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V- Revlon

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Ante todo la base y el polvo, luego el necesario toque de rubor para resaltar los pómulos y darle un aporte mínimo de iluminación. El paso siguiente era delinear y darle color a los ojos; la maquilladora eligió un tono natural para los párpados de Marina. Casi lista. Le agregó un toque de polvo translúcido; solo faltaban los labios. Marina reconoció, como una gourmet de lápices labiales, el sabor del Revlon Outrageous, en tono beige; el favorito de Claudia Schiffer. Finalmente, la maquilladora le quitó los excesos de artificio con un hisopo. Su rostro ya estaba preparado para la lente de Vicky Levín.

—Vos no necesitás maquillaje, estás preciosa —le dijo la maquilladora cuando terminó su trabajo. Se conocían desde hacía un par de años y siempre se habían llevado bien. Se llamaba Liliana y era cordobesa como ella. Los años en Buenos Aires no le habían quitado la tonada provinciana que ella había perdido (o transformado) en México. Marina sonreía mientras se observaba en el espejo. Realmente, por unos segundos, había conseguido olvidarse de Gonzalo.

Ahora era el turno del peinador. Liliana, mientras tanto, luchaba para que la adolescente se quedara quieta y se dejara maquillar. La chica parecía más interesada en llamar la atención del otro adolescente y no paraban de molestarse mutuamente mientras reían. Niños, pensó Marina con algo de fastidio. Gonzalo, ya vestido, esperó su turno para ser maquillado. El peinador le desenredó el pelo lacio y le aplicó un fijador para dar un efecto mojado.

La maquilladora terminó con la adolescente y comenzó a trabajar con Gonzalo, que se sentó al lado de Marina. Ella lo miró por el espejo. Pensó: está fuerte, muy fuerte.

Los adolescentes ya resultaban insoportables. Liliana, fastidiada con el bullicio de los chicos, los retó un par de veces pero no le hacían mucho caso. Estaba empolvando el rostro de Gonzalo cuando los volvió a retar.

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