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28 de febrero - Biblia

Agar e Ismael – parte 2

“Dios oyó que el muchacho lloraba; y desde el cielo el ángel de Dios llamó a Agar y le dijo: ‘¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, porque Dios ha oído el llanto del muchacho ahí donde está’ ” (Gén. 21:17).

Agar partió de regreso al padre de su hijo, de regreso al ambiente de trabajo más hostil que pudieras imaginar. Finalmente, dio a luz a Ismael, que significa “Dios escucha”.

Pasaron los años. Dios reafirmó su pacto con Abraham, diciéndole esta vez que sería el padre de muchas naciones. Sodoma terminó convertida en cenizas. Ismael se convirtió en un adolescente enérgico. Y Sara finalmente dio a luz. El incómodo conflicto entre sierva y ama aparentemente había terminado. Pero no fue así.

Con el tiempo, Sara le exigió a Abraham que echara a Agar e Ismael, pues este último había menospreciado a su hijo. Esto le rompió el corazón a Abraham. Ismael era su hijo. ¿Cómo iba a echarlo? Pero Dios le dijo que para que su promesa se cumpliera, Agar e Ismael debían irse. Sin embargo, añadió: “Yo haré que también de él salga una gran nación, porque es hijo tuyo” (Gén. 21:13). Incluso el hijo no deseado recibiría una bendición.

Agar y su hijo terminaron nuevamente en el desierto. Esta vez, ella temió que ambos murieran abandonados, y no podía soportar ver a su hijo sufrir. Sin embargo, Dios le dijo que no estaban solos. Señalándole un pozo lleno de agua, le dijo: “Levántate, toma al muchacho y tenlo de la mano, porque yo haré de él una gran nación” (vers. 18, RVR95).

En The Book of the Beginnings, Gerald Wheeler escribe: “Los eruditos encuentran muchos paralelos interesantes entre la historia de Agar y la de Moisés. […] Por ejemplo, ambos huyen de la opresión al desierto y llegan a un pozo. […] Ambos se encuentran con Dios. […] Moisés aprende el nombre de Dios, […] mientras que Agar va un paso más allá de Moisés y le pone nombre a la Deidad. […] El Señor les dice a ambos que regresen a la opresión de la que habían escapado. Finalmente, ambos fueron expulsados de su esclavitud de vuelta al desierto. […] En el desierto, Dios los libró de la muerte, particularmente de la sed. […] Y ambos se convirtieron en líderes de un gran pueblo. […] Dios se preocupó tanto de Ismael y sus descendientes como de Isaac y su futura descendencia. Después de todo, el Señor le había prometido a Abram que sería ‘padre de muchas naciones’ (Gén. 17:5)” (p. 107).

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