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INTRODUCCIÓN

En algún momento de nuestras vidas, a todos nos han dicho: «Sé valiente». Es probable que lo hayas oído por primera vez de boca de tu madre o tu padre cuando te presentaste con una rodilla herida, o cuando te diste cuenta de que la enorme aguja que la enfermera empuñaba se dirigía a tu brazo. Ser valiente tiene relación con afrontar con valor la incomodidad física o mental. Y el coraje es la habilidad de actuar a pesar de tener pensamientos y sentimientos que te impulsan a correr, esconderte o quedarte helado.

Ser valiente no consiste en actuar sin miedo o ansiedad. En realidad, no es nada de eso. SER VALIENTE consiste en sentir miedo y de todos modos obrar con entusiasmo.

Solo en circunstancias muy específicas te tirarías de cabeza al peligro sin miedo: 1) hay poco tiempo para pensar en los peligros; 2) al principio has subestimado el riesgo, o 3) te estás volviendo loco. Para algunos, es un poco las tres cosas. Sin importar lo valiente que hayas demostrado ser, casi siempre en algunas ocasiones deberías esperar sentirte como un cobarde. Es completamente normal.

En este libro vamos a utilizar definiciones bastante vagas de valor y de miedo. Esto no solo se debe a una verdad muy obvia: ser un deportista de resistencia no requiere que te enfrentes al peligro. Ya sabes, ese tipo de situaciones en que el destino cuelga de un hilo y la vida está en juego. El verdadero valor está reservado a las personas que ponen en riesgo sus vidas para ayudar a otras. Nuestro objetivo no es rebajar esta virtud, sino más bien reconocer que todos deberíamos hacer cosas que tememos, y esto requiere una forma muy personal de valor.

Sorprendentemente, hacer cosas que tememos es una buena medicina para el cerebro. Cuando empiezas a acumular experiencias en las que tratas con el miedo, el cerebro te da las gracias cambiando físicamente para estar mejor preparado. Sí, literalmente, el cerebro empieza a reorganizarse a sí mismo para reaccionar de forma más adecuada. Los científicos lo llaman «neuroplasticidad», pero nosotros lo llamamos «endurecernos». Piensa en la próxima vez en que estés vestido de lycra y a punto de hacértelo en los pantalones antes de una competición.

Todos sentimos miedo, pero la forma en que respondemos es un reflejo de nuestras propias experiencias vitales y de cómo manejamos la expectativa de emoción que surge al pensar en el futuro. Por ejemplo, ante la competición, algunos deportistas se sienten estimulados porque saben exactamente lo que les espera, mientras que otros están estimulados porque, bueno, la ignorancia es una bendición. Algunos están paralizados pensando en la competición, a pesar de no haber participado nunca en una. Otros son deportistas expertos que apelan de manera selectiva a un acontecimiento traumático para anticiparse a lo que va a suceder.

La conclusión es que todos llegamos a la competición con nuestro propio equipaje. Sí, incluso tú. Por esta razón, el corazón del deportista valiente siempre está vendado. Ya seas una persona que se desploma por primera vez bajo el peso de «sentirse como un idiota», o un gran profesional con la montaña rusa emocional de una lesión crónica, este libro trata sobre cómo superarlo. Incluso podrías ser uno de esos deportistas que se sienten tranquilos, al menos por ahora. No hay dificultades, no hay problemas. En ese caso, considera este libro como una ayuda psicológica. Repasa algunas destrezas o aprende algunos trucos para evitar que se acumule el exceso de bagaje emocional. ¿Por qué no tomarse algún tiempo para desarrollar empatía ante el sufrimiento de una incomodidad por parte de un compañero? Como dijo una vez el reverendo John Watson, escritor y teólogo escocés: «Sé trágico, porque todos los hombres están luchando una dura batalla». En vocabulario contemporáneo y menos sexista, esto simplemente significa que hay que ser amable porque todo el mundo tiene que tratar con su propia mierda, sobre la que seguramente no sabemos nada. Así que deja de odiar y empieza a querer, en lugar de juzgar. (Y a cambio prometemos no volver a hablar así de nuevo.)

Para algunos podría ser una sorpresa (y para otros una buena noticia), pero el talento está demasiado sobrevalorado. El físico, la respuesta al entrenamiento y los registros personales tienen poco que ver con lo valiente que eres. Para ser un deportista valiente necesitas una serie especial de habilidades. No son habilidades del nivel de Liam Neeson, sino habilidades que van más allá del entrenamiento físico, los dispositivos, los datos y el equipamiento. Hablamos de habilidades para ayudarte a afrontar los miedos, a superar la intensa incomodidad física, a desarrollar confianza y autoconfianza, a tener motivación y a disfrutar de la competición en medio de la frustración y el desencanto. Y no olvidemos la habilidad más antigua de todas: mantener todo en perspectiva. Sea cual fuere la situación, por muy insalvable que pueda parecer, la primera línea de defensa consiste en calmarse a sí mismo.

Los cimientos de un deportista valiente están representados por el corazón vendado, las alas y la espada. Esto nos hace evitar emborronar la página con ideas como «regulación integrada», «reducción del ego» y «orientación de causalidad»: estúpidas combinaciones de palabras que solo los psicólogos podrían inventar. Desde luego, los temas abordados en La mente del deportista no representan todos los problemas mentales que tienen que afrontar los deportistas, pero, por nuestra experiencia, son sin duda los más comunes. En el empeño de ser un fantástico deportista, tendrás que aprender algunos trucos nuevos: desarrollar un corazón enorme, tener un par (de alas) y agudizar una gran herramienta (una espada metafórica, por supuesto). Bienvenidos a la Escuela de los Deportistas Valientes.

Echemos una ojeada a la armería y veamos qué elementos te faltan.


Corazón. Esta es la pasión y motivación que te identifican como deportista. Es eso por lo que haces lo que haces. Los deportistas valientes no son perfectos, pero conocen su «porqué», creen en su habilidad y saben cómo convertir las intenciones en acciones.


Alas. Esta es la habilidad para superar los obstáculos, los contratiempos y los conflictos. Sin importar las circunstancias, los deportistas valientes mantienen la perspectiva, hacen uso de una actitud saludable para tomar buenas decisiones y controlan el conflicto interno que llega con los retos, la comparación social y el juicio.


Lucha. Esta es la capacidad para dar siempre lo mejor cuando importa. Los deportistas valientes se comprometen en la batalla interna del manejo del estrés y la ansiedad, se sienten competitivos, permanecen concentrados bajo la presión y son capaces de pasar por incomodidades físicas sin rendirse.

Cuando adquieras estas habilidades estarás mejor preparado para sobrevivir con alegría, abandono y lucha. Aquí no encontrarás historias alegóri cas de resistencia atlética o anécdotas edificantes. En el mundo real no ayudan demasiado (hemos probado la mayoría de ellas). Sin duda, a medida que pasas las páginas te enardecen, pero necesitarás más que un discurso elocuente. Necesitas habilidades prácticas y duraderas. Considera este libro tu navaja suiza. Encontrarás una serie de estrategias prácticas basadas en ciencia del cerebro para ayudarte a ser más rápido y más feliz. Tu responsabilidad es hacer el trabajo: identificar tus puntos débiles y elegir y aplicar técnicas específicas en tu entrenamiento y tus competiciones.

La mente del deportista

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