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3LA REDENCIÓN: SU HISTORIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO (PARTE DOS)

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La redención en el Antiguo Testamento, como ya hemos visto, significa liberación. A menudo iba acompañada del pago de un precio. Los esclavos, así como los hijos primogénitos, eran redimidos. Incluso algunos tipos de asesinos quedaban libres cuando se pagaba un rescate. Podemos ver que la redención jugaba un papel muy importante en la vida de Israel.

Otra cosa importante con respecto a la redención es que a menudo se trataba de un asunto de familia. La mayoría de las veces el “redentor” era un pariente cercano del hombre que debía ser redimido. Esto no era casualidad. Un hombre en necesidad de ser redimido no buscaba a su alrededor a ver si encontraba a alguien que lo ayudara. ¡De ninguna manera! Su familia era responsable de ayudarlo de formas que pueden parecernos extrañas hoy en día.

Una de las más grandes historias de la Palabra de Dios es la que nos relata el libro de Rut.

Durante una hambruna, un hombre de Israel se fue a vivir a Moab, un país cercano, con su esposa y sus dos hijos. No fue un traslado feliz; el hombre murió poco después. Su esposa, Noemí, se quedó con los hijos y les buscó esposas moabitas, pero ellos también murieron. La única persona de la familia que quedaba de los que se mudaron a Moab diez años antes era Noemí.

Cuando Noemí escuchó que había terminado la hambruna en Israel, decidió regresar a casa. Una de sus nueras, Rut, la acompañó. Podemos ver la devoción de Rut a Noemí en las palabras que usa para decirle a su suegra que no la abandonará:

No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. (Rut 1:16-17)

Las palabras de Rut, pronunciadas hace tres mil años, perviven como testigos del carácter del amor desinteresado. Hoy en día aún sentimos su poder, como debió de sentirlo Noemí.

Las dos mujeres volvieron a la ciudad de Belén a vivir. En aquella cultura era doloroso para Noemí regresar siendo una mujer mayor y habiendo perdido a todos sus familiares varones. Sólo tenía a Rut para mantenerla y era poco lo que Rut podía hacer para ganarse la vida por ambas. Como se acercaba el tiempo de la cosecha, Rut acudió a los campos para recoger las espigas que se habían dejado atrás o que se les habían caído a las segadoras. El trabajo era duro y normalmente no conseguía mucho. Si Rut no hubiera sido tan dedicada como era –amaba a Dios y a Noemí– podría haberse arrepentido de haber ido a Israel.

Aquí la historia toma el rumbo que es importante para el tema de la redención. En la bondad de Dios, Rut pronto se encontró espigando en los campos de un hombre llamado Booz. Ella no lo había planeado así; no tenía ni idea de quién era Booz. Sin embargo, Booz eran un pariente del esposo de Noemí, y era adinerado, al contrario que Noemí y Rut.

En Booz encontramos a un pariente redentor. Sé que el nombre suena raro, pero tengo una buena razón para usarlo. Las dos partes de este término encajan bien con el significado de una palabra hebrea que aparece en la historia varias veces. Me explico:

La ley de Dios proveía que el pobre pudiera recuperar la tierra que se hubiera visto obligado a vender debido a su pobreza. El que podía comprar la tierra para él (el redentor) era un hermano o algún otro pariente cercano. De ahí viene el nombre “pariente redentor”.

Cuando terminó la cosecha, Noemí y Rut no tenían ningún otro medio para alimentarse, pero poseían un campo.3 Podían venderlo para obtener el dinero que necesitaban para vivir, y eso es lo que decidieron hacer. Eran libres de vendérselo a cualquier hombre de Israel, pero tenía sentido ofrecérselo a un pariente redentor. ¿Por qué? Porque era muy probable que le pidieran a él que lo comprara más adelante de todos modos. Al vendérselo a él directamente, mantendrían la tierra en la familia y puede que él estuviera dispuesto a darles un precio mejor que cualquier extraño.

En la historia de Rut, la venta de la tierra estaba ligada a algo más: el matrimonio. Podemos entender por qué querría casarse una viuda, pero en este caso había algo más. El primer marido de Rut, Malón, habría sido el heredero del campo que estaban vendiendo Rut y Noemí. En su ley, Dios deja claro que quiere que la tierra pase de padres a hijos, pero eso planteaba un problema. ¿Y si un hombre no dejaba hijos? Al fin y al cabo, Malón había muerto sin descendencia. En ese caso el Señor ordenaba que interviniera el hermano, quien debía tomar a la viuda como esposa y darle un heredero que sería considerado hijo del hombre muerto.

Pero, ¿y si el hombre muerto no tenía hermanos? La letra de la ley no decía nada sobre ese caso. No había ningún mandato adicional.

En Booz vemos a un hombre que se preocupaba por guardar el espíritu de la ley de Dios. Estaba dispuesto a casarse con Rut y a darle un heredero a Malón. Sólo había una cosa que lo detenía: existía otro pariente más cercano, y Booz tuvo que esperar para ver qué hacía dicho pariente. Cuando éste se negó a tomar a Rut como esposa, Booz redimió la tierra y se casó con Rut. Al final de la historia vemos a Noemí recibiendo las felicitaciones de las mujeres de Belén por el nacimiento de su nieto, Obed. “Loado sea Jehová” le decían, “que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel.” Y Obed se hizo famoso por ser el abuelo del Rey David.

El casamiento de Rut y el nacimiento de su heredero nos interesan, pero lo que más nos importa es la redención de la tierra y el rescate de Rut y Noemí de la pobreza. Eso requería un pariente redentor, y Booz desempeñó ese papel.

La historia de Rut nos enseña que cualquier verdadero pariente redentor poseía estas tres características:

1. Tenía que ser un miembro de la familia.

2. Tenía que contar con la capacidad de redimir. Puesto que la redención se producía con respecto a una deuda, la esclavitud o la muerte, el pariente redentor no podía tener deudas, ni ser esclavo, (¡ni estar muerto!), y debía tener de sobra para poder ayudar a otro.

3. Tenía que tener un corazón dispuesto.

Booz encajaba bien en esta descripción. Era un pariente cercano, era adinerado y estaba dispuesto a usar sus bienes para liberar a Rut y a Noemí de su angustia.

Cuando vayamos al Nuevo Testamento y a la historia del Señor Jesús, veremos a Dios formando una nueva familia. Como esa familia estará formada por personas necesitadas, incapaces de ayudarse a sí mismas, hará falta un pariente redentor. Y cuando éste venga, hará lo que hace un pariente redentor: rescatará a su pueblo mediante el pago de un precio, el precio de su propia muerte. Como Dios es el padre-redentor (Isaías 63:16) del Antiguo Testamento, así el Señor Jesús será el hermano-redentor (Hebreos 2:14-17) del Nuevo Testamento.

¡La redención es cosa de familia!

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