Читать книгу Ángeles de la oscuridad - Stephany Hernández - Страница 12

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La nota

Nuevamente había llegado antes de la hora al instituto. No había muchos estudiantes además de mí y eché un rápido vistazo a las motocicletas por curiosidad, pero ella no se encontraba aún.

Tomé mi teléfono y le escribí a mi novio.

Yo: ¿Dónde estás?

Mike: Aún no salgo de casa.

Yo: ¿Te veo después de clases?

Mike: No puedo, entrenamiento. Voy a tu casa en la noche. Te amo.

Guardé el teléfono en mi bolso y caminé hasta mi casillero. Era un día sumamente nublado y frío así que estar al aire libre no era buena idea.

Dejé mis cosas adentro del casillero y tomé únicamente mi libreta de notas y un lapicero. Suspiré un poco frustrada por tener que esperar, realmente odiaba hacerlo. Me dispuse a caminar en dirección a mi primera clase, literatura.

Aún no había nadie en el salón, por lo que me dirigí al fondo y me senté a rayar con dibujos la última hoja de mi cuaderno. El tiempo parecía pasar diez veces más lento de lo común y ya yo estaba perdiendo la cabeza. Siempre he sido sumamente ansiosa.

Escuché a alguien más entrar al salón. Era Ángeles. Me sonrió y se sentó a mitad de la clase. La miré por unos segundos hasta que me animé a hablarle.

—No muerdo –le aseguré y escuché una risita escapar de su boca.

—Jamás pensé que lo hicieras –respondió sin mirarme.

Guardé silencio sin poder despegar mis ojos de ella y pasados unos minutos aclaré mi garganta para llamar su atención.

—¿Todo bien? –preguntó mientras se volvía a verme.

—No –contesté con una sonrisa– me preocupa el que creas que soy capaz de morderte...

Ella no pudo contener la risa y me sonrojé al darme cuenta de lo inapropiado que había sonado el comentario. La vi tomar sus cosas y dirigirse a mi lado.

—No me preocupa que me muerdas –aclaró con picardía– pero me sentaré acá porque si me preocupa que sigas los siguientes 20 minutos reprochándome por qué no lo hago.

Yo evité su mirada con algo de vergüenza, pero sonreí a mis adentros. Ella solo guardó silencio y comenzó a leer un pequeño libro del que intenté leer el nombre, pero no lograba entender el idioma en el que estaba escrito.

—Es francés –dijo notando mi mirada curiosa, pero sin volverse hacía mí.

—Lo siento –me disculpé con timidez– solo fue curiosidad.

—Poesía francesa –esta vez sí me miró con una sonrisa en sus labios– de hace muchos años.

—¿Te gusta mucho la lectura? –pregunté y ella asintió regresando la atención al libro.

Yo miré detenidamente cada parte de su rostro. Su tez morena se veía tan suave. El cabello un poco despeinado pero perfecto en todo sentido, ondulado, caía a cada lado de su rostro y a lo largo de su espalda hasta su cintura. Su mirada color café tan profunda y misteriosa. Sus labios carnosos... Espera, ¿sus labios? ¿Qué te sucede, Claire?.. giré mi mirada con nerviosismo y traté de pensar en otra cosa. Ella seguía sumergida en la lectura y yo solo contaba los minutos para que comenzara la clase.

Sentí cierto alivio cuando comenzaron a llegar el resto de mis compañeros y por último el profesor. Realmente no presté mayor atención a la lección. No podía evitar volver mi mirada sobre Ángeles de vez en cuando, algo que seguro había notado. Ella, por su parte, no me había dirigido la mirada ni una sola vez.

* * *

Estaba terminando mi última clase y copiaba mis apuntes cuando uno de mis compañeros me entregó una nota. La tomé extrañada y miré alrededor a ver si identificaba de quién provenía, entonces la abrí:

Tu hermano pudo haber regresado a la vida, pero sin dudas tú no tendrás la misma suerte. No temas, vine por ti.

Esto no podía ser más que una mala broma. Arrugué el papel aterrorizada y corrí fuera del salón de clases ante la vista perpleja de todos por mi repentina actitud. Sentía como el camino a mi locker se hacía cada vez más extenso y mi respiración se dificultaba, como si el aire a mi alrededor se esfumara. No lo soporté, mis piernas no respondían así que entré al baño de chicas más cercano que encontré.

Miré mi reflejo en el espejo. Estaba pálida. Mis manos temblaban. Mis ojos se cristalizaron y un par de lágrimas bajaron por mis mejillas. El temor se apoderó de mí y no lograba concentrarme. El espacio se reducía a mi alrededor y me sentí atrapada.

—¿Estás bien? – preguntó una voz conocida.

Traté de responder, pero las palabras no lograban salir de mi boca. Levanté la mirada y mis ojos se encontraron con los de ella. Por un segundo me sentí aliviada de tenerla junto a mí.

—Vamos, salgamos de aquí –dijo extendiendo su mano.

La tomé sin pensarlo y un sentimiento de paz me recorrió por completo. Me llevó consigo hasta fuera del instituto y al fin pude respirar con tranquilidad.

—Yo... –comencé a hablar– lo siento, yo...

—¿Claire? –escuché a alguien llamarme desde atrás.

Giré para encontrarme con Rose, quien corría hacía mí. Parecía preocupada y enseguida me abrazó.

—¿Estás bien? –preguntó ya liberándome de sus brazos– me dijeron que saliste corriendo de tu clase.

—Estoy bien –mentí y cuando me percaté, ya Ángeles se había marchado.

—Vamos, te llevaré a casa –dijo pasando su brazo sobre mis hombros.

* * *

El camino se hizo largo. Pero ya estaba recostada en mi cama con Rose quién me abrazaba de la manera más tierna posible. Tenía su brazo alrededor de mi cuerpo y yo apoyé mi cabeza en su hombro. No habíamos dicho ni una palabra.

Pensé en la nota una vez más. ¿Quién era capaz de jugar con algo así? ¿Jugar? Pensé recordando la última frase, No temas, vine por ti. Tal como recuerdo, tal cual como en mis sueños. Nadie sabía eso. Nadie podría saberlo.

Nuevamente me sentí aterrada y me aferré más al costado de Rose. Mi teléfono no había dejado de sonar, pero no quería leer ningún mensaje, no quería hablar con nadie.

En ese instante fue el teléfono de Rose el que repicó y ella no dudó en atender.

—Hola... Sí, estoy con ella... no es buena idea... lo sé, pero no es buena idea... vale, yo le digo.

Me miró y limpió el desastre de lágrimas que había en mi rostro.

—Era Mike –comenzó a hablar– está preocupado.

—¿Acaso todos lo saben? –pregunté algo molesta.

—Es inevitable, todos te vieron salir bruscamente antes de que terminara la clase, se iba a enterar tarde o temprano.

Suspiré y me levanté para ir al baño y lavarme la cara. Estaba hecha un lío y no quería que Ben o mi padre me vieran en este estado.

Tomé mi teléfono y luego de descartar un montón de mensajes vi un número no registrado que llamó mi atención.

Desconocido: No preguntes cómo, pero conseguí tu número y quería saber si estabas bien. A.

Oh, por Dios, era ella. Una sensación extraña se apoderó de mí y me apresuré a responder.

Yo: Mejor. Gracias... por ayudarme.

Ángeles: Está bien, te veo mañana.

* * *

Intentaba cenar algo cuando la puerta de la casa sonó. Me incorporé para abrir, pero ya Ben lo había hecho y alcancé a ver como saludaba con un abrazo a mi novio.

Ángeles de la oscuridad

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