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7 de febrero - Biblia

Llovió y llovió y el agua subió

“Le pesó haber hecho al hombre. Con mucho dolor dijo: ‘Voy a borrar de la tierra al hombre que he creado, y también a todos los animales domésticos, y a los que se arrastran, y a las aves. ¡Me pesa haberlos hecho!’ ” (Gén. 6:6, 7).

Aunque con el paso del tiempo sus historias populares degeneraron en un sinfín de versiones, innumerables culturas antiguas registran la historia de una devastadora inundación global.

Una antigua leyenda china habla de Nüwa, el reparador del mundo después de una gran inundación. Los sumerios de la antigua Mesopotamia creían que cuando los dioses decidieron destruir el mundo, Ziusudra rescató a los animales y las aves en un gran barco. El pueblo Hareskin de la actual Alaska creía que Kunyán (“el hombre sabio”) sabía que vendría una inundación, así que construyó una balsa para él y su familia. La gente se burló de él y dijo que simplemente treparían a los árboles, pero cuando la inundación vino, solo Kunyán y su familia sobrevivieron, junto con muchos animales y pájaros que rescataron mientras flotaban. Los tarascos del norte de México creían que Dios le pidió a un hombre que construyera una casa grande para almacenar animales y alimentos. Cuando llovió durante seis meses seguidos, la casa flotó de manera segura sobre las aguas, salvando a los animales y a todos los que habían ayudado a construirla. Cuando las aguas comenzaron a ceder, el hombre envió un cuervo y una paloma para verificar la situación. El pueblo yaqui de México creía que llovió durante catorce días, destruyendo toda la vida. Solo el noble Yaitowi y su familia sobrevivieron en la cima de una colina, junto con algunos animales en grupos de siete.

La imagen que la Biblia nos presenta del mundo antediluviano (anterior al diluvio) es la de un lugar ricamente bendecido por recursos naturales y mucha belleza, pero donde sus habitantes lo malgastaban todo en sí mismos. Se olvidaron del Creador que lo hizo todo posible; confiaron en sí mismos y adoraron cualquier cosa que evocara su imaginación. Dios había confiado sus principios a los descendientes de Set, el hijo de Adán y Eva, pero su asociación con los egoístas descendientes de Caín también los corrompió. Solo unos pocos vivieron para honrar al Dios que hizo posible sus lujosas vidas.

El Creador decidió revertir el acto de la creación a través de un diluvio, permitiendo que lloviera el tiempo suficiente como para hacer borrón y cuenta nueva. La naturaleza humana, sin embargo, no es algo que se puede borrar tan fácilmente.

Sin miedo al fracaso

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