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17 de febrero - Misión

Guía de una sola página para testificar

“Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).

“¿A qué iglesia vas?” Si te preguntan esto, ¿qué responderás? Si dices: “Soy adventista del séptimo día”, ¿qué añadirás? ¿Explicarías que tenemos buenos hospitales, comemos carne vegetal y tenemos la creencia “exclusiva” de que hay que guardar el sábado? Entonces te preguntan: “¿Qué son todas esas historias de bestias que salen del mar, una mujer que es engañada por una serpiente, espíritus, sangre y vírgenes con lámparas de aceite?” Y esa es solo la punta del iceberg.

Tratando de alejarte del incómodo interrogatorio, pareces un ciervo asustado en plena carretera mirando a una camioneta que se acerca a gran velocidad. Tal vez tratas de restarle importancia a la conversación. Incluso puedes terminar defendiendo argumentos, solo para darte cuenta de que tratar de justificar aquello que los demás no entienden solo trae más confusión. Simplemente respira y deja que el oxígeno y el Espíritu Santo tomen el control de la conversación.

Deja de parecer un loco y comienza con la verdad. Comienza a hablar de un hombre que nació con una combinación de ADN humano y divino. Habla sobre su vida como carpintero, sobre cómo le enseñaron a cortar y juntar madera y cómo él mismo fue luego cortado y colocado sobre un madero. Vivió hace dos mil años, e inmediatamente se desató un movimiento de seguidores.

Lo seguían porque habían escuchado historias de lo que hizo antes de ser capturado y, por demanda popular, ejecutado. Sus seguidores más cercanos escribieron que sanó a ciegos y paralíticos. ¡Alimentó a miles con una simple oración y una canasta de pescado! Podía resucitar a los muertos; y no solo a los que acababan de morir, ¡en una ocasión resucitó a uno que llevaba cuatro días en el sepulcro!

Pero el hombre que resucitó a los muertos fue asesinado por no ser lo que la gente esperaba de él. No pudieron lidiar con la verdad. La verdad era que él era el Hijo de Dios y que, tres días después, resucitó. Ahora está en el cielo esperando regresar y crear un mundo nuevo. Él te ama y quiere que seas parte de ese mundo. Si te encuentras con alguien que se empeñe en confrontarte, recuérdale que los adventistas somos seguidores de Jesucristo. Si eso lo perturba y comienza a presionarte con información errada y rumores infundados, haz una oración pidiendo la dirección divina. El Espíritu Santo acudirá a respaldarte.

BP

Sin miedo al fracaso

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