universidad, ni ser humano que no anhele ser parte de ella, pues representa el máximo logro del desarrollo de la cultura.

La universidad sobrevive después de tantos siglos, cual semilla encarnada en las diversas culturas particulares, gracias a una dinámica principal: la preservación de la misión humanizadora por parte de quienes la integran, frente a los retos de los tiempos y las circunstancias particulares en las que ha logrado asentarse. Preservar esta misión exige la conciencia y la participación de los que la conforman: directivos, maestros, estudiantes, investigadores, administrativos e inclusive los padres de familia y la sociedad en general. Esto implica reconocer los itinerarios actuales de la universidad y los desafíos que se originan en ese transitar.

En este escrito se revisan algunos de los caminos que atraviesa la universidad colombiana, con el propósito de hacer más consistente la importancia de aportar a la permanencia y a la actualización de una de las instituciones más grandes de la cultura: la universidad. Para lograr eso, la Universidad de La Salle ha acuñado una frase: “por La Salle que queremos y que juntos estamos construyendo”.

ELEMENTOS ESTRUCTURALES DE LA UNIVERSIDAD

La universidad se ha estructurado en torno a algunos ejes o elementos básicos que vale la pena reconocer, no solo porque al conjugarse de modos diversos dan unas configuraciones particulares o modelos universitarios, es decir, caracterizan a las instituciones universitarias, sino porque también marcan y orientan el itinerario de la universidad y su modo de enfrentar los retos y los desafíos propios del contexto. Los elementos básicos, según Borrero (2001), son cuatro: la esencia —o el ser—, que no es otra que la sabiduría; la misión —o el deber—, que básicamente es la formación; la función —o el quehacer—, que es el estudio o el conocimiento; y, por último, la proyección —o el efecto, el impacto—, que es nada menos que el cambio y la transformación de la realidad. Pero, como un árbol, cada uno de estos elementos se ramifica en tres indicadores, notas o exigencias, para culminar en doce elementos definitivos a través de los cuales se proponen los retos de la universidad colombiana:

 De la sabiduría se desprenden: 1) la autonomía, 2) la corpora- tividad y 3) la universalidad.

 De la misión se desprenden: 1) la enseñanza, 2) la investigación y 3) el servicio.

 El estudio o conocimiento implica: 1) la cultura, 2) el hombre y la sociedad y 3) la ciencia.

 Finalmente, en su proyección, la universidad ha de ser: 1) pertinente, 2) científica y 3) integral.

Esta compleja descripción se puede explicar mejor mediante la figura 1.



Figura 1. Doce retos que desafían a la universidad colombiana

Fuente: elaboración propia.

Las instituciones universitarias, desde sus orígenes, tienen estos doce elementos y se han configurado a partir de ellos. Sin embargo, dependiendo de su constitución, de su orientación filosófica y de su recorrido histórico, se han definido algunos énfasis o tonalidades en los conjuntos de elementos que las hacen reconocibles en algunos modelos recogidos por la tradición: el alemán, el francés y el anglosajón (Apaza, 2006, p. 3).

Respecto a la universidad alemana o “humboldtiana” —en relación con Guillermo von Humboldt (1767-1835), uno de los fundadores de la Universidad de Berlín—, se hace hincapié en la misión de la universidad como investigadora. En este modelo la universidad es ciencia racional. El espíritu de la investigación es el que forma el espíritu del estudiante y el espíritu de la época. Retomando la idea de la filosofía como razón última de las cosas, en esencia sería “la sabiduría universal”. En el quehacer o tarea de quienes la integran, se define la ciencia racional como ocupación primera, producto de ese quehacer. Una universidad que no hace ciencia no sería tal (Apaza, 2006).

En otro sentido, la universidad francesa o “napoleónica” —relacionada con Napoleón Bonaparte (1769-1821), quien creó una universidad al servicio del Estado— y de algún modo la universidad “española”, da más importancia al quehacer, a la tarea. Quienes la pensaron definían que su preocupación era la cultura. Su misión es enseñar y educar. La formación de la persona se entiende y se asume como un proceso para que el educando llegue a ser ciudadano del Estado. Su afán es la formación del libre pensador. Al decir de Barragán (1999), la universidad en América Latina tiene mucho de este perfil, puesto que surge en tiempos de la Colonia, cuando estos pueblos eran provincia de las monarquías española y francesa. Quizás por la influencia de Napoleón en sus destinos, la francesa es una universidad que insiste en educar para la profesionalización como el modo a través del cual se inserta y se proyecta en la realidad. El cambio se da en los profesionales que sirven al Estado y son formados excelentemente en la universidad estatal. Para ello exige ser celosa de la autonomía universitaria como elemento constitutivo (Apaza, 2006).

Por último, el modelo de universidad “anglosajona”, en especial el norteamericano, hace énfasis en la proyección, en el impacto, en el efecto y en las relaciones con el entorno para su transformación. Un ejemplo se dio con la llamada Ley Morrill, de 1862, que sirvió para la expansión de la educación superior a través de los colegios de agricultura y de artes mecánicas, mediante la donación de tierras para su fundación. Esta iniciativa dio paso a las universidades estatales (Kansas, Colorado, entre otras), dedicadas a desarrollar las áreas agrícolas y tecnológicas (Ávila, 1993).

Los norteamericanos revelaron las bondades económicas de la investigación y mostraron a los profesores universitarios la posibilidad de articular su trabajo utilizando esos recursos y constituyendo poderosos centros de investigación. De igual modo, la gestión permitió la aparición de los departamentos como unidad académica, en remplazo de la cátedra aislada y personal.

Vale la pena mencionar que las universidades de corte católico han procurado articular los tres énfasis, haciendo de la humanidad y su destino lo más importante e insistiendo en que la formación es para el servicio. John Henry Newman{4} pensaba que ser universitario era ser culto, idea que ha marcado este modelo de universidad, en tanto que implica servir y ayudar a otros a entender y a construir el mundo. Este tipo de universidad se ha perfilado mucho más, al punto de que hoy lidera dos asuntos clave: los temas del desarrollo integral y sustentable y la corporatividad, entendida como la preocupación por permitir que participen en su gestión todos los integrantes y responsables de los destinos de la universidad.

DESAFÍOS DE LA UNIVERSIDAD COLOMBIANA

La universidad como institución de la cultura, para conservar su identidad y afirmar su presencia en Colombia, debe enfrentar dos tipos de retos; unos generales, que les competen a todas las instituciones de educación superior, y otros específicos, según el modelo o itinerario definido. Desde los cuatro elementos clave que se han propuesto arriba (la sabiduría, el estudio, la formación, y la proyección), es posible visualizar cuatro retos para todas las universidades: 1) mantenerse como templo de sabiduría; 2) estar inserta en la realidad, reconocerse como realidad cultural; 3) dinamizar el cambio siendo motor del devenir político de la nación, y 4) asegurar la superioridad de los saberes y conocimientos que en ella se gestan.

MANTENERSE COMO TEMPLO DE LA SABIDURÍA

La universidad en sus comienzos fue debate, argumentación, tertulia, y eso no se puede suprimir de la vida universitaria. Esta institución debe dar espacio en sus currículos no solo a materias de aplicación, sino a asignaturas que desarrollen el criterio ético y moral, para que más allá de las razones económicas sea posible deducir las sociales y filantrópicas. En ese sentido, hay algo particular que llevó a algunos historiadores a sospechar y afirmar que los orígenes de la universidad se dieron en los tiempos de la Biblioteca de Alejandría. Esto se confirma por el hecho de que en ella se hizo realidad la idea de un templo de la sabiduría, un lugar en el cual quienes la frecuentaban se dedicaban a pensar. Muchas mentes pragmáticas hoy creen que todo estudio —y especialmente el de la etapa adulta de la vida de la persona— ha de ser práctico, y por tanto el conocimiento que no lleva a la aplicación es despreciable. Convencidos de esa idea, quienes legislan hacen coro y consideran que el pueblo solo merece una educación pragmática y esencialmente ocupacional. Pero hay que decirlo: las humanidades dan el toque de universidad a lo que de otro modo sería simple instruccionismo y empirismo definidos por las necesidades cotidianas.

HACERSE PARTE DE LA CULTURA, MANTENIÉNDOSE INSERTA EN LA REALIDAD

La tentación contraria al pragmatismo es la de la elucubración sin sentido ni propósito. Este es el otro riesgo que corre la universidad, y es precisamente la queja que se tiene de la universidad “libresca”. Aquí hay un desafío que muestra dos caras. La primera es la existencia de una avalancha y una gran proliferación de los medios de comunicación y el desarrollo tecnológico, ante los cuales los jóvenes son cada vez más adeptos; esto provoca que ellos se atribuyan el poder de concebir como real lo presentado por los medios. Respecto a lo dicho, Morin afirma:

La continuación del proceso científico-técnico actual, proceso ciego que escapa a la conciencia y a la voluntad de los mismos científicos, lleva a una fuerte regresión democrática. Así mientras el experto pierde la aptitud para concebir lo total y lo fundamental, el ciudadano pierde el derecho al conocimiento de la realidad. A partir de ese momento, el desposeimiento del saber, muy mal compensado por la divulgación de los medios de comunicación, plantea el problema histórico capital de la necesidad de la democracia cognitiva. [...] Debería ser posible encarar una reforma del pensamiento que permitiera afrontar el formidable desafío que nos encierra en la siguiente encrucijada: o bien soportamos el bombardeo de innumerables informaciones que nos llegan en la catarata cotidiana a través de los diarios, la radio, la televisión, o bien confiamos en doctrinas que sólo retienen de las informaciones lo que las confirma o es inteligible y rechazan como error o ilusión todo lo que las desmiente o es incomprensible. Este problema se plantea no solo para el cotidiano conocimiento del mundo sino también para el conocimiento de todas las cosas humanas y para el propio conocimiento científico (Morin, 2001, p. 20).

Por tanto, no se puede seguir admitiendo en los trabajos de los universitarios el facilismo de Wikipedia y la veracidad impuesta por los noticieros. Debe exigirse ir más allá de lo que se mira, no conformarse con verdades, procedimientos, planes y proyectos sin encontrar lo que en sí es la realidad, lo cual implica el ejercicio filosófico.

La otra cara es la figura del intelectual como descifrador de misterios. Es interesante recordar que la palabra ingeniero se deriva de ingenius, ‘ingenioso’, y concluir que los estudios universitarios antes que nada ayudan a desentrañar lo que hay de misterioso y problemático para la gente común. La sociedad está cansada de “doctores”, y acoge calurosamente a los jóvenes que con ella se ponen en el surco para entender el mundo de un modo superior. No se puede alcahuetear la cultura facilista de entregar a la sociedad “recetadores”, “cambiadores de piezas” y vendedores de “fórmulas prácticas”, sin haber dedicado tiempo y esfuerzo al estudio serio y profundo de la realidad.

DINAMIZAR EL CAMBIO, SIENDO MOTORES DEL DEVENIR POLÍTICO DE LA NACIÓN

Esa vieja idea de Platón, cuando consideró que el rey de Atenas debía ser un filósofo, puede servir para superar un reto de hoy. Los universitarios parecen alejados del ejercicio político y eso anquilosa la vida académica. Como argumenta claramente Soto (2005), la universidad colombiana no ha sido líder del cambio y de la transformación. Es importante recordar que originariamente la universitas fue un tercer poder que contrarrestó el poder de la monarquía y de la Iglesia. Por eso hoy es importante que los temas del gobierno sean parte del discurso universitario. No se puede seguir pensando en que las universidades sean convidadas de piedra ante el grosero espectáculo de la corrupción política que retrasa al país en todos los otros aspectos. Igual a como ocurrió con el movimiento de “La séptima papeleta”, la universidad debe motivar y liderar al país para que piense la reforma agraria, la reforma de la justicia, la reforma social y la reforma laboral que requiere la sociedad.

ASEGURAR EL NIVEL SUPERIOR DE LOS SABERES Y CONOCIMIENTOS A TRAVÉS DE LA GESTIÓN DE CONOCIMIENTO

Se acostumbra denominar a las universidades como entidades de educación superior, pero sin percibir con la misma frecuencia la profunda implicación que tiene afirmar eso de “superior”. Todo lo que se ha debatido con el calificativo de calidad entra en esta discusión. No deberían ser admisibles situaciones en las que ingenieros civiles, contratados para trabajar en empresas de servicios públicos, ni siquiera sepan de temas fundamentales para la construcción, como lo son las cimentaciones que requiere un edificio. Esto le da la razón a Edgar Morin cuando denuncia que “la profesionalización hiperespecializada nos hace bárbaros armados incapaces de asumir el mundo” (Morin, 2001). Da escalofrío pensar en los médicos obsesionados por extirpar el tumor en el cuerpo con la mayor asepsia posible sin mirar el rostro del paciente; o el político que se forma para llevar a cabo decisiones de partido o de gremio sin mirar el grueso de la población sometida a las más grandes injusticias. Ni Colombia ni el mundo requieren de más tecnócratas instruidos. Se necesitan personas; “la educación debe contribuir a la autoformación de la persona (aprender y asumir la condición humana, aprender a vivir) y a que aprenda a convertirse en un ciudadano” (Morin, 2001, p. 69). Es importante recordar que “el saber filosófico tiene una finalidad interna, porque se busca por sí mismo, por libertad, por voluntad de saber verdaderamente y ser libre, pues es así como se configura una vida buena y feliz” (Montoya y Conill, 1985, p. 45).

Superior significa dos cosas: superior como lo más reciente, y en ese sentido la universidad debe asegurar que el conocimiento que se debate y se aporta sea lo más nuevo producido por grupos de investigadores y de pensadores. Las ciencias avanzan por las discusiones de paradigmas, y uno va reemplazando a otro y cada vez es mayor y más sutil la comprensión de la realidad gracias a ellos. Los planteamientos más recientes de las ciencias son los que se deben exponer y discutir en la universidad. Pero superior también se refiere a los mejores, a la élite, a lo selecto, y en ese sentido la universidad debe contar con lo más excelso de la clase estudiantil; se debe asegurar de que la calidad de la formación consolide la de los egresados.

La conciencia de que la universidad es el espacio de creación de nuevas teorías, nuevos paradigmas, debe sembrarse desde muy temprano en los estudiantes. No se puede mantener el esquema que se tiene en los colegios de secundaria, donde los trabajos son réplicas, copias sin ningún aporte personal ni crítico a lo que plantean los autores.

A MODO DE CONCLUSIÓN

La universidad de hoy está siendo retada por una realidad que se le adelantó y le marcó la pauta de su marcha, y solo podrá sobrevivir si tiene la audacia de ponerse al frente de esos cambios y orientarlos hacia el desarrollo integral y sustentable. El de hoy es un momento clave; por lo tanto, es de oportunidad, de contemplación y de asunción de los desafíos. Ahora como nunca se requiere de la audacia y de la imaginación para convertir los retos-amenazas en oportunidades de renovación.

En la coyuntura de la reforma de la Ley 30 de Educación Superior está la oportunidad de materialización del derecho fundamental a la educación. Es el tiempo de un aggiornamento (‘actualización, puesta al día’) de una reforma del pensamiento que mejore la enseñanza (Morin, 2001), para que a su vez se mejore el pensamiento que rige y alimenta la crisis nacional, esencialmente la crisis ética. De la crisis se saldrá cuando desde las aulas egresen no solo profesionales con la cabeza bien puesta, sino hombres de recio carácter a los que no les ataque miserablemente el virus de la corrupción.

Se trata de un desafío autopoiético, pues es la propia universidad la que se debe refundar y crearse a sí misma. No es tarea exclusiva del Estado ni de una ley o un decreto; tampoco de la industria o la empresa en su ahogamiento financiero, ni de los estudiantes con sus huelgas y paros, ni de los docentes con sus rutinizadas clases, a veces sin incidencia en el cambio. No será la mercantilización del conocimiento el camino para hacer nueva la universidad, sino el reconocimiento de que cada colombiano es parte del capital social que no se tasa en dinero y que merece la oportunidad de formar parte de las comunidades del conocimiento. Ella debe hacerse adulta para reclamar potestativamente el cumplimiento de la garantía de sus derechos.

En tanto que autopoiético, el desafío es de voluntad, de querer la mejoría por parte de cada uno de los actores de la comunidad educativa. Por eso es necesario que la universidad cuente con los medios indispensables para su realización, en la cual colaboran diferentes recursos, tanto materiales como humanos. En línea con esto, se destacan los siguientes elementos para la regeneración de la universidad:

1 El Estado debe darle estabilidad FInanciera y establecer relacioInes de respeto y confianza; es tiempo de que la universidad se vea con capacidad de autogobierno.

2 En manos de los directivos y los administrativos de la univer-sidad están las riendas de la institución. Ellos han de ser cons-cientes de que la universidad es unus‑versus, y por tanto para este tiempo mundializado la preocupación principal es la de la internacionalización de los estudios y la de la orientación hacia el servicio.

3 Sobre los hombros de los profesores e investigadores hay una columna pesada que puede llamarse la voluntad de pureza, apasionarse y confrontarse con las ideas y los cuestionamientos impertinentes de sus estudiantes y de la realidad. Muchas universidades trafican con saberes adquiridos en rústicos cuadernos de apuntes o en fotocopias, pretendiendo encerrar en ellos la verdad. Los nuevos conceptos, las nuevas teorías, implican una interacción de producciones para las que los nuevos desarrollos tecnológicos están dispuestos; pero el temor, la incapacidad para hacer uso de ellos, los anula. Además, los maestros deben tener conciencia de que el saber es un bien público que les ha sido encomendado para conservar, preservar y expandir.

4 No es siquiera pensable la universidad sin estudiantes. Los primeros protagonistas de la universidad, la semilla que regenerará a la universidad, son los millares de jóvenes que muchas veces llegan ingenuamente, sin ser conscientes de su presencia en el claustro. Son muchedumbres los atraídos por los cantos de sirena de la fama, el poder, el dinero, el prestigio, pintados con careta de profesión. Es preciso apasionarse con un saber que les llene el espíritu y no el bolsillo; anhelar la integralidad que está asociada a la emergencia de lo espiritual en el hombre. El estudiante ha de tener voluntad de saber, querer conocer para ser. En este sentido se entiende la afirmación de que la universidad es de élite.

5 El quinto actor de esta regeneración de la universidad es la sociedad en nombre de los padres y las madres de familia. De ellos y ellas se espera no solo el amparo y la protección, sino también la veeduría de la calidad del servicio público ofrecido por la universidad. Así, todos y cada uno, conscientes de su compromiso, podrán hacer de la universidad un renacimiento permanente, perseguidora de los ideales nobles de la humanidad. La paz, la armonía y el desarrollo, que se aterrizan en metas precisas como la erradicación de la guerra, del hambre, de la miseria, de la ignorancia y de la mediocridad requieren personas que, como en los viejos tiempos, superen las mezquindades propias de una vida inmediatista: los scholares y los magistri que en corporación hacen que avance el conocimiento hacia nuevos ideales y modelos culturales.

REFERENCIAS

Ávila, F. (1993). Diagnóstico de la educación superior latinoamericana. Maracaibo: ARS Gráfica.

Apaza, M. F. (2006). Figuraciones y características actuales de la universidad en relación a los modelos tradicionales. Buenos Aires: FEEyE-UNC

Apaza, M. F. (2007). Configuraciones y características actuales de la universidad en relación a modelos tradicionales. Buenos Aires: FEEyE-UNC.

Barragán, D. (1999). Apuntes históricos de la universidad en Colombia. Bogotá: Universidad San Buenaventura.

Borrero, A. (2001). Notas, misión y función de la universidad. Bogotá: Universidad Javeriana.

Cifuentes, L. (2002). Crisis y futuro de la universidad. Santiago: Universidad de Chile.

Elgen, P. et al. (1995). Corrupción. Bogotá: Fundación Simón Bolívar.

Montoya, J. y Conill, J. (1985). Aristóteles, sabiduría y felicidad. Madrid: Cincel.

Morin, E. (2001). La cabeza bien puesta. Buenos Aires: Nueva Visión.

Orozco, L. E. (9 de abril del 2011). En tela de juicio equidad en la educación superior. UN Periódico. Bogotá.

Soto, D. (2005). Aproximación histórica a la universidad colombiana. Tunja: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

BIBLIOGRAFÍA SUGERIDA PARA PROFUNDIZACIÓN

Itinerario Educativo (2001). XIV(38).

Martínez, J. E. (2010). La universidad productora de productores.

Bogotá: Universidad de La Salle.

Moreno, F. (1999). Revolución científica y formación humana en la universidad. Bogotá: Nueva América.

Orozco Silva, L., Parra, R. y Serna, H. (1998) ¿La universidad a la deriva? Bogotá: Tercer Mundo-Uniandes.

Ruiz López, L. E. (2001). Reflexiones sobre la universidad lasallista. Bogotá: Universidad de La Salle.

Para profundizar

1 Explique gráficamente cómo entiende las relaciones entre investigación, formación y proyección en la universidad.

2 Consulte en qué consistieron la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918 y el Mayo Francés de 1968, y relaciónelos con el movimiento estudiantil colombiano frente a la reforma de la Ley 30.

3 Escriba cuáles son sus tres desafíos principales como estudiante universitario.

Universidad, lasallismo y proyecto de vida

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