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Manejando las cargas espirituales y emocionales del ministerio

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En los primeros dos capítulos hablamos del rol de la esposa de un hombre en el ministerio. Hemos tomado un gran suspiro de alivio, dándonos cuenta que no tenemos por qué padecer el peso de las expectativas de todo mundo. ¿Pero qué de las cargas que llevamos al servir al lado de nuestro esposo pastor?

Como esposa de un hombre en el ministerio compartes el peso de todas las dificultades y pruebas que experimenta la grey, las cargas físicas y espirituales de todos. Esto es porque el pastor de la grey siempre está al tanto de las necesidades de sus ovejas así podrá orar por ellas. Tu esposo no puede ministrar todas las necesidades. Ha capacitado fielmente a la grey en el trabajo del ministerio, visitando y orando por aquellos que están experimentando dificultades, y busca suplir las necesidades físicas. (Efesios 4:11-12). De cualquier forma, el tan solo conocer las necesidades con el propósito de orar conlleva una gran carga.

Tu labor es involucrarte con los sentimientos de aquellos de quienes sus matrimonios se están derrumbando, con aquellos con quienes sus hijos van por mal camino, con los que luchan contra enfermedades que amenazan su vida o aquellos que han perdido algún ser querido. Eso incluye llorar junto a tu esposo por deseos insatisfechos de algunas personas y dolor por aquellos que se han apartado del camino de Dios. Significa estar de pie junto a tu esposo frente a la tumba de algún miembro de la iglesia del que tuvieron que despedirse. ¡Me he dado cuenta que ser esposa de pastor no es para un corazón débil!

Al igual que Laura Bush se convirtió en “consoladora en jefe” para nuestro país después de los ataques terroristas del 2001, debemos estar ahí con nuestros esposos para consolar a aquellos que pasan por pruebas de cualquier índole. En su primera entrevista tras los ataques del 9/11, el Presidente Bush declaro sobre Laura, “No pudo estar más tranquila, resuelta, casi apacible, lo cual fue lo más tranquilizador”. 5 El país entero estaba observando al Presidente y su esposa frente al peligro y desastre nacional.

Nuestra iglesia observa al pastor y su esposa de la misma manera. Representamos la fe inamovible, valor y determinación ante tragedias y circunstancias que nos rompen el corazón. Pero, estas expresiones de gracia bajo presión no vienen fácilmente.

Una esposa de pastor dijo que su reto número uno era ser feliz con Dios incluso en el dolor. Ella explica:

Mi más grande reto es amar y deleitarme en mi Dios soberano quien la mayoría de las ocasiones escoge no producir fruto de mi servicio de amor incluso, y especialmente, con mi propia familia. No me refiero tanto al derramar mi tiempo y lágrimas sobre las personas, sino al sorprendente desconcierto de ver a personas que se vuelven peores a pesar de los años de oraciones, ayuno, apoyo y aliento. He visto hombres por quienes he luchado en oración y ayuno dejar a su esposa por alguien más. He tratado con jóvenes por quienes me he desvivido que deciden que Dios no existe y se alejan de su fe. He visto a chicos por los cuales he orado por protección en la atrocidad del abuso sexual. Estas cosas son mis más grandes luchas.

Nuestro esposo lleva una enorme responsabilidad como co-pastor de Jesús, quien es el Príncipe de los pastores, y nosotras, como sus compañeras también padecemos esta pesada carga, espiritual y emocionalmente.

Amando y descansando en el Dios soberano

¿Cómo podemos soportar este gran peso? ¡No podemos! Dios es el único que puede llevar las cargas del mundo porque Él es quien ha determinado estas cosas para bien. Él anuncia lo por venir desde el principio. Si bien Dios no es el autor de mal, Él lo utiliza para Sus propios fines, para Su gloria. Ciertamente la ira del hombre le alabará (Salmos 76:10). ¿Cuál fue el peor crimen que se ha cometido? La muerte del inocente Hijo de Dios. Este acto tan ruin se convirtió en el mayor bien para la humanidad.

Pedro proclamó esta verdad:

Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella (Hechos 2:22-24).

No seremos capaces de entender todas las razones del pecado, heridas y dolor de nuestro mundo, pero sabemos que Dios es Dios y es todo lo que necesitamos saber. El hecho que seamos esposas de un pastor no nos hace exentas de las luchas en la fe. Incluso Asaf, un escritor piadoso de muchos salmos, casi pierde su fe al ver la prosperidad de la impía y aparente ausencia de recompensa de los que viven para Dios. Él admite que si públicamente expresara sus dudas, causaría que los jóvenes creyentes tropezaran (Salmo 73:15). Sin embargo, él corre a la presencia de Dios. Estando ahí puede ver el porqué de las cosas. Diciendo: “Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, Para contar todas tus obras” (Salmo 73:26,28).

¿Y qué hay del caso de Job? Él no tenía idea de la gran gloria que vendría al perder su familia, riquezas, reputación y salud. Job soportó su sufrimiento con justicia. Pero cuando quería cuestionar el propósito de Dios, fue humillado en el silencio cuando Dios le recordó quien fundó la tierra, extendió los cielos y puso el alba en su lugar. Dios le pregunto, “¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan? ¿Y te dirán ellos: Henos aquí?” (Job 38:35). Al final de la abrumadora revelación de Dios de sí mismo, Job responde. “Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:1-2, 5-6).

Nuestra dolida esposa de pastor, la cual citamos hace un momento, tenía la respuesta. Cuando nuestros corazones se duelen por la desilusión, debemos amar y deleitarnos en nuestro soberano Dios, confiando que Él hace lo que es sabio y bueno. ¿Pero cómo hacemos esto?

Conociendo personalmente a Cristo

Es necesario que conozcamos a Dios, así podremos confiar en Él como lo hizo Job. La única manera de conocer a Dios es a través de Su Hijo Jesucristo. Si verdaderamente logramos dar un vistazo a Jesús, nos veremos obligados a adorarle a Él y deleitarnos en Él por sobre todas las cosas.

La Palabra de Dios nos dice, “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5). Sí, incluso nosotras como esposas de pastor necesitamos probarnos a nosotras mismas.

Una muy querida amiga vino por fe a Jesucristo reconociéndole como Salvador después de que se casó con un graduado del seminario. Era una mujer muy dulce de quien este hombre se enamoró, pero nunca había comprendido la dolorosa verdad de su insuficiencia al cumplir los estándares de perfección de Dios y confiar en la muerte de Cristo en la cruz. Ella había confiado durante toda su vida en su propia bondad, no dándose cuenta de su miseria ante Dios y que necesitaba de Su gracia para la salvación. Que gozo fue para ambos cuando ella nació de nuevo en la familia de Dios solo por fe (Juan 3:1-21).

No se trata de si somos suficientemente buenos o incluso si somos religiosos. Todo es por la gracia de Dios. Como Job, debemos arrepentirnos de nuestros pecados y confiar en la salvadora muerte de Cristo. Es nuestra pobreza de espíritu, debemos darnos cuenta que no es por nuestra habilidad de hacer que Dios nos ame porque toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia ante Él (Isaías 64:6). Es necesario tener una experiencia personal con el increíble amor de Dios y confesar que Él es Dios y Salvador. La salvación es un don de Dios (Efesios 2:8-9).

¿Cómo probarte a ti misma si estas en la fe? Hazte las siguientes preguntas, “¿He respondido a Su gran amor al confiar personalmente en la cruz de Jesús, quien es Dios encarnado, pagando todos mis pecados? ¿He confesado a Cristo como mi Señor y Salvador—el Único que ha perdonado mis pecados y me ha justificado ante Dios?”

Cuando nos unimos a Cristo a través del nuevo nacimiento, cada momento que compartimos con Él es de gran satisfacción en nuestra vida y tienes una pasión por glorificar a Dios en todo lo que haces.

El rey David tenía esa relación de un alma satisfecha en Dios. Conoció al Pastor personal e íntimamente siendo él un joven pastor. Podrías tu decir como David en el salmo con todo tu corazón, “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23:1).

Debido a que el Pastor se convirtió en el sacrificio y pagó el precio de nuestro pecado, tu y yo tenemos todo lo necesario. Satisface todas nuestras necesidades—de perdón, restauración, guía, protección en medio del peligro, consuelo, bendición, gozo, bondad, misericordia y además el cielo. Él es nuestra sabiduría, rectitud, sacrificio y redención (1 Corintios 1:30). Él es todo lo que necesitamos para la salvación y vivir la vida de fe para complacer a Dios y satisfacer nuestra propia alma.

En el maravilloso tratado acerca de la supremacía de Cristo en todas las cosas, Pablo escribe, “Y Él es ante todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:17-18).

Querida amiga, ¿has buscado hacer de Jesucristo la preminencia de tu vida? No podemos hacerlo en nuestra propia fuerza. Pero a medida permanecemos en Él, se convierte en nuestro todo en todo.

Permaneciendo en Cristo

Justo antes de que Jesús fuera a la cruz, Sus palabras de despedida fueron dirigidas a Sus discípulos, quienes en breve estarían enfrentando la devastación de Su muerte. Les dio la hermosa imagen de Él como la vid y Sus discípulos como los pámpanos (Juan 15:1-17). No puede haber una relación más cercana que esa. Los pámpanos tienen la vida y nutrientes por medio de la vid—todo lo que necesita para crecer y ser fiel. Jesús les dijo que debían estar unidos a Él como los pámpanos estaban unidos a la vid. Esto nos ilustra la dependencia y constante comunión entre Cristo y nosotros y que es Él mismo quien produce el fruto en nuestras vidas a través de esa conexión viva.

El llevar fruto es importante. Jesús dice, “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitaré” (Juan 15:2). Si tenemos esa conexión con Jesús, tendremos frutos visibles—el fruto del Espíritu que crece en nuestra propia experiencia, otras personas que vienen a los pies de Cristo y sus vidas son edificadas al nosotros instruirlas. Pero si nuestras vidas no dan fruto serán quitadas (juzgadas). El Jardinero celestial se deshace de las ramas secas para que las ramas vivas puedan mostrar que son realmente de Él. Él poda y recorta las ramas para que lleven más fruto. Este puede ser un proceso doloroso, pero Él nos poda por un propósito lleno de amor—para que cada pámpano pueda ser más fiel. Esta enseñanza de Jesús nos impulsa a examinar nuestras vidas acerca de nuestro fruto.

¿Estás llevando fruto? Ten en mente que el fruto generalmente se da cuando hay pruebas. Esas pruebas que probablemente estemos pasando en el ministerio están produciendo fruto para Su gloria, por las cuales Él nos recompensará. ¡No es increíble que sea Él quien produce el fruto y después nos recompense por ello! Él desea que hagamos cosas más grandes que las que Jesús hizo en la tierra y esto trae gloria a sí mismo (Juan 14:12-14, 15:7,16, 16:23-24,26).

¡Qué maravilloso es darnos cuenta que no tenemos que producir fruto por nuestras propias fuerzas! Él está viviendo Su vida a través de la nuestra. Apartados de Él nada podemos hacer—no dice “algunas cosas”, dice ¡nada! Pero a través de Él podemos hacer todas las cosas (Filipenses 4:13). Él es nuestra fuente de vida, gozo y consuelo. Siendo uno con Cristo, así como sus discípulos, podemos llevar acabo Su comisión de ir y hacer discípulos en cada nación y enseñarles sus mandamientos.

Estar unidos a la vid es lo mismo que ser llenos del Espíritu, como nos dice Efesios 5:18. Si vivo en obediencia a Su palabra viviendo una vida de pureza, confesando todos mis pecados y dependiendo de Su poder para producir fruto en mi vida, estoy siendo lleno de Su Espíritu.

Jesucristo vive dentro de nosotros en la persona del Espíritu Santo, ¿pero lo contemplamos en todo lo que hacemos? ¿Sus pensamientos dominan nuestra vida? ¿Nuestros pensamientos se basan en Él al despertar y antes de irnos a dormir? ¿Por qué será que constantemente dejamos que nuestras mentes se desvíen a cosas menos importantes si no hay nada que se le compare a Él y habitar en Su hermosura?

En cuanto pongamos ante Él lo que hacemos, todas las cosas que realicemos serán como actos de adoración. Estallará nuestro corazón de alabanza si constantemente pensamos en Su gracia y amor. Vivir constantemente en la presencia del Señor Jesús traerá gozo a nuestras vidas.

Para poder soportar el peso constante del ministerio y poder crecer en el fruto del Espíritu debemos tener esa vital conexión con Jesucristo. No hay otra forma para poder llevar esta clase de vida.

Viviendo a través de la Palabra de Dios

¿Cómo nutrimos esta unidad con Jesucristo? ¿Cómo llevar a la práctica de nuestra vida diaria el valorar a Cristo sobre todo y permanecer en Él?

Jesús dijo, “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7). Escuchar y obedecer Su Palabra debe ser importante para nosotros.

Para poder comprender la importancia de esto necesitamos ver la historia donde Jesús llevó a tres de Sus discípulos a la montaña a orar. Cuando Jesús comenzó a orar, Su gloria fue evidente y Sus ropas se volvieron blancas y resplandecientes. Moisés y Elías vinieron a hablar con Él acerca de su próxima muerte. Después de quedarse dormidos durante el tiempo de oración, los discípulos despiertan para ver la gloria de Jesús y a los dos hombres con Él. Cuando los hombres se iban, Pedro le dijo a Jesús, “hagamos tres enramadas” (Lucas 9:33). Lo que quería hacer era algo bueno. ¿Qué sucedió? “Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a él oíd”.

Era más importante escuchar a Jesús que construir algo. Es lo más importante en nuestras vidas—más importante que lo que podemos lograr para Él. Grandes cosas podemos hacer para Él pero estas tienen su origen en la intimidad que tenemos con Él, pero es más importante escuchar la voz de Dios y obedecerle que hacer grandes cosas para Él. Debo de guardar esto en mi mente porque constantemente tiendo a ser como Pedro—“hagamos algo”. Al tener vidas tan ocupadas es importante que pasemos tiempo con el Señor leyendo y meditando en Su palabra para no enfriarnos espiritualmente y cansarnos de hacer el bien.

Podría necesitarse una buena planeación para encontrar tiempo a solas con el Señor—un tiempo lejos de las presiones y demandas del ministerio. Todos necesitamos tiempo para estar quietos y escuchar Su voz a través de Su palabra.

La forma principal en que he podido buscar Su voz y sostener mi caminar con Cristo ha sido llevando un diario. Alrededor de hace veinte años comencé a llevar un diario de mi tiempo a solas con Él y no sé por dónde comenzar a decirte la gran bendición que ha sido a mi vida. Por favor toma en cuenta que no lo he practicado a la perfección, pero ha sido mi meta.

Para comenzar mi tiempo en la Palabra, comienzo orando la oración hecha por el autor del Salmo 119—es el pasaje más largo de la Biblia, el cual exalta la palabra de Dios: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18). Como Dios es el autor principal, Él puede abrir nuestros ojos para entender y aplicar Su preciosa Palabra en nuestras vidas.

Leo en forma consecutiva y tomo nota de una “cosa maravillosa” cada día en mi diario. También busco responder a lo que he leído al escribir una oración alabando a Dios y pidiéndole que obre acorde a lo que leí—para ser más como Cristo. Por ejemplo, mi respuesta al pasaje de la transfiguración de Jesús sería, “¡Señor eres increíble! Jesús eres más grande que Moisés y que Elías. En Ti la ley y los profetas están completos. Tú eres el Verbo hecho carne. ¡Oh que pudiera contemplar Tu gloria! Oro para que me puedas ayudar a constantemente escucharte y obedecer Tu voz”.

Mi esposo también guarda un diario y a menudo comenzamos nuestro día compartiendo nuestras “cosas maravillosas”. Es nuestro alimento espiritual. Nos ayuda a mantener una fresca relación con Cristo. No hay sustituto a la Palabra de Dios.

Deseo que tú también, tengas un plan para llegar a la indefectible verdad de la Palabra de Dios cada día. Es la verdadera forma de construir tu relación con Cristo.

Viviendo mediante la comunión con Dios en la oración

También podemos nutrir nuestra unidad con Cristo por medio de la oración. Al orar, Dios imprime su propia imagen del carácter de Cristo en nuestras vidas—Su amor, sabiduría y Su compasión por aquellos por quienes oramos. Nos sometemos a Su voluntad al orar, “Señor, que se haga tu voluntad”. No oramos para nuestro propio provecho sino para la gloria de Dios.

En ocasiones, sin embargo, cuando queremos ir a Dios en oración nos sentimos insuficientes o que le hemos fallado de algún modo importante. Sentimos cómo si Dios no quisiera escuchar de nosotros y ciertamente no quisiera responder a nuestras oraciones.

Es necesario recordar que nuestra justicia ante Dios no se basa en nuestra habilidad de hacer lo que es correcto. Podemos venir ante “el trono de gracia” de Dios por el sacrificio de Jesús en la cruz. Nos salvó y nos oye totalmente por gracia. ¡Podemos valientemente llegar ante Su trono porque Jesús ya abrió el camino (Hebreos 4:16)! Al entrar en la presencia de Dios, podemos llamarle “Abba” o papito, ya que tenemos el espíritu de adopción, es decir, una conciencia de que hemos sido adoptados a Su familia. Somos Sus hijos (Romanos 8:15).

En el modelo de oración que Jesús nos dejó, incluyó la confesión de pecados. “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” Cuando venimos a la presencia de nuestro Santo Padre debemos venir buscando perdón y limpieza, y eso es lo que nos dará (1 Juan 1:9). Es entonces que podemos entrar tan puros como Jesús, sin temor y sin duda.

No solamente venimos ante Él para confesión de pecados, sino también con acción de gracia y adoración. El salmista escribió, “Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre” (Salmo 100:4). Y “Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al Altísimo; El que sacrifica alabanza me honrará; Y al que ordenare su camino, Le mostraré la salvación de Dios” (Salmo 50:14,23). Glorificamos a Dios por medio de nuestra gratitud y honra a Él. Derramemos nuestros corazones en agradecimiento por quién es Él. Al leer Su palabra vemos Su carácter retratado de tantas formas—Su soberanía, Su amor y perdón, Su omnipotencia y omnisciencia. Podemos ver Su hermosura y perfección, Su santidad y justicia. Vemos Su misericordia y gracia. Esto como resultado de un corazón que le alaba y da gracias por todo lo que Él es y lo que ha hecho por nosotros.

Jesús dijo, “pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7b). Quiero hacerle caso a Jesús en ese deseo que Él tiene de que le pidamos y así ser retada a orar de la manera que Dios desea—por cosas que solo Él puede hacer. Dios le dio un hijo a Sara cuando ella tenía 90 años y su esposo 100. Eso es algo que solo Él puede hacer. Dios puso a Su Hijo en el vientre de María. Eso es algo que solo Él puede hacer. ¿Hay algo difícil para Dios? Si la respuesta es no, ¡entonces vayamos a Él en oración, esperando cosas grandes y gloriosas!

Para mí, ha sido una práctica constante el llevar un diario de oración. Es allí donde llevo un registro de mis oraciones y la fecha donde la oración se respondió. Si no tienes una estructura de oración, ¿por qué no intentar un método para construir la fe? Alienta no solo tu fe sino la de aquellos por quienes oras.

Les comparto una respuesta de oración por la cual alabo de Dios. Mateo y Margarita son muy queridos para nosotros; Bob llevó a cabo su boda. Margie tuvo un embarazo delicado donde esperaban que el nacimiento tuviera complicaciones, ellos fueron fuertes al resistir la insinuación de parte del doctor para que abortaran a su hijo. Los problemas que su hijo tuvo pudieron ser corregidos con algunas cirugías menores y nos regocijamos con ellos sobre todo lo que Dios hizo. En el momento en que las cosas se tranquilizaron ellos se alejaron de Dios, dejaron de venir a la iglesia, inclusive se involucraron en una secta. Esto los llevo a tener una ruptura en su matrimonio y eventualmente una separación. Estuvieron en mi lista de oración por 6 años. Un día recibí la llamada de Margarita; quería que nos reuniéramos. ¡Cuán grande regocijo fue cuando ella regreso a los pies de Cristo! Ese mismo día Mateo llamó a Bob y ¡él también se reconcilió con Cristo! Se reencontraron y gozosamente comenzaron a tener compañerismo.

Esta es una historia muy dramática, pero hay muchos más testimonios de la fidelidad de Dios, los cuales se multiplican en cada diario. Así como fue un deleite para el apóstol Pablo el interceder por los creyentes a quienes él llevó a Cristo, de igual modo es un gozo para nosotros (Filipenses 1:3). Eran sus hijos en la fe. Él sabía que Dios trabajaría en sus vidas al Él orar por ellos. No es una carga sino un privilegio presentar a sus amados ante Su trono de gracia. Y cuando Dios contesta las oraciones trae gloria a Él mismo.

En mi diario también llevo una “lista especial de oración” basada en la siguiente promesa, “Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4). Le pido a Dios que solo responda esas peticiones si esto deleitará Su corazón como al mío. Al final de la hoja donde tenía estas peticiones escribí esta oración, “Señor si esto no es bueno para mí o no traerá gloria a Ti, por favor no lo hagas”. No quisiera que me diera algo que será dañino para mí. Ha sido hermoso ver como Dios responde a estas peticiones especiales.

He aquí un ejemplo de respuesta a una de las peticiones especiales. Le pedía al Señor que pudiéramos mi esposo y yo ir al otro lado del mundo a ministrar. Era una petición muy sincera ya que habíamos deseado trabajar en misiones. Sin embargo, era un salto de fe ya que era la primera vez que Bob predicaría internacionalmente.

Un día que Bob estaba husmeando en mi diario y se topó con mi lista de peticiones especiales. “¿Qué? ¿Alguien me va a pedir que predique del otro lado del mundo?”, me dijo riéndose. Y justo unas semanas después vino un hombre a nuestra iglesia representando a la Asociación Bíblica Consejera de Alemania a pedirle a mi esposo que predicara por tres semanas por todo el país. “Por cierto, también deseamos que venga su esposa”, añadió.

Resultó que el seminario donde mi esposo obtuvo su doctorado en el ministerio en consejería bíblica le recomendó. Durante nuestro tiempo en Alemania impartiendo consejería bíblica nos fue posible conocer a misioneros con nuestra misma carga. Bob llamo a esa aventura “Operación Isaac” porque se rió.

Desde ese momento, sabiendo el deseo de nuestro corazón en esta área, Dios nos ha dado el privilegio de ministrar a los misioneros en todo el mundo. Él se deleita en deleitarnos al nosotros deleitarnos en Él.

Bob y yo también hacemos “caminatas de oración” varias veces a la semana. Oramos juntos por nuestras peticiones, peticiones familiares y de la iglesia. Si el clima no es bueno, caminamos en una banda sin fin y usamos el directorio de la iglesia para actualizar las necesidades de las familias. Qué alivio es saber que Dios tiene el poder de actuar en cada situación. Él responde las oraciones. No es posible que nosotros suplamos cada situación, ¡Pero Dios sí puede!

Cultivar el hábito de alabanza diaria e intercesión es la mejor manera en que la esposa de pastor puede hacer frente a las cargas. Echemos todas las cargas en el Señor, quien puede llevarlas completamente (1 Pedro 5:7). El orar se convierte como en respirar. Cada necesidad que tenemos debe ser llevada ante Dios. Debemos orar por todo. Cada petición de la cual sepamos, oremos por ella aquí y allá—si es a través del teléfono, en la calle o en un restaurante. Puede ser hecho en silencio o audiblemente. No debemos llevar nosotros esa carga ni un minuto, sino inmediatamente entregársela a Dios. Él nos enseñará la parte que nos corresponde en esa necesidad, pero Él es quien lleva todas las cargas.

Te reto a que aumentes tus “ejercicios de rodilla”. Comienza con 5 minutos, 20 minutos, media hora, una hora diaria y ¡observa lo que Dios puede hacer!

Tomando Parte en los Sufrimientos de Cristo

Hemos hablado de cómo debemos esforzarnos para acercarnos a Cristo a través de nuestra disciplina espiritual de leer la Biblia y orar. Ahora quiero compartir contigo cómo es que Cristo nos acerca a sí mismo a través de las pruebas y oportunidades que Él mismo trae a nuestras vidas. ¿Estamos deseosas como Pablo, de agradecer a Dios por cada oportunidad de morir a nosotras mismas? Podremos desear esto si vemos la recompensa.

Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. (Filipenses 3:8-11)

Pablo está escribiendo sobre las dificultades que sobrellevó en su ministerio. “Y además de otras cosas (las cuales eran muchas), lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11:28). Pablo invitaba al joven Timoteo a “sufrir las penalidades” del ministerio (2 Timoteo 2:3). Sería difícil estar en el ministerio si no cargáramos un poco del peso del mismo. Esto parece contradecir lo que acabamos de decir acerca de echar las cargas sobre Cristo.

Experimentamos las presiones del ministerio, pero luego las echamos sobre Cristo a través de la oración. El preocuparse por la iglesia es parte del corazón del pastor y su esposa. Esto es parte de conocer a Cristo en el compañerismo de Su sufrimiento.

El peso puede ser algo bueno. Uso el peso para incrementar mi fuerza durante el ejercicio. No es particularmente divertido. He notado que cuando aflojo y no uso el peso constantemente me vuelvo flácida y fuera de forma. No es bueno ser creyentes flácidas. Necesitamos usar el peso para desarrollar los músculos espirituales de confianza en Cristo y acercarnos a Él.

Podemos clamar las promesas de nuestro Padre de que Él trabajará todas las cosas para bien en nuestra iglesia, sabiendo que Él es amoroso y soberano (Romanos 8:28). Podemos agradecerle por adelantado por cada situación estresante, por cada cosa que nos cause pena, cada presión y decepción, cada interrupción que pueda venir en nuestro día y semana. Esto es a pesar de cómo nos sentimos. Podemos escoger no resistir las cargas como si fueran intrusas, sino darles la bienvenida como amigas, considerarlas como un gozo, y agradecerles a Dios por ellas (Santiago 1:2-4). Dios sabe lo que está haciendo. Nos está moldeando a ti y a mí conforme a Cristo. Esto es parte de Su voluntad, la cual es “Buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Solo considera lo siguiente, ¡Dios está trabajando para hermosear tu carácter en cada problema; exponiendo tu debilidad, pecado y egoísmo y así perfeccionarte hasta ser lo que Él desea que seas en Cristo! Este es el objetivo principal de Dios para nosotros (Romanos 8:29).

Sí, estamos bajo el constante peso del ministerio e involucra sacrificio, pero lo mejor de compartir Sus sufrimientos es que también compartiremos Su gloria. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

Conociendo a Cristo en Su poder de resurrección

Hermana, ¡no podemos tener mayor esperanza que nuestra unión con Cristo en Su muerte y resurrección! Pablo captó la verdad de la unidad con Cristo cuando escribió las siguientes palabras, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

Morimos y resucitamos con Cristo. Gracias a Su victoria sobre el pecado y muerte tenemos esperanza para el huérfano y el niño que ha sufrido abuso. Tenemos esperanza para el alcohólico y el adultero. Si Dios puede resucitar a los muertos, entonces Él puede transformar esas vidas en respuesta a nuestras oraciones.

No nos encontramos en una “misión imposible”. Tenemos el poder del Cristo resucitado. Podemos ser y hacer más de lo que imaginamos en nuestras vidas y dentro del ministerio a través del poder de Cristo.

Teniendo esperanza

Podemos despertar por las mañanas con esperanza y no debemos temer por lo que pueda venir a continuación a nuestra iglesia, familia o mundo. ¿Qué sería lo peor que puede pasarnos a nosotros como creyentes? Nuestro peor y final enemigo es la muerte. Tendremos poder sobre los peores enemigos a los que podamos enfrentar.

Mi querida madre eligió Romanos 8:28 como versículo lema para su vida cuando llegó a Cristo a la edad de 16 años. Ella confió en la bondad y soberanía de Cristo por el resto de su vida. Ella decía, “Confiemos en Dios. Él está trabajando para nuestro bien”. Cuando ella estaba en su quinta década de vida, esa fe fue puesta a prueba cuando le diagnosticaron cáncer terminal. Como era su costumbre, se aferró de las promesas de Dios sin vacilar. Ella me mostró como vivir confiando en el Pastor y me enseñó como morir—llena de fe y esperanza en que ella moraría en Su morada por siempre. Su partida exaltó al Salvador.

Tres meses después de la muerte de mi madre, mi padre escribió a nuestra iglesia la siguiente carta que yo guardo en el álbum de su vida.

Querido pastor Ricardo, familia y queridos amigos,

Este es un pequeño agradecimiento hacia la iglesia debido a la bendición que usted y su gente ha sido para mi familia y para mí a través de los años— en tiempos de gozo y tiempos de duelo.

Agradezco a Dios en esta época de acción de gracias por los pecados perdonados, por un Sumo Sacerdote compadecido por mis debilidades, por el privilegio de ser una pequeña herramienta en Su mano poderosa, por Su guía, por Su oído que escucha mis oraciones, por Su brazo en el cual me puedo apoyar, por Su preciosa Palabra a través de la cual Él nos habla explícitamente y por la gran esperanza de Su pronto regreso.

Le agradezco más que nada por la salvación absoluta. En el pasado, he sabido lo que es tener miedo, más ahora sé que estoy entera y perfectamente seguro. Siento que he llegado a un lugar seguro, un puerto seguro. Nada, absolutamente nada, ni mis obras ni las de otros, ni el trabajo del maligno, ni las circunstancias o el así llamado destino, nada puede separarme del amor de Cristo. La pena y duelo pueden venir, la muerte puede poner mi cuerpo o el de mis amados en la tumba, pero sea lo que sea que venga, pasa primero por Sus tiernas manos, ¡así que puedo amarlo porque viene de Él!

Nada puede dejarme fuera del cielo. Estoy tan a salvo ahora como si ya estuviera allí. Sólo unos pocos años más de vida, unas cuantas tareas más que cumplir y después me iré a estar por siempre con Él y nuestros amados que han partido antes, ¡nuestra porción gloriosa más allá de la gloria infinita! ¿Estoy agradecido? Mis mejillas continuamente se humedecen con lágrimas de alegría. El por qué el da todo esto a alguien tan pobre como yo, eso no lo sé, pero sé que necesitaré toda la eternidad para agradecerle por ello.

En este tiempo de compañerismo por el Festival de la Siega, agradeciéndole a Él por su bondad, oro para que sus expectativas y deseos estén en Él y en la Esperanza bienaventurada.

Afectuosamente suyo hasta que Él regrese,

-Robert L. Gates

¡Qué gran legado de fe! Mi padre concluyó sus “pocos años de vida” a la edad de 90 años y está ahora con Jesús también. Nada puede separar a nuestros amados o a nosotros del amor de Cristo—“ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada” (Romanos 8:38-39).

Esta es la clase de paz y seguridad que debemos reflejar y compartir con aquellos que están en nuestra iglesia. ¿Te sucede que te olvidas de las riquezas que tenemos en Cristo? ¿Te pasa como a mí, que tomo el camino de la autocompasión y la auto-justificación? ¿Batallas con el desaliento? ¿Sientes deseos de renunciar? (Mi esposo dice que él tiene deseos de renunciar una vez a la semana.) ¿Tu mente se centra en todos los problemas en lugar de en la meta—la Gloria de Dios?

Querida hermana, la respuesta es Cristo. Él es antes de todas las cosas y en Él todas las cosas se sostienen. Él es el Gran Pastor quien cuidará de Su grey. Él es la vid y tú eres el pámpano. Se una con Él a través de Su Palabra. Se una con Él en oración. Se una con Él en Sus sufrimientos y se una con Él en el poder de Su resurrección. Si eres una con Él, entonces no habrá derrota.

Me encanta la oración de Pablo por los creyentes en Éfeso porque nos enseña como Dios obra, no dándonos tan solo lo necesario, sino en abundancia:

Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén (Efesios 3:16-21).

Él te sostendrá en tu rol. Es solo por esta corta vida y después pasaras la eternidad con Él. Pedro anhelaba la segunda venida de Cristo con estas palabras, “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5:4), y es así como estimula a los pastores a cuidar la grey que se les ha confiado. ¡Jesús regresará! Nuestros esposos devolverán la grey al Príncipe de los pastores.

En unión sagrada con un pastor

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