Читать книгу Bajo el oro líquido - Óscar Hornillos Gómez-Recuero - Страница 12

CAPÍTULO 4 Descubriendo la dura realidad

Оглавление

Las paredes de lo que parecía un pozo rezumaban cierta humedad por los recovecos que los ladrillos formaban. Algunas telas de araña se hallaban abigarradas en la cilíndrica pared de aquel viejo agujero, dando fe de la ausencia de agua en él durante demasiado tiempo. Y es que más de diez metros separaban a Lucía de la boca del mismo. La joven veleña respiraba angustia y ansiedad al despertar de aquel letargo en el que la habían sumido. Estaba claro que no estaba sola; los ladridos de varios perros le anunciaban la certeza de este hecho. Durante un instante la idea de que pudieran llegar hasta ella se apoderó de su coraje, pero el tiempo transcurrió y no fue así. Se trataba de perros de gran tamaño, por la fuerza y cierta ronquedad de sus ladridos, pero estaban, a buen seguro, fuera de la estancia que contenía el pozo donde ella se encontraba. La chica miró hacia arriba y reconoció la uralita del techo. Era el mismo material que había en la nave del padre de Pablo, aunque ella no conocía el nombre del mismo. El pozo estaba dentro de una casa de campo o nave, eso estaba claro. Fruto de la desesperación Lucía gritó:

—¡Pablo!

Debía de ser de día, pues por algún lugar de aquella casa de campo o nave penetraban los rayos del sol, que permitían a Lucía ver sus ropas algo sucias. Su blusa ya no parecía la misma y sus tejanos, algo polvorientos y mancillados de barro, se asemejaban más a un saco que a un vaquero. La joven introdujo su mano derecha y luego la izquierda en ambos bolsillos del pantalón, pero no encontró su teléfono móvil. A su alrededor no tenía nada más que piedra, suciedad y telas de araña. Así, cayó sentada por la desesperación y empezó a llorar hasta que sus ojos se cerraron, encontrando la respuesta del descanso forzado frente a la búsqueda de la dura realidad.

Seguramente habían pasado varias horas cuando el metálico ruido sobresaltó a Lucía, pues la luz del sol que entraba en aquel lugar era ya menos intensa y de un color más anaranjado que horas atrás. La chica se puso de pie y miró hacia la boca del pozo. Los ladridos de los perros eran más intensos si cabía, posiblemente porque alguien había abierto la puerta que comunicaba el interior de la nave con el exterior. Los pasos que se escuchaban hacían un ruido parsimonioso, acompañado de otros sonidos que la joven no podía adivinar. La joven no cesaba en su empeño de mirar hacia la parte superior del pozo y fue una sombra no demasiado oscura, por el efecto de la débil luz, lo que encontraron sus ojos. Sin lugar a dudas, se trataba de una figura masculina, por el contorno del cuerpo. Lucía no podía ver la cara de aquella persona, pero en sus rasgos pudo intuir una corta barba, una nariz no demasiado prominente y pelo corto. El sujeto quedó mirando a la joven sin decir palabra.

—¡Sácame de aquí! —gritó ella, pero del que parecía su captor no salió ni una sola palabra—. ¡Por favor! —volvió la chica a vociferar, esta vez acompañando su petición de un más que sonoro llanto que no hizo que aquel hombre se inmutara.

El individuo movió su cabeza de un lado a otro y después sus brazos, lanzando hacia el fondo del pozo dos objetos. Estos cayeron a plomo contra el terregoso suelo, haciendo diferentes sonidos. Luego su sombra se desvaneció, dejando aquella luz de la tarde de verano como única compañera de Lucía. Al principio esta no prestó atención a lo que el hombre había tirado, pero luego se agachó y pudo ver dos pardos objetos, por efecto del entorno donde se hallaban. Los tomó y vio que se trataba de una botella de agua de doscientos cincuenta mililitros, de la marca Aquabona, y de una lata de magro de cerdo de la marca Día. La botella había sido rellenada de agua, pues su etiqueta estaba despegada por uno de sus lados y el tapón había sido manipulado. La chica tenía bastante hambre, por lo que no fue remilgada. Bebió y comió, con cuidado de no cortarse con los bordes de la lata, hasta no dejar nada. Al parecer, aquel hombre pretendía mantenerla con vida por alguna razón que ella desconocía.

Bajo el oro líquido

Подняться наверх