Читать книгу Ángeles de la oscuridad - Stephany Hernández - Страница 9

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Ángeles

No sé en qué momento hice el recorrido a casa, no sé cuánto tiempo pasé a lo largo de ese camino que parecía eterno. Únicamente recuerdo haber bajado del auto con prisa y correr hasta la entrada. Una patrulla yacía en la calle del frente y algunos vecinos curiosos se asomaban desde sus puertas. Muchos me miraron, pero yo mantenía mi rumbo enfocada en mi hermano.

Corrí como si mi vida dependiera de ello y ahí estaba él. Alto, un flacucho definido, un chico de piel tostada y cabello corto. Vestía lo que parecía un mono de la policía, pues llevaba estampado el logo de las fuerzas justo en el bolsillo izquierdo y un suéter bastante ancho.

Me miró y por unos segundos no supe qué hacer, hasta que comenzó a caminar en mi dirección y me rodeó con sus fuertes brazos.

No pude evitarlo entonces y mis ojos se llenaron de lágrimas. Era él, realmente era él. Su calidez, su olor, él estaba de nuevo a mi lado.

Sus labios en mi cabeza me dejaron un suave beso plasmado.

—Estoy aquí –susurró– te voy a proteger.

Lo miré un poco confundida y él solo sonrió de manera forzada. Mi padre se acercó a nosotros junto a un hombre bajo y regordete que llevaba colgada una placa en su cuello. En ese momento mi hermano me soltó y le extendió la mano.

—Gracias por todo, detective –el hombre respondió con el mismo gesto y asintió.

—Ya estás con tu familia, debes descansar, no dudes en llamarnos si logras recordar algo más –dijo aquel hombre para luego retirarse.

* * *

Ya habíamos cenado junto a mi padre y yo me encontraba con Ben en su habitación. No paraba de hablar y él solo me sonreía. Estaba llena de nervios, tenía demasiadas preguntas, pero no sabía cuál sería el momento indicado para hacerlas, así que prefería esperar.

Me miró con seriedad en algún punto de la conversación, lo que me hizo guardar silencio.

—No recuerdo nada –confesó– no recuerdo que sucedió esa noche. Ese día jugaba tenis en el club con Austin. Luego de ducharme y cambiarme, tomé las llaves de mi auto. Lo último que viene a mi mente soy yo caminando a lo largo del estacionamiento. No recuerdo haber regresado a casa... Antes de lograr regresar no tenía certeza de cuánto tiempo había pasado –se levantó el suéter y me mostró un montón de marcas de quemaduras alrededor de su torso y una mueca de dolor escapó de mi rostro– esto es parte de lo que pasó conmigo. No se cómo... –su voz se cortó y sentí algunas lágrimas caer por mis mejillas– no sé cómo pude soportar tanto. Solo lo hice por ti. No puedo permitir que nada te pase.

—¿A qué te refieres con eso? –mi voz sonó tan baja que no tenía certeza de que me hubiera escuchado.

Él suspiró y se acercó a abrazarme. Pude escuchar en un susurro un todo está bien mientras sus brazos me sujetaban con fuerza contra su cuerpo y mi cabeza se apoyaba en su pecho.

* * *

Bajé a tomar el desayuno, me había despertado temprano así que tenía tiempo de sobra para llegar al instituto. Ben estaba sentado en la mesa de la cocina, no podría expresar en palabras lo que sentí al verlo ahí nuevamente, aún era un tanto irreal y no dudé en correr a abrazarlo.

Me senté a su lado y comencé a comer justo antes de que mi padre bajara. Nos miró a ambos y sonrió.

—Wow, bajaste a tiempo hoy –bromeó mientras se sentaba junto a mi hermano.

—Veo que hay costumbres que no has perdido –se burló Ben y no pude evitar sonreír.

—¿Quieres llevarme hoy? –le pedí mientras llevaba a mi boca una porción de ensalada de frutas.

—Hoy, mañana, pasado mañana y todos los días hasta que te gradúes si eso quieres –contestó de inmediato con entusiasmo.

* * *

El auto que conducía mi hermano me dejó en la entrada principal del instituto y me incliné para abrazarlo.

—Llámame al terminar y vendré por ti –prometió, a lo que contesté con una sonrisa y me dispuse a bajar cuando él sostuvo con suavidad mi brazo– todo estará bien ahora.

Asentí extrañada y salí con una expresión un tanto confundida.

Miré hacía la entrada, había muy pocas personas, aún era temprano, así que no fue difícil convertirme en el foco de atención, lo que me hizo sentir sumamente incómoda.

Decidí pasar de largo hacia la biblioteca, sabía que sería imposible conseguir a más que un par de personas en ella, así que en ese lugar podría estar tranquila y eso era lo que realmente necesitaba.

Al entrar, tomé un libro del primer estante con el que topé y me senté en un reluciente sofá de cuero vino tinto en el fondo del lugar.

—Hola –escuché decir a alguien, subí la mirada y mis ojos se encontraron con los de ella.

Su mirada era profunda y esta vez sí me dedicó una cálida sonrisa. Era Ángeles, la chica misteriosa del estacionamiento, la misma que respondió mi examen de matemáticas.

Estaba sentada en el sillón del frente. Sus rasgos eran sumamente delicados. Llevaba el cabello sujeto hacia atrás con una cola de caballo y sostenía en sus manos un pequeño libro de historia.

—¿Tarea? –pregunté señalando el libro.

—No –esbozó una sonrisa que contenía algo de picardía– me gusta leer como escriben la historia a su conveniencia. Es como ficción para mí –rio para sus adentros, pero no logré entender el chiste.

Volví a mi lectura, pero no pude evitar sentirme incómoda al notar cómo sus ojos se posaban seguidamente en mí, cada vez que subía mi mirada me encontraba con la suya por algunos segundos.

—¿Eres nueva, cierto? –pregunté al paso de varios minutos.

—Eh... ¿Sí? –respondió con un poco de sarcasmo y no pude evitar apenarme.

—Lo siento –me disculpé por aquella tonta pregunta–. Me llamo Claire.

—Lo sé –dijo con seriedad y regresó a su lectura.

Luego de un rato, ella se puso de pie y sus ojos se posaron nuevamente sobre mí. Me sentí bastante incómoda, así que bajé el libro y subí la mirada tratando de hacerle frente.

—Es hora de ir a clases –respondió ante la expresión apenada de mi rostro– a menos que quieras hacer algo más.

—¿Algo más? –pregunté confundida.

—Sí, soy nueva en este pueblo, quizás puedas ayudarme a conocerlo ­–sonrió –y creo que quisieras poder evitar todas las miradas y las preguntas de hoy.

Había cierta picardía en su mirada, la vi tomar su bolso y alejarse sin decir nada más. Me costó algunos segundos decidirme, pero la seguí una vez que dejé mi libro sobre una pequeña mesa.

—Era broma –rio, burlándose de mí una vez que la alcancé– podemos ir después de clases.

Mis mejillas se ruborizaron y me sentí enojada por haber sido engañada de esa manera. Me adelanté sin decir nada más y me senté en el fondo en el salón de historia.

Luego entró Ángeles quien se sentó en primera fila sin siquiera mirar a nadie más. Mis ojos se posaron en ella por más tiempo del que hubiera sido educado mirar a alguien tan fijamente. En realidad no era educado mirar así a alguien.

Se giró percatándose de ello y me sonrió. Le devolví la sonrisa por inercia y me concentré en la clase.

* * *

El día había terminado sin novedades. Me encontrada frente al instituto esperando por Rose y vi a Ángeles caminar con gracia hacia mí. Llevaba en sus manos un casco de motocicleta el cual me ofreció sin titubear.

—Íbamos a dar un paseo, ¿cierto?

Tomé el casco con dudas, sin saber que contestar. Ella señaló una motocicleta negra, algún modelo clásico y me mostró las llaves.

—¿Vamos? –insistió.

Ángeles de la oscuridad

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