Читать книгу La mente del deportista - Simon Marshall - Страница 12

Оглавление

2

ME GUSTARÍA SENTIRME MÁS COMO UN DEPORTISTA

AFRONTA LOS PENSAMIENTOS DEFECTUOSOS SOBRE TU IDENTIDAD COMO DEPORTISTA

No vemos las cosas como son, las vemos como somos nosotros.

ANAÏS NIN

«Háblame de ti como deportista.» Te asombrarías de cómo contestan los deportistas a esta sencilla pregunta. A primera vista, es una invitación para hablar sobre aspectos rutinarios y cuantificables de la vida deportiva: la prueba en que compite un deportista, el tipo y cantidad de entrenamiento que hace, los resultados recientes, los registros personales, etcétera. Sin embargo, mucho más revelador es cómo hablan los deportistas sobre sí mismos: las palabras que usan, en qué deciden centrarse en primer y segundo lugar y, a veces más importante, lo que no mencionan en absoluto. Examinemos las respuestas de tres deportistas.

Por supuesto. Soy muy bueno. Es probable que pronto sea profesional. Empecé con la bicicleta de montaña y competí en la élite durante varios años. Triunfé. Un chico con el que solía correr (y al que solía vencer) se pasó a Xterra y empezó a hacerlo en verdad bien; tal vez le conozcas [nombre de un profesional de Xterra]. —Sí, le conozco muy bien—. Así que probé Xterra y obtuve triunfos muy pronto. Me impuse en mi grupo de edad en [competición x] y fui tercero en los nacionales. En mi primera temporada me clasifiqué para los mundiales. No conozco a nadie más que haya hecho esto.

DAVE, 27, TRIATLETA TODO TERRENO

Compito en distancia olímpica y en algunos 70.3. En los próximos años voy a pasarme a distancias más largas porque creo que puedo competir bien en ellas. Creo que para distancias más cortas me falta velocidad pura. Por supuesto, soy totalmente realista sobre lo que conlleva poder hacerlo bien en una distancia Ironman, pero me gustaría probar el siguiente nivel. Soy muy disciplinado y estoy motivado. Mi familia piensa que estoy un poco loco, pero ven cuánto me gusta y vienen a todas mis competiciones. Eso significa mucho para mí.

STEPHEN, 44, TRIATLETA

No estoy segura de poder decir que soy una deportista. Me refiero a que estoy intentando serlo. Soy un poco lenta. Es probable que sea del tipo que se interpone en tu camino. Creo que me falta un poco de confianza en mí misma. Me gusta de verdad, pero... [larga pausa]. Bueno, pongamos por ejemplo mis carreras en grupo. Odio quedarme atrás, no porque sea lenta, sino porque me hace sentir muy mal la idea de que otras personas me están esperando. Estoy segura de que todos piensan: «Vaya, otra vez tenemos que esperarla». ¿Crees que soy un caso perdido? ¿Solo entrenas con personas rápidas?

KATHERINE, 46, CORREDORA

Por supuesto, no son las respuestas completas de Dave, Stephen y Katherine, pero puedes hacerte una idea de qué de forma distinta hablan sobre sí mismos como deportistas. Incluso tal vez te identifiques con alguno de ellos. Aún más revelador fue el hecho de que en casi todas las conversaciones que tuvimos con ellos proyectaban una autopercepción constante: Dave siempre nos decía lo bueno que es, Stephen era reflexivo y realista, y Katherine estaba siempre criticándose. Ahora bien, no estamos sugiriendo que sea necesario analizar al detalle lo que la gente dice cuando habla sobre su condición atlética. Lo que estamos sugiriendo es que la forma en que hablas sobre tu deporte y tu lugar en él casi siempre es una ventana abierta a tu mundo interno de creencias, expectativas y experiencias. Por supuesto, estas conversaciones también pueden encubrir significados ocultos o estar repletas de completas mentiras. Lee el siguiente recuadro para saber por qué algunos de nosotros hacemos eso.

Distorsión cognitiva, manejo de impresiones y fundamentos del autoengaño


AL MENOS ALGUNA VEZ, todo entrenador dice: «Me gustaría que mi deportista fuera sincero conmigo». Muchos deportistas también dicen lo mismo sobre sus entrenadores. Para tu información, si eres entrenador o deportista, y te ves diciendo: «Tonterías, mi deportista/entrenador siempre es sincero conmigo», entonces aquí tienes una noticia de última hora: eres un iluso. Bueno, hablando técnicamente, sufres del sesgo de confirmación con una pizca de ilusión de transparencia, pero dejaremos eso para otro momento. Para entendernos en términos simples: todos somos mentirosos y manipuladores. Pero esta afirmación requiere alguna aclaración. Aunque sin duda es también un engaño, el tipo de engaño del que hablamos aquí no es el deliberado y caprichoso asociado con el vendedor de coches usados, el cónyuge que engaña a su pareja o el inversor que engaña a su socio. La clase a la que aquí nos referimos es mucho más benigna, involuntaria. Bienvenido a la emocionante ciencia de la distorsión cognitiva.

Cuando te convences de que para ser un triatleta de competición necesitas una superbicicleta de 10 000 dólares, estás muy cerca del autoengaño. Cuando culpas a tu entrenador por no ser más rápido, a pesar de haber realizado solo el 60 por ciento de las sesiones, estás siendo, ejem, selectivo con los hechos. Los psicólogos llaman sesgos cognitivos a estos autoengaños, y son tan naturales como respirar. Son errores sistemáticos en el pensamiento que nos predisponen a pensar o actuar de una forma en perjuicio de otra, cuando la pura lógica recomendaría un pensamiento o acción diferentes.

El cerebro humano es tan propenso al autoengaño que muchos científicos creen que debe servir a un propósito muy útil para la supervivencia ¿Por qué si no nos mentimos de manera constante de setenta formas distintas?* Los estudios científicos dicen que engañamos a nuestro cerebro más a menudo que a los demás, rara vez sabemos cuándo lo hacemos, en la mayoría de los casos es inofensivo y es probable que incluso «natural», pero sin duda solemos tomar medidas para evitar que la cosa se descontrole (por ejemplo, comprar tonterías que no nos podemos permitir).

En lo que respecta a manejar nuestra identidad atlética externa, domina un tipo de distorsión: el sesgo de deseabilidad social. Es una bonita forma de decir que tenemos tendencia a decir a la gente cosas que nos ayudan a que nos consideren de manera favorable. Como sabe cualquier buen entrenador, cuando los deportistas dicen que son «en verdad disciplinados», antes que suponer que estamos usando el mismo diccionario es mejor esperar a las pruebas. El sesgo de deseabilidad social es una estrategia de una familia de distorsiones cognitivas que intentan controlar cómo nos ve el mundo. Los psiquiatras llaman a esto manejo de impresiones. De manera natural, casi todos nosotros estamos motivados para comprometernos en el manejo de impresiones porque está en juego nuestra identidad externa (en lenguaje sencillo, nuestra reputación o nuestro carácter). Imaginemos que alguien inventara un programa especial para ofrecer continuamente al mundo datos que manipulen de forma experta la impresión que damos en público. ¡Se haría milmillonario! Bueno, espera, se llama Facebook, también conocido como programa de manejo de impresiones. Recuerda esto la siguiente vez que alguien publique una captura de pantalla de sus estadísticas de entrenamiento. En el capítulo 5 explicamos el manejo de impresiones con más detenimiento, y los chanchullos que la gente hace en Facebook.

* «List of Cognitive Biases», Rational Wiki, http://rationalwiki.org/wiki/List_of_cognitive_biases.

Un aspecto de tu mundo interno es tu identidad atlética, que es el grado en que te identificas con el hecho de ser un atleta y cómo contemplas a otros para confirmar o validar tus creencias sobre tu condición de deportista. La identidad atlética consiste en pensar y sentirse totalmente como un deportista. No tiene nada que ver con lo rápido que seas, cuánto compites ni cuánto entrenes. Aunque estos detalles pueden ser indicios de tener una identidad atlética madura, sin duda no son necesarios. Si quieres mejorar de verdad, debes leer uno de los artículos científicos que desarrollaron este concepto.1 Por lo tanto, ¿qué es lo que forma una identidad atlética madura?

1. En la actualidad participas en deportes o actividades físicas.

2. Te sientes cómodo llamándote a ti mismo «deportista».

3. Te sientes cómodo cuando otros te llaman «deportista».

4. Tú «posees» tu habilidad deportiva. No te sientes avergonzado de ella, ni sientes la necesidad de demostrar tu habilidad deportiva a otros.

5. Cuando hablas sobre tu habilidad o tu rendimiento no te pierdes en demasiadas autocríticas ni autoensalzamientos (decir a la gente lo bueno que eres).

6. Mantienes un equilibrio saludable entre tu deporte y otras actividades. Tu habilidad y/o rendimiento en el deporte no es la única contribución a tu autoestima. Tienes amigos que no son deportistas, y con frecuencia en situaciones sociales hablas de temas no relacionados con el deporte.

7. Cuando las cosas se ponen difíciles (por ejemplo, perder, fracasar, recibir un castigo, lesionarse, etc.), tienes reacciones emocionales que la mayoría de la gente considera razonables.

Un signo de que ya tienes algún nivel de identidad atlética es el hecho de que estés leyendo este libro. De nuestra definición captarás que hay dos elementos en la identidad atlética: tus pensamientos y sentimientos internos como deportista y hasta qué punto otros te consideran un deportista (o, hablando con más propiedad, cómo percibes tú que te ven).2 Cuando hacemos deporte de resistencia desarrollamos nuestras identidades atléticas interna y externa: aprendemos habilidades y técnicas, desarrollamos nuestra condición física e interactuamos con compañeros deportistas. Nuestro uso del deporte para definir nuestra condición de deportista es un indicio de que nuestra identidad atlética interna está madurando. «Soy triatleta.» «Practico crossfit.» «Soy corredor.» Cuando nos damos cuenta de que otros nos llaman deportista tenemos un signo de que nuestra identidad atlética externa es más fuerte.

Secretos para desarrollar una identidad atlética madura

Tener una identidad atlética madura es crucial para convertirse en un deportista valiente. Observa que cuando describimos la identidad atlética ideal utilizamos la palabra madura en lugar de fuerte. Una identidad madura es la que ha crecido por completo y no se ha desarrollado a expensas de otras identidades (por ejemplo, como pareja, trabajador, amigo, etcétera). Una identidad atlética madura promueve la confianza en uno mismo, la autodeterminación y una sensación de una competitividad saludable. Aunque una identidad atlética fuerte también promueve estas cualidades, suele venir con muchos aspectos con consecuencias negativas. Por ejemplo, las personas con una identidad atlética muy fuerte suelen esforzarse por superar las lesiones y, cuando no pueden entrenar, sufren una angustia emocional excesiva.

Para saber cómo desarrollar la identidad atlética necesitamos profundizar un poco más en sus raíces psicológicas, el incómodo «autoesquema». Hace referencia a los pensamientos que la gente tiene sobre sí misma en distintas áreas de la vida, una especie de huella mental de quiénes son, lo que pueden hacer y cómo creen que los perciben los demás. Debemos considerar un autoesquema como un andamiaje cognitivo o un autoestereotipo: cómo se forman los pensamientos sobre aspectos de uno mismo. «Yo no soy tan competitivo» o «Soy una persona bastante extrovertida» son afirmaciones sobre autoesquemas. Tenemos autoesquemas sobre muchas esferas distintas de nuestra vida: nuestra identidad como pareja sentimental, como empleado o estudiante, como padre, como amigo, como deportista o lo que sea. Todas estas identidades alimentan un «autoconcepto» más amplio, un sentido absoluto de quién eres, cuáles son tus atributos, y qué y por qué determinadas cosas son importantes para ti. La fuerza de tu autoconcepto absoluto está determinada por la importancia relativa que concedes a cada una de tus identidades. Por ejemplo, si consideras que ser un buen padre (tu identidad como progenitor) es más importante que ser un buen deportista (tu identidad atlética), entonces tu identidad como progenitor contribuye más a tu autoconcepto absoluto que tu identidad atlética. Seguramente tus autoesquemas individuales están interconectados. Después de todo, los pensamientos y los sentimientos no existen en el vacío. Sentirse molesto o asombrado por un aspecto de tu vida puede contaminar tus otras identidades. Es bastante inusual encontrar deportistas que sufran de nudos de autoesquema en solo un aspecto de sus vidas. Esto es de hecho una buena noticia, porque significa que mejorar el modo en que piensas y sientes sobre ti mismo como deportista puede tener un efecto positivo también en otras áreas de tu vida.

Tu autoesquema deportivo se desarrolla a partir de los recuerdos de tus experiencias, pero también se ve influido por las expectativas de cómo crees que será tu yo futuro en determinadas situaciones. Por ejemplo, sin duda tu autoesquema como corredor sería fuerte si en la universidad corrieras en pista y campo a través, pero también podrías tener un autoesquema básico de triatleta aunque nunca lo hayas sido. ¿Por qué? Porque conoces la disciplina y el compromiso necesarios para ser un deportista, y en la actualidad nadas y montas en bicicleta para estar en forma. En áreas en las que tienes poca o ninguna experiencia, o simplemente te son indiferentes, tal vez no tengas ningún esquema en absoluto. En estos casos se dice que en esa área careces de esquema. Por ejemplo, yo carezco del esquema de granjero. Lesley carece del esquema de una persona mañosa y organizada. Ejem.

Tu AUTOESQUEMA configura tus expectativas de lo que crees que puedes hacer, lo que intentas y en qué persistes, cómo explicas tus éxitos y tus fracasos, y cómo quieres que otros te vean en determinadas áreas de la vida.


Es importante entender el autoesquema de un deportista, porque nos ayuda a hacer predicciones sobre los tipos de situaciones que es probable que sientan como estresantes, retadoras y las que ofrezcan recompensas, y, de forma crítica, en qué aspectos necesitamos centrarnos para ayudarlo a mejorar la confianza en sí mismo y el valor, a asumir responsabilidad y aprender destrezas de aceptación («poseerlo»). Esto significa que desarrollar una identidad atlética madura requiere que tu autoesquema como deportista esté en cierta medida libre de errores. ¿Cómo sabemos si tienes muchos errores en tu autoesquema? Sencillo. Te pedimos que te describas a ti y a tu condición deportiva, y escuchamos lo que dices y cómo lo dices. Te pediremos que hagas eso más adelante, y después te enseñaremos a convertirte en tu propio psiquiatra.

En este capítulo nos centramos en los deportistas que necesitan mejorar o fortalecer su identidad atlética, como por ejemplo Katherine. Dedicamos otros capítulos de este libro a ayudar a los deportistas a afrontar el problema exactamente opuesto: un sentido demasiado desarrollado de la identidad atlética y la basura que sale cuando te conviertes en un personaje unidimensional.

Es importante señalar que no hay conocimientos que respalden aquello que se requiere para tener su identidad atlética desarrollada y madura. Sin duda, hay muchos estudios publicados sobre cómo medir la identidad atlética, y de cómo clasificar a la gente de acuerdo con la fuerza y la importancia de su identificación, pero para ti como deportista de resistencia no tienen relevancia práctica porque no te dicen qué hacer a continuación.3 Esto no significa denigrar la utilidad de la ciencia, sino simplemente resaltar que los objetivos de la investigación psicológica y del deportista de resistencia no son los mismos. Tú quieres ser más rápido y feliz, mientras que la mayor parte de la investigación psicológica se dedica a avanzar teorías sobre lo que lleva a la gente a triunfar en términos deportivos. Hay muchas razones por las que ambas son causas nobles, pero, para averiguar lo que podemos hacer, volvamos al caso de Katherine.

Katherine no se considera una deportista. Podríamos preguntarnos: ¿Y qué? Si ella sale a espacios exteriores, disfruta de la mayoría de sus experiencias deportivas y lo hace lo mejor posible, ¿es en realidad necesario un análisis más profundo? Bueno, esto depende de Katherine. Nuestro examen para ayudarla a decidir si merece la pena estudiar más su caso discurre de esta forma:

Simon: Katherine, ¿te interesa trabajar en cómo piensas y sientes sobre ti misma como deportista?

Katherine: ¿Qué quieres decir?

Simon: Bueno, hemos observado que cuando hablas sobre ti misma, a menudo dices cosas que sugieren que no te sientes digna de considerarte una deportista.

Katherine: Bueno, eso se debe a que no lo soy. Quiero decir, por eso busco un entrenador. Quiero convertirme en deportista.

Simon: A eso me refiero. Tú ya entrenas y compites como corredora, pero no te consideras una deportista.

Katherine: ¿Te refieres a la mentalidad?

Simon: Sí, más o menos. Más bien a cómo piensas sobre ti misma. Tú quieres mirarte al espejo y ver a una deportista, por dentro y por fuera, ¿verdad?

Katherine: ¡Sí!

Dado que sabemos que un autoesquema puede influir en otro, no debería sorprendernos que Katherine fuese autocrítica también con algunas de sus otras identidades. Tal vez con solo fijarnos en su área deportiva podríamos esperar ver alguna influencia sobre otros ámbitos de su vida.

Problemas comunes de identidad atlética

Katherine tiene lo que llamamos una identidad atlética inmadura: necesita mejorar su sensación interna y externa de ser una deportista. Antes de centrarnos en cómo ayudar a deportistas como Katherine, echemos un vistazo a algunos otros problemas de identidad atlética que nos hemos encontrado en nuestro trabajo con deportistas. Estos tipos son completamente creación nuestra. Sin duda, no han estado sujetos a un análisis científico riguroso, pero reflejan algunos de los temas más comunes que hemos observado, y agruparlos de este modo ilustra la psicología subyacente de la formación de la identidad. Hay muchas otras razones por las que la identidad atlética y el autoesquema precursor pueden ser un poco inseguros. Merece la pena señalar que estos distintos tipos de problemas de identidad no tienen por qué tener soluciones únicas. Encontrarás algunos consejos rápidos para ayudarte a reconfigurar tu pensamiento, pero las verdaderas soluciones llegarán más adelante, en este mismo capítulo, con los ejercicios. El objetivo es ayudarte a reconocer algunos de los pensamientos y sentimientos que experimentas.

Problemas con las discordancias en la identidad

A veces hay una gran discordancia entre los ámbitos interno y externo de nuestra identidad atlética. Por ejemplo, si otros nos consideran un deportista pero nosotros no nos sentimos como tal, entonces existe una discordancia. A la inversa, si te sientes deportista pero algunas personas te dicen todo el tiempo que en realidad no lo eres, se da también una discordancia. La discordancia en la identidad también puede desarrollarse de formas sutiles. Por ejemplo, en Estados Unidos hay una percepción creciente de que alguien no es un verdadero triatleta hasta que no ha participado en un Ironman. Simplemente pregunta a cualquier deportista más o menos novato cuántas veces le han preguntado cuándo hará una competición con la distancia de un Ironman. Puede llegar a ser bastante irritante.

Nuestras identidades atléticas interna y externa también pueden divergir debido a la gente con la que pasamos el tiempo. Por ejemplo, yo soy un triatleta de nivel medio que compito en grupos de edad (Simon), que se casó con una campeona del mundo profesional (Lesley). Al principio, mi identidad atlética interna sufrió un duro golpe porque pasé a vivir con alguien que tenía una identidad atlética externa forjada en acero. Cuando de manera constante nos encontramos rodeados por recordatorios de en qué consiste ser un «verdadero atleta» —cómo entrenan, cómo se recuperan, cómo comen—, nuestra identidad atlética interna comienza a dar marcha atrás. Mis épicas carreras de tres horas ya no parecen tan épicas. Si quieres sentirte un tanto inferior, entonces ten una cita con un/a triatleta profesional. Hasta que tu autoesquema por fin se recompone, puede ser dolorosamente desmoralizante.

* Consejos rápidos de ayuda. Asegúrate de ampliar tu propio autoesquema entrenando con gente de distintos niveles de experiencia y capacidad deportiva. Cuando entrenas solo con personas que son mucho más rápidas o mucho más lentas, puede verse afectada la forma en que consideras tu propia habilidad. Cuando los demás te dejan atrás constantemente es difícil sentirse bien, y existe el peligro de la falsa comodidad que llega cuando siempre eres el primero. Una buena estrategia consiste en «periodizar» los compañeros de entrenamiento. Al adaptar tus compañeros de entrenamiento a tu sesión específica o fase de entrenamiento (por ejemplo, en tus días fáciles evitar a los peores), podrás asegurarte de cubrir tus objetivos de entrenamiento, y tu autoesquema no siempre se verá afectado.

Problemas con una identidad volátil

Si tus pensamientos de «soy un deportista» fluctúan en gran medida, entonces se dice que tu identidad atlética es «volátil». Puede que una semana te sientas como un completo machote, pero otra como una completa escoria. No debe confundirse esto con los cambios en la propia confianza, que suelen fluctuar en todos los deportistas. Para quienes tienen una identidad volátil, «sentirse un deportista» está fuertemente influido por los hábitos de entrenamiento. Haz menos entrenamiento y te sentirás menos deportista. Puesto que el entrenamiento constante es la demostración conductual de la identidad atlética, establecer unos hábitos concienzudos de entrenamiento te ayudará a superar los obstáculos y contribuirá a que te sientas un deportista. Esta es una de las razones por las que las lesiones crónicas pueden ser tan problemáticas desde el punto de vista emocional. Es como si alguien estuviese negando tu condición de deportista.

* Consejos rápidos de ayuda. La constancia y la exitosa realización del entrenamiento son claves para ayudarte a estabilizar tu identidad atlética. Establece objetivos y patrones asequibles que puedas mantener durante semanas y meses, no solo un fin de semana. Pegarte una dura sesión después de un descanso para disparar tu sentido de «ser un deportista» puede funcionar durante algunos días, pero no es sostenible y a menudo demuestra ser un seguro para las lesiones.

Problemas que conlleva buscar una identidad anterior

Si tienes experiencias anteriores de ser un «buen» deportista pero diversos acontecimientos vitales y decisiones te han convertido en una versión inactiva y en baja forma de ti mismo, volver a practicar deporte puede desencadenar una crisis de identidad, porque los regresos suelen evaluarse emocionalmente con tu yo anterior. Tal vez utilizaste el de uno de los mejores deportistas locales. Todo el mundo te conocía como el chico listo, porque te imponías al grupo de corredores y eras uno de los más rápidos en las sesiones de carreras de tu club. Después de un descanso de dos años debido a una lesión, a trabajo o a cuestiones familiares, vuelves al deporte. Aún eres combativo y competitivo, pero ahora eres más lento que el caballo del malo (al menos en tu opinión). Algunos chicos a los que siempre ganabas parecen haber mejorado mucho y te adelantan sin esfuerzo. Quizá te desmoralices de verdad al ver que tu ritmo es más lento de lo que ha sido jamás. Esto puede ser muy frustrante y, en algunos casos, un reto emocional suficiente para acabar con tu motivación y hacerte preguntar si todo esto merece la pena. La solución en este caso consiste en centrarte en desarrollar una nueva identidad en el deporte, un sentido renovado de lo que es importante y de cómo mides el éxito: tu nueva normalidad.

* Consejos rápidos de ayuda. Considera tu nueva identidad como la fase inicial de una renovación, o el inicio de una versión 2.0 de tu yo atlético anterior. En lugar de recordar el pasado con optimismo, concéntrate en lo que no te gustaba de tus hábitos de entrenamiento de aquel entonces, y en lo que quieres hacer de forma distinta en esta ocasión. Quizá no hicieras estiramientos, o no analizabas biomecánicamente tus carreras para reducir el riesgo de lesión. Tal vez sobreentrenabas. Durante las sesiones de entrenamiento, invierte más tiempo en los objetivos relacionados con los procesos, como por ejemplo la técnica y la forma, en lugar de objetivos relacionados con los resultados, como el tiempo total o el ritmo promedio para una distancia determinada.

Problemas con el cierre de identidad

Cuando la gente adopta demasiado pronto una sensación del propio yo, los psicólogos lo llaman cierre de identidad. Se trata de la finalización prematura del crecimiento de la identidad porque uno cree que ya sabe quién es. En esencia, se deja de evaluar de manera crítica el sistema de creencias que acompaña a la identidad. Piensa en los adolescentes que crecen con un sistema de creencias muy firme sin llegar nunca a cuestionárselo. No es una identidad madura porque nunca tuvo la posibilidad de desarrollarse. Sin embargo, una vez que crecen pueden empezar a cuestionar su sistema de creencias e incluso revisar una identidad antes rechazada. En los deportes de resistencia, el cierre de identidad puede tener lugar en cualquier momento, bien en los niños torpes que pronto deciden que «no son deportistas», o en los profesionales de élite que se retiran de forma prematura porque se han desilusionado con el deporte o han confiado en factores externos para motivarse.

Un indicio de que nos encontramos en peligro de que se cierre nuestra identidad es sentir como si hubiéramos perdido de vista lo que es importante en la vida, o en nuestro deporte. Por ejemplo, ya no disfrutar del deporte del modo en que solíamos hacerlo, o sentirnos atrapados por las circunstancias, pueden ser indicios de que estamos perdiendo el contacto con la identidad que al principio nos abrió el camino.

El cierre de identidad es en especial habitual durante la niñez porque es cuando somos más propensos a adoptar el sistema de creencias de otros, o tenemos experiencias que nos hacen apartarnos de algo por completo. Por ejemplo, tal vez cuando llegaba el momento de formar los equipos te elegían el último. Puede que hubieras sido bueno en los deportes, pero tus padres no te animaran a participar. Todo esto puede conducir al cierre de identidad. Tratarlo puede ser en particular necesario cuando intentamos levantar a alguien del sillón. El estudio de caso del final del capítulo es una prueba de que se puede revertir el cierre de identidad en uno mismo o en alguien próximo.

* Consejos rápidos de ayuda. Para el novato: intenta que otros deportistas te guíen para ayudarte a comenzar e intenta evitar entrenar tú solo. La mayoría de los clubes locales tienen sesiones diseñadas para los principiantes. Comienza simplemente observando. Otra estrategia es encontrar un compañero que quiera pasar contigo el viaje de transformación. Para el deportista experto: concéntrate en tus motivaciones originales e intenta poner en relación tu entrenamiento con tu sistema de valores.

RESOLVER PROBLEMAS DE LA IDENTIDAD ATLÉTICA

Hay dos tipos de soluciones para ayudar a mejorar la identidad atlética. Podrías cambiar la creencia subyacente que tienes sobre ti como deportista (tu autoesquema atlético), o simplemente puedes fingir una identidad que no es la tuya. Sí, puedes fingirla. Se llama actuar. Cambiar tu autoesquema es una estrategia de dentro afuera (manejando pensamientos para cambiar sentimientos que cambien acciones), mientras que fingirlo es una estrategia de fuera adentro (manejar acciones para influir en sentimientos que cambian pensamientos). Ambas estrategias se basan en buenas pruebas científicas. La primera funciona tratando la causa raíz fundamental, pero requiere tiempo, esfuerzo y más motivación por tu parte. La segunda es una solución rápida, pero no trata de manera directa el problema subyacente. Recomendamos utilizar ambas técnicas porque te ayudan a desarrollar una identidad atlética madura con más rapidez que si utilizaras cada una de ellas por separado.

Desarrollar tu identidad atlética resolviendo tu autoesquema

Con independencia del tipo de problema en torno a la identidad que estás experimentado, la solución más directa consiste en cambiar el código fuente subyacente, tu autoesquema atlético. Recuerda, el autoesquema atlético es el andamiaje cognitivo que consiste en pensar y sentir como un atleta. Sí, así que necesitamos cambiar eso. Pero. ¿cuán realista es esperar cambiar tu sistema de creencias fundamental como atleta y recalibrar las expectativas que tienes de ti mismo en el deporte? Resulta que es por completo realista. Solo requiere un poco de trabajo.

Aprieta los dientes: vamos a profundizar

Debemos ponernos metafísicos durante un momento. Ahora que nos hemos familiarizado con los conceptos de autoesquema atlético, identidad atlética y autoconcepto, vamos a presentar otro concepto: el tú definible.

El tú definible hace referencia a tus características, atributos y experiencias que pueden medirse de forma objetiva. Por lo tanto, te guste o no, el tú definible está simplemente ahí. Paciencia. Por ejemplo, pesas 74 kilogramos, tienes un 28 por ciento de grasa corporal, tienes una potencia umbral funcional de 245 vatios, has vivido en siete casas distintas, tienes dos hijos, has tenido nueve empleos, has finalizado cuatro medias maratones, no tienes apéndice y te han puesto dos multas por exceso de velocidad. El tú definible es lo que es. No puedes cambiar el pasado. Es como una enciclopedia, ofrece el resumen de ti mismo, pero con menos mentiras. Conocer la diferencia entre los diversos aspectos del «yo» es el primer paso crítico para solucionar las jodidas cosas que has creado sobre ti mismo en tu propia cabeza. Para mostrarte por qué son cosas jodidas necesitamos una analogía.


La analogía de la partida de ajedrez

Piensa en el tú definible como si fuera un tablero de ajedrez. Es una cosa objetiva en cualquier punto particular del tiempo. Existe con independencia de si se juega una partida o no. Igual que no hay que debatir si un tablero de ajedrez contiene cuadrados o círculos, no hay que debatir que has corrido los 10 000 en 44:55 (o el registro personal que tengas), que pesas 77 kilogramos, que quedaste entre los diez primeros en los nacionales, que en la bicicleta puedes aguantar 215 vatios durante una hora, que nunca has hecho un Ironman y que abandonaste tu primer 70.3 porque sufriste un ataque de asma mientras nadabas. No puedes cambiar esos hechos. Simplemente están ahí. Ese es tu tablero de ajedrez.

En cambio, los pensamientos y sentimientos que tienes sobre ti mismo son tus piezas de ajedrez. Son las representaciones mentales de tu tú definible, además de los pensamientos sobre los pensamientos (llamado metacognición, como «¡No me gustaría sentirme así!» o «¿Por qué tengo este pensamiento?»). Cada pieza de ajedrez es un pensamiento o emoción diferente. Algunas son pensamientos agradables, otras desagradables; algunas negativas, otras positivas. «Sentirse gordo» es una pieza de ajedrez porque es un pensamiento, mientras que tu composición corporal real forma parte de tu tablero de ajedrez. No sentirse como un deportista es una pieza de ajedrez; ser un deportista forma parte de tu tablero de ajedrez (si entrenas y compites en un deporte eres un deportista, ¡te guste o no!). Pensar «Yo nunca podría hacer eso» es una pieza de ajedrez basada en aspectos del tú definible: lo que has hecho en el pasado, tu condición física o nivel de habilidad, etcétera. Es irrelevante que puedas hacerlo o no, porque es una representación subjetiva, una evaluación de ti mismo y lo que crees que puedes hacer.

A veces, tus piezas de ajedrez atacan a otras piezas, y a veces se defienden. A veces están en silencio y simplemente permanecen ahí quietas. Por ejemplo, quizá algunos días te sientas como un deportista, pero otros días no. Algunos días tienes mucha confianza en tu habilidad deportiva; otros días no. Las piezas se mueven, pero el tablero no. Cuando llenamos el tablero con piezas de ajedrez puede resultar abrumador porque compiten por nuestra atención y pueden hacernos pensar que su evaluación es real. Cuando pasas tiempo preocupándote por tu preocupación (metacognición), estás añadiendo aún más piezas. Cuando tu cabeza se ocupa de una batalla sangrienta, entre pensamientos de no ser lo suficientemente bueno o valioso (una pieza de ajedrez), pero deseando serlo de manera desesperada (otra pieza de ajedrez), todo lo que puedes pensar y sentir es lucha y conflicto (más piezas de ajedrez), tal vez atrapado en el pensamiento de que un bando debe ganar para que seas feliz (¡oh, Dios, otra pieza más!). Antes de que te des cuenta, puede parecer más una partida de jenga, y eso es muy agotador. La buena noticia es que hay un elemento crítico que falta en tu analogía: el jugador de ajedrez. Así que esta es la lección que puedes asimilar: Los pensamientos y sentimientos que experimentas en realidad no son tú en absoluto, porque tú eres un ajedrecista, no una pieza de ajedrez. Tú experimentas tus pensamientos, pero en realidad no eres ellos. Tú eres quien contiene la experiencia; no eres la experiencia en sí misma. Si alguna vez vas a liberarte de los pensamientos y sentimientos que no quieres, el primer paso es practicar una estrategia llamada desapego. El desapego es una técnica diseñada para librarte de la forma en que te experimentas. Espera, ¿qué? Demostremos este acertijo existencial con el ejercicio 1 (página 44).

Modificar la narración sobre ti mismo

Por lo general, los deportistas que luchan con conflictos de identidad se han convencido a sí mismos de que ellos son sus pensamientos y sus emociones. Decirte a ti mismo que nunca serás un verdadero deportista o que eres un corredor en grupo muy lento es cometer el error de creer que los pensamientos y los sentimientos son lo mismo que tú. Sí, deja de hacer eso.


Puedes decidir qué pensamientos y sentimientos relacionados con el deporte quieres ignorar y cuáles quieres escuchar. Lo que escuchas en la actualidad es el equivalente de tu identidad atlética. Por eso la identidad atlética no consiste en velocidad, puntuación, delgadez o cantidad de entrenamiento. Una identidad atlética madura es simplemente una configuración especial de pensamientos sobre emociones. Para los locos del ajedrez, pensad en el ataque stonewall o el ataque indio de rey: el equilibrio perfecto entre confianza y riesgo. Aunque no siempre sientas tener el control de lo que son esos pensamientos y sentimientos, siempre tienes el control de lo que decides hacer con ellos. Esta es una distinción crucial: no podemos hacer que ciertos pensamientos y sentimientos desaparezcan de forma mágica, pero podemos controlar cuáles de ellos escuchamos, y podemos emplear acciones para ayudar a configurarlos. Pero antes debemos saber más sobre ti.

En el ejercicio 2 (página 45), tómate un minuto para describirte como deportista. Una vez que hayas etiquetado tu autodescripción, puedes empezar a localizar posibles discordancias entre los hechos sobre ti mismo y tus pensamientos. No te quedes atascado en palabras o frases exactas, concéntrate en temas generales. Por ejemplo, «Dudo de mi habilidad, pero en realidad he logrado muchas cosas».


OBSERVAR LO MALO

Haz este ejercicio mientras estás sentado cómodamente en un ambiente tranquilo.

Recuerda una experiencia reciente que hayas tenido en el deporte, que no haya sido buena, es preferible una que te haya fastidiado por completo. Puede ser una competición que no te fue bien, una sesión de entrenamiento que se fue al garete, o alguna otra circunstancia que percibiste como desagradable.

Recrea esa experiencia en tu cabeza: las visiones, los sonidos y los olores; todo lo que pueda revivirla. No te preocupes si lo consideras difícil. Lo es. Una vez que estés viendo la película, abandona tu cuerpo y planea por encima de él, como si fueras un dron humano, dando vueltas sobre ti mismo, viéndote experimentar la situación difícil. Puedes verte a ti mismo, pero en ese momento tú no eres tú. Lo sé, parece una tontería.

Recopila los pensamientos y sentimientos que estás experimentando sobre «ti». Intenta ser lo bastante consciente como para etiquetar la experiencia, pero no para tenerla (un poco como ver la mueca de un amigo durante una competición y saber qué hay dentro de su mente). Si te resulta de ayuda, observa burbujas de pensamiento que surgen con el material que corría por tu mente. Ahora empieza a describir y etiquetar lo que ves y los pensamientos y sentimientos que recuerdas tener: «Oh, sí, ese es el momento en que Judith me atrapó. Viene por dentro. Y ahora me está adelantando. Este es el primer pensamiento: “¿Judith me está pasando? ¿De verdad? ¿La j*dida Judith?”. Y aquí llega el segundo pensamiento: “Debo estar teniendo un mal día si ella me atrapa. ¿Ves como todo mi cuerpo empieza a ponerse tenso porque me siento fatal?”». Etcétera. Si te encuentras divagando y te sientes en el interior de tu cuerpo, ¡vuelve a subir a tu dron!

Sigue etiquetando las burbujas de pensamientos otros pocos minutos.

¡Enhorabuena! ¡Acabas de lograr desapegarte de una experiencia cognitiva y emocional! Tu yo real (el ajedrecista) estaba arriba en el dron, mientras que tus pensamientos y sentimientos (tus piezas de ajedrez) se encontraban ocupados debajo, convirtiendo tu vida en un infierno. La próxima vez que te sientas abrumado por sentimientos de no ser lo suficientemente bueno o valioso como deportista, utiliza este ejercicio para separar el yo real del doloroso autoesquema que te causa problemas. Esta técnica se utiliza bastante en la práctica de la meditación, porque nos ayuda a evitar quedarnos atascados o a sentirnos abrumados por pensamientos y sentimientos negativos.


HÁBLANOS DE TI COMO DEPORTISTA

En el espacio que hay debajo, descríbete como deportista. Nadie va a leer esto, así que intenta ser todo lo sincero que puedas. No hay respuestas correctas ni incorrectas: es solo una oportunidad para que escribas sobre ello del modo que te parezca más natural.

Ahora vuelve a leer tu autodescripción y rodea con un círculo las palabras o frases relacionadas con el tú definible (cosas que sean objetivamente ciertas). Léelo una segunda vez y subraya todas las palabras o frases que contengan pensamientos o sentimientos sobre ti como deportista.

A continuación, un ejemplo de autodescripción, que contiene hechos, pensamientos y sentimientos:


Cotejar los datos de tu autoesquema

Para realinear nuestro autoesquema debemos revisar las marcas distintivas de una identidad atlética madura. ¿Por qué? Para 1) identificar cuál de nuestros pensamientos y sentimientos actuales son compatibles con esta, 2) destacar los pensamientos a los que debemos prestar más atención para mejorar la identidad atlética, y 3) identificar acciones concretas que podamos adoptar de forma regular para contribuir a «fijar» los buenos pensamientos. Observemos algunos ejemplos:

ATRIBUTO N.º 2: Me considero un deportista

Pensamientos y acciones actuales:Sí, entreno y compito en un equipo local de campo a través. Siempre estoy leyendo revistas de esa disciplina. ¡Los compañeros de trabajo me llaman Forrest Gump!En secreto, me encanta que me consideren un excelente deportista.Lo que me diría a mí mismo: Cuando me encuentre en las competiciones más importantes o cerca de los mejores, me diría que he trabajado y que pertenezco a este ambiente.Acciones que realizaría: Ser más proactivo con los pequeños logros. Hacerme un análisis biomecánico (¡por fin!) ¡y usar el rodillo de espuma seis noches por semana!

ATRIBUTO N.º 4: No siento la necesidad de demostrárselo a otros

Pensamientos y acciones actuales: Sí, soy culpable de publicar mis estadísticas de entrenamiento en las redes sociales para demostrar que soy bueno. Quiero que la gente vea lo duro que trabajo y me encanta ver que la gente lo comenta. Lo que me diría a mí mismo: Me preguntaría por qué publico eso. ¿Para presumir? ¿Para animar a otros? ¿Realmente sirve para algo? Acciones que realizaría: Dejar de publicar en las redes sociales capturas de pantalla de mis entrenamientos, solo para recibir «me gusta». Intentar añadir publicaciones sobre sesiones en las que me esforcé o aprendí una valiosa lección.

Las acciones son una excelente forma de ayudar a realinear pensamientos y sentimientos porque se convierten en parte del tú definible (hechos observables sobre ti mismo). Cuando intenta dar sentido a las situaciones, tu cerebro se ve obligado a escuchar cosas objetivamente ciertas sobre ti mismo. No siempre las interpreta de manera correcta, pero se ve obligado a prestar atención a ellas. En esencia, estamos ampliando nuestro tablero de ajedrez añadiendo nuevas casillas que ejemplifican una identidad atlética madura. Inténtalo en el ejercicio 3.


COTEJAR LOS DATOS DE TU AUTOESQUEMA

Echemos un vistazo a cómo concuerdan tus pensamientos y acciones con el autoesquema de una identidad atlética madura. Las frases que siguen son aquello por lo que nos esforzamos. No importa si ahora no son aplicables a ti. En el espacio que hay debajo de cada frase, describe cómo concuerdan o no concuerdan tus acciones y pensamientos actuales. Después piensa en cómo podemos modificarlos para adaptarlos mejor a una identidad atlética madura. En otras palabras, anticipar qué palabras te dirás a ti mismo para ayudarte a alcanzar la madurez, y qué acciones emprenderás para reforzar este pensamiento.


En la actualidad participo en deportes o actividades físicas.

Pensamientos y acciones actuales:

Lo que me diría a mí mismo:

Acciones que emprendería:


Me puedo considerar un deportista.

Pensamientos y acciones actuales:

Lo que me diría a mí mismo:

Acciones que emprendería:


Otros me consideran un deportista.

Pensamientos y acciones actuales:

Lo que me diría a mí mismo:

Acciones que emprendería:


No me avergüenzo de mi habilidad deportiva ni de mi rendimiento. No siento la necesidad de demostrarlo a otros.

Pensamientos y acciones actuales:

Lo que me diría a mí mismo:

Acciones que emprendería:


No me comprometo en demasiadas autocríticas ni me jacto de mi capacidad o mi rendimiento.

Pensamientos y acciones actuales:

Lo que me diría a mí mismo:

Acciones que emprendería:


Tengo pasatiempos o aficiones fuera del deporte. Tengo amigos que no son deportistas y/o en situaciones sociales disfruto hablando de temas no relacionados con el deporte.

Pensamientos y acciones actuales:

Lo que me diría a mí mismo:

Acciones que emprendería:


Tengo reacciones emocionales que la mayoría de la gente consideraría razonables cuando las cosas se ponen difíciles.

Pensamientos y acciones actuales:

Lo que me diría a mí mismo:

Acciones que emprendería:

Desarrolla tu identidad atlética fingiéndola

Resulta que seguir consejos para «ser solo tú» suele ser lo peor que puedes hacer. Las pruebas científicas sugieren cada vez más que fingir ser otra persona puede ser una poderosa estrategia para transformarte de inmediato en una versión ambiciosa de ti mismo. Tal vez tu verdadero yo sea tímido, autocrítico y fácil de intimidar por la competición, pero ¿qué sucedería si durante solo unas horas pudieras probar una nueva identidad atlética, alguien que se esfuerza en la competición, que tiene mucha confianza en sí mismo, que se niega a abandonar y a quien no le importa lo que piensen los demás? Sabemos que muchos campeones ya hacen esto. Durante años, Beyoncé actuaba como Sasha Fierce, hasta que adoptó su verdadera identidad. Lesley compite como la valiente boxeadora Paddy McGinty. Llamamos alter ego a estas identidades temporales, y no son solo para películas de superhéroes o para personas con trastornos disociativos. En psicoterapia utilizar una identidad alternativa puede desempeñar un papel terapéutico, y nuevas evidencias sugieren que fingir puede modificar de manera favorable tu neuroquímica y mejorar el rendimiento.4 Sí, «fíngelo hasta que lo consigas», ahora lo respalda la ciencia.

Independientemente de la base científica para formar un alter ego, vemos que muchos deportistas se sienten aliviados al saber que no tienen que llevar a cabo un cambio completo de personalidad para desarrollar la identidad atlética que desean. Limitarse a adoptar una nueva personalidad es mucho menos intimidante que afrontar años de pensamiento invariable. Hasta que la verdadera identidad tenga la oportunidad de enraizar (resolviendo el autoesquema y la experiencia), ponerse en el lugar de otro es una excelente forma de empezar.

Para ayudarte a encarnar tu personaje, hemos creado un equipo de desarrollo de un alter ego (ejercicio 4, página 52). El primer paso para crear tu alter ego deportista consiste en pensar en los atributos que quieres que tenga tu nueva identidad. A veces ayuda pensar en personas reales o en personajes ficticios que representen la identidad que deseas. ¿Tal vez quieres un elegante ninja o un boxeador sin guantes? Quizá quieras pensar y actuar como un deportista real que admiras por su valentía y tenacidad. Si hay personas o personajes que te recuerdan esa identidad, descríbelos para ayudarte a ponerte en su lugar. Después elige un nombre para tu alter ego, que se adapte a los rasgos de tu personaje y crea una historia de fondo. ¿Cómo desarrollaron esos rasgos? Los elementos finales para dar vida al personaje incluyen pensar en sus conductas y una charla contigo mismo que te exponga la mentalidad de esa identidad. Incluye mantras personales, acciones y rutinas, así como recordatorios físicos que te ayuden a adoptar esa identidad. La mayor ventaja de ser un deportista es que ya tenemos buenos detonantes para la transición: nuestro equipo de competición puede convertirse literalmente en nuestro disfraz.

Antes de que comiences la tarea, conoce a Paddy McGinty, el alter ego de Lesley. ¡Quienes conocen a Lesley también conocen a Paddy! Lesley es una chica muy dulce, pero cuando aparece Paddy quitamos la cobertura que sobra.

ALTER EGO DE LESLEY PATERSON

Nombre: Paddy McGinty

Características: Boxeadora de la vieja escuela. No agraciada ni bonita, sino una dura luchadora. Le gusta no ser la favorita. Le encantan las situaciones difíciles. Cuando está arrinconada se vuelve salvaje. Se enfrenta a cualquiera. Si la derriban cinco veces se levantará seis. Cuando sufre dolor o incomodidades, aumenta el interés preguntando: «¿Eso es todo lo que tienes?».

INSPIRACIÓN

Mi alter ego me recuerda a... El personaje de Tom Hardy en la película Warrior . William Wallace en Braveheart .

Su historia de fondo: Comenzó con nada. Luchó con dificultades insalvables para ganar. La gente siempre le da por perdido, pero supera a todos. Finaliza cada combate apaleado y sangriento, pero de pie.

Como meterme en ese personaje: Me convierto en Paddy cuando me pongo el traje de competición, o ciertos tipos de equipamiento de competición para sesiones difíciles.

Cómo actuaré: Evitar el contacto visual con otros competidores antes de comenzar la carrera. Llevar sudadera con capucha y auriculares. Ir a todas partes con un lenguaje corporal fuerte y un verdadero sentido del logro. Hombros erguidos, pecho fuera. Los ojos dicen: «No nos van a machacar».

Cosas que me diré a mí mismo: Siempre luchar. Nunca es el fin.

Algo que llevaré puesto o que haré: Antes de la competición escribirme en letras grandes en el antebrazo «Soy libre» o «Sé valiente». Ser valiente consiste en tener el coraje para darlo todo. «Soy libre» me recuerda el hecho de no tener expectativas. Tanto en los días buenos como en los malos, ser libre consiste en perderse prácticamente en la lucha personal.


EQUIPO DE DESARROLLO DEL ALTER EGO

Nombre:Da a tu alter ego un nombre que encaje con su personalidad
Características:Describe los rasgos de personalidad de tu alter ego

INSPIRACIÓN

Mi alter ego me recuerda a...Lista de personas a las que te recuerda tu alter ego
Su historia de fondo:Describe el tipo de vida que ha vivido tu alter ego: cosas ya soportadas
Cómo meterme en el personaje:Describe cómo harás la transición
Cómo actuaré:Describe tu postura, cómo caminarás y hablarás, y otras acciones que te harán entrar en el personaje
Cosas que me diré a mí mismo:Incluye frases o mantras que sean típicas de cómo piensa tu alter ego
Algo que llevaré puesto o que haré:Describe recordatorios físicos que puedas utilizar que sean bien visibles durante las competiciones

¡PERO NO SOY DEL TIPO DEPORTISTA!

Solucionar el cierre de la identidad atlética

CONOCE A MI HERMANA, Victoria Marshall, empresaria de 48 años que vive con su maridito y tres hijos en el centro de París (Francia). De adolescente tuvo experiencia con deportes solo cuando se veía obligada a hacerlo por los profesores de educación física, y huía de todo lo que fuera físico y competitivo. A los 15 años, Victoria era lo contrario de una persona deportista. Durante los siguientes treinta y un años no hizo prácticamente ejercicio, no se interesaba en nada por los deportes y no tenía ni calzado deportivo. (¿Cómo es posible?) Llevaba una vida activa, pero solo porque vivía en París y tenía que caminar mucho. Sin duda, nunca pensó que esto fuera ejercicio físico. El autoesquema atlético de mi hermana dejó de crecer a los 15 años.

Cansada de ver que engordaba, y agotada de tanto trabajo, acordó con nosotros que la ayudáramos a iniciar un régimen de acondicionamiento físico utilizando el principio de los pequeños hábitos. (Para más información sobre esta levadura motivacional, véase el capítulo 4.) Sus primeras sesiones de entrenamiento de diez minutos consistían en una carrera ligera de un minuto y después caminar otro minuto. Para ayudar a desarrollar su identidad atlética, siempre hablamos sobre su programa en términos de «sesiones de entrenamiento». Cuando pudo resistir veinte minutos de caminata/ carrera ligera, empezó a hacer caminatas/carreras ligeras separadas de diez minutos cuesta arriba (entrenamiento por intervalos cuesta arriba), más un esprín ocasional de diez segundos, lo más rápido posible (entrenamiento de esprín). Después de tres meses, su maridito y yo la convencimos para que se inscribiera en un 5 000 local para mujeres. Pudo terminarlo y salió reforzada. Al estar rodeada de miles de mujeres que corrían y caminaban se dio cuenta de que no estaba fuera de juego. Después introdujimos el poder del establecimiento de objetivos: un 10 000, posteriormente un 15 000. Aumentó su nivel de energía, tonificó los músculos y disminuyó el nivel de grasa. Quedó enganchada.

Un año después de su primera sesión de entrenamiento de diez minutos de caminata/carrera ligera, mi hermana pudo finalizar una competición de 18 kilómetros de carrera por caminos con cuestas, en la que tuvo que correr continuamente durante dos horas y veinte minutos. Empezó a leer reseñas sobre calzado deportivo y a preguntar por equipos de hidratación. Su cierre de identidad atlética estaba siendo revisado. Nació una nueva y saludable parte del autoconcepto de Victoria.

1 B. W. Brewer, J. L. Van Raalte y D. E. Linder, «Athletic identity: Hercules’ Muscles or Achilles Heel?», International Journal of Sport Psychology 24 (1993): 237-254.

2 S. A. Nasco y W. M. Webb, «Towards an Expanded Measure of Athletic Identity: The Inclusion of Public and Private Dimensions», Journal of Sport and Exercise Psychology 28 (2006): 434-453.

3 B. W. Brewer y A. E. Cornelius, «Norms and Factorial Invariance of the Athletic Identity Measurement Scale (AIMS)», Academic Athletic Journal (otoño de 2002): 103-113; T. J. Curry y J. S. Weaner, «Sport Identity Salience, Commitment, and the Involvement of Self in Role: Measurement Issues», Sociology of Sport Journal 4 (1987): 280-288.

4 E. Berne, Transactional Analysis in Psychotherapy (Nueva York: Ballantine Books, 1986); Dana R. Carney et al., «Review and Summary of Research on the Embodied Effects of Expansive (vs. Contractive) Nonverbal Displays», Psychological Science 26, n.º 5 (mayo de 2015): 657-663; A. J. Cuddy et al., «Preparatory Power Posing Affects Nonverbal Presence and Job Interview Performance», Journal of Applied Psychology 100, n.º 4 (julio de 2015): 1286-1295.

La mente del deportista

Подняться наверх