Читать книгу Egipto, la Puerta de Orión - Sixto Paz Wells - Страница 6
ОглавлениеCapítulo III.
Una reveladora carta del pasado
«Para qué juntarse con lobos y aprender a aullar si puedes juntarte con estrellas y aprender a brillar».
Anónimo
Fueron varias horas de espera en el aeropuerto de la ciudad de Nueva York, por lo que Esperanza aprovechó la sala VIP para ordenar conceptos e ideas, repasando unas notas en su ordenador. Procuraba emplear el tiempo de la mejor manera posible revisando todo el material disponible sobre el Egipto antiguo. A un lado tenía un maletín con suficientes recursos, facilitados por sus patrocinadores, tarjetas de crédito y dinero en efectivo, por lo que tenía asegurada la parte logística de sus viajes. El día anterior había llamado desde el hotel al padre Antonioni avisándole de su hora de llegada a Roma.
Durante el tiempo de espera hizo dos llamadas con su móvil; una a su novio, que estaba también a punto de viajar a Londres, y la otra a Aaron Bauer para comunicarle el encuentro que tendría con los jesuitas en Roma de cara a complementar información.
Aprovechó para ir por última vez al baño y prepararse para salir en dirección a la puerta de embarque. Llegado el momento se produjo el tedioso y consabido ingreso en la zona correspondiente.
A la larga espera en la terminal aérea ahora se había de sumar lo que duraría el viaje cruzando el Atlántico. Tras una hora de vuelo, la comodidad y relativa privacidad de la sección de primera clase fue interrumpida abruptamente por otro pasajero que al parecer reconoció a la arqueóloga, pues se incorporó desde su asiento y se acercó a ella. Era un hombre alto, de mediana edad, con gafas y pelo bien peinado de color rojizo, y en apariencia británico por su acento.
–¿Doctora Esperanza Gracia? ¿La científica?
–¡Sí, soy yo! ¿Nos conocemos?
–Lo siento, usted a mí no… Disculpe que la interrumpa. Soy un gran admirador de su trabajo. Sus investigaciones y descubrimientos, que han sido más que asombrosos, en la Isla de Rapa Nui y en las selvas de Perú han hecho renacer el espíritu de aventura y la gloriosa época de exploradores y descubridores como David Livingston o Roald Amundsen. Y la felicito porque ha sido usted muy osada publicando sus teorías y conclusiones.
–Muchas gracias, pero solo me he basado en evidencias y comprobaciones de campo.
–Perdón, no me he presentado; soy Henry Lansdown, anticuario de la localidad de Bath, al oeste de Inglaterra.
–Parece demasiado joven para ser anticuario. Supongo que quizás heredó el negocio de su padre.
–Brillante deducción, mi querida doctora. Así es, y mi padre a su vez lo heredó de mi abuelo. Así que somos varias generaciones de anticuarios en la familia.
»Usted mencionó en su libro dedicado a la Isla de Rapa Nui, o de Pascua, el papiro Golenischeff 115, que está en el Museo Pushkin de Moscú, escrito en escritura hierática y titulado «el Cuento del Náufrago», de la XII dinastía del Imperio Medio Egipcio, como una posible conexión con la historia de esa isla de la Polinesia.
–¡Así es, señor Lansdown!
–¡Por favor, llámeme Henry! Así podré llamarla Esperanza, si no le molesta.
–¡Claro que sí, Henry!
–Bien. ¿Puedo sentarme a tu lado un momento para charlar? Veo que el asiento está desocupado.
–¡Claro que sí! Continúa, por favor…
–Muchas gracias. No te quitaré mucho tiempo. ¿No has pensado en algún momento en visitar Egipto?
–Es curioso que me lo preguntes, Henry, porque precisamente dentro de poco iré a la tierra del Nilo para unas investigaciones.
–¡Genial! Yo ahora me dirijo hacia Turín vía Roma y de allí iré a San Petersburgo vía Milán para reunirme con el curador del museo Hermitage y verificar una reciente adquisición que ellos estarían a punto de realizar de una carta de cerámica egipcia, un hallazgo arqueológico tan insólito y revelador como el que tú mencionas en tu libro.
–¡Qué interesante, Henry! Pero no me irás a decir que has sido tú el intermediario de semejante adquisición.
–Muy perspicaz, Esperanza.
–¡Espero que no me subestimes a pesar de tus halagos!
–No podría; estás muy bien posicionada y sabes mucho de todo.
»Muy bien, eso me abre el panorama para decirte las cosas tal como son y sin tapujos. ¿Recuerdas que cuando se produjo la Primavera árabe en Egipto no solo fue derrocado el presidente Hosni Mubarak, sino que muchos de sus allegados que estaban en los puestos más importantes del Gobierno y que se habían perennizado en ellos, tuvieron que huir, y entre ellos la suprema autoridad de Consejo de Antigüedades? Pues en medio de ese caos el Museo egipcio fue parcialmente saqueado, aunque muchas de sus piezas fueron recuperadas con posterioridad.
–Cierto, Henry; por eso estaba revisando mis notas. La Primavera árabe empezó en Túnez en diciembre del 2010 y de ahí corrió como un reguero de pólvora entre los países árabes clamando por la democracia y el respeto a los derechos sociales. En Egipto se llamó la «Revolución de los Jóvenes», por cuanto fue concertada por Internet a través de las redes sociales. También fue llamada la «Revolución Blanca» y comenzó, si no recuerdo mal, el 25 de enero del 2011 y se prolongó durante dieciocho días, consiguiendo que el 11 de febrero de ese mismo año el presidente Hosni Mubarak renunciara después de treinta años de dictadura, convenientemente soterrada y avalada por los países occidentales.
»En cuanto a lo del Museo Egipcio de la Plaza del Tahrir, se ha dicho que fueron unos criminales los que se subieron a los tejados de la sala 36 por una escalera de incendios, y que después bajaron por cuerdas por los tragaluces y ventanas superiores; incluso se encontró accidentado a un ladrón, que cayó de bruces sobre la vitrina de un sarcófago, y que fue capturado después.
–Pero, ¿qué dirías, Esperanza si te contara que si bien hubo un caos de vitrinas rotas y esculturas de madera doradas quebradas todo hace pensar que las piezas que fueron robadas podrían haber sido previamente seleccionadas? Así que, además de los ladrones, hubo otros con llave en mano y posiblemente vinculados a miembros del staff del museo, que iban por encargo buscando objetos señalados.
–¡¿Un robo por catálogo y bajo pedido?!
–¡Eso parece!
»Desaparecieron cincuenta y cuatro objetos, entre ellos dos esculturas de Tutankhamón, y posteriormente la Policía y el Ejército tendieron un cerco, pudiendo recuperar una veintena de los mismos.
»Pero hasta esto podría ser una cortina de humo, porque otros museos también fueron saqueados y de forma más agresiva, como el Museo de Malawi en la provincia de Minya, donde había objetos asociados a Akhenatón y su herejía. De allí desaparecieron 1.049 objetos de los 1.089 que se exponían, y los que no pudieron llevarse los destrozaron e incendiaron a propósito. De todos ellos, según las autoridades, 656 han sido recuperados.
–¡Terrible, Henry!
–Pues del almacén y de la sección de cartas de Amarna desapareció una importante tablilla de arcilla en acadio, que, como sabrás, era el idioma diplomático de los pueblos de Medio Oriente en el Imperio Nuevo, junto con unos de los curadores asignados a esa sección. Esta tablilla o carta estaba grabada en cuneiforme y contenía una serie de revelaciones del propio faraón Akhenatón, pero se desconocía su existencia pues se encontraba almacenada desde hacía muchos años y, como muchas otras cosas, se hallaba apartada esperando catalogación. Esto hacía que oficialmente se ignorara su existencia en los catálogos y por ello no era conocida.
»He coordinado con esa persona para reunirnos en el Museo Egipcio de Turín, para que verifiquemos su autenticidad y antigüedad, y de allí, y una vez que la negociación se haya concretado, se proceda a llevarla al Hermitage de San Petersburgo, que son quienes están interesados en adquirirla.
–¿Y por qué me dices todo esto? ¿Por qué me podría interesar a mí una operación encubierta de tráfico de antigüedades?
–¡Por su contenido, Esperanza! Su contenido es revelador… Te doy una pista: es tan importante como el papiro que se encuentra en Turín, el Canon Real de la época ramésida. Si vas a ir a Egipto, seguro que algo de todo esto te debe estar llevando hasta allí.
–¡Ahora el perspicaz eres tú, Henry!
–Siento que en este momento internamente debes estar percibiendo confirmación de algo. ¿Estoy en lo correcto?
–¿No irás a decirme que es un texto asociado con las genealogías egipcias y que enriquece lo poco que sabemos del texto Aegyptiaca (Historia de Egipto) del sacerdote Manetón de la época ptolemaica, que estaba en Alejandría y que desapareció, y del que solo se conocen comentarios de otros autores contemporáneos o posteriores, que trata de la historia de la humanidad, las genealogías egipcias y la cronología de sus gobernantes?
–¡Más que eso, doctora Esperanza Gracia!
–¿Más? ¡Eso sí que es fascinante! ¿Y está completo?
–Al parecer sí… Se trata de la descripción de un objeto sin igual mantenido en relativo secreto a través de las diversas dinastías y desde antes, al parecer desde el periodo arcaico o predinástico. Estuvo en Heliópolis y de allí fue llevado a la ciudad de Akhetatón o Ekhnaton (actual Tell el-Amarna) por el propio faraón Akhenatón o Amenofis IV. Me interesaría que vieras esa carta de arcilla cocida y me dieras tu impresión.
–¡Lo siento, Henry, pero no sé traducir la escritura cuneiforme, y respecto al acadio, justo estoy empezando a aprender a leer las escrituras jeroglífica y hierática!
–Tendremos a un traductor a nuestra disposición, Esperanza, pero sé que tú puedes encontrar mucha información entre líneas.
–¿A qué clase de información te refieres?
–A aquella que compromete todo lo que creemos y pensamos hasta ahora. La información describiría la existencia y localización de una piedra verde venida del espacio exterior con la energía de la Creación. Por eso sería importantísimo, y no creo en las casualidades y que estés aquí en este momento.
–No conozco lo suficiente el Antiguo Egipto, pero ¿los archivos reales de los faraones no estaban en papiro y en idioma egipcio? Toda la correspondencia que se enviaba o se recibía era copiada y traducida, siendo fiel copia de lo intercambiado en acadio. El acadio era como el inglés en aquellos tiempos.
»Siendo la burocracia egipcia tan celosa de su lengua, ¿por qué habrían puesto en acadio un texto que no fuera una conversación diplomática? ¿Para la correspondencia interna lo establecido no era que fuera en jeroglífico o hierático? ¿Sería acaso para ocultarlo de la propia burocracia de la corte?
–Quizás ciertamente buscaron ocultar dicha información a los propios cortesanos, Esperanza.
–Henry, la propuesta me parece fascinante. Déjame meditarlo el resto del viaje y al bajar te contesto.
–Me parece bien, tómate tu tiempo. Pero tienes que reconocer que es una oportunidad única, y quizás te sirva para el viaje que has emprendido.
»¿Para qué podrías estar viajando a Roma si no fuera para algún gran descubrimiento? ¿Estoy en lo cierto?
–¡Sí, en parte!
Cuando horas más tarde el capitán saludó a los pasajeros por el altavoz señalando el descenso a Roma, pidió que se ajustaran los cinturones y se prepararan para el aterrizaje, el británico se acercó una última vez a Esperanza.
–¿Qué has decidido, Esperanza? ¿Te vienes a Turín? La reunión será dentro de cuatro días.
–¡Sí iré, Henry! De hecho tenía que ir allí para ver el Papiro del Canon de Turín.
–¡Magnífico! Aquí te dejo mi tarjeta para que me localices.
–¡Nos vemos en cuatro días en Turín, Henry!
La llegada a Roma fue sin contratiempos. El avión de Alitalia procedente de Nueva York cumplió su itinerario tal como estaba previsto.
Esperanza se iba a encontrar en aquella histórica ciudad, capital durante siglos del otrora gran Imperio romano que aportara tanto a la humanidad, con un querido amigo suyo, el padre Dante Antonioni, sacerdote jesuita, historiador y paleógrafo, que la había acompañado poco tiempo atrás en el viaje que la llevó al descubrimiento de la última ciudad de penetración de los incas en las selvas del Madre de Dios, frontera de Perú con Brasil, la ciudad de Paititi o Paiquinquin Qosqo.
Tras pasar por el control de pasaportes se acercó a recoger su maleta y entonces vio de espaldas a un anciano indígena de los Q’ero de la región de Paucartambo en el Cusco. Pero ¿qué hacía allí en Roma a miles de kilómetros de distancia de Sudamérica? Resaltaba claramente su humilde y vistosa indumentaria, que incluía el chullo o gorra típica multicolor, al igual que su poncho, sus gruesos pantalones negros de lana y sus ojotas o yanques en los pies.
Esperanza dio la vuelta en torno al personaje para verlo de frente y distinguir su rostro, pudiendo reconocer a don Mariano, aquel maestro Q´ero que conoció en Ollantaytambo cuando era niña y visitaba la ciudad con su padre2.
–¡Maestro! ¿Es usted? Qué alegría volverle a encontrar después de tantos años. ¿Qué hace por aquí?
–¡Saludos, mujer jaguar y serpiente integradas! ¿Cómo te encuentras, Esperanza?
–¡Bien, maestro! Viniendo a cumplir un encargo.
–¡Quienes te lo encargaron no son buenos! Pero como anteriormente ha ocurrido, a pesar de todo saldrán cosas muy buenas de ello porque la Madre Tierra te está usando como guardiana de la llave del portal secreto.
–¿Qué portal secreto, maestro?
–¡El que une el espacio y el tiempo!
–¿Y usted cómo sabe todo eso, maestro?
–Has llegado muy lejos porque te han traído. Estás predestinada antes de nacer y en esta vida te tocó ser mujer para que la Tierra hable y cante a través tuyo en el Nuevo Tiempo, sembrando esperanzas, que tanta falta hacen. Te toca a ti unir los eslabones de la gran cadena para que los demás entiendan quiénes somos realmente los seres humanos, lo que podemos aportar y por qué y para qué existimos.
»Cuando estuviste en Paititi, y luego frente al muro de Pusharo en el Manu, fuiste atravesada por el corazón cristal del planeta. El espíritu planetario se incorporó a ti y tú a él. ¡Ahora ya sois uno!
–Pero maestro, ¿cómo sabe usted todos esos detalles?
–Yo también recibo mensajes reveladores en sueños, y además lo puedo ver en los colores de tu alma y a través de tus ojos. Lo tienes todo registrado.
»Pero no te preocupes; cuando te toque pisar las tres estrellas verás que eso también estaba previsto y no te inquietes cuando tus pasos te lleven a los siete lugares del campo de batalla. Porque, aunque cada batalla ya fue ganada, el costo fue mayúsculo y la guerra aún no ha terminado. Solo al final el amor en el perdón vencerá.
–¿Es Europa el campo de batalla, maestro? ¿Cuándo culminará esa guerra?
–¡La guerra ahora está en todos lados, pero sobre todo en las mentes y en los corazones! –fue eso lo último que dijo el maestro Q´ero don Mariano.
–¡Esperanza! ¡Hola!...
El padre Antonioni apareció en escena contento de hallar a la arqueóloga en medio de tanta gente. Esperanza se distrajo siguiendo la voz de quien la llamaba, pero cuando reaccionó el maestro Q´ero había desaparecido.
–¿Cómo está, padre Dante? ¿Vio usted a otra persona conmigo cuando me localizó? Era un maestro Q’ero.
–¿Un altomisayo aquí en Roma? ¿No te habrás confundido con tanta gente?
–¡Le aseguro, padre, que era el maestro Q´ero don Mariano! Le hablé y él me reconoció.
Esperanza estuvo dando vueltas, buscando al maestro en medio del caos de gente y maletas, y fue entonces cuando vio en la pared un cartel publicitario con la foto del maestro, que decía en italiano:
«Incontro di insegnanti sciamani di tutta l'America Latina nella città di Torino. Il Maestro Q´ero don Mariano, che terrà una cerimonia di Pago la Terra, sarà presente, direttamente dal Perù». («Reunión de maestros chamanes de toda Latinoamérica en la ciudad de Turín”. El maestro Q´ero don Mariano, que celebrará una ceremonia de pago a la Tierra, estará presente, directamente de Perú».)
–¡Esta es la persona que vi, padre! ¡Era él, sin ninguna duda!
–¿Sí? ¿Y qué te dijo?
–Me llamó mujer jaguar y serpiente integradas. Y que no importaba mucho quiénes me habían enviado a este nuevo viaje exploratorio, sino el resultado final, que sería aprovechado por la luz. Y que no me olvidara de que llevaba en mi interior el corazón cristal del planeta.
–¡Muy interesante, Esperanza! Pero este no es el mejor lugar para hablar de estas cosas. A ver, eh… ¿recogemos tu maleta?
–¡Sí, claro! !Gracias!
Esperanza se agachó pues en el suelo había una pequeña estampita religiosa. Era la foto de un cuadro colonial del arcángel Miguel de un templo de Cusco.
–¿Ve, padre Antonioni? ¡Don Mariano sí ha estado aquí!
–¡Y al parecer el arcángel Miguel también! –sentenció sonriendo el sacerdote.
Salieron del área de seguridad a la calle con las maletas para tomar un coche oficial que los estaba aguardando enviado por la Orden jesuita.
No se percataron de que dos coches más atrás había un vehículo negro de lunas polarizadas observándolos y dispuesto a partir tras ellos.
En el camino Dante Antonioni aprovechó para poner al corriente a Esperanza y estrechar aún más los lazos de amistad que se habían consolidado entre ellos en la aventura del Paititi.
–Como recordarás, Esperanza, yo entré en escena a raíz de la desaparición y posterior publicación de un documento secreto de la biblioteca vaticana de los archivos que correspondían a mi orden, que confirmaba la existencia de la ciudad perdida de los incas o Paititi. Me castigaron entonces por semejante descuido, enviándome a buscar a los culpables y a descubrir por qué y para qué lo habían sustraído. Pues resulta, como ya sabes, que quienes lo habían robado y publicado no eran otros que los de mi propia orden con la intención de provocar la aparición en escena de la Orden Blanca o Gran Hermandad Blanca que encontramos en nuestro viaje, y que es la misma que la Orden de Melchisedek, a la que pertenecía el propio Maestro Jesús, tal como lo señalan las Escrituras. Y lo más extraño fue que mi Superior general lo sabía desde el principio y aún así se prestó a hacer el paripé, lo cual me llamó fuertemente la atención y me motivó a hacer lo que nunca habría hecho en mi vida, como hacer investigaciones de campo y enfrentarme a peligros. Y sí que pasé más de un susto.
»Entiendo ahora que lo que querían el Superior general y la ‘Santa Alianza’, –que es una fuerza especial a manera de Servicio secreto del Vaticano, actualmente en manos de la orden jesuita– era alguien que no despertara sospechas y que no estuviese contaminado, para que realizara la labor pesada y riesgosa, para restaurar el enlace con la Orden Blanca, lo cual me tocó hacer a tu lado, cosa que por otra parte ha sido un gran honor.
»Después de semejante prueba de fuego fui retirado de mi condición de bibliotecario y paleógrafo, convirtiéndome en miembro activo de los Servicios secretos de la Orden jesuita y del Vaticano. ¡Imagínate tú qué cambio!
–Pero, padre Dante, ¿no debería usted guardar discreción y no comentarlo?
–¡Jajá…! ¡Pero si tú misma me confesaste que trabajabas para los Illuminati! Entre nosotros no debería haber secretos. La vida nos ha puesto a ambos frente a un gran reto; aquí se está jugando el futuro de la humanidad, y tú bien lo sabes.
–¡Pues felicidades, padre! ¡Ahora, usted, como miembro del Servicio secreto de la Iglesia, es una suerte de James Bond espiritual!
–¡Algo así!… Vamos al hotel; estás a tres manzanas de la Basílica de San Ignacio de Loyola, el fundador de nuestra orden. Una vez te instales podemos ir caminando a la iglesia, donde nos estará aguardando el padre Manuel, un jesuita mexicano que está bien informado de todos los secretos y misterios de la orden. Te puede interesar mucho lo que te va a decir y nosotros complementaremos nuestra información con lo que tú ya sabes, o con lo que has intuido y puedas compartir con nosotros.
Llegados al hotel y después de que Esperanza se instalara y refrescara, salieron a pie rumbo a la basílica, que a distancia presentaba un exterior sobrio y austero, pero cuyo interior impresionaba por su belleza barroca. Inexplicablemente, después de varios siglos permanecía inacabada, sin cúpula.
La basílica fue construida en 1626 y dedicada al fundador de la Compañía de Jesús, san Ignacio de Loyola. La iglesia es una gran nave con capillas laterales, cubierta con una bóveda de cañón. La arquitectura, combinada con la pintura, crea la ilusión de mayor altura, y hasta abertura y transparencia, y permite ver el cielo como si fuese real. La escena del cielo se relaciona con san Ignacio al pie de la figura de Cristo, de Dios padre y hasta del Espíritu Santo. Hay una conexión entre Cristo y el santo a través de un haz de luz, y alrededor se aprecian las alegorías de los continentes, donde la Compañía de Jesús predicó.
Fue el pintor Andrea Pozzo a quien se le encomendó esta obra maestra y cuyo título es: «El papel de san Ignacio en la expansión del nombre de Dios por el mundo». En toda la iglesia se repiten mucho en las imágenes el fuego y la luz, inspiradas en el texto de San Lucas.
Un detalle curiosísimo es que por falta de presupuesto, la cúpula, que debió ser de diecisiete metros y que se ve sobre el altar, no existe realmente. Se trata de una ilusión óptica. La cúpula que se observa realmente es una pintura en perspectiva realizada sobre un techo plano. Cuando se mira desde determinados ángulos impresiona como si fuera una estructura arquitectónica real, pero al irse uno desplazando el efecto desaparece.
Andrea Pozzo, que fue quien pintó todas las maravillas que se encuentran en la basílica, tuvo que improvisar, realizando el truco de la cúpula sobre un inmenso lienzo que simula la profundidad y la luz de una cúpula real.
Dentro del edificio localizaron al padre Manuel Osorio, quien desde la sacristía fue al encuentro de los visitantes. Era un hombre joven como de cuarenta años, rostro ancho y frondoso pelo negro, mediana altura, algo grueso pero de mirada sincera y rostro confiable.
–Padre Manuel, le presento a la arqueóloga y científica, doctora Esperanza Gracia. No se confunda por su apariencia exterior; a pesar de que es muy joven es una persona muy madura y de gran sabiduría.
–¡Mucho gusto, doctora! Pero no necesitaba presentármela, padre Dante; en todo México se la conoce por sus aventuras del Códice Mexica. Además, usted ya me había hablado de ella y de cómo se conocieron en Perú, en ese increíble viaje por las selvas del Paititi. Y es tal y como la describió.
»Pues qué bueno que vino, doctora; espero que comprenda que por el momento tan especial que estamos viviendo debemos ir directamente al grano. Sabemos que usted sabe mucho de todo esto, de tal manera que me disculpará si sueno reiterativo.
–¡Claro, padre Manuel! Usted siga sin más.
–Cuando usted estuvo en Tepoztlán Morelos (México) supo de la leyenda del Tepozteco, que es la pirámide de la cima del macizo rocoso. Como recordará, según el relato una doncella solía bañarse en el río Axilla. De pronto quedó embarazada de unos extraños aires, o quizás de un pajarillo divino. Al nacer el niño, ella tuvo que deshacerse de él, porque sus padres, molestos porque no estaba casada, la obligaron a abandonarlo, pero el aire lo rescató. Los cactus se doblegaron y le dieron aguamiel y las hormigas gigantes lo alimentaron. Una pareja de ancianos lo recogió. En esa época había en el lugar una terrible serpiente llamada Mazacóatl, procedente de Xochicalco, a la que le ofrecían ancianos como ofrenda. Tepoztécatl, que así se llamaba el niño, creció y ya joven y fuerte se ofreció a ir al sacrificio en lugar de los ancianos. Para ello se cubrió el cuerpo de obsidiana y, al ser tragado, cortó a la serpiente por dentro.
»¡Ese es un primer mensaje para usted, doctora! Deberá revestirse de toda fortaleza para llegar hasta las entrañas de la gran serpiente y, al reflejarlos, podrá acabar con ellos.
»El otro mensaje, y le sonará extraño que venga de un cura, es que los extraterrestres existen y nuestra historia no se podría comprender sin su presencia.
–Sin duda es así; lo he podido comprobar yo misma, padre Manuel.
–Un grupo de seres con apariencia de reptiles provenientes de Orión fue deportado a la Tierra tras varias batallas cósmicas que tuvieron como escenario nuestro mundo; son los que la Iglesia ha llamado «los ángeles caídos». Pero no solamente son ellos; otros de apariencia humanoide procedentes de las Pléyades cayeron por la hibridación y el mestizaje con seres humanos de la Tierra. Estos seres vivían periodos de vida largos, pero aquí en la Tierra murieron pronto, quedando atrapados en la cuarta dimensión. Y desde allí algunos buscan dominar a la humanidad o llevarla hacia la autodestrucción.
»¿Me sigue, doctora?
–¡Sí, claro! Solo que me sorprende escuchar todo esto de un sacerdote.
–Los «ángeles caídos» que quieren controlar el planeta han buscado consolidar su poder psíquico sobre la humanidad creando una suerte de «egregores», o monstruos psíquicos, a los cuales han alimentado y hecho crecer a través del dolor, el sufrimiento, el miedo y el desaliento. El exterminio en masa de pueblos, las innumerables y cruentas guerras, los campos de concentración, las bombas atómicas, la decepción de los fieles ante los casos de pederastia dentro de la Iglesia, etc. son algunos de los innumerables ejemplos.
»Como bien sabe, doctora, un egregor es producido por una poderosa corriente de energía que se deriva del pensamiento colectivo. Cuando muchas personas se concentran juntas alrededor de un mismo tema con la misma intensidad desarrollan una energía en común que se nutre de todos y llega a condensarse y adquirir vida propia. Una emoción intensa compartida en común activa los átomos en nuestras células convirtiendo nuestro cuerpo en una suerte de batería capaz de producir nueva energía. Esto se produce tanto en un partido de fútbol como en una manifestación política, y quienes saben manipular esa energía la suelen utilizar con oscuros propósitos.
»Estos egregores son entidades que concentran la energía liberada por muchas almas atormentadas, y que después siguen alimentándose y creciendo de ellas, absorbiendo más y más densidad se van tornando tan poderosas que se corre el riesgo de que acaben con esta creación desde dentro de la creación. Hasta los Illuminati que las han usado las temen y por ello las quieren eliminar, como en la historia de Frankenstein.
»El padre Uriel Faundes es el astrónomo más importante de nuestra orden, en noviembre del 2010 comprobó la existencia de un pulso emitido por el centro de la galaxia, tal como lo descubrió la sonda Fermi, de rayos gamma, que estaba anunciando la apertura de un megaportal dimensional que conduciría al planeta y a la humanidad a la cuarta dimensión.
»Resulta que todas mis fuentes, vinculadas tanto a la parte prehispánica como a la esotérica, mencionan que a partir del 21 de diciembre del 2012 se abrió un megaportal planetario tras 25.625 años, coincidiendo con el final de la rueda de los Baktunes de los mayas, lo cual supuso el ingreso de la humanidad y del planeta en otra realidad, una realidad de cuarta dimensión donde todo lo anterior ya no cuenta más que como mera referencia. Y ahora todo será nuevo, diferente y para mejor. Esto supone un panorama similar a cuando nació Nuestro Señor Jesús El Cristo. En esa ocasión también se abrió un portal, aunque diferente, naciendo él en un lugar marginal de la civilización de aquel entonces. Y nació frágil e indefenso, pero protegido por los ángeles, que no se descarta que fueran extraterrestres y la estrella de Belén un ovni, según las investigaciones del cardenal Conrado Balducci.
–¡Qué me dice, padre! –comentó sorprendidísima Esperanza.
–Así es, para qué vamos a andarnos con rodeos, profesora. Nuestro Señor habría nacido bajo la protección de la Orden Blanca u Orden de Melchisedek representada por los Reyes Magos, quienes llegaron a Belén dos años después de que el niño naciera procedentes de los Retiros Interiores; por eso Herodes ordenó matar a todos los niños menores de dos años en dicha ciudad.
»Y así como el niño estuvo en peligro desde muy tierna edad, también la humanidad en este nuevo tiempo que se inicia se encuentra en peligro por una terrible amenaza. Pero hay señales de ayuda provenientes del cielo; como bien sabe ha habido manifestaciones ovni muy contundentes a partir de 1991 en México, hasta el punto de que se la reconoce como la oleada ovni más abundante y continua de la historia planetaria. Y eso estaba anunciado en el Códice Dresde o Códice de los Eclipses de los mayas, donde se hablaba del «retorno de los señores de las estrellas».
»¡Es como si las estrellas del cielo se hubiesen acercado y estuviesen al alcance de la mano pendientes de la humanidad!
Mientras el padre Manuel hablaba con mucho entusiasmo y gran sapiencia, Esperanza miraba hacia el suelo descubriendo sin proponérselo que en la parte central de la iglesia había tres estrellas en forma de Rosa de los vientos distanciadas entre sí, una detrás de la otra perpendiculares en dirección al altar mayor; dos de ellas cerca y con rayos no uniformes; esto es, cuatro rayos principales grandes y los cuatro adicionales cortos o pequeños. La tercera, aparentemente más distante, sí tenía todos los ocho rayos de igual tamaño, y además estaba rodeada de un círculo que hacía como énfasis en ella.
–¡Disculpe, padre Manuel, la interrupción! ¿Se han fijado en que estas tres estrellas del suelo nos recuerdan a las tres estrellas del Cinturón de Orión y a las tres grandes pirámides de Gizeh? ¿Podría ser un mensaje para que tomemos en cuenta la tercera estrella del Cinturón de Orión y la más pequeña de las tres grandes pirámides de Egipto?
–¡Ah sí…! Bueno pero no se preocupe por ello, doctora, y termine de escuchar todo lo que le voy a confiar a continuación!...
»A lo que quería llegar es que la fuerza oscura enquistada en nuestro planeta quiso revertir el proceso de esperanza y concienciación de la humanidad respecto al amor, matando al niño salvador y redentor, pero no lo consiguió. Y ahora que acaba de nacer una nueva humanidad se estaría procurando lo mismo acabando con la esperanza de la gente, inventando crisis económicas donde no las hay, acelerando el cambio climático y enfrentándonos a todos. Y otra forma de revertir el proceso sería abriendo un megaportal dentro del que se acaba de abrir, para generar una implosión. Claro está, ellos evacuarían a todos sus miembros para dejarnos y que seamos eliminados solos.
»Ya lo intentaron con el Gran Acelerador de Hadrones en septiembre del 2008 situado entre Suiza y Francia, queriendo abortar el ‘parto planetario’, pero no les resultó. La Orden Blanca infiltró gente para que no funcionara y el CERN fue saboteado. Hoy por hoy funciona por debajo de su capacidad.
»Considero que los Illuminati podrían estar planeando algo así, aunque quizás menos tecnológico y más ancestral, como… –dijo el padre Manuel.
–¡Una ceremonia de apertura del portal en alguna parte de Egipto tal vez? ¿Quizás en una de las tres pirámides de Gizeh? ¿No es eso lo que estaba pensando, padre? –intervino Esperanza.
–¡Así es! Y al parecer acabas de deducir brillantemente el lugar exacto donde se realizaría el ritual ancestral –sentenció el padre Dante.
–Para entender la trascendencia de la guerra entre la luz y la oscuridad, entre el bien y el mal, entre el orden y el caos, les sugiero que vuelvan al campo de batalla. Vayan a la Línea Sacra de San Miguel, que son siete lugares donde se recuerdan apariciones del arcángel a personas tan especiales como san Patricio, o tan comunes como pescadores, lugares que deberían volver a ser activados para restar fuerza al ceremonial de los Illuminati –añadió el jesuita mexicano.
–¿Activarlos? ¿Cómo, padre Manuel? –preguntó Esperanza.
–¡La oración y la meditación acompañadas de algunos ejercicios de corte energético o paranormal que movilicen las energías serían muy útiles! Y encontrando esos cristales verdes de origen meteórico que, colocados en el momento preciso y en el lugar adecuado, producirán una suerte de restauración, sanación y liberación. Todo a la vez.
–¿Cómo sabe usted, padre Manuel, de la existencia de los cristales verdes? –preguntó inquieta Esperanza.
–El padre Dante me contó lo que ustedes encontraron en la cueva del Paititi. Además, las leyendas irlandesas cuentan que de la frente de Lug o Lucifer habría caído una piedra verde a la Tierra; y en el Antiguo Egipto se habla de las Tablas Esmeralda de Thot el Atlante y de la piedra Benben de Heliópolis.
–Acabo de recordar algo que me dijeron hace un rato en el aeropuerto y que vino acompañado de esta estampita del arcángel Miguel:
«No te preocupes cuando te toque pisar las tres estrellas, eso también estaba previsto, y que no te inquiete cuando tus pasos te lleven a los siete lugares del campo de batalla. Porque, aunque cada batalla ya fue ganada, el costo fue mayúsculo, y aún no ha terminado la guerra. Solo al final el amor en el perdón vencerá».
–Fue el maestro Q’ero, ¿no, Esperanza? –preguntó Dante.
–¡Así es, padre, lo acabo de recordar! ¡Todo encaja!
»Padre Manuel, según usted ¿los cristales verdes cuántos son? ¿Y dónde podríamos encontrarlos? Como sabe, el padre Dante y yo vimos cuatro de ellos en Perú, en la cueva del disco solar en Paititi.
–De acuerdo a mis deducciones e investigaciones, los cristales verdes que vinieron o trajeron del espacio para la regeneración de la Tierra son ocho, y si ustedes encontraron cuatro en Sudamérica, los otros cuatro deben estar repartidos entre Europa, África o Medio Oriente.
»Cuatro para abrir el portal del Paititi con Pléyades y cuatro para el portal de Egipto de regreso a Orión.
–¡Solo falta encontrar tres, padre Manuel! Porque yo tengo uno en mi poder que unos seres extraterrestres de rasgos felinos nos entregaron a la salida de la cueva de Tepoztlán en México. En esa ocasión vimos descender su nave.
»Algo que encontramos dentro de la cueva activó una llamada y ellos acudieron de inmediato.
–¡Wau, vaya experiencia! Si no la conociera por su obra, doctora, y ahora en persona, pensaría que es un desvarío absoluto.
»En cuanto a los cristales, parece que ya faltan menos –dijo complacido el mexicano.
–¡No me habías dicho nada de ese cristal que tenías en tu poder, Esperanza! –comentó el padre Dante.
–¡Sí, lo siento, no hubo oportunidad! Ahora tomándonos un café se lo explico; tiene que ver con el viaje que hice a México.
»¡Muchas gracias, padre Manuel, por todas sus informaciones! Han sido esclarecedoras en grado sumo.
–Una última cosa, Esperanza. Ellos, los Illuminati, te van a querer usar como «búho» o «lechuza», que era el mensajero y enlace de los dioses del Xibalbá, los habitantes del inframundo. Que tu sabiduría te mantenga libre de toda seducción por parte de esas fuerzas oscuras.
–¡Gracias, trataré de que así sea!
Esperanza y el padre Dante salieron de la basílica, y caminando un poco se sentaron en un café con mesas y sillas en la calle debajo de un toldo. Allí continuaron su conversación, siendo observados en todo momento en la distancia.
–A ver, niña, ¿cómo es eso de que ya tienes en tu poder uno de los cristales verdes que abriría el Portal de Orión? ¿Cómo llegó a ti?
Esperanza le contó al detalle al padre Antonioni toda la aventura del Códice Mexica hasta el momento en que la doctora Victoria Garza le dejó en Chicago el cristal verde que les dieron los seres felinoides.
–¡Dios mío, qué nueva aventura la tuya! Algo había leído, pero no así, con semejante detalle.
–¡Sí, padre, como el salto cuántico vibracional ya se produjo el 21 de diciembre del 2012 todo hace pensar que las élites oscuras están intimidadas! Sabían que una parte significativa del colectivo humano estaba alcanzando un nivel de consciencia más elevado, pero no tenían idea de qué cantidad de almas despiertas hay hasta ahora.
–¡Muy interesante, Esperanza! Por lo que se puede ver los oscuros ya no se ocultan; sus ataques son directos y frontales, aunque todavía hay quienes no son capaces de verlo.
–¡Sin duda, padre! Los ataques van a incrementarse. Van a intentar por todos los medios que la gente no despierte, que los despiertos no puedan comunicarse para no despertar a otros, y que los que ya están conscientes sean vistos como necios o locos. Como pasó en la época de la pandemia del coronavirus. ¿Recuerda?
»Pero hagan lo que hagan, no importa mucho porque el salto cuántico ya se ha producido, es imparable. Una parte creciente de la humanidad ya empieza a contemplar a los animales como semejantes y a respetar a la Madre Tierra.
–¿Y qué has pensado entonces? ¿Vas a ayudar a los Illuminati a abrir el Portal de Orión a riesgo de condenar al planeta y a la humanidad a la destrucción, además de liberar esa fuerza tenebrosa de regreso al cosmos?
–¡Padre Antonioni! Hemos compartido momentos difíciles en el Paititi que permitieron que nos conociéramos en profundidad. Usted sabe cómo soy. ¿Cómo puede pensar que traicionaré a la humanidad, entre los que se encuentran mi familia y mi novio?
»Pero debe haber una forma de ayudar a estos seres a que regresen a su hogar, cambiando de actitud, liberándolos a ellos y a su vez liberándonos a nosotros de ellos.
»No sé cómo, pero siento en lo más profundo de mí que se puede y que eso es lo que se debe hacer.
–¡Dios te ilumine, querida Esperanza! ¿Cuáles son los siguientes pasos que vas a dar?
–Voy a llamar de inmediato a mis patrocinadores para decirles que ciertamente todo apunta a una de las tres pirámides, pero no les revelaré aún que sería la pirámide de Micerinos en Gizeh, que corresponde a la estrella Mintaka, la menor de las tres del Cinturón de Orión, el lugar para la apertura del Portal de Orión. Tengo que tener siempre una carta guardada bajo la manga.
»Mañana iré al Museo Arqueológico de Roma para ver la Piedra de Palermo, que se encuentra allí en exposición itinerante, y en dos o tres días más me iré a Turín en tren para visitar el Museo Egipcio y ver el Papiro del Canon de Turín.
–¿Quieres que te acompañe mañana al museo?
–¡No, padre! No quiero que los Illuminati se inquieten por su presencia. Ya su recibimiento en el aeropuerto y la visita a la Basílica de San Ignacio de Loyola les debe haber enfurecido.
Esperanza regresó sola al hotel y se dirigió directamente a su habitación, donde aprovechó para hacer una llamada desde su teléfono móvil, usando también la cámara web para conversar con Aaron Bauer en los Estados Unidos.
–¡Hola, señor Bauer, buenos días, y buenas tardes para mí!
–¡Hola, Esperanza! ¿Qué noticias tienes?
–¡Todo apunta a que el portal no está en Kefrén! Podría ser la pirámide de Keops o la de Micerinos. Aún es muy pronto para tener seguridad al 100%, pero las señales indican que está en uno de los extremos, y así lo siento fuertemente en mi interior.
»He estado haciendo averiguaciones con los jesuitas, que me dieron muchas claves, y otras que yo misma descubrí en el propio suelo de la Basílica de San Ignacio de Loyola, concluyendo que allí estaba la señal. Estaban las tres estrellas del Cinturón de Orión y una de ellas estaba envuelta en un círculo y se apreciaba radiante, a diferencia de las otras dos. Por ello creo que habría una correspondencia entre los diseños decorativos simbólicos y una de las pirámides de la triada, aunque sería con una de los extremos.
–¿Con cuál de las otras dos, Esperanza? Ya dijiste que descartabas Kefrén.
–El Cinturón de Orión, como bien sabes, es la alineación de tres estrellas azules brillantes en el firmamento, conocidas como la Tres Marías o los Tres Reyes Magos, siendo Alnitak la más grande de ellas, Alnilam la segunda en tamaño, que es la que se encuentra en el medio, y finalmente la pequeña Mintaka, que es la tercera en tamaño y la más distante, y está un poco fuera de la diagonal de las anteriores. Esta alineación ligeramente inclinada, y que coincide con la posición de las tres grandes pirámides de Gizeh o Giza, Keops, Kefrén y Micerinos, fue descubierta en 1948 por el ingeniero y escritor Robert Bauval, aficionado a la astronomía y la egiptología.
–¡Por favor, no estoy para clases de Astronomía e Historia! ¿En cuál de las otras dos entonces?
–Astronómicamente, Aaron, la única de las tres que podría albergar condiciones de existencia de sistemas solares amables para la vida es Mintaka.
»A Alnitak ya se le ha diagnosticado poco tiempo de vida antes de convertirse en una supergigante roja, y Alnilam no tiene las condiciones aparentemente.
–¿Entonces sería Mintaka?
–¡Podría ser! Según las creencias de los antiguos egipcios, Orión representaba a Osiris, que era el dios que presidía el tribunal del juicio de los muertos, siendo uno de sus dominios el Duat o Inframundo. Las almas de los difuntos habrían de elevarse al cielo a través de las tres estrellas del Cinturón de Orión.
»Osiris fue encerrado en un sarcófago y arrojado al río Nilo por su hermano Seth, al que muchos autores relacionan con el demonio. Osiris fue asesinado y el otro usurpó su trono hasta que lo recuperó Horus, el hijo de Osiris. De manera coincidente, en la Biblia, Caín, que era agricultor, mató por envidia al pastor Abel, y Seth, que era el tercer hermano, ocupó el puesto de los hermanos originales. El que plantó las semillas de la vida en el planeta se enfrentó al que debía cuidar de lo sembrado.
»Creo que, como en el caso de Osiris, ya es el tiempo de reivindicarlos a ustedes y devolverles su honor, su gloria y su esplendor.
–¡Muy interesante y halagador! Estás hablando como uno de nosotros. ¡Buen trabajo! Pero recuerda que los jesuitas son nuestros enemigos. No puedes confiar en ellos.
–¡Lo sé! ¡Pero también sé por dónde estoy pisando! Tengo que aprovechar toda la información que pueda extraer de ellos. Además, mis propias observaciones y deducciones son las que están primando.
–¡Eso está bien! ¡Gracias por hacernos partícipes de tus avances! Nos haces recobrar la confianza en ti.
»¿Cuál es el siguiente paso que vas a dar, Esperanza?
–Mañana voy al Museo Arqueológico de Roma, donde para mi suerte está en exposición transitoria la Piedra de Palermo; si no tendría que haber ido hasta Sicilia para verla. Dentro de unos días estaré en Turín en el Museo Egipcio de esa ciudad. De allí es probable que siga hacia San Petersburgo, a Rusia, o quizás vaya directamente a Irlanda.
–¡Muy bien; no dejes de avisarnos de adónde vas, dónde estás y con quién!
–¡Así lo haré!
2 Ver el libro El Santuario de la Tierra, del mismo autor. Editorial Kolima 2017.