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§1. Teoría

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¿De qué está hecho el mundo social? ¿Qué ingredientes se encuentran en lo social? ¿Lo social nace principalmente de las clases económicas, de las interacciones de los agentes participantes, de alguna sustancia básica (la nación, etcétera)? ¿Siempre que se habla de lo social hace falta invocar algún principio fundamental acerca de sus dinámicas: el inconsciente, la alienación, la dialéctica, los motivos de las acciones humanas? ¿Es preferible decir que lo social “no existe” más que en el campo intersubjetivo de los discursos? ¿Lo social es una mera red de individuos que fabrican artificialmente su vida en común (la cultura)? Cuántas discusiones podrían reseñarse. Es interminable este asunto.4

Aquí presentamos una precaución que cambia, por mucho, la manera de entender las cosas. Se diría que no existe ningún grupo relevante en el origen de lo social como tampoco existe ningún componente básico y sustancial. Se puede aceptar que no hay ningún punto de partida o aspecto incontrovertible para ser usado en la caracterización de lo social (Latour, 2008). Más bien, como conjetura, se diría que habría factores de formación de grupos a los que atender en una perspectiva inmanente de las asociaciones. O sea que es muy importante, para asumir el problema de lo social en otra clave, preguntar qué es lo que hace falta para la formación de cualquier agregado. No hay razón parar tener que insinuar la cuestión de si existe o no alguna esencia de lo social. Caracterizar lo social depende, quizá, de percibir los factores aglutinantes que forman las asociaciones con la obligación de rastrear la conformación de las conexiones por las cuales estas se hacen efectivamente reales (Deleuze y Guattari, 1994). La investigación de lo social es así igualada a la investigación sobre los factores que intervienen en la formación (cualquiera) de las asociaciones.

Evidentemente, hablar de factores es hablar de numerosos marcos de referencia de lo social. Y ese es el punto. Se supone que para la adecuada compresión de cómo se genera lo social más vale ver los rastros que deja a su paso la formación de agrupaciones. Estos rastros son relativos al modo en que se originan los compuestos. Digamos que la clave es tener en cuenta los aspectos siempre presentes en el trabajo que se toman los grupos en delinearse. La hipótesis de trabajo de nuestra investigación es que el mecanismo de fabricación de lo social se hará visible en la medida en que se describan los medios del paso al orden de toda heterogeneidad originalmente diferenciada (Latour, 2008). Es que sencillamente las formaciones sociales ofrecen los datos de su propia dinámica viva. De manera que para interrogar lo social se necesita más que de calificaciones (lo social es la cultura, lo social es la economía, lo social es la política, etcétera). En realidad, hace falta mostrar cómo lo social emerge por el esfuerzo de formarse.

Hay algo de inmanencia aquí. También se podría hablar de performatividad (Latour, 2008). Pero la intuición es similar al indicarse que lo característico de lo social es que se hace y rehace a fuerza de realizarse a sí mismo. Es importante partir del hecho de que es precisamente una dinámica y varios movimientos de organización y diferencia lo que se juega en el fondo de lo social. El resultado de aceptar esto es enorme, pues hace ver que lo social se define en la emergencia de asociaciones, siendo estas el resultado de la estabilización parcial de aspectos diversos que conviven en asociaciones singulares (grupos o multiplicidades). Lo social se entiende así como el efecto posterior de dinámicas y aglutinamientos que se revelan como eventos de organización.5

Vemos que si se acepta el planteamiento precedente, la investigación sobre lo social toma una dirección bien particular. ¿En qué sentido? Lo social siempre puede tomarse como el hecho bruto de que existen organizaciones de las cuales indicar principios de armonía. El problema es que, vistas las cosas a la inversa, es la organización presentada en las agrupaciones la que debe ser explicada. Esto es lo que aporta la perspectiva de las asociaciones: el orden de lo social deja de ser una presunción y se convierte en el verdadero dilema (Deleuze y Guattari, 1994). “Ni la sociedad ni lo social existen. Hay que recorrer sus huellas a través de los cambios sutiles producidos al conectar recursos no sociales” (Latour, 2008, p. 59). Con precisión: se dice que lo social tiene que ver con una estabilidad de factores heterogéneos que demanda ser descrita, revisada y cuestionada. ¿Cómo? La apuesta es que para explicar lo social se requiere apelar a los factores de la formación de las agrupaciones. Se trata de pensar que lo social emerge de la organización de cosas que no están organizadas desde el principio y que adquieren su forma colectiva a través de medios prácticos que ligan al esfuerzo para lograr que los agrupamientos tengan alcance y se sostengan todo lo posible (Latour, 2008).

Ahora bien, el problema es que por algún lado debemos empezar. Es decir que de alguna manera se debe poder hacer hablar a lo social en el entendido de que lo importante son los medios a través de los cuales se forma. Tal vez esta sea la cuestión más difícil de resolver. Sobre todo porque preguntar por la formación de lo social implica el gesto de abrirse a interrogantes nuevos: ¿cómo localizar lo social? ¿Cómo caracterizar lo social con atención a lo que interviene en el proceso de formación de lo social? ¿Qué factores hacen parte del proceso de formación de lo social? ¿Cuáles factores son pertinentes?

La respuesta a esos interrogantes depende de una declaración honesta cuya simpatía con la inmanencia es innegable: no hace falta suponer nada, ya lo dijimos. Ni hace falta que una persona muy inteligente y con respuestas ya hechas venga a decir de qué se trata todo. Para saber qué es lo social hay que aceptar que los actores hacen esa tarea por nosotros desde el principio (Latour, 2008). Esto significa que a) toda formación social tiene sus voceros, esto es, regímenes de expresión que son como el clamor constante hecho de muchas voces (a veces contradictorias) que hablan acerca de lo que es el grupo y de quién corresponde a cuál.

Por su parte, b) hay que tener en cuenta que los actores de las agrupaciones son ellos mismos los encargados de componer su conjunto de asociaciones. En ese sentido, los actores sociales no solo informan de la situación del grupo —por ejemplo, como si ver a alguien luciendo tal o cual prenda hablara únicamente de los estereotipos de la moda y las representaciones que le pertenecen (Lipovetsky, 2004)—. Los actores sociales deberían poder ser asumidos en el seno de la forma como viven la formación de grupos. No hay pretextos para la ideología (o el imaginario, se dice muchas veces) que presuntamente ha de encontrarse en las visiones del mundo. Los actores sociales viven socialmente. ¡Esto no es una ocurrencia o una idea en la mente de alguien! Que es igual a decir que los actores sociales son existentes colectivos reales. A la larga, cada quien realiza particularmente las conexiones del conjunto que le excede. Eso no dice nada de la individualidad —y sí de la individuación como problema (Deleuze y Guattari, 1994)—. Dice, por el contrario, de las conexiones que hacemos y a las cuales servimos (Latour, 2008).

Adicionalmente, c) si se supone que las formaciones sociales son el resultado de las dinámicas y transformaciones de su propia conformación, es razonable admitir que los grupos dejen sus marcas y tracen sus fronteras. Habría así una determinada línea abstracta que acompaña la amplia variedad de rasgos de las asociaciones y sostiene las barreras que rivalizan con aquellos que amenazan con su disolución. ¿Cuál sería el nombre apropiado de esas fronteras o barreras? ¿Naturaleza? ¿La sangre y la tierra? ¿Tradición folclórica? ¿Costumbres? ¿Hábitos? ¿Libertad? ¿Emancipación? ¿Artificio, moda, historia? Cualquiera que sea el nombre que podamos dar a las fronteras de los grupos parece que solo es posible proponerlas a propósito de la formación tenida en cuenta. No hay respuestas previas. Lo social es tan heterogéneo que se necesita siempre tener la precaución de describir el conjunto y el modo en que se hace singular.6

Finalmente, d) en esta perspectiva se diría que hay “algo” que sostiene la existencia de cualquier formación. ¿“Qué es ese “algo”? ¿Los festivales que renuevan los vínculos de la gente? ¿La propaganda que enciende los afectos mutuos? ¿Las identidades nacionales? ¿Las tradiciones? ¿Las etiquetas o los estereotipos? ¿Los recuerdos? Esta es una sentencia para mucha gente: ese tipo de expresiones, que surgen sin esfuerzo de nuestros teclados, no explican nada (Latour, 2008). Ofrecer una explicación a la cuestión de lo social requiere de una investigación que redunde en lo mismo varias veces: no hay que suponer nada en cuanto a lo social. El trasfondo por el que se forman las asociaciones no tiene reserva de vínculos. Y tampoco existe algún “pegamento” o inercia esencial que jalone el espectáculo de lo social. Esa es la razón por la cual hacemos énfasis en el carácter performativo de las formaciones sociales: lo que une los grupos surge socialmente porque precisa de la realización de lo social. Génesis de lo social: los medios para su emergencia se revelan como inmanentes. Tal es el rasgo distintivo del enfoque presentado en esta investigación.7

Memoria, historia y ruralidad

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