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La Universidad de La Salle:
una respuesta pertinente a
las exigencias de la historia

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Fabio Orlando Neira Sánchez{5}

Se puede vivir dos meses sin comida y

dos semanas sin agua, pero solo se puede

vivir unos minutos sin aire. La tierra no

es una herencia de nuestros padres, sino

un préstamo de nuestros hijos. El amor es

la fuerza más grande del universo, y si en

el planeta hay un caos medioambiental

es también porque falta amor por él. Hay

suficiente en el mundo para cubrir las

necesidades de todos los hombres, pero no

para satisfacer su codicia.

Mahatma Gandhi

C uando en Bogotá, el 15 de noviembre de 1964, un grupo de antiguos alumnos lasallistas, de padres de familia del Instituto de La Salle y de la Juventud Estudiantil Católica y a la cabeza los Hermanos de las Escuela Cristianas de La Salle firmaron el Acta de Constitución de la “Fundación Instituto de Cultura Superior Universidad Social Católica”, con cuatro facultades programadas —Filosofía y Letras, Ciencias de la Educación con sus departamentos de Química y Biología y otro de Matemáticas y Física, Ciencias Económicas e Ingeniería Civil—, no simplemente se puso a rodar un proyecto de institución para la educación superior. Allí se dio un paso trascendental para una nueva experiencia del lasallismo en Colombia, una nueva forma de servir a los otros desde el espíritu del Evangelio que “se siembra como un grano de mostaza, pero luego germina y crece y viene a ser como un árbol inmenso a cuya sombra vienen a cobijarse las aves del cielo” (Morales Flórez, 1993, p. 67).

Esta figura evangélica, rica en interpretaciones y pretensiones (pues no siempre todo lo que se siembra llega a una feliz cosecha), a las puertas de los primeros 50 años de su constitución, permite recorrer de manera sucinta los pasos andados para, a su vez, vislumbrar los que aún faltan, para que esa sombra cobije a muchos más hombres y mujeres sedientos por constituirse en ciudadanos dispuestos a servir a la causa de la construcción de una sociedad pensante, más justa, fraterna, responsable, solidaria e incluyente.

Una primera acotación se puede hacer en torno al detalle más visible en el que se posan las miradas más ligeras: su infraestructura. La fundación se hizo “sin sede propia ni alquilada” (Morales Flórez, 1993); la inauguración y el funcionamiento del primer al tercer año escolar (1965-1967) se dieron en una casa de dos pisos situada en la avenida Caracas con calle 36, costado occidental, hoy sede del Partido Liberal Colombiano. De allí pasó durante dos años (1968-1969) a la calle 43 con carrera 9, a un edificio de cinco pisos, hoy sede de la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad La Gran Colombia. Posteriormente ocupó un pabellón de siete pisos del Instituto de La Salle, lo que hoy es la sede Candelaria de la Universidad. Todo un caminar que tal vez refleja el alcance de las apuestas quijotescas —quiméricas quizá— con las que se ideó, pero que hoy, frente a tres enormes sedes en Bogotá, dotadas de laboratorios disciplinares de alta calidad, campos de práctica, servicios bibliotecarios y de bienestar, clínicas de optometría y medicina veterinaria, centros experimentales agropecuarios y una sede igual de majestuosa en Yopal (Casanare), develan la pertinencia de las mismas.

Una acotación similar se puede hacer observando a los 98 estudiantes y a los 20 profesores de cátedra con los que arrancaron los cinco programas en las cuatro facultades, frente a los cerca de 14.800 estudiantes que forman parte de 8 facultades y 24 programas de pregrado y a los 870 estudiantes que cursan en alguno de los 24 programas de posgrado, que son atendidos hoy en día por 387 profesores de planta y 650 de cátedra.{6}

Sin embargo, no es aquí donde se quiere poner esta mirada. Lo que atañe a este trabajo es evidenciar las razones por las cuales en “esa semilla de mostaza” hoy se agita el follaje frondoso de un árbol que continúa creciendo. ¿Cómo se ha abonado? ¿De dónde toma sus nutrientes? ¿Quién la cuida? En sus memorias se encuentra:

El noble propósito era que todo alumno que ingresara a la Universidad Social Católica se encontrara con una estructura intelectual, ética y social, abierta y francamente confesional católica [...] no quería ser católica y social sólo en el nombre sino hasta en lo más profundo, sólido y científico de las inteligencias y de los corazones. (Morales Flórez, 1993, p. 38).

Quizás aquí comienza a esbozarse y a comprenderse la naturaleza que siempre ha estado alimentando la dinámica de la universidad. Su interés no ha sido el de abordar los distintos campos de las ciencias con una simple mirada técnica; desde sus inicios siempre se ha querido ir más allá. Se ha buscado tocar al hombre para que sea él quien ponga la ciencia a su servicio y no, por el contrario, que sea él quien termine sometido, desdibujándose y disolviéndose frente a las pretensiones de una ciencia descarnada, descorazonada y deshumanizada que cada día pone más en riesgo la supervivencia de la especie y el planeta, cuestionando profundamente las pretensiones de la vida humana.

Pero esto no es accidente ni coincidencia. Es la evidencia clara que devela un proyecto humanístico, pedagógico y espiritual: el proyecto lasallista que por más de 300 años, inspirado en el Evangelio y desde el ámbito de la educación, ha propendido a la transformación social y cultural de los menos favorecidos desde una espiritualidad práctica:

La espiritualidad lasaliana subraya el hecho de que es principalmente en la relación con los alumnos y compañeros que la presencia y el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, se aclara por medio de actos y palabras. No se trata de una espiritualidad que huya del compromiso en la vida, sino de una espiritualidad que establece un equilibrio entre la relación personal con Dios y la presencia y acción en la relación con los otros (Rummery, 2002, p. 3).

Es decir, la obra del Señor de La Salle surge como respuesta desde una lectura clara y precisa sobre las condiciones sociales del momento; es una respuesta que parte de una espiritualidad que en el silencio de la contemplación mira al hombre en su simple naturaleza, en su cotidianidad, en su “condición puramente humana”, que en la confianza de la presencia de Dios “quiere, no sólo que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad, sino que quiere que todos los hombres se salven” (de La Salle, 1996 [1729]). Por ello siempre es vigente; porque constantemente, en espíritu de fe, mira al hombre en la historia presente, buscando estrategias y posibilidades que le permitan ser cada vez más humano. Es este el marco inspirador y propulsor que ha venido moviendo sutilmente los hilos de la historia de la Universidad:

De la identidad y Misión se desprenden las líneas de fuerzas orientadoras de los objetivos que la comunidad universitaria pretende alcanzar: [.] una educación centrada en la persona humana, [.] una preparación profesional orientada a la búsqueda de la verdad, a la alegría del saber cierto, [...] una institución con sentido comunitario, [.] un quehacer universitario en diálogo permanente con la realidad nacional, [.] una institución en busca de mejoramiento permanente; [...] una universidad lugar de encuentro, felicidad y calidad de vida (Universidad de La Salle, 1992).

Esta es la fuente que en continuos periodos del pasar del tiempo ha suscitado las respuestas para encarar los retos que la enfrentan:

Los retos que enfrenta el país con miras al futuro se centran alrededor de cuatro cuestiones fundamentales:

1 El avance económico y tecnocientífico;

2 una identidad cultural y la inserción activa en el nuevo orden mundial y regional;

3 la conservación y el mejoramiento del medio ambiente; y

4 una sociedad cimentada en los valores éticos y cristianos, justos y democráticos y de convivencia pacífica estable en búsqueda de una mayor solidaridad y participación social (Universidad de La Salle, 1992, p. 81).

Por eso, para cada momento, para cada exigencia, para cada necesidad, la Universidad se ha preparado y se ha comprometido en la búsqueda de un impacto significativo en la sociedad a través de propuestas y proyectos que explicitan sus intencionalidades, pues “de la imagen que un individuo o una institución tienen de lo que son, han sido y esperan ser, depende en gran medida lo que efectivamente hacen” (Ruiz López, 1991, p. 21).

Así es como hoy, cuando esos retos quizás se han hecho más complejos o se han agravado; cuando las condiciones de la especie y del planeta se sortean en las tensiones entre el ser y el tener, entre el acumular, el acaparar y el sobrevivir, entre el bienestar consumista, depredador, despilfarrador y la finitud de los recursos no renovables, la Universidad responde:

Nuestra misión es la educación integral y la generación de conocimiento que aporte a la transformación social y productiva del país. Así, participamos activamente en la construcción de una sociedad justa y en paz mediante la formación de profesionales que por su conocimiento, sus valores, su capacidad de trabajo colegiado, su sensibilidad social y su sentido de pertenencia al país inmerso en un mundo globaliza- do, contribuyan a la búsqueda de la equidad, la defensa de la vida, la construcción de la nacionalidad y el compromiso con el desarrollo humano integral y sustentable (Universidad de La Salle, 2007, p. 9).

Respuestas como estas han emergido en los diferentes escenarios históricos en los que la Universidad ha estado presente. No solamente develan una lectura de la realidad sino que entrañan una apuesta para el presente y para el futuro. Es una mirada con sentido crítico pero también con rasgos de esperanza. Es una búsqueda de nuevas formas de enfrentar las múltiples necesidades desde marcos teóricos sólidos y fundamentados, pero sobre todo desde líneas de acción coherentes y responsables con los sujetos, con el medio ambiente y con Dios (sea cual sea la imagen que se tenga de él). Esta encierra significados que dan lugar a procesos internos como la modernización curricular, el desarrollo de la política de créditos académicos y la finalizada redimensión curricular, para poner la academia lasallista en clave de país, de compromiso sociopolítico permanente y de evangelización como modos de vida posibles.

Hoy la Universidad se ha sometido a la mirada escrutadora del Consejo Nacional de Acreditación (organismo encargado de certificar los procesos de calidad en la educación superior colombiana) y ha logrado una Certificación Institucional de Alta Calidad, primero por un periodo de cuatro años (2008-2012), y ahora por uno de seis (2012-2018), hecho que la coloca como una de las 23 universidades —entre más de 200— que ha sido reconocida con esta distinción en el país. Esto permite verificar, por un lado, que la pertinencia es evidente, que aunque siempre hay cosas por mejorar, la mirada clara y precisa sobre las necesidades del entorno no se opaca.

Por otro lado, este hecho también evidencia que la espiritualidad que inspira ese actuar sigue siendo vigente, no como expresión de la relación con un Dios intrascendente, distante del ser humano y del mundo, sino como una espiritualidad viva que se personifica en procesos de construcción de subjetividades capaces de encarnar en su mente, en su corazón y en su acción la misericordia y el amor de un Dios que expresa en el hombre la magnificencia de su creación, y que espera que él tenga la capacidad de reconocerse a sí mismo en esa magnitud, para que se empodere y se responsabilice de sí mismo y de la naturaleza donde cohabita con otros y para otros.

Desde aquí también se entienden y cobran sentido apuestas tales como: “La formación de profesionales con sensibilidad y responsabilidad social; el aporte al desarrollo humano integral y sustentable; el compromiso con la democratización del conocimiento, y la generación de conocimiento que transforme las estructuras de la sociedad colombiana” (Universidad de La Salle, 2007, p. 9).

La coyuntura del país y del mundo requiere que el hombre vuelva la mirada hacia sí y hacia el planeta; que redireccione el pensamiento científico para permitir la articulación del humanismo con la ciencia, de tal manera que los nuevos desarrollos contemplen la vida por encima de la utilidad; que ponga en diálogo las particularidades propias de las culturas frente a los retos del mundo globalizado en la búsqueda del bien común; que sea capaz de poner la ética como motor de la política y la democracia, a fin de que el bienestar personal sea superado por el principio de responsabilidad compartida; pues definitivamente la transformación solo será posible mediante el empoderamiento del compromiso de cada uno. Es oportuno recordar aquí las palabras de Dostoievski citadas por Leonardo Boff cuando afirma: “Si todos quisieran, todo cambiaría en la tierra en un momento” (Boff, 2006, p. 137).

Por todo esto, la Universidad de La Salle, como lo expresa uno de sus horizontes de sentido, “está comprometida con una reflexión rigurosa sobre sí misma, sobre la ciencia, sobre la filosofía y sobre todas las formas superiores de cultura” (Universidad de La Salle, 2007, p. 10). Esta reflexión la compromete en la tarea constante de mantener siempre su actuar en el presente, pero con proyección hacia el futuro, teniendo en cuenta las características y las condiciones siempre cambiantes de la cultura, la sociedad y la nación; haciendo evidente al sujeto de la educación, la persona, con su singularidad y sus dimensiones comunitaria e histórica; y entendiendo la educación como compromiso social, como despliegue de las potencialidades y características de las personas que forman parte de ella.

Esta dinámica ha generado en la historia de la Universidad y de todos aquellos que han compartido su itinerario educativo desde los diferentes roles (estudiantes, docentes, administrativos, personal de servicio, padres de familia, etcétera), una identidad lasallista, y como miembros de esta comunidad universitaria, es posible reconocerse en esta identidad:

La identidad lasaliana es una identidad colectiva. A los que nos llamamos lasalianos nos permite reconocernos mutuamente y ser reconocidos en un modo de ser, de vivir, de actuar, de educar [.] y en una serie de valores que determinan, al mismo tiempo, unas prioridades y unos criterios [...]. Todo ello en un conjunto armónico que nos hace sentirnos a gusto. Formamos parte del mundo y de la Iglesia, pero con algo especial que ofrecer (Botana, 2000, p. 9).

Así, entonces, desde la perspectiva de una espiritualidad que se ha acrisolado en los avatares del hombre y de su historia, y que siempre ha sido práctica, es posible tratar de interpretar la tarea que se demanda, que posibilitaría que el sueño de un país, y quizás del mundo entero —la paz—, se pueda cristalizar en los corazones y sobre todo en las razones y en las acciones. Y ya que más temprano que tarde es necesario echar a andar, se podría asumir el siguiente pacto:

Un pacto basado en la defensa intransigente de la vida, en la preservación de la integridad del planeta tierra, en la garantía de las condiciones indispensables para la conservación de la vida de todos y en la decisión de exorcizar la violencia como medio de resolución de los conflictos entre los pueblos. que presupone la aceptación del otro como otro, el respeto de su singularidad y la disposición a una alianza duradera con él (Boff, 2006, p. 126).

REFERENCIAS

Boff, L. (2006). Virtudes para otro mundo posible. Santander: Sal Terrae.

Botana, A. Raíces de nuestra Identidad. Roma: Casa Generalicia FSC.

De La Salle, J. B. (1996). Meditaciones. Bogotá: Relal.

Morales Flórez, C. (1993). Historia de la Universidad de La Salle (1964-1990). Bogotá: Ediciones Unisalle.

Ruiz López, L. E. (1991). Modeloformativo. Bogotá: Imagen.

Rummery, G. (2002). La espiritualidad lasaliana. Recuperado de http://www.lasalle.org/wp-content/uploads/2011/07/lasa- llian_spirit_es.pdf

Universidad de La Salle (1992). La Universidad de La Salle mira hacia el futuro. Bogotá: Ediciones Unisalle.

Universidad de La Salle (2007). Proyecto Educativo Universitario Lasallista PEUL. Bogotá: Ediciones Unisalle.

Para profundizar

1 Al volver la mirada sobre los orígenes de la Universidad de La Salle, ¿qué situaciones históricas llaman la atención? (señale tres)

2 A partir de la información y de las reflexiones que ofrece este capítulo, elabore un cuadro comparativo entre la Universidad de La Salle en sus orígenes y la Universidad de La Salle hoy.

3 La Universidad de La Salle “está comprometida con una reflexión rigurosa sobre sí misma, sobre la ciencia, sobre la filosofía y sobre todas las formas superiores de cultura”. ¿De qué manera las actuales generaciones de lasallistas pueden contribuir para que esto sea posible?

Universidad, lasallismo y proyecto de vida

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