Читать книгу Egipto, la Puerta de Orión - Sixto Paz Wells - Страница 4
ОглавлениеCapítulo I.
Vidas entrecruzadas
«La luz no lucha contra la oscuridad; cuando la luz se manifiesta la oscuridad desaparece».
Hermes Trimegistro
En los suburbios de la ciudad de Heliópolis, a poco mas de doce kilómetros al noreste del Cairo en Egipto, en el barrio de Al Matariyah, en la zona de Ain Shams, cerca del museo abierto de la antigua ciudad de Iunu u On, dos hombres vestidos con túnicas grises acompañados de una pequeña niña escarbaban el piso de tierra del sótano de un destartalado edificio multifamiliar. Querían hacer un pozo para una cisterna, mientras la niña sujetaba una oxidada lámpara de queroseno iluminándolos. Habían perforado como metro y medio apartando la tierra y toda la basura que había allí acumulada cuando el suelo comenzó a ceder y hundirse de un lado, lo cual les obligó a salir urgentemente de la excavación.
El de mayor edad, llamado Mohamed, tenía unos cuarenta y cinco años. Era el padre de la niña y un hombre bastante delgado, con un sucio turbante y los dientes amarillos por el consumo de tabaco. Le dijo a su sobrino, joven de unos veinticinco años llamado Alí:
–¡Vamos a tener que dejar de excavar porque podrían venirse abajo las paredes!
–¡Tío, allí abajo puede haber algo antiguo, quizás objetos valiosos!
–¿Conoces el cuento de la lámpara de Aladino, sobrino? La ambición acabó con muchos hombres antes de que Aladino bajara a la cueva y encontrara la lámpara.
El sobrino le quitó violentamente la farola a la pequeña y se tiró al foso a pesar de los gritos de Mohamed.
Diez minutos después se escuchó el eco de un alarido espeluznante. Y al rato se percibió algo o a alguien, que resultó ser el sobrino que volvía con el pelo blanco como consecuencia del pánico al que había estado expuesto. Le faltaban los dedos de la mano que había sostenido la lámpara y no podía hablar.
El tío cubrió el hueco con cartones viejos y decidieron olvidarse de aquella entrada hacia un terror desconocido.
A miles de kilómetros de distancia, el sacerdote jesuita Dante Antonioni terminaba de meter sus objetos personales en unas cajas de cartón mientras ordenaba el escritorio que dejaba tras de sí. Habían sido muchos años de trabajo en aquel solitario lugar, el Archivo Secreto Vaticano o Archivum Secretum Apostolicum Vaticanum. Su carrera como bibliotecario y paleógrafo al servicio de la supervisión, revisión y escrutinio de los más secretos documentos de la Santa Sede al parecer llegaba a su fin o daba un giro, ya que la orden religiosa tenía otros horizontes para él. A sus sesenta y tantos años, el sacerdote, de cuerpo grueso y pesado pero que aún demostraba mucha agilidad en el cumplimiento de sus quehaceres y en sus movimientos, procuraba terminar rápidamente con la tarea de aquella tarde. Su calvicie estaba decorada todo alrededor y en los laterales con un cabello gris plata, dando la impresión de tonsura de monje franciscano.
Al retirarse de su oficina situada en los sótanos o subterráneos del Vaticano, miró hacia atrás los largos túneles y pasillos laterales repletos de innumerables estanterías, que se extendían kilómetros con cientos de miles de libros secretos, textos heréticos, documentos y manuscritos diversos que allí se atesoraban lejos del conocimiento público. También había allí guardados miles de objetos inexplicables e incómodos para quienes regentaban la civilización. El papa León XIII estableció el Archivo Vaticano en 1884. Si tan solo el 1% de todo aquello saliera a la luz pública mundial, cuántas cosas cambiarían para bien, pero ¿cómo quedaría la ciencia y la Iglesia misma? Sus votos de obediencia le llevaban a confiar en la discreción y sabiduría de sus superiores en lo referente a la administración de esos contenidos.
Sus pasos producían un eco acompasado en aquellas profundidades mientras se iba alejando. Arriba, en la superficie, el Superior general de los jesuitas, el padre Félix Abascal, hombre alto y de edad avanzada, con gafas, canoso, delgado y rostro serio, lo había citado a su despacho. Tiempo atrás el Superior general lo había castigado por la escandalosa pérdida y aparente robo de un documento de la sección de la que Antonioni era responsable, y que hasta había sido publicado sin consentimiento en una revista científica. En aquella ocasión su penitencia fue tener que marchar de país en país en busca del papel, para así descubrir la trama y a los autores de semejante robo. Todo ello le llevó a destapar una confabulación de su propia orden para lograr reconectar con antiguas sociedades secretas ocultas en nuestro mundo que trabajaban, unas para la luz y otras para la oscuridad.
El secretario del Superior general, el padre Pedro Albertini, miró fijamente al bibliotecario y le dijo que se sentara y esperara. Albertini era un hombre bajo y rechoncho, cercano a los cincuenta años, con gafas redondas de montura plateada que combinaban graciosamente con un rostro casi esférico. Le gustaba hacer esperar a la gente para alardear de cierto grado de control y poder.
–¡Leí acerca de sus viajes y las experiencias que tuvo en Ecuador y Perú, Antonioni!
Albertini habló levantando la ceja mientras simulaba que ordenaba unos papeles, queriendo buscar conversación.
–¡Ah, qué bien! Sí, fue muy diferente a lo que he hecho durante toda mi vida.
–¿Y se puede saber por qué fuiste tú el escogido? –dijo con sarcasmo el secretario.
–¡Quizás porque sería la última persona que pensarían enviar y así no llamaría la atención o despertaría sospechas, Albertini!
–¿La atención y las sospechas de quién, Antonioni?
–De los enemigos de la fe y de la Iglesia.
–¿Te consideras una suerte de cruzado moderno capaz de enfrentarte al demonio tú solo, Antonioni?
–¡Uno nunca está solo, Albertini ¡Dios está con nosotros!
–¡Qué vanidad y soberbia las tuyas, Antonioni! ¿Crees acaso que Dios es solo tuyo y te acompaña siempre?
Antonioni miró fijamente al secretario y, esbozando una sonrisa, dijo:
–¿Tú no lo crees? Si sientes que Dios no está contigo, ¿por qué sigues en la Iglesia?
–En otros tiempos te hubiesen quemado por hereje, bibliotecario insolente.
–¿Y quién me habría quemado? ¿Tú? Yo solo hice lo que el padre Superior general me ordenó que hiciera, y si tuve éxito fue por ayuda de la Providencia.
Por una cuestión de tradición no había intercomunicador, sino que era el propio secretario quien debía acercarse a tocar a la puerta avisando al Superior y esperar que se le diera la confirmación. Como había pasado largo rato y ya no podía retener al padre Antonioni, se incorporó pesadamente y de manera displicente se acercó a la puerta para llamar. En ese momento el propio Superior general abrió la puerta, salió al umbral de su despacho y, mirando fijamente al secretario, lo retó de manera inquisitorial, preguntándole airadamente:
–¿Qué pasa, Albertini, que no entra el padre Antonioni? ¡Ya es una costumbre demorar y retener a la gente!
–¡Sí, padre Superior general! Ahora mismo le iba a hacer pasar.
–Por favor, padre Dante, adelante.
Antonioni cerró la gran puerta de madera de cedro detrás de él, sentándose a continuación ambos en un sofá de cuero marrón oscuro que estaba al lado del amplio escritorio en una habitación abarrotada de libros.
Fuera, Albertini sacó de su cajón su teléfono móvil e hizo una llamada.
–¡Hola! ¿Eminencia? Antonioni ya está en la oficina del Superior general. ¡Sí, los micrófonos los coloqué temprano debajo del escritorio como usted pidió y apagué el control de escuchas! Pueden empezar a grabar.
Mientras, dentro de la oficina del Superior general:
–Lo siento mucho, Dante, pero Albertini tiene un ego kilométrico y obtiene un placer malsano de hacer esperar a la gente para hacerse al importante.
–¡No se preocupe, padre Superior general! Ya le conozco y es como un niño grande.
–¡Sí, pero un niño malcriado!
–Bueno vamos al punto. Serviste muy bien a la orden en tu viaje a Perú, llegando a conectar en las selvas del Manu con la Orden Blanca u Orden de Melchisedek, que era la misma a la que perteneció nuestro Señor Jesús. El que ellos te hayan abierto las puertas y te hayan permitido llegar a los «Retiros Interiores» muestra tu calidad humana y la condición que ellos han reconocido en ti. No me equivoqué contigo. Además, hiciste muchas cosas que superaron las expectativas y te adaptaste a los requerimientos de una gran aventura sin amedrentarte ni echarte para atrás.
»Ahora necesitamos que nos ayudes a renovar la orden desde dentro, pues nos estamos acercando a la batalla final contra la oscuridad y en medio de ello la Iglesia podría hasta desaparecer.
»Hay quienes equivocadamente piensan que el don de la profecía cesó en la Iglesia con los apóstoles. Pero no: hay sacerdotes muy comprometidos socialmente en lugares miserables, misioneros en el fin del mundo, y hasta monjes y monjas en enclaves remotos, que en base a su elevado misticismo reciben revelaciones proféticas, y muchos de ellos han coincidido en este punto.
–¡Dios no lo quiera! ¿Cómo podría ayudar ante semejante situación, padre Superior general? ¡Soy un simple bibliotecario!
–¡No, ya no lo eres! Si todos nuestros bibliotecarios fueran como tú podríamos iniciar una «Quinta Cruzada».
–¡Qué curioso! Algo así sugirió Albertini.
–¡Antonioni, atiéndeme! Necesitamos que dejes tus escrúpulos de lado.
–Pero, ¿cómo se compaginan nuestra fe y doctrina con esto, padre Superior general?
–¡Hay que apelar a un bien mayor! Deberás estar atento a cada paso que dé la doctora Esperanza Gracia. Como bien sabes, ella está trabajando con los Illuminati, y a pesar de ser una persona sabia, inteligente y llena de valores, es joven y podrían enredarla tanto que pudiera perderse; y ciertamente ella es una pieza clave para ganar la batalla final contra la oscuridad y conseguir la continuidad y el ascenso de la humanidad.
–Usted lo ha dicho, padre Superior general; ella está llena de virtudes y valores que reconozco, los mismos que pude apreciar durante el viaje de exploración a la ciudad perdida de los incas del Paititi. ¿Recuerda cuando aceptó venir aquí a Roma y contarnos sus experiencias? ¿Pero por qué considera usted que esta joven profesora es esa pieza clave?
–¡Una persona no cambia al mundo, pero una vida inspira a muchas otras a cambiarlo! Es una reacción en cadena. Y no se necesita mucha gente para cambiar el futuro planetario. A eso se le llama la masa crítica, y el Apocalipsis en el capítulo 7 nos habla de cuánta gente sería necesaria para garantizar el cambio.
–144.000, ¿no, Santo padre?
–¡Sin duda, así es! Ella ha inspirado a muchas personas, y su potencial ha sido reconocido por sus propios patrocinadores, los Illuminati.
»Hemos pensado, junto con su Santidad el papa, que a ella le debes suministrar y compartir la mayor cantidad de información relevante que puedas extraer de nuestros archivos. Cuanto más sepa ella acerca de todo lo que está en juego y en conflicto, tanto mejor se decantará por la opción correcta.
»Termina de ganarte su confianza. Que sepa que estamos del lado de la humanidad, y por tanto de su parte; así se abrirá y te dejará saber lo que no sabemos, lo que nos permitirá anticiparnos a los movimientos del acechador.
–¿Pero no le preocupa a usted, padre Superior general, que esa información que pusiéramos en manos de Esperanza pudiera caer directamente en poder de los Illuminati?
–Descuida, porque parte de esa información los Illuminati ya la poseen. Pero aportando nuestra parte recibiremos la que nosotros no manejamos. Es un juego peligroso, lo sé bien, pero debemos saber jugarlo.
»Por ello, urgentemente, llámala, localízala y convócala a Roma. Reúnete con ella en la basílica de San Ignacio de Loyola, y allí termina de unirla a nuestra causa. A partir de ahora oficialmente eres miembro de la «Santa Alianza», la red de inteligencia humana más grande y compleja que ha sabido moverse en la sombra durante siglos, que pasa desapercibida pero que siempre va un paso por delante de todo y de todos.
»Está constituida por varios cientos de personas, la mayoría religiosos y religiosas, a los que se les denomina «minutantes», cuya labor es moverse por el mundo recopilando información clave para ejercer control, anticiparse a lo que sea necesario o mantener, cuando la ocasión lo amerita, discreción y silencio.
»La red de informantes coincide en que se está preparando algo muy importante y trascendental a lo largo de la Ruta Sacra y en Egipto mismo, algo que tiene que ver con las pirámides y con portales dimensionales. Si es lo que tememos, los ángeles caídos (aquellos extraterrestres que fueron deportados a nuestro planeta hace miles de años), por medio de su aparato físico ejecutor, que son los Illuminati, podrían estar planeando un plan de fuga y la aniquilación de la humanidad.
–¡Pero, padre Superior general! Disculpe que insista y sea tan aprensivo, pero ¿no teme que lo que me está diciendo pueda filtrarse y salir de esta habitación?
–Dante, el Vaticano, y esta oficina especialmente, cuentan con equipos de seguridad de tecnología israelí para protegerse de escuchas del exterior. Así que no te preocupes.
–Pero, padre Superior general, ¿no podría suceder que el propio Servicio secreto israelí, «El Mosad», fuera el que nos espiara?
–¡Tranquilo, Antonioni! Durante la Segunda Guerra Mundial, y después también, hubo tal nivel de interacción y ayuda mutua con Israel, y luego con el Mosad, que, por conveniencia de ambos, somos aliados.
»Cada minutante tiene un nombre secreto, seudónimo o código; el tuyo será «Divina Comedia». Confía en que, si termináramos enviándote al mismo infierno, no lo haríamos sin darte las armas para enfrentarte al mismo demonio.
»¡Llama cuanto antes a Esperanza! ¡Ofrécele ayuda! No hay tiempo que perder. Se ha iniciado una nueva cuenta regresiva.
A miles de kilómetros de distancia amanecía en la ciudad de Chicago, Illinois, en los Estados Unidos de Norteamérica, la tercera ciudad con más habitantes del país después de Nueva York y los Ángeles, situada al lado del gigantesco y navegable lago Michigan, el único de los Grandes Lagos que está íntegramente en territorio estadounidense. Tiene 57.750 kilómetros cuadrados, llegando a alcanzar una profundidad de 281 metros.
El nombre de esta ciudad del norte de los Estados Unidos se desprende de la traducción francesa de la palabra indígena «Shikaakwa» y que significaría «ajo u cebolla silvestre». La primera mención a la misma, «Checagou», aparece en un libro del siglo XVII de Robert de Lasalle. Los indios potawatomis les contaron a exploradores españoles en el siglo XVII que ellos habían sido los primeros en alcanzar esas tierras, a la que llamaban «Chicaugou», cuya traducción es algo grande, fuerte o intenso.
Las colonias que después llegarían a establecerse allí desplazando a las tribus indígenas habitantes de la zona no estuvieron exentas de peligros, debiendo enfrentarse a la reacción de los locales. La llegada del hombre blanco en masa y las guerras entre Estados Unidos y Gran Bretaña fueron diezmando a las poblaciones indígenas.
Con el desarrollo del ferrocarril y los canales entre los Grandes Lagos y el río Misisipi, Chicago desarrolló la industria maderera, la agricultura y la ganadería. A mediados del siglo XIX llegaban cientos de miles de personas anualmente buscando oportunidades. La guerra civil norteamericana potenció aún más su desarrollo, hasta que el 10 de octubre de 1871 se produjo el gran incendio de Chicago, destruyendo la mayor parte del centro de la ciudad. 17.000 edificios quedaron reducidos a cenizas.
Pero la ciudad resurgió de la mano de grandes constructores, arquitectos e ingenieros que se comprometieron a resucitar la metrópoli, lo cual ocurrió en poco tiempo. Otro hecho destacable fue la revuelta obrera de Haymarket el 4 de mayo de 1886, cuya intensidad desembocó en juicios que incluyeron la pena de muerte y que el movimiento obrero denominaría «Los Mártires de Chicago».
Entre los años 20 y 30 del siglo XX, el gobierno norteamericano aprobó la Decimoctava Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, que prohibió la venta y producción de bebidas alcohólicas, lo cual produjo la aparición de los famosos «gánsteres», entre los que se destacaron Al Capone y Bugs Moran. Precisamente en 1929, la ciudad fue testigo de la llamada «Matanza de San Valentín», en donde Al Capone mandó asesinar a la banda rival de Bugs Moran.
Para la celebración del centenario de Chicago, entre 1933 y 1934 se organizó una feria mundial llamada «Un Siglo de Progreso», festejando los avances tecnológicos e industriales. La feria se llevó a cabo a orillas del lago Michigan, iniciándose con el encendido de luces que captó la energía de la lejana estrella Arturo en la constelación del Boyero. Sus rayos se captaron a través de células fotoeléctricas ubicadas en distintos observatorios astronómicos, que luego se transformaron en energía eléctrica que fue enviada a Chicago. La feria fue algo extraordinario y fue visitada por cuarenta y ocho millones de personas.
En la actualidad Chicago es una de las ciudades que más está siendo afectada por el cambio climático, con temperaturas de hasta por debajo del Ártico.
Cerca del centro de esta gran metrópoli estaba el apartamento de la doctora en Arqueología Esperanza Gracia y su novio Jürgen Erhardt.
Esperanza se despertó temprano sin sueño y al girarse vio a su novio de espaldas a su lado profundamente dormido en la cama. Ella era una chica delgada de treinta años, blanca como la nieve, algo pecosa y de largo cabello color azabache. Era hija de madre americana y padre peruano.
Su novio Jürgen estaba sin la camisa del pijama, por lo que ella se quitó su atrevida ropa interior blanca y abrazó con su pecho desnudo la espalda de su amado. Él entonces se despertó, y con los ojos entreabiertos, fue girándose poco a poco diciendo:
–¡Buenos días, Esperanza! Te has despertado temprano. ¿Qué hora es, cariño?
Estiró la mano sobre la mesilla de noche para coger su reloj de pulsera y ver la hora.
Jürgen Erhardt, diez años mayor que Esperanza, era un hombre joven y alto, de pelo gris, ojos azules, piloto de ultraligero y fotógrafo profesional.
–¡Son las 6! Oye, niña ¿no podríamos dormir y descansar un poco más? El día va a ser duro.
–¡Tú duerme! ¡Yo solo te abrazaré y besaré tu espalda peluda! ¡Jajá!
»Sabes, Jürgen, te amo. Eres mi fortaleza y mi apoyo. Además, sabes cómo mimarme. Eres todo un caballero. Me traes flores, chocolates, y regalos, muchas veces sin motivo alguno. Tienes muchos detalles muy bonitos conmigo.
–¡Eres tú, Esperanza, la que me has cambiado! Vosotros los sudamericanos sois más sensibles, emotivos, expresivos y cariñosos que nosotros los europeos, y eso es delicioso. Lo disfruto mucho de ti y lo estoy tratando de incorporar en mí. Mis padres nunca me abrazaban o besaban, pero tú lo haces todo el tiempo y no me satura; al contrario, me hace extrañarlo cuando te veo seria estudiando, y me hace desearte más… porque te veo tan sexy cuando solo te pones mis camisas para leer...
»Y cuando te arreglas para mí me haces enamorarme más de ti. Eres preciosa y no me cansaré de decírtelo. Pero no solo estoy enamorado de tu cuerpo; también lo estoy de tu forma de ser, de tu sensatez e inteligencia.
»Lo que me preocupa a veces es que seas tan autosuficiente y desafíes tanto al peligro. Temo que llegado el momento ya no me necesites o que pueda pasarte algo muy grave.
–¡No digas eso, chico guapo! El conocerte allá en Rapa Nui fue una experiencia maravillosa en mi vida porque encontré a un amigo sincero y una pareja extraordinaria. ¡Y tu amor me protege y me complementa!
»¡Te amo y te necesito!
–Entonces ¡casémonos!... ¿Esperanza, querrías casarte conmigo? Es que cocinas tan bien…
–¿En serio me estás pidiendo matrimonio, Jürgen?
–Es lo más serio que he dicho en mi vida, linda…Te amo más que a mi propia vida.
Esperanza dio un salto y se puso encima de él y empezó a besarlo una y otra vez.
–¡Jajá!... Entonces, ¿aceptas?
–¡Claro que sí! Me siento muy feliz, ¿no se nota? ¡Pero tendría que ser después del viaje que haré a Egipto! ¿Te parece bien?
–¡Lo que tú digas! Si tú quieres que así sea, así será, señorita.
Jürgen le dio una palmada en las nalgas a Esperanza, que cayó rodando sobre la cama, lo que el alemán aprovechó para posicionarse sobre ella, amándose intensamente aquella mañana.
Durante el desayuno, ella vestida solamente con la camisa del novio y él con un albornoz blanco, veían las noticias en el televisor de la cocina.
–¿Te has fijado, Esperanza, en que los militares de los Estados Unidos nuevamente han liberado videos reales de persecuciones de ovnis, y que el Senado también lo ha confirmado? Esto ya había ocurrido varios años atrás cuando hasta el Washington Post llegó a publicar en primera plana: «LOS OVNIS EXISTEN Y TODOS NECESITAN AJUSTARSE A ESE HECHO». (28.05.19)
Esperanza se puso de pie y se acercó a su novio, y este la abrazó metiendo su mano por debajo de la camisa, acariciando su cuerpo desnudo.
–¡Estaba recordando que a nosotros dos precisamente nos unieron los ovnis cuando sobrevolábamos en tu avión el cráter del volcán Rano Kao! –dijo sonriendo pensativa.
Bromeando, Jürgen la miró a los ojos y le dijo:
–¡Es cierto! A eso es a lo que yo llamo un encuentro cercano.
»Oye, Esperanza, esa gente para la que trabajas, es la élite mundial, no es cualquier gente. Pueden hacer lo que les plazca; tienen el poder en sus manos. Son gente sin ética ni moral. No tienen escrúpulos de ningún tipo.
»¿Estás segura de querer seguir trabajando con ellos? Ya habéis tenido varios encontronazos. A ellos no les gustan nada tu independencia y cercanía con los jesuitas, masones y otros. Te estás exponiendo demasiado, cariño, y temo por ti.
–Querido Jürgen, hay una fuerza superior a mí, que no sé cómo explicar, que me hace seguir sin medir las consecuencias y con una confianza absoluta. No sé si será fe, pero me ha convencido de que mi vida ha sido guiada desde siempre y que estoy haciendo lo que debo de hacer, y que al final seré conducida a realizar un servicio superior y trascendentalmente positivo.
»El estar tan cerca de los patrocinadores me permite estar siempre un paso por delante de ellos y saber o sentir lo que traman.
»Al principio lo único que me interesaba era demostrar mis teorías, aprender y conocer en profundidad la historia, y claro, como a cualquiera, llegar a ser famosa por mis descubrimientos. Pero de repente se fueron cruzando delante de mí sin haberlo anticipado todos los aspectos de la gran conspiración que hay contra el ser humano, que me han llevado a conocer el terrible peligro en que nos encontramos por vivir ignorantes de una trama maquiavélica que busca liberar a una serie de entidades exiliadas en este mundo a costa de destruir al planeta y acabar con la humanidad.
»Lo único que sé es que por razones que no entiendo ellos me necesitan y yo les soy extremadamente útil y necesaria. Sin mí, ellos están ciegos, sordos y torpes. No pueden captar lo que para mí es más que evidente.
»He descubierto que mi intuición complementa muy bien todas las capacidades y aptitudes que tengo. Y eso me da ventaja y me protege. Y que siendo la persona escogida para guiarlos en cierta forma puedo proteger también a la humanidad.
»Sinceramente te digo que ya no me interesan la fama, el prestigio o la riqueza.
–¡Aunque no te interesen ya los tienes, y mucho, Esperanza!…
–Tú bien sabes que todo lo conseguí rápido y sin buscarlo. Ahora lo que me interesa es llegar hasta el final para orientar de la mejor manera el desenlace final.
–¡Pero ellos no son tontos, Esperanza! ¡Ya deben estar sospechando tus intenciones y podrían querer deshacerse de ti en cualquier momento!
–¡No lo harían antes del final! Por eso me conviene hacerme imprescindible para ellos. Debo hacer que no puedan conectar los cabos sueltos sin mi ayuda e intervención, y cuando llegue el momento veremos qué es lo que decido o lo que puedo hacer, que espero que sea lo correcto y lo más adecuado.
–O simplemente déjate guiar como hasta ahora, cariño…
–¡Cierto! ¡Me voy a la ducha!
Esperanza se dio la vuelta y se quitó la camisa de manera sensual quedándose de espaldas completamente desnuda y caminando a propósito lentamente hacia el baño, dejando a su novio fascinado por su la belleza y picardía.
Estaba enjabonándose el cuerpo cuando Jürgen, igualmente desnudo, irrumpió en la ducha por detrás abrazándola y, tras besarle el cuello, le acercó un anillo con un hermoso diamante.
–¿Y esto? ¿No me digas que lo tenías todo planeado? ¡Eres un bribón!
–Ahora sí, formalmente somos novios. Déjame colocártelo en tu dedito.
Esperanza observó el romántico anillo en su dedo y se le saltaron las lágrimas, pero de felicidad. Se giró y abrazó a su novio.
–¡Jürgen, te amo!
–¡Y yo a ti, preciosa!
Se quedaron fuertemente abrazados bajo la ducha cuando sonó el móvil de Esperanza. Seguía sonando, por lo que ella tuvo que interrumpir aquel hermoso momento, ponerse una toalla y salir con el cuerpo mojado a contestar.
–¡Hola, buenos días!
–¡Hola, buenas tardes desde Roma, querida amiga!
–¿Padre Antonioni? ¿Es usted?
–¡Sí, querida Esperanza! ¡Soy yo!
–¡Qué alegría, padre! ¿Cómo está usted? Ha pasado ya mucho tiempo desde nuestro primer encuentro en Cuzco, luego en el Paititi y finalmente en Roma.
–¡Sin duda el tiempo pasa muy rápido, querida Esperanza, y más aún cuando se vive intensamente! Cuando mi trabajo se circunscribía a ser bibliotecario y paleógrafo en los subterráneos de la Santa Sede, cada día parecía una eternidad. Ahora es todo lo contrario.
»¿Cómo estáis tú y Jürgen?
–¡Jürgen está muy bien, padre Dante! Con mucho trabajo. Y precisamente hace un rato ¡me pidió matrimonio! ¿Lo puede creer? ¡Soy muy feliz!
–¡Enhorabuena, Esperanza! Hacéis una linda pareja. Se ve que estáis hechos el uno para el otro. Lo pude apreciar en la aventura del Paititi.
»¿Tienes pensado venir por Europa pronto? Porque si no fuese así queríamos invitarte a que vinieras nuevamente a Roma.
–Estos días iba a coordinar con mis patrocinadores aquí en los Estados Unidos un viaje que me llevaría a Egipto, pero necesariamente tendría que pasar por Europa. Hasta estaba pensando visitar varios lugares del viejo continente antes de llegar a terminar mis investigaciones en El Cairo.
–¿Y se puede saber qué es lo que vas a investigar en Egipto, Esperanza?
–¡La existencia de un portal dimensional! Algo similar a lo que hallamos en El Paititi.
–Pero, ¿por qué en Egipto? –preguntó Antonioni ocultando todas las informaciones previas que conocía al respecto.
–Mis patrocinadores quieren que encuentre la exacta localización de la Puerta de Orión, esa que conectaría con el lugar de origen de los guardianes y vigilantes extraterrestres que terminaron perdiendo la batalla del cielo.
»La de Egipto, padre, conectaría directamente con Orión.
–¡Caramba, caramba! Estás hablando de los ángeles que fueron deportados a la Tierra.
–¡Así es, padre Dante!
–Muy bien, suena fascinante y revelador. Ahora te pregunto: ¿recuerdas que en el interior de la caverna de la meseta del Pantiacolla en el Paititi estaba el gran disco de oro de los incas?
–¡Sí, lo recuerdo como si hubiese sido ayer!
–Pues recordarás también que al pie del gran disco había cuatro cristales verdes, y que uno de ellos servía de llave para que, tocando el disco de oro, este abriera el portal dimensional. Los otros se usaban de apoyo para localizar el lugar de salida y de entrada.
–¡Así es, padre!
–Muy bien, Esperanza. Estos cristales, como sabes, vinieron del cielo. No vinieron todos juntos, sino gradualmente, y aseguraron que la Tierra existiera en el tiempo alternativo.
»Si estás buscando la Puerta de Orión tendrás que localizar primero los cristales para esa puerta; ellos tendrían que ser tu prioridad.
–¡Tiene razón, padre! ¡Qué bien que me lo ha recordado y confirmado!
–A ver, Esperanza, y para complementar la información: ¿qué sabes de la Línea Sacra?
–¿Por qué me lo pregunta, padre Dante?
–Porque tiene precisamente que ver con la batalla final de los ángeles, querida amiga.
–¿Cree usted que la Línea Sacra podría tener alguna relación con la ubicación de la Puerta de Orión?
–¡Claro que sí, Esperanza! Y si no es con la puerta será con la localización de los cristales.
»La Línea Sacra es una línea recta que une siete santuarios o monasterios en nombre de la espada del arcángel Miguel. Estos santuarios van desde Irlanda hasta Israel, y la Línea Sacra y sus siete centros marcarían el golpe de espada que el arcángel Miguel asestó al diablo para enviarlo al infierno.
»Al vencerlo le quitó poder y lo alejó de su salida de emergencia, que sería la Puerta de Orión en Egipto que tú estás buscando.
–¡Vaya, vaya, padre Dante! Esto se está poniendo interesante. Algo sabía y usted me está confirmando el derrotero que debo tomar antes de ir a Egipto.
»¿Quiere decir usted que la batalla por el planeta Tierra se produjo en Europa y Cercano Oriente, como pasó con la Primera y la Segunda Guerra mundiales?
–¡Así es! Y no es mera coincidencia. En cada uno de esos siete lugares se crearon «bucles de tiempo», donde se pueden recrear o revivir las escenas de ese momento crucial para el Plan Cósmico y el planeta.
»Cuando nos veamos en Roma te podré explicar más en profundidad lo que esto significa.
–Padre Dante, ¿me podría recordar la localización de los siete santuarios y su orden?
–¡Claro que sí!
»El primer lugar es Skellig Michael, un peñón rocoso piramidal y desierto situado en medio del mar en la costa del suroeste de Irlanda, donde el arcángel Miguel se le apareció a san Patricio para darle la fuerza y las claves necesarias para alejar al demonio y a las serpientes de Irlanda.
–Pero, padre Dante, en Irlanda que yo sepa no hay serpientes.
–No se refiere a esa clase de serpientes, Esperanza, sino a aquellos seres-serpiente o reptilianos que fueron arrojados a la Tierra como exiliados.
–¿Y por qué se le apareció al santo?
–Porque la humanidad es santificable y es la quinta columna que puede y debe definir las cosas, no solo en la Tierra sino a nivel universal.
»En Irlanda, como bien sabes, existe la leyenda del dios celta Lugh, llamado también Lug o Ludus, que se traduce como luminoso o brillante, y de cuya frente cayó una piedra verde a la Tierra. Muchas de las ciudades de Europa llevan su nombre, como Lugo en Galicia y Lugones en Asturias, España; Lyon y Loudoun en Francia y Londres en Inglaterra.
»En el mes de agosto se celebraba la fiesta de este dios de los sacerdotes, guerreros y artesanos; eran las fiestas de «Lugnasad». Con la llegada del cristianismo se le sustituyó por la imagen de san Lorenzo martirizado en Roma sobre una parrilla, ¡y san Lorenzo es precisamente el patrón de los archivistas y bibliotecarios!
–¡Qué coincidencia, no!
–Las leyendas afirman que la Iglesia, a través del papa Sixto II, le confió el Santo Grial a san Lorenzo y que este lo ocultó en Huesca, España.
–¡Qué extraño que hayan superpuesto la imagen de un santo encargado de proteger el Grial a una entidad guardiana o dadora de luz!
–¡Hay un mensaje escondido, secreto y misterioso! ¡El Grial es el mensaje profundo de la sangre vertida por el Señor y su muerte mística liberadora a través del perdón!
–¡Y la sangre es el código genético y toda la información está allí codificada, padre!
–¡Sin duda, niña! Los seres humanos de la Tierra podemos llegar a ser como aquellos seres angélicos, y quizás hasta superarlos, mostrándoles una dimensión nueva de las cosas. El Señor mismo lo dijo: «Dioses sois, hijos del Altísimo» (Salmo 82:6).
»Siguiendo con lo de la Línea Sacra, en el siguiente punto está la isla de Saint Michael´s Mount al suroeste de Inglaterra, donde el arcángel hizo su aparición ante un grupo de pescadores, dirigiéndose simbólicamente a aquellos cuya tarea es extraer lo que está sumergido e invisible a los ojos de quien no profundiza.
»A continuación le sigue la abadía de Mont Saint Michel en Francia en la costa de Normandía, donde el arcángel se le apareció al obispo, pidiéndole hacer un santuario de oración allí. Aquí el mensaje se le dio a alguien que representaba a los que heredaron la trasmisión del conocimiento y la orientación adecuada, para que lo hicieran si no lo habían hecho, o lo siguieran haciendo si ya lo hicieron.
»De Normandía se sigue hacia la Sacra de San Miguel en Val de Susa en Italia, que es un monasterio situado en lo alto de un escarpado cerro rocoso, y aquí la aparición habría sido a un monje ermitaño que construyó una primera ermita entre las rocas.
–¡Nuevamente alguien que profundiza e interioriza, padre!
–¡Tú lo has dicho! Siguiendo con la Línea Sacra llegamos al santuario de Monte Sant’Angelo en Gargano, en la provincia de Foggia, al norte de la región de Apulia, que es el quinto santuario en la Línea Sacra, donde en el año 490 se produjo la aparición del arcángel Miguel a san Lorenzo Maiorano dentro de una cueva. Y la cueva es el lugar de aislamiento del santo o ermitaño.
»El sexto santuario es el monasterio de Symi, una pequeña isla rocosa griega situada a cuarenta y un kilómetros al noroeste de Rodas, donde se encuentra una efigie milagrosa del arcángel con armadura chapada en plata. En este lugar, quien tuvo el encuentro con una reliquia del arcángel y con el propio ser angélico fue una fervorosa mujer.
–¡Y la isla simboliza también el aislamiento o recogimiento!
–¡Cierto!
»La Línea Sacra termina en Israel en el monasterio del Monte Carmelo en Haifa, cuya construcción se remonta al siglo XII. Allí, en ese monte hace casi 3.000 años el profeta Elías retó a los sacerdotes de Baal a demostrar quién era el Dios verdadero. Tiempo después, cerca del Jordán, subió al cielo delante de su discípulo Eliseo en un carro de fuego, representando la invitación al hombre a concretar su ascensión.
»La Línea Sacra está perfectamente alineada con el ocaso del sol el día del solsticio de verano, una advertencia del santo arcángel para que se tengan siempre presentes las leyes de Dios y los fieles mantengan la rectitud. La Línea Sacra de San Miguel Arcángel marca el antes y el después de los ángeles disidentes.
»Sorprende ver la disposición de tres de los santuarios más importantes, como son Mont Saint Michel en Normandía, la Sacra de San Miguel en Val de Susa y el santuario de Monte Sant´Angelo en el Gargano, porque todos están a una misma distancia de 1.000 kilómetros entre uno y otro.
–¡Uhm, qué interesante! Eso no puede ser producto de la casualidad; debe estar queriéndonos decir algo importante. Excelente, padre Dante. Gracias por ilustrarme. Le mantendré avisado de mis planes de viaje para encontrarnos en Roma.
–¡Perfecto, querida; avísame cuando tengas confirmada tu llegada y estaré en el aeropuerto para recibirte! ¡Un abrazo a Jürgen!
Esperanza colgó el teléfono, quedándose pensativa con lo conversado. ¿Cómo podía ser que de pronto estuviera involucrada y participando en una aventura que partía de un conflicto cósmico e interdimensional generado miles de años atrás? Cuando se encontraba abstraída en sus pensamientos fue interrumpida por su novio, reaccionando de inmediato.
–¿Quién llamaba, Esperanza? –preguntó Jürgen, saliendo del baño mientras se secaba la cabeza con una toalla.
–¡Era el padre Dante Antonioni! Te envía saludos.
–¡Ah, muchas gracias! Supongo que se los devolviste de mi parte.
–¡Sí y ya le conté que me propusiste matrimonio!
–¿Y qué dijo él?
–Se puso muy contento y nos deseó todo lo mejor.
»También le conté el viaje que voy a hacer a Egipto y ¿sabes que me contestó con una pregunta?: ‘¿Qué sabes tú de la Línea Sacra?’ me dijo.
–¿Y qué es eso, Esperanza? No lo había escuchado antes.
–La Línea Sacra son siete centros espirituales y energéticos que marcan el campo de batalla de las fuerzas de la luz contra las fuerzas de la oscuridad. Fue una batalla que se produjo hace decenas de miles de años y que estaría a punto de repetirse en un conflicto final y definitivo.
–Sé algo del arcángel Miguel, pero ¿quién fue, o podría haber sido, si es que en realidad existe?
–Nosotros como humanidad, querido Jürgen, vivimos en un universo material de siete dimensiones y poseemos siete cuerpos para actuar en esas siete dimensiones; cuando uno muere pierde algunos de esos cuerpos y luego los recupera en la siguiente existencia.
–Esperanza, el amor que nos tenemos… ¿durará hasta la siguiente existencia o solo será para esta?
–¡Cuando las relaciones entre las personas son muy buenas, o muy malas, se repiten o continúan de una vida a otra, Jürgen!
–¡Qué maravilla ¡Así que disfrutaré de tu compañía en la próxima también!
–¡Ya verás cómo sí!
»En este universo convivimos con los extraterrestres, los intraterrestres y los seres sutiles. Más allá de la séptima dimensión habría otro universo, pero mental; de este vendrían los verdaderos ángeles, arcángeles, tronos, principados, querubines y serafines. A estos seres se les llama ultraterrestres. Ese universo estaría entre la octava y décima dimensión. Y de la undécima dimensión hacia arriba habría un tercer universo, pero ya espiritual. El universo espiritual creó al mental, y el mental al material. Así que Dios no nos habría creado directamente, sino a través de una jerarquía de seres llamados los Hellel o Resplandecientes, o también llamados «Los Hijos de Dios».
»Uno de esos padres creadores del universo material habría sido uno de estos seres, llamado Miguel, jefe de los ejércitos de Dios. Su nombre significa «Quien como Dios». Él combatió en la primera guerra que arrojó a Satanás y a un grupo de oriones reptilianos disidentes a este mundo, y que ahora tomarían nuevamente parte en la batalla final, Apocalipsis o Juicio Final.
–¿Juicio final, Esperanza?
–Es una forma de denominar al final definitivo de un ciclo cósmico en el que todos estamos involucrados. Pero no tiene por qué ser el final de nada, sino el inicio de algo nuevo trascendental y positivo.
–Una pregunta: si Miguel es un ser ultraterrestre, como dices, ¿cómo pudo haber participado él en las batallas cósmicas, que fueron entre extraterrestres?
–Porque es una entidad capaz de incorporarse en seres del universo material, Jürgen. Un caso sería el del mismo Maestro Jesús.
–¿El arcángel Miguel se incorporó en Jesús? ¿Eso no es una posesión?
–Cuando los espíritus oscuros o bajos astrales buscan incorporarse a la fuerza en seres vivos se denomina posesión; los seres de luz piden permiso antes de hacer una incorporación o transmigración, y siempre es por un tiempo breve. En el caso de Jesús duró casi tres años.
–¡Ah, qué interesante! Pero entonces ¿también podría incorporarse Lucifer o el demonio en otros seres, Esperanza?
–¡Así es, querido! Lucifer se habría incorporado en Satanel, el ser reptiliano procedente de Orión.
–¿Y cuáles son los lugares de la Línea Sacra, Esperanza?
–El padre Dante me recordó los siete centros. Algo había leído al respecto hace tiempo. El trazo es realmente enigmático y un desafío geográfico, pues, a pesar de las grandes distancias existente entre cada lugar, permanecen alineados entre sí de forma perfecta.
»Déjame buscarlos en Internet.
»Sí mira, aquí están. Fíjate: el primero de los siete lugares de la Línea Sacra es Skellig Michael, situado a unos quince kilómetros de la península de Iveragh en Irlanda, en el condado de Kerry, y se alza unos 220 metros sobre el nivel del mar. En esta gigantesca roca hay un antiguo monasterio paleocristiano del año 580. En este lugar el arcángel se le apareció a san Patricio, el gran evangelizador, para darle pautas de cómo expulsar al demonio de Irlanda.
»Luego la línea se dirige hacia el sur a Inglaterra, al Monte de St. Michael´s, un islote de Cornualles que con la marea baja se une a tierra firme. La tradición cuenta que en ese lugar el arcángel Miguel habría hablado con unos pescadores. En esta zona las leyendas artúricas mencionan la llegada del fariseo José de Arimatea, tío de la Virgen María y seguidor en secreto de Jesús, que traería consigo el Santo Grial o Santo Cáliz.
»A continuación, la línea prosigue hacia Francia, a Normandía, a la abadía de Mont Saint Michel, una isla de fuerte misticismo que viene desde la época pre-cristiana de los celtas y galos. Allí, en el 709 d.C. el arcángel se le apareció al obispo Avranches, san Auberto, motivándole a construir un santuario en el lugar.
»El cuarto lugar es la abadía de la Sacra di San Michel, que está a 1.000 kilómetros de distancia del lugar anterior, en la región del Piamonte en la cima del monte Pirchiriano (962 metros), y que se encontraba en la ruta de los peregrinos medievales.
»Unos mil kilómetros más hacia el sur, y siempre en línea recta, se llega a Puglia, al Gargano, donde había una caverna casi inaccesible: el Santuario de San Miguel Arcángel. La primera aparición fue a san Lorenzo Maiorano hacia el 490 d.C.
»El siguiente santuario se localiza en la isla griega de Symi, donde se encuentra el monasterio de Panormitis, dedicado al arcángel Miguel, y donde se encuentra su imagen milagrosa y extraordinaria del arcángel.
»Y el séptimo lugar, que es donde termina la Línea Sacra, se encuentra en Israel, en el Monasterio de Monte Carmelo en Haifa, lugar donde se venera a la Virgen y además se recuerda el enfrentamiento del profeta Elías con los sacerdotes del dios cananeo Baal, así como su posterior ascensión a los cielos en un carro de fuego.
–¡Qué interesante, Esperanza! ¿Todos estos lugares mantienen la misma distancia de 1.000 kilómetros entre sí?
–¡No! Solo tres de ellos.
–¿Y qué tiene que ver todo esto con tu viaje a Egipto? ¿O es que tendrás que ir a cada uno de esos lugares también?
–En cuanto el padre Dante lo dijo me resonó internamente. No me resultó extraño y sentí que era una clave que debía ser tomada en cuenta. Esos lugares supuestamente marcaron el final de la guerra del cielo, y ahora la Puerta de Orión sería como la puerta trasera para el gran escape de los derrotados con el propósito de retomar la guerra. Algo quedó allí que puede garantizar la fuga y que inclinaría la balanza hacia la oscuridad. Al parecer tiene que ver con los olivinos o cristales verdes de la Creación.
–¡Los cristales verdes del Paititi, ¿no?!
–¡Sí y no! Los del Paititi eran cuatro y estaban delante del Gran Disco de Oro en la selva. Pero hay otros más en alguna otra parte.
–¿Estarán repartidos en esos lugares o todos en alguno de ellos, Esperanza?
–Yo creía que estarían en algún lugar de Egipto, pero el padre Dante ha sugerido que habría que buscarlos a lo largo de la Ruta Sacra.
»Aunque uno de esos cristales nos lo entregaron a la salida de la caverna de Tepoztlán en Morelos, México, unos seres extraterrestres con apariencia de felinos. Lo tiene actualmente en su poder mi amiga la doctora Victoria Garza de Ciudad de México. Ella lo guardó.
»Recuerdo bien que en esa ocasión, esos seres felinoides dijeron: ‘¡Esto contiene frecuencias para activar los anales de la historia planetaria que están grabados en el código genético de la humanidad! ¡Quién mejor que un alma femenina que representa el espíritu de la Tierra y a la humanidad para recibir este legado! En vuestra sangre está todo lo que ha ocurrido, se ha hecho, pensado y dicho en este mundo y sobre este mundo. Esta joya es un detonante o activador. Consérvalo y cuídalo, activando, despertando y administrando esta información para todos sin egoísmo ni mezquindad.
»Cuando os sintáis preparados y lo deis a conocer, nosotros apareceremos abiertamente para apoyar los cambios mundiales que se generarán con este conocimiento.
»Aquí están las respuestas de quiénes sois, de dónde venís y hacia dónde vais, y qué relación tenemos desde siempre con vosotros.
»Estábamos esperando el momento en que la humanidad madurara lo suficiente como para venir al encuentro, para que recibierais la posta y retomarais el camino de evolución’.
–¡Impresionante! Me lo has contado varias veces y me sigue impactando.
»¿Pero por qué no lo recibiste tú? Victoria lo ha guardado y no lo ha compartido.
–Los extraterrestres nos lo ofrecieron a ambas, pero preferí que fuese ella la que lo recibiera por ser mexicana y el contacto haber ocurrido en su tierra. Pero veo que me equivoqué.
–¡Tendrías que pedírselo!
–¡Sí! Ahora lo necesitamos más que nunca.
–Mira, dentro de una semana el National Geographic me enviará a Inglaterra a hacer fotos de monumentos megalíticos enterrados recién descubiertos cerca de Stonehenge. Así que estaré por la zona y tendré mucho tiempo, por lo que, si quieres, podría hacerte algunas averiguaciones de esos lugares que mencionas y de cómo acceder a ellos.
–¿Lo harías por mí? ¡Eres un sol, cariño! Así me resultará más fácil llegar a los sitios. Gracias…
»El padre Antonioni también me dijo que quería invitarme nuevamente a Roma, y eso también me resonó, así que ya tengo mi primer destino del viaje a Europa, y de ahí haría la Línea Sacra.
»Llamaré a mis padres para darles la noticia de nuestro próximo matrimonio; estoy segura de que les alegrará sobremanera. Hasta podríamos casarnos allí en Lima.
A miles de kilómetros de distancia, en Roma el padre Dante Antonioni se apersonó directamente a una importante y reservada reunión, donde informó de sus primeros pasos con la doctora Esperanza Gracia. Y lo hizo con el Superior general de su orden y con el mismísimo papa. Para esto llegó al lugar donde le habían citado, que era donde el Santo padre se alojaba por motivos de seguridad y que no era precisamente la residencia oficial de los papas.
Cuando llegó, las dos autoridades eclesiásticas estaban compartiendo una cena, atendidos por dos monjas.
–¡Antonioni, ven, pasa y toma asiento! Estaba hablando con el Santo padre de las ventajas de tu cercanía con la doctora Gracia y el grado de amistad que mantenéis. Esperanza confía en ti.
–¡Así es, Dante! ¿Has cenado? ¿Quieres servirte y compartir la cena con nosotros? –preguntó el papa.
–¡No, no he cenado, Santo padre! Pero prefiero no hacerlo; así de noche oro y descanso bien. Al día siguiente me desquito con un abundante desayuno de frutas y cereales.
–¡Ha visto, Santo padre, qué metódico es Antonioni! –comentó el Superior general.
–¡Santo padre, Superior general, si me lo permiten! Esperanza ya me ha informado de sus planes de viaje.
»Los Illuminati la están enviando a buscar la Puerta de Orión en Egipto. Todo apunta a que tienen planeado fugarse definitivamente del planeta, regresando a sus planetas de origen para así reanudar su beligerancia a la mayor brevedad.
En ese momento a una de las monjas se le cayó una bandeja. El papa y el Superior general se miraron sorprendidos y preocupados, no tanto por el accidente como por la confirmación de sus sospechas.
–¡Llegó el momento, Félix!
–¡Sí, Santo padre! ¡Los ángeles caídos, como temíamos, están preparando su plan de fuga! Es el paso previo para la parte más álgida del Apocalipsis.
–Pero no solo necesitarán localizar la puerta correcta; tendrán que averiguar primero dónde están los cristales peridotos –observó el papa.
–¿Y usted cree que no lo saben? –dijo el Superior general, el padre Félix Abascal.
–¡Los tenemos bien custodiados, Félix! Los tres que recuperamos están a buen recaudo. Si ellos conocieran su ubicación no enviarían a Esperanza a recuperarlos –dijo el papa con confianza y aplomo.
La monja a la que se le había caído la bandeja tenía unos treinta años. Era de ascendencia alemana, estatura media y algo gruesa. Estaba recogiendo muy lentamente el estropicio que había hecho, sin dejar de mirar de reojo a los tres religiosos. En el bolsillo de su delantal tenía una grabadora.
La otra monja, que le doblaba la edad, la urgió a que terminara y se retirara, pero ella lo hacía todo muy despacio para poder quedarse y escuchar.
–¡Pero son cuatro! ¡Se necesitan cuatro, Santo padre y padre Superior general!
»Y por ello me permití orientarla en relación con el posible itinerario que necesitará realizar para encontrarlos. Le hablé de la Ruta Sacra y ella ya está disponiendo los arreglos que hacen falta para visitar los siete lugares –comentó Dante.
–¡No podemos permitir que la chica junte los cristales verdes mientras no tengamos la plena seguridad de que está del lado de la luz y de la humanidad, aunque quiero creer que lo está. Encontrará todos, incluso el que falta, de eso no hay duda –dijo el papa bastante inquieto, poniéndose de pie y caminando con dificultad de un lado a otro de la habitación.
Hasta se agachó para ayudar a incorporarse a la joven monja, que no sabía qué hacer para justificar su presencia en el lugar.
–Los tres grandes olivinos o cristales verdes fueron encontrados hace más de treinta años por unos arqueólogos japoneses muy lejos de sus localizaciones originales cuando hacían sondeos cerca de las pirámides de Dashur, cerca del Cairo. Habían estado perdidos por miles de años y habían sido escondidos allí en templos, donde fueron venerados cuando los bajaron de las cúspides de las tres grandes pirámides de Gizeh. Faltaba el cuarto, porque, como bien dijo Dante, él vio cuatro en El Paititi –comentó el Superior general.
–¿Y me podría decir dónde están ahora esos tres, padre Superior general? –preguntó Antonioni.
–A través de la Yakuza, la Mafia o Crimen Organizado del Japón, conseguimos sustraérselos a los científicos y comprárselos para ocultarlos. Se encuentran repartidos en tres de los siete centros de la Línea Sacra.
–¡Las cosas de las que llega a enterarse uno! –comentó en voz baja Antonioni.
–¿Y el cuarto cristal, Santo padre?
–¡Respecto a ese cuarto cristal no tenemos la menor idea, Antonioni! –intervino el Superior general.
–¡Así es, Dante! –intervino el Sumo Pontífice–. Es un misterio, pero confiemos en que llegaremos a saberlo muy pronto.
»Esto que nos has comentado sobre Esperanza nos da razones suficientes para pedirte que procures mantenerte lo más cerca posible de ella. Debes ser como esos jugadores de fútbol que ejercen la marcación estampilla y están en la anticipación –dijo el papa.
–¡Jajá!… –se rio Abascal–. ¡Santo padre, usted aprendió de su predecesor, que siempre lo relacionaba todo con el fútbol! No puede con su genio.
–¡Nuestro Señor explicaba todo con parábolas, Félix! Y era a través de las cosas de su tiempo. Estoy seguro de que en esta época sería hincha del ganador del Globo de Oro.
»De más está decirte, Dante, debes ser muy discreto y reservado con toda esta información para no poner en peligro la vida de Esperanza, y la tuya propia.
»¡Ve con Dios, y que el Espíritu Santo te proteja e ilumine! Hablaremos nuevamente cuando Esperanza llegue a Roma.
La monja terminó de recoger los pedazos de los platos rotos y de limpiar los restos de postre desperdigados y se dirigió a la cocina; allí la estaba esperando la que era mayor, más alta y delgada, que era de procedencia española.
–Hermana Ann, ¿qué fue todo ese teatro delante del Santo padre? Durante todos estos meses siempre has hecho gala de muy buen pulso, diligencia y pulcritud.
–¡Lo siento mucho! Es que me emocioné con la presencia del pontífice, sor Dominga. Quería hacer las cosas bien y es cuando una se vuelve más torpe.
–¡Bueno!, date prisa en limpiar para retirarte ya.
–Sí, sor Dominga; mil disculpas.
La monja joven salió de la pensión e hizo una llamada con su móvil. A los cinco minutos, un coche oficial del Vaticano, una limusina negra con ventanas polarizadas, se acercó a ella en una esquina. Se abrió automáticamente la ventanilla lateral posterior y una mano con un guante de cuero negro recibió la minúscula grabadora.
La monja besó la mano con guante y escuchó una voz conocida que salía del interior del vehículo.
–Könntest du alles aufnehmen, Ann? (¿Lo pudiste grabar todo, Ann?)
–Ja, deine Eminenz! Es ist alles da. (¡Sí, su Eminencia! Está todo ahí.)
–Sie können sich nicht vorstellen, wie wichtig die Dienste sind, die Sie dem Heiligen Stuhl, meinem Kind, erweisen. Sie haben viele, viele Ablässe für sich und Ihre Familie verdient. Du hast den Himmel hart verdient. Aber da wir in dieser Welt leben, nimm diesen Umschlag mit Geld für deine Eltern, die mir gesagt haben, dass sie krank sind. (No te imaginas la trascendencia de los servicios que le estás prestando a la Santa Sede, niña. Te has hecho acreedora de muchísimas indulgencias, tanto para ti como para tu familia. Te has ganado el cielo a pulso. Pero como vivimos en este mundo, toma este sobre con dinero para tus padres, que me dijiste que están enfermos).
–Danke, Eminenz! (¡Gracias, Eminencia!)
Dicho esto, la ventanilla se cerró y la limusina negra Mercedes Benz se retiró por las oscurecidas calles empedradas de los alrededores del Vaticano.